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jueves, 24 de octubre de 2024

La corrupción del lenguaje

Clave de lectura: Cómo se retuerce el lenguaje para hacernos más vulnerables a la manipulación.
Valoración: Bueno, aunque no imprescindible ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Cuarteto nº 13, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro La corrupción del lenguaje, de George Orwell.

A George Orwell hay que hacerle caso y mucho, huelga excusarse. Aunque los siguientes articulos compilados bajo su firma representen un valor apenas secundario al contrastarlos con obras mayores:

La corrupción del lenguaje. Ensayos sobre propaganda, mentira y manipulación en la política.

Politics and the English Language, reza el título original, y quizá resulte más provechoso leerlos directamente en la lengua nativa del autor. Más «amigable», si se quiere. ¿La razón?

Trasladado al español, el texto pierde fluidez discursiva. Las continuas referencias al inglés exigen compromisos de traducción (o, por el contrario, mantener las expresiones originales) que no facilitan la claridad de la tesis.

El fondo sí es diáfano: una protesta de la deriva adoptada por la escritura moderna hacia la «imprecisión». Palabras hilvanadas con bombo y platillos, pero ninguna sustancia lógica ni semántica. Pomposas cáscaras vacías.

El fenómeno sirve a un objetivo: que el ruido aturda, haga creer en la presunta relevancia de los mensajes y, de esta manera, el emisor manipule las mentes.

La mitad de las páginas se dedican a comparar lo que sería una forma de expresarse «natural» y las nuevas reglas que obedecen, sobre todo, a consignas políticas.

En lo que a insultos se refiere, el vocabulario comunista (aplicado ora a fascistas, ora a socialistas, según cuál sea la «línea» marcada en ese momento) incluye términos como hiena, cadáver, lacayo, pirata, verdugo, vampiro, perro rabioso, criminal y asesino. Todos estos términos son fruto de traducciones directas o indirectas, pues ningún inglés los usa de manera natural para expresar su desaprobación. […]
Es solo cuestión de juntar una serie de piezas prefabricadas. Solamente hay que hablar de una hidra cuyas botas militares aplastan a hienas manchadas de sangre, y listo. Para confirmarlo, basta con echar un ojo a cualquier panfleto publicado por el Partido Comunista o, de hecho, por cualquier otro partido político.

Metáforas moribundas, artificios y retorcimientos verbales, dicción pretenciosa, palabras sin sentido...

En su lugar, Orwell aconseja el uso de seis reglas (bastante radicales, si se me permite un punto escéptico):

  1. Nunca emplees una metáfora, símil u otro elemento del discurso que suelas ver impreso.
  2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar en su lugar una corta.
  3. Si puedes suprimir una palabra, hazlo siempre.
  4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas emplear la activa.
  5. No uses jamás una expresión extranjera, un término científico o propio de otra jerga, si puedes encontrar un equivalente en el inglés cotidiano.
  6. Sáltate siempre cualquiera de estas reglas en lugar de decir algo disparatado.

La otra mitad imprime el anexo de la mítica 1984 acerca del origen y propósito de la neolengua. El culmen de la mentira, la propaganda y la manipulación.

En último término, repito el comentario, este libro no resta brillo a un inmenso legado (la citada 1984, Rebelión en la granja, Homenaje a Cataluña, Subir a por aire…), lo cual sería imposible, pero tampoco puedo decir que lo acreciente.


lunes, 7 de octubre de 2024

La libertad de los antiguos frente a la de los modernos

Clave de lectura: Exposición de razones para la defensa del primer liberalismo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Los duelistas, de Howard Blake ♪♪♪
Portada del libro La libertad de los antiguos frente a la de los modernos, de Benjamin Constant.

¿Es Benjamin Constant un nombre importante para conocer las ideas del liberalismo clásico? ¿Está La libertad de los antiguos frente a la de los modernos a la altura de un Tocqueville, un Ricardo o un Stuart Mill? ¿Lo está La libertad de pensamiento?

Unas breves pinceladas biográficas: parece que, al instaurarse la República Francesa, su mérito principal consistió en dar esquinazo a numerosos deudores, pistolas de duelo incluidas (por eso se me ha ocurrido poner la música de Howard Blake para la película Los duelistas como banda sonora recomendada).

Tras un cruce de miradas con Napoleón, entre el anhelo y el malhumor, prefirió el exilio en los años del Imperio, para volver a abrazar al corso a lo largo de los Cien Días.

Miembro del Consejo con Luis XVIII, escaño del partido opositor bajo Carlos X, simpático a Luis Felipe I, el «rey burgués» (del que se rumorea que por fin pagó sus deudas)…

Vamos ahora al meollo, los dos discursos del título editados por Página Indómita en un único volumen. Acerca del primero, ¿se puede comparar a los ciudadanos «modernos» —en 1819, por supuesto— y sus modelos «antiguos» de Esparta, Atenas o Roma?

Refresquemos la memoria: aquellos hallaban ocasión para debatir en el ágora gracias a una legión silenciosa de esclavos encargada de sostenerlos. Democracia sui géneris de unos, yugo de otros.

El concepto de libertad se aplicaba además con un significado colectivo: cualquier esfera de la vida apartada de la fiscalización de la polis hubiera sido inconcebible. La autoridad del conjunto empequeñecía los pretendidos derechos del individuo.

Por ejemplo, se cuenta que Terpandro, músico inventor de la actual escala diatónica, fue juzgado ante los espartanos por añadir a su lira las cuerdas que producían los nuevos sonidos. Romper con el pentatonismo condujo a una discusión entre pena de cárcel o multa.

Tal figura, el individuo, levanta por el contrario la antorcha que guía a los «modernos». Constant defiende que cada uno opine de lo que quiera, disponga de su propiedad según le venga en gana y, en lo tocante al gobierno, influya en su composición y sus actos, no al revés.

Se trata del derecho de cada uno a no estar sometido sino a las leyes, a no poder ser detenido, ni encerrado, ni ejecutado, ni maltratado en modo alguno, por efecto de la voluntad arbitraria de uno o varios individuos. Es el derecho de cada uno de expresar su opinión, de escoger su empresa y llevarla a cabo; de disponer de su propiedad, de abusar de ella incluso, de ir y venir, sin necesidad de obtener permiso ni dar cuenta de sus motivos o sus gestiones. Es para cada uno el derecho de reunirse con otros individuos, ya sea para debatir sobre sus propios intereses, para profesar el culto que sus asociados y él prefieran o simplemente para ocupar sus días o sus horas del modo que más se ajuste a sus inclinaciones, a sus caprichos. Por último, es el derecho de cada uno de influir en la administración del gobierno, ya sea mediante el nombramiento de todos o de algunos funcionarios, o mediante representaciones, peticiones o demandas que la autoridad está más o menos obligada a tomar en consideración.

Siempre que se asegure un marco normativo e instituciones transparentes, de lo demás ya nos ocuparemos nosotros para ser felices. Ni el Estado ni nuestros vecinos deben coartarnos.

Existe otra diferencia de orden práctico: dado que las ágoras se componen ahora de millones de voces, en vez de deliberar cara a cara adoptamos un sistema representativo. Pues bien, por muy electos que sean, los gobernantes se siguen enfrentando a tentaciones seculares (corrupción, deseo de permanencia en la poltrona, intereses espurios…).

Conviene entonces no desentenderse de las responsabilidades delegadas en sus manos. Ojo avizor frente a promesas vanas de quienes ocupan un cargo. Dar valor a los negocios privados no significa que debilitemos el compromiso cívico con los públicos.

El segundo opúsculo abunda en similar principio: el libre albedrío intelectual.

Como quedó expuesto hace unos párrafos, los «antiguos» sujetaban ideas y actitudes íntimas al escrutinio comunitario. En especial, las de carácter religioso.

Asoma enseguida la sentencia mortal a Sócrates, bajo la acusación de «introducir nuevos dioses y corromper a la juventud», pronunciada por una muy democrática asamblea ateniense.

En resumen, Constant, nacido en Lausana, descendiente de emigrados franceses protestantes, declara que los tiempos exigen un cambio. Fuera los tricornios y los sombreros de teja negros. Fuera la censura. Viva Montesquieu. Autonomía de relación y comercio, sí, pero también de palabra, prensa y, sobre todo, pensamiento, piedra angular para alcanzar la virtud política.

Hace cuatrocientos años, España era más poderosa y estaba más poblada que Francia. Ese imperio, antes de la abolición de las Cortes, tenía treinta millones de habitantes; hoy tiene nueve. Sus naves cubrían todos los mares y dominaban todas las colonias. Su armada es hoy inferior a la de Inglaterra, a la de Francia y a la de Holanda. Sin embargo, el carácter español es enérgico, valiente, emprendedor. ¿A qué se debe entonces esa sorprendente diferencia entre el destino de España y el de Francia? A que en el momento en que la libertad política desapareció de España, nada ofreció ya un nuevo medio de desarrollo a la actividad intelectual y moral de sus habitantes. Se atribuirá sin duda la decadencia de España a los defectos de su administración, a la Inquisición que la gobierna, a otras mil causas inmediatas. Pero todas estas causas tienen el mismo origen. Si en España hubiese existido libertad para el pensamiento, la administración habría sido mejor, porque se habría visto iluminada por las luces de los individuos.

¿Me ha convencido? ¿Intrigado? ¿Le daré la calificación de obra maestra? ¿Buena? ¿Aceptable? ¿Comme ci comme ça?

Despierta interés, no cabe duda. Y además, en varias vertientes. Desde las tres estrellas como punto de partida equidistante, veamos si baja o sube.

En el momento en que se redactó, las fuerzas de la monarquía absoluta querían recuperar a cualquier precio su peso (el Trienio español de 1820 a 1823 estaba a punto de inaugurarse, solo para ser sustituido por la Década Ominosa, apoyada, oh casualidad, por mosquetones galos). Sí, respondo afirmativamente a la importancia pionera de Constant.

Por otro lado, los estudiosos del ramo destacan la influencia que ejerció sobre Isaiah Berlin. En especial, para establecer los fundamentos de las libertades positiva (equivalente a la participación activa de los «antiguos») y negativa (la no injerencia en lo personal de los «modernos»).

Si recordáis al respecto, la lectura de Berlin que comenté en el blog hace unos meses me había dejado impresiones tibias. Necesitaba más.

De manera que el franco-suizo me permite desempañar un poco el vaho de las gafas ante el libro de su sucesor. Otra estrella en su haber.

Aunque, claro, si quiero ser justo, tengo que ampliar la visión de esas gafas a los prismáticos: ¿ha sido el liberalismo una doctrina intachable para el «bien» de las personas y las sociedades en el par de siglos posteriores a su nacimiento? (si la ortografía me lo permitiera, escribiría las comillas de «bien» con grafía triple o cuádruple). ¿No ha generado numerosos abusos?

La mirada fulminante de Marx me persigue solo por plantear el dilema, pero tampoco es que sus seguidores me hayan demostrado que la bondad histórica reside en la orilla izquierda del río.

A mi entender, Constant plantea un enfoque bastante equilibrado entre el yo y el nosotros, sin la escora de otros pensadores de su cuerda (ay, el utilitarismo…). No le encuentro grietas humanísticas como puños de grandes, aunque, no dejaré de repetirlo, se manifieste en relación con su propio tiempo. Las recetas «de época» no pueden aplicarse al pie de la letra, como base quizá, en contextos más complejos.

Finalizo: con el mismo espíritu de equilibrio, le pongo un notable y lo añado a la lista verde de provecho. El siguiente…


lunes, 16 de septiembre de 2024

El naufragio de las civilizaciones

Clave de lectura: Un «mundo de ayer» en el Oriente Próximo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Ya walidata-l-ilah, de sor Marie Keyrouz & L’Ensemble de la Paix ♪♪♪
Portada del libro El naufragio de las civilizaciones, de Amin Maalouf.

¿Cómo eligen los libros a sus lectores?

¿No creeréis que sois vosotros los que decidís qué títulos vais a sostener en la mano? Fútil ilusión de albedrío.

Ellos, y solo ellos, os ven llegar desde lejos, os evalúan, miden y lanzan su llamada: «Vive una historia conmigo».

Alguna vez nos la cuelan, c’est la vie, pero…

En otras ocasiones juegan sobre seguro. Hay libros que, antes de encontrarnos, ya nos conocen bien.

Por eso, El naufragio de las civilizaciones toma enseguida la decisión de entrar en casa.

Amin Maalouf, prestigioso ensayista de adopción francesa, nació y se educó en el microcosmos que llama «Levante», hijo de muchas culturas con ascensos y caídas. Sin embargo, su último siglo es relativamente poco conocido por la mayoría de occidentales, aparte de hitos relacionados con los conflictos.

¿Por qué razón comunidades con bazas para avanzar en la integración, el progreso, la convivencia…, se abocan al fracaso social y político? Y, lo que resulta aún más oscuro, ¿por qué esa deriva particular anticipa los odios globales contemporáneos?

Sus capítulos rellenan, a través de experiencias propias del autor y su familia, mitad egipcia, mitad libanesa, lagunas a las que textos de historia generalista no dan importancia. Y las consecuencias psicológicas de «lo del 67» —la Guerra de los Seis Días—.

Así, en Un paraiso en llamas la tierra del Nilo se ve sumergida en un creciente descontento poscolonial que lleva al poder al coronel Nasser. Euforia para muchos, expulsión para otros.

Aún queda el Líbano cosmopolita como refugio: ¿podrá mantenerse en buenas relaciones con la República Árabe Unida que nace a dentelladas entre El Cairo y Damasco? ¿Prevalecerán los intereses de una facción, un clan, un determinado grupo religioso?

Los pueblos que zozobran nos habla de los movimientos de inspiración marxista, que lo prometen todo (el mismo Maalouf declara haberlo aceptado… entre los dieciocho y los diecinueve años). Y de sunitas y chiitas, y el islamismo en germen que eclosiona con la inesperada derrota ante Israel un lunes, 5 de junio.

El país de los cedros, anteriormente comparado con Suiza, empieza a sacudirse hasta el paroxismo.

Pero El año del gran vuelco no llega, a su juicio, hasta 1979. Jomeini, Thatcher, Reagan, Deng Xiaoping… Irán, Irak, Afganistán… El resultado desemboca en Un mundo en descomposición, donde cada vez existen menos factores que muevan a unirse a las personas. Ni siquiera en Europa, la gran esperanza, «un edificio frágil, inconcluso, híbrido y que ahora mismo se tambalea».

Es curioso: cuando termino estas páginas, la sensación personal que me dejan resulta similar a las de otro nombre de melancólica desesperanza: Stefan Zweig y El mundo de ayer.

La misma soga que generó los desastres pasados, o al menos una que no se le distingue, continúa arrastrándonos. O «ellos» o «nosotros».

Una obra que, aun sabiendo que apenas servirá para aligerar el lodo sobre nuestras aturdidas conciencias, recomiendo leer.


lunes, 22 de julio de 2024

Sobre la libertad y la igualdad

Clave de lectura: Libertad versus igualdad en la obra de un influyente pensador.
Valoración: Más o menos interesante, a expensas de seguir profundizando ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Miss Liberty (Give Me Your Tired, Your Poor), de Irving Berlin ♪♪♪
Portada del libro Sobre la libertad y la igualdad, de Isaiah Berlin.

Con todos mis respetos, Isaiah Berlin no me impresiona demasiado en estos ensayos, titulados Sobre la libertad y la igualdad. Los encuentro razonablemente interesantes, pero…

El autor los concibió como conferencias universitarias, y plasma en ellos reflexiones que lo convirtieron en un abanderado del liberalismo moderno. Según el prefacio del editor, Henry Hardy, se trata de «lo que dijo realmente».

Un resumen encaminado a facilitar la comprensión del auditorio, que posteriormente reelaboraría.

La frontera entre libertad positiva y negativa supone la piedra angular de la primera parte: la posibilidad intrínseca de hacer y las barreras externas para no hacer.

La libertad política y su desarrollo dentro de las democracias sería el tema de la breve segunda charla.

Mientras la igualdad, tratada como concepto teórico al igual que práctico (las interpretaciones interesadas que de él se han derivado), ocupa el último tercio del libro.

Adelantaba que su lectura no me ha dejado con ojos henchidos de emoción. ¡Burro de mí! ¡Capirote! Tendré que explicarme, aunque sea brevemente.

Por supuesto, me interesa la pretendida dicotomía libertad-igualdad: ¿se trata de valores que convergen o que divergen? En su caso, ¿es preferible uno al otro para aspirar a la vida buena? ¿Ese estado tiene grados? ¿Puede medirse? Para que yo alcance un nivel mayor, ¿tiene alguien que rebajar el suyo?

Como todo el mundo, deseo que los grandes pensadores me ayuden a sustentar respuestas con vigas sólidas, argumentadas, y no tanto instintivas.

Berlin opina que se puede disfrutar de libertad o de igualdad, no de ambas a la vez en la misma proporción. Por ejemplo, a mayor libertad económica habría menor igualdad y viceversa. El punto de equilibrio constituye un debate en el que estamos inmersos como sociedad.

También considera que determinados «valores» existen solo como constructo humano, la naturaleza no entiende de tales cosas. Han salido de nuestro interior, donde aún luchan por dominar cada acto, y ese «pluralismo» —con un sentido de la palabra bien diferente al estándar, desde luego— desemboca en el conflicto moral permanente. Ninguna razón prevalece como «lo mejor».

Ahora bien, para poder alcanzar un acuerdo o un desacuerdo con la propuesta del filosófo, esta se me queda un poco corta. Le doy un par de vueltas sin salir de un estado de laxitud.

A mi modo de ver, lo que Berlin «dijo realmente» requeriría de un mayor desarrollo, quizá a costa de perder en inmediatez comunicativa, que permita redondear una idea cabal. Las vigas sólidas recién mencionadas.

De momento tendré que seguir profundizando.


lunes, 8 de julio de 2024

El bien común

Clave de lectura: Propuesta para hallar la justicia y el equilibrio social en el mundo.
Valoración: Es bonito, pero… Bueno, es bonito, dejémoslo ahí. ✮✮✮✩✩
Música recomendada: We Are The World ♪♪♪
Portada del libro El bien común, de Riccardo Petrella.

El bien común, por bien que suene, valga el juego de palabras, es un concepto de aplicación práctica controvertida.

Más o menos, como seres individuales intentamos anticipar los efectos de una acción para decidir si nos resulta beneficiosa, perjudicial o indiferente.

La posibilidad del error siempre existe. Por ejemplo, asociar el sabor amargo de una medicina al desagrado y rechazarla nos llevaría a postergar la cura de un mal. Pero en fin, si acertamos o metemos la pata, se trata de nuestra pata.

Lo que ocurre es que, al juntarse dos personas, aumenta la complicación. Ya hablamos de dos pares de patas que pueden acompasarse, caminar en sentidos opuestos, trabar sus pasos… Y la suma de tres, cuatro, un millón…

A lo largo de la historia no han faltado personas u organizaciones que creían conocer mejor que nadie la conveniencia de la comunidad. En caso necesario, enviaban al paraíso a los escépticos. Ya lo agradecerían, ya…

(Popper, sin ir más lejos, advierte de que el utopismo deriva con facilidad en dictadura).

En el ensayo con el título indicado al principio, Riccardo Petrella analiza si cualquier aspecto de la relación social ha de concederse a la pura voluntad de los participantes —típicamente expresada en las decisiones del «mercado»—, si conviene un cierto control —y quién y en qué medida ejercería tal labor—, o si «lo común» ocupa por derecho la prevalencia.

Doctor honoris causa en numerosas instituciones académicas —su currículo impresiona, sin duda— el autor parte de los «valores» impuestos por la sociedad contemporánea, que se resumen en ganar en todo y a toda costa. A continuación, los critica sin piedad.

Aboga por que abandonemos la economía globalizada, de intereses privados o corporativos, donde la competitividad que, como un mantra, se supone conduce a los mejores resultados posibles, en realidad nos aliena.

Defiende un «contrato mundial» cuyos firmantes trascenderían el juego de suma cero de ganar y perder. Sueña con darle contenido tangible a las aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad.

Bonito, desde luego. Tentador. Aunque, ay…

Ahí surge la cuestión, en los cimientos del discurso. En la bonhomía de las intenciones, el abrazo universalista, la historia en que la felicidad llega a la Tierra Media.

¿Lo creemos factible? ¿De verdad, en términos empíricos, ha habido algún momento en que el ser humano no haya ejercido de lobo hacia el ser humano, pudiendo elegir hacerlo?

(La de prejuicios que soporta la fama del lobo, dicho sea de paso).

El lector tiene el déjà vu de que ya ha escuchado ese mensaje antes, quizá en un sueño. Y de que el mundo es como es.

Y cada intento de poner dicho contrato en práctica se ha visto una y otra vez infiltrado por la, parece que intrínseca, capacidad para estropear, retorcer las ideas, cambiar unas cadenas por otras y presumir de los nuevos grilletes.

¿Debemos entonces perseverar? ¿Mantener la convicción de que, si no median coacciones espurias de juez y parte, el bien común sigue siendo una meta alcanzable?

Petrella insiste en que sí. Yo, la verdad, no tengo ni idea.

A ocho mil millones de conciencias dejo la respuesta. A ver si os ponéis de acuerdo y me contáis…


lunes, 27 de mayo de 2024

El Estado

Clave de lectura: Origen, desarrollo y futuro del Estado. Una visión a principios del siglo XX.
Valoración: Interesante y, sobre todo, polémico ✮✮✮✩✩
Música: Pompa y circunstancia (Marcha nº 1), de Edward Elgar ♪♪♪
Portada del libro El Estado, de Franz Oppenheimer.

Vamos a recordar un poco a Oppenheimer.

Je, seguro que os he pillado. Ni el tema va de cine ni de física. Más bien de historia, filosofía política, sociología...

Franz Oppenheimer fue catedrático y uno de los padres fundadores de esta última disciplina allá por los inicios del siglo XX.

Médico de formación, los movimientos que habían ganado fuerza alrededor del cambio de centuria como contrapunto al capitalismo burgués (socialismo, comunismo, anarquismo…) agitaron tanto su intelecto que se dedicó a estudiar las bases sobre las que descansa la convivencia de los grupos humanos.

El Estado, en concreto: ¿qué es el Estado?

¿Un gargantúa? ¿Un tirano? ¿Un «algo amorfo» por encima, ciego y sordo a las necesidades individuales? ¿Un «contrato» de personas libres para organizarse mejor? Mejor, ¿en qué sentido?

En el libro del mismo título lo define así:

El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.

Platón, Tomás de Aquino, Maquiavelo…

Rousseau, Hobbes, Locke…

Montesquieu, Hegel, Weber...

Nuestro autor quiere oponerse a todos, en especial a los defensores del mencionado «contrato».

Aunque el Estado adquiere para él plena carta de naturaleza a partir del absolutismo (el «Estado moderno»), su trayectoria es larga. Desde los albores de las civilizaciones conocidas, cuando algunos de nuestros antepasados se dedicaron a cultivar y otros a la caza y el pastoreo.

El trabajo para la obtención de bienes dio paso al robo como camino más inmediato, y la contratación de guerreros por parte de los sencillos agricultores para evitarlo derivó en que aquellos esclavizaran a quienes debían proteger.

El monopolio de la violencia en un amplio sentido coercitivo, como medio para evitar la violencia anárquica de los individuos, impregna el alma del Estado.

Las tendencias que discuten entre sí por establecer el contenido y los límites de su capacidad están influidas por el lugar donde hayan nacido sus proselitistas.

No es igual el pensamiento anglosajón, por ejemplo, que el latino, el centroeuropeo, el oriental… Porque sus experiencias seculares, las costumbres que definen la forma de ver el mundo de sus habitantes, tampoco lo son.

Y no hay que confundir Estado con Nación, Gobierno ni Sociedad, por cierto. Debía de ser un aspecto candente al redactar la obra, se pone énfasis en ello desde el prólogo.

Así, Oppenheimer desgrana el desarrollo y posible futuro del concepto, siempre sobre la base de que las personas industriosas y pacíficas son explotadas a través de él por élites parasitarias. A su entender, estos postulados se sostienen sobre variados ejemplos: de los hicsos a los incas, de los fenicios a los vikingos, de los feudos europeos o africanos a los sistemas constitucionales.

Con un enfoque acusadamente académico que lastra en ocasiones la fluidez de la lectura, hay que advertir, pero jamás hasta el punto de hacer que nos perdamos entre sus tecnicismos.

Conclusión: un texto que invita a debatir. Del tipo «el saber no ocupa lugar».


domingo, 18 de febrero de 2024

Aristóteles va a juicio

Clave de lectura: Derecho, falacias, tautologías, dilemas, sesgos… La verdad…
Valoración: Muy interesante ✮✮✮✮✩
Música: Matar a un ruiseñor, de Elmer Bernstein ♪♪♪
Portada del libro Aristóteles va a juicio, de Daniel Peres Díaz.

El título completo es largo: Aristóteles va a juicio. Manual de argumentación filosófica y jurídica.

(Por cierto, creo que Cartago debe ser destruida).

En primera instancia, el volumen de Daniel Peres Díaz parece dedicado a los profesionales de una ciencia social concreta. Se clasifica bajo el epígrafe de Filosofía del derecho y derecho natural.

Ah, pero no. Hay otras instancias por encima y su recorrido es más amplio: «examinar y someter a discusión los fundamentos mismos de la argumentación racional».

En Roma, por ejemplo, si no sabías ganar casos con tu labia, independientemente de las evidencias, no eras nadie en el foro. ¡Amigos, romanos, compatriotas...!

Aunque los sistemas legales occidentales, al correr de los siglos, intentaron incorporar una serie de principios para que la justicia no dependiera —no del todo— de presunciones, pruebas circunstanciales o el humor del magistrado de turno.

Intentaron conectar con la «lógica». Qué complejo puede llegar a ser el término…

El capítulo de apertura, Las locas historias de la lógica, se dedica a aclarar un poco esta complejidad, ofreciendo ejercicios, paradojas, malentendidos semánticos o esquemas de inferencia. Aristóteles nos observa desde la tribuna con atención.

Si cruzamos el capítulo segundo, entramos en el dominio de las falacias, sesgos y otros desvaríos argumentativos.

Hoy en día, y en cualquier ámbito de discusión, la línea en boga consiste en gritar más, soltar barbaridades populistas, medias mentiras, cifras incomprobables, hechos fuera de contexto, desviar la atención hacia otro tema o apelar a «las tripas» de la audiencia, las emociones más saurianas.

(No os olvidéis de Cartago, hay que borrarla del mapa).

¡Que la falacia sea la reina!

Peres hace un recorrido por falacias clásicas (ad hominem, ad populum, reductio ad absurdum…) y nos anima a reconocerlas y saber cómo contragolpear si nos las tiran a la cabeza.

Carga contra las tautologías con ejemplos reales de declaraciones de insignes políticos y tampoco se olvida de los sesgos cognitivos que nos afectan a nivel subconsciente.

Con lo cual alcanzamos el capítulo tres: Algunas técnicas y problemas de argumentación jurídico-filosóficos.

Este podría ser el más especializado o circunscrito al ejercicio de las leyes. No obstante, como señalaba al principio, la amplitud de recorrido nos permite a las personas ajenas a su mundo obtener enseñanzas de él.

Uso, abuso o distorsión de los términos. Los dilemas. La importancia de los recursos audiovisuales. La importancia del sexo en el argumento.

(Al menos, eso sugieren ciertas sentencias y votos particulares de muestra).

Y, sobre todo, un apartado con enjundia: la complicada relación entre el derecho y la verdad. Tema que es ojo derecho y objeto de investigación en la carrera del autor, según nos cuenta.

Nada más. Veredicto de «muy interesante» por mi parte.

(P.D.: Delenda est Carthago).


miércoles, 6 de diciembre de 2023

La servidumbre voluntaria

Clave de lectura: ¿Por qué nos sometemos a nuestros mandatarios aunque no sean merecedores?
Valoración: Da mucho que pensar ✮✮✮✮✩
Música: Réquiem (I.Introitus), de Jean Gilles ♪♪♪
Portada del libro La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie.

Un nuevo 6 de diciembre: ¡viva la Constitución Española!

No puedo saber cuántos días como este aún nos quedarán, si en algún momento la fecha dejará de tener significado, si alguien recordará su existencia con orgullo o si se verá al fin sepultada bajo el peso de tanta vergüenza en contra de su espíritu como tuvo —tuvimos— que soportar.

Pero no voy a hacer proselitismo sobre lo mal que van las cosas. Estoy cansado. Llegados a este punto, me conformo con hablar de un libro.

La servidumbre voluntaria es el título que me gustaría elogiar con motivo de la efeméride.

Curiosamente, tras la primera y quizá apresurada lectura, confieso que no despertó en mí gran entusiasmo. Me pareció un poco «hijo de su tiempo», con tantas alusiones como hace a mitos y leyendas de la antigüedad. Y, por lo tanto, limitado a una época y condiciones políticas concretas: el absolutismo.

Olvidad lo que acabo de decir. Porque he vuelto a sus páginas con más reposo y ahora me doy plena cuenta de su valor, de que su vigencia continúa hoy tan evidente como en el siglo XVI, cuando Étienne de la Boétie lo redactó.

Nuestro autor, jovencísimo al plasmar en tinta los pensamientos por los que habría de pasar a la historia —gracias también a los desvelos de su amigo Montaigne—, se pregunta por qué personas, comunidades y naciones enteras nos ponemos bajo el cetro de quien no merece, por sus actos o bajeza moral, ejercer autoridad ninguna sobre nosotros.

¿Será posible que tantos hayamos de obedecer, y además lo hagamos sumisamente, a tan pocos? ¿Qué los ciudadanos, con todo lo que ambos términos significan, aceptemos por propia voluntad ser siervos?

¡Si el tirano solo tiene el poder que le dan quienes le sostienen! ¿Qué debemos amar más, la libertad o la pretendida seguridad que aquel nos promete?

¿Nos consolaremos con la idea de que siempre ha sido así, que la sociedad sigue un estado natural a partir de la desigualdad y que las órdenes «de arriba» hay que acatarlas, nos resulten o no aberrantes a la conciencia? ¿Sería lo contrario la ley de la selva?

Además nos aclara qué es un tirano. Lo más importante no descansa en el origen de su preeminencia, ya que lo mismo pueden ejercer por elección del pueblo, por la fuerza de las armas o por derecho de sucesión. El tema no es ese, sino que, envanecidos de sí mismos, miren apenas por la «gloria personal» en vez de considerar su propósito último, que es caminar «junto a», no «sobre» los gobernados.

Por ello prefieren debilitar, dividir, enfrentar, arrancar el valor de los corazones, apelar a los instintos de codicia y poder de unos cuantos que les ayuden en su labor de mina, a cambio de las migajas.

Sí, demos algo de comer a la gente, juegos que los entretengan y laberintos por donde encauzar su descontento, y ellos mismos forjarán la cadena que los ata.

Que aún nos ata.


jueves, 23 de noviembre de 2023

Cómo perder un país

Clave de lectura: La democracia está en peligro y no queremos enterarnos.
Valoración: No me convence ✮✮✩✩✩
Música: Mevlana (tradicional), del Ensemble Oni Wytars ♪♪♪
Portada del libro Cómo perder un país, de Ece Temelcuran.

A mí, Ece Temelkuran no me termina de convencer, lo siento. Se queda cerca pero no llega.

Y mira que intento interiorizar sus inquietudes, que en más de un aspecto estimo bien fundadas. Seguramente, en el fondo compartimos malestar por el estado de nuestro mundo, al que parece importar más el oropel de la palabra «democracia» que su esencia desnuda.

Una democracia donde los ojos están puestos sobre los ropajes que la adornan, donde se cuentan papeletas «casi impuestas» en vez de aplicar de verdad la filosofía de convivencia y justicia que debería recorrer sus venas.

No obstante, Cómo perder un país empieza en algún momento de su desarrollo a perder también suelo firme y se convierte en un alegato personal de la autora, con acusadas filias y fobias, desdibujando una denuncia global a la que sumarse.

Con pleno derecho, claro, porque ella ve las cosas como las ve, a través del color de una lente política determinada. Pero quizá unos cuantos prefiramos unas gafas sin filtros que «nos protejan». Eso de que las «derechas» por definición sean malas y las «izquierdas» buenas, pues…

En todo caso, la escritora establece una «hoja de ruta» para la degradación, ejemplificada en su tierra natal, Turquía. Siete pasos entre la democracia y la dictadura de facto.

Crea un movimiento. Trastoca la lógica y atenta contra el lenguaje (este punto en particular me atrae mucho, creo que ya lo he mencionado en otras entradas del blog). Elimina la vergüenza: en el mundo de la posverdad la inmoralidad «mola» (a la vista está).

Desmantela los mecanismos judiciales y políticos (también suena, también). Diseña tu propio ciudadano. Deja que se rían ante el horror. Construye tu propio país.

Ya digo, leo con atención de qué manera a los habitantes de las naciones avanzadas o que aspiran a serlo se les introduce una pequeña semilla de rencor hacia el sistema. No hacia aquello que se hace dentro de él, sino hacia su esencia misma, su «debilidad»: la necesidad de tener en cuenta al «otro», lo que les impide fabricar el entorno particular que anhelan.

Y se encuentran con quienes contienen la misma semilla, y de dos, tres, mil, un millón de semillas juntas, germina un tronco. Aún débil para arrebatar la luz al resto de árboles, pero con el tiempo, un buen condicionamiento que los abone, con suerte un líder que los apuntale y los guíe en la dirección correcta...

Disfruto con el capítulo dedicado al lenguaje y las falacias que señorean hoy cualquier debate, impidiendo el triunfo de la lógica frente a los gritos: argumentos ad hominem, ad ignorantiam, ad populum, reductio ad absurdum, razonamientos ad hoc

Y me lo creo. Porque es la historia. Porque es el día a día. Porque ha ocurrido y está ocurriendo. Porque el simplismo ata nuestros pensamientos ante la incertidumbre.

Y me fastidia que Temelkuran presente el tema en bandeja y a continuación caiga en esa misma trampa simplista y se ponga a perorar contra la derecha, el neoliberalismo mafioso, Trump, Erdogan, todo en el mismo saco, y que la esperanza sean la izquierda y el autodenominado «progresismo» con comillas. Porque sí. Porque ellos lo valen.

Ay, no me crees expectativas, estimada, que luego…


martes, 28 de febrero de 2023

¿Es posible un mundo sin guerras?

Clave de lectura: Estudio sobre la psicología de la violencia.
Valoración: Bienintencionado ✮✮✮✮✩
Música: God of War, de Bear McCreary ♪♪♪
Portada del libro ¿Es posible un mundo sin guerras?, de Arno Gruen.

¿Es posible un mundo sin guerras? Es lo que se pregunta, ni más ni menos, Arno Gruen en este ensayo.

La base de estudio se apoya en las herramientas que nos proporciona el psicoanálisis y las conclusiones resultan afirmativas. Sí, es posible.

La experiencia del autor le da desde luego voto de prestigio. Nacido en la Alemania de Weimar y emigrado forzoso junto con sus padres en el 36, entendía perfectamente el concepto de odio.

Pero, en desacuerdo con el gigante Freud, que enraizaba el deseo por la violencia en nuestra propia naturaleza, él aboga por que se introduce de forma ajena, se cultiva en el subconsciente desde la infancia y acaba matando al niño original.

Nos supeditamos a un molde subrepticio relleno de pautas culturales y sociales que nos «obligan» a hacer cosas ante las que no acertamos a rebelarnos. Y, según nos adentramos en la edad adulta, somos dueños de nuestras vidas cada vez en menor medida.

Entonces, ¿obedecemos a un ciego determinismo? ¿Quedamos reducidos a células que se amoldan a la corriente general o a una «voluntad superior»? ¿Estamos abocados a traicionar a nuestro yo íntimo que grita paz, amistad, concordia, compasión, solidaridad?

Gruen opina que no. No solo podemos ejercer la libertad, renunciando si es preciso a creencias o pretendidos valores inculcados por nuestro entorno, sino que debemos hacerlo. Sobre todo los más jóvenes, ya que, cuando los lustros se acumulan en nuestras sienes, tendemos a adaptarnos: lo desconocido nos da miedo.

«¿Qué lleva a los hombres a ejercer violencia sobre otros hombres? ¿Qué mueve a los soldados a obedecer incluso las órdenes más absurdas? ¿Qué conduce a un político a enviar a miles de hombres a la muerte, aparentando ante sí mismo y ante los demás que actúa correctamente?».

A través de ejemplos extraídos de su trayectoria como profesor y terapeuta, citas de novelas, poemas, personajes históricos o contemporáneos y fuentes de inspiración alternativas, nuestro Quijote de la mente desmenuza la ambición, la falta de escrúpulos, la competitividad extrema, el ansia de dominio, actitudes que triunfan…, para mostrárnoslas desnudas.

Olvidamos cómo en algún momento aprendimos a amar y consideramos débiles los sentimientos. Confundimos fortaleza con poder. Nuestra confianza emocional, pilar en una existencia equilibrada, se tambalea, creando sombras de rechazo a nosotros mismos que convertimos en daño hacia los demás. El dolor engendra dolor.

Hay que retornar a los sueños que valen la pena, es su mensaje. Aquellos procedentes de nuestros primeros pasos, no los anhelos de poseer aparatos de marca o presumir de famosos a los que nos acostumbran.

Hermoso pensamiento. Quisiera creerlo. Quisiera tener su misma visión de la esperanza.

No sé si a estas alturas ya será tarde.


martes, 14 de febrero de 2023

Brujos, reyes e inquisidores

Clave de lectura: Brujas buenas, Inquisición mala.
Valoración: Suspende ✮✩✩✩✩
Música: Las brujas de Eastwick, de John Williams ♪♪♪
Portada del libro Brujos, reyes e inquisidores, de Emilio Ruiz Barrachina.

Brujos, reyes e inquisidores se queda muy lejos de los ambiciosos objetivos que declara. Al menos, a mí me lo parece.

Expone Emilio Ruiz Barrachina que la persecución histórica de la brujería por el fanatismo religioso es exactamente lo mismo que el ejercicio actual de la violencia por las clases dominantes para mantener su estatus en el orden capitalista.

El problema de fondo de esta tesis es la escasa solidez de la lógica que maneja el autor. La ilación hace aguas. Más que un discurso científico, parece un alegato de filias y fobias personales.

Comienza planteando la evolución del Cristo perseguido al perseguidor, ya que la iglesia católica, existiera realmente o no la figura a la que adora, tuviese carácter divino, humano o un refrito de ideas sacadas del mito de Osiris-Dioniso, lleva en su seno la semilla de fuerzas oscuras. Pablo de Tarso se erige en el sumo sacerdote umbrío.

Lo que más interés despierta en el primer bloque es el triunfo de la literalidad a la hora de interpretar las escrituras sagradas, que avasalló a las corrientes alternativas representadas por el gnosticismo.

Pasa a continuación a analizar la figura de los brujos, cuyos atributos son reconocibles en culturas de varios continentes, pero que entraron en la fama popular a partir del Malleus Malleficarum, compendio de artes nigrománticas editado en la Edad Media europea. Aquelarres diabólicos, pócimas, maldiciones, vuelos nocturnos…

Aunque, más que los brujos, las verdaderas protagonistas del relato son sus equivalentes femeninas: las brujas. La histeria contra la mujer de los padres de la fe queda patente en numerosos pasajes bíblicos.

Los movimientos milenaristas, las cruzadas y el catarismo son algunos fenómenos que entran también en escena. Y, por supuesto, la Inquisición.

De todas las ramas nacionales, la española merece un lugar destacado. Sobre todo tras implantarse en las nuevas sociedades americanas, caldo de cultivo sincretista.

En las páginas de cierre hace balance Ruiz de sus cuentas con el todopoderoso capital, heredero en métodos y espíritu de exclusión del Santo Oficio.

Termino ya igualmente: léase con todo el aprovechamiento posible, que alguno tiene, si bien su empeño en la polémica como objeto en sí, no como medio dialéctico para convencer, le impide ganarse el nihil obstat.


lunes, 21 de febrero de 2022

La Tierra plana y el nacionalismo

Clave de lectura: El nacionalismo como perfecto ejemplo terraplanista.
Valoración: No lo recomiendo, mucho mejor algo de Savater o de Boadella ✮✮✩✩✩
Música: La vuelta al mundo en 80 días, de Victor Young ♪♪♪
Portada del libro La Tierra plana y el nacionalismo, de Paco Álvarez.

A mi entender, este es un libro parcialmente acertado. O, lo que es lo mismo, parcialmente fallido.

En La Tierra plana y el nacionalismo encuentro algunos argumentos irreprochables sobre la aberración, tanto en origen como en consecuencias, que suponen los nacionalismos secesionistas.

Como bien plantea Paco Álvarez, las pruebas no tienen efecto en un «mundo paralelo» de acólitos donde la lógica brilla por su ausencia.

Intentar razonar con ellos supone que el sistema de «valores» en el que se basan, que les permiten ser miembros aceptados de su grupo, quede desarticulado.

Si lo intentas, eres el enemigo. Y al enemigo hay que odiarlo.

¿Por qué, entonces, si las intenciones morales del autor me resultan más o menos adecuadas, considero su esfuerzo fallido? Me temo que debido a las formas.

Es una opinión muy personal, evidentemente, pero si hay algo que aprecio en un ensayo es la inteligencia. La finura, el savoir dire, el estilo de un Boadella en ¡Viva Tabarnia! o de un Savater en Contra el separatismo.

Esa virtud no alumbra aquí a Álvarez, que escribe con bronca, en un sentido populista, de discusión de bar.

Por tal motivo, con la mano en el corazón, no puedo recomendarlo. Lo siento.


martes, 18 de mayo de 2021

Buena economía para tiempos difíciles

Clave de lectura: Cómo despejar complejidades económicas con un enfoque científico.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: De ratones y hombres, de Mark Isham ♪♪♪
Portada del libro Buena economía para tiempos difíciles, de Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo.

Hablemos de economía. Una «ciencia» que parece moverse siempre entre meandros especulativos.

Una selva umbría, pantanosa, donde la luz se queda en las copas más altas y los senderos seguros son difíciles de encontrar.

Según quien cuente la historia, la misma medida tendrá unos efectos o no. O estos serán positivos o negativos.

Si bajamos los impuestos ocurrirán tales cosas, si subimos el salario mínimo tales otras. Si quitamos aranceles… ¡Qué dices! ¡Es al revés!

Pues bien, aquí tenemos un libro moderno del ramo: Buena economía para tiempos difíciles, de Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo. Pareja de Premios Nobel y Premio Princesa de Asturias para ella de propina.

En esta obra intentan explicar las diferencias entre el pensamiento polarizado, cerradamente ideológico, y el abierto a la experimentación.

Tampoco olvidan la autocrítica, la tendencia de los economistas mediáticos a la arrogancia, a hacer afirmaciones y —malas— predicciones con autoridad, entrando en el juego de los mensajes simplificados que quiere escuchar mucha gente.

Comienzan describiendo el mundo contemporáneo como un lugar en el que «el debate público entre la izquierda y la derecha se ha vuelto cada vez más un ruidoso intercambio de insultos».

Donde la labor de los científicos sociales consiste en «proporcionar hechos e interpretaciones de hechos con la esperanza de que puedan ayudar a mediar en esas divisiones, a que cada bando entienda lo que dice el otro, y de este modo llegar a un desacuerdo razonado, si no a un consenso».

Con tal objetivo, a lo largo de cada capítulo analizan temas del más alto interés: la inmigración, el comercio global, las creencias versus las preferencias, el significado del crecimiento, el cambio climático, el empleo en la edad de la tecnología, la distribución de la riqueza, el Gobierno, la renta básica universal…

Y lo hacen con imaginativos ejemplos que incentivan a dejar atrás prejuicios, a «resistir la seducción de lo obvio, ser escépticos con los milagros prometidos, cuestionar las evidencias, ser pacientes con la complejidad y honestos acerca de lo que sabemos y de lo que podemos saber».

Ojalá lo disfrutéis tanto como lo he hecho yo.


lunes, 30 de noviembre de 2020

El dominio mundial

Clave de lectura: Factores para predominar sobre el resto de naciones.
Valoración: Regular ✮✮✮✩✩
Música: Juego de tronos (Tema principal), de Ramin Djawadi ♪♪♪
Portada del libro El dominio mundial, de Pedro Baños.

¿Cómo funciona el mundo?

El mismo que se nos va rápidamente por el desagüe. El único que tenemos.

No es una pregunta que se pueda responder en pocas frases.

No obstante, ese parece ser el propósito de Pedro Baños en El dominio mundial: mostrarnos ciertos Elementos del poder y claves geopolíticas.

Comienza con la situación del poder militar, el más obvio para lanzar el mensaje de que tienes un garrote grande y, si quisieras, podrías zurrar a cualquiera.

Después pasa a la capacidad económica, el verdadero poder. Baños recuerda que, a lo largo de la historia, gran parte de los conflictos se han originado para obtener ventajas de este tipo.

La diplomacia obtiene la calificación de poder no tan blando. ¿No tenemos sentimientos de simpatía o antipatía por otros países, construidos a menudo más por intuiciones que por hechos concretos?

La labor de la diplomacia consiste en eso, en influir para que los demás favorezcan de buena gana nuestros intereses.

Y no muy lejos andan los servicios de inteligencia, que proporcionan el poder de la información.

El análisis también cubre los recursos naturales, el territorio y la población, las potencialidades intangibles —como la cultura o la identidad colectiva, en las que el uso del cine tanto tiene que ver—, la tecnología, la comunicación estratégica…

El aspecto más destacado del libro es que relaciona en una malla numerosas noticias, datos y tendencias de las que probablemente el lector tenía conocimiento por separado. Como si dijese: «Mira esto, esto y esto, ahora ten en cuenta esto otro, acuérdate de aquello, ata cabos…».

No obstante, la sensación es que pretende allanar demasiado el camino, para que las conclusiones de cada uno coincidan inevitablemente, qué casualidad, con la exposición.

Un poco… manipulador.


sábado, 4 de abril de 2020

La manipulación del lenguaje

Clave de lectura: La palabra es la base de nuestra comprensión del mundo. Y si se manipula...
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Radio Ga Ga, de Queen ♪♪♪
Portada del libro La manipulación del lenguaje, de Nicolás Sartorius.

Lo más revelador que he leído en mi vida acerca de este tema es, por supuesto, La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer.

De qué manera las palabras se retuercen para adaptarlas a idearios y mensajes capciosos, de qué manera la gente, incluso la bienintencionada, empieza a usarlas en ese sentido, validando su contenido espurio…

En una aproximación menos monumental, pero desde luego digna, Nicolás Sartorius escribe ahora La manipulación del lenguaje (por subtítulo: Breve diccionario de los engaños).

Y desgrana expresiones que se han introducido en nuestra vida, algunas ya con solera: armas inteligentes, clases medias, como no puede ser de otra manera, crecimiento negativo, derecho a decidir, dinero B

Estado de bienestar, fascista, izquierda abertzale, judicializar la política, los mercados, neoliberalismo, populismo, por imperativo legal, reformas estructurales, régimen del 78, república catalana, socialismo y comunismo, voto útil

Se podrá estar de acuerdo con él en todo, en nada o en parte. Pero contiene advertencias que resultan demasiado valiosas como para dejarlas caer en saco roto.

Porque, si no queremos que se convierta en un escenario de cartón piedra, la libertad política debe cimentarse sobre la interpretación crítica de lo que nos cuentan —o no nos cuentan—, no sobre eslóganes mil veces repetidos.

En resumen, recomiendo honestamente su lectura.


lunes, 24 de febrero de 2020

Por qué tengo razón en todo

Clave de lectura: Pensamientos de Kolakowski sobre múltiples temas.
Valoración: Más o menos bueno ✮✮✮✩✩
Música: Variaciones sobre un tema de Paganini, de Witold Lutoslawski ♪♪♪
Portada del libro Por qué tengo razón en todo, de Leszek Kołakowski.

En este libro, Leszek Kołakowski nos ofrece pensamientos sobre temas de interés inmediato: utopías, religión, verdad, justicia, civilización, política, comunismo… Todos con argumentos bien trenzados.

Que el lector se identifique en mayor o menor grado con las conclusiones dependerá de cada uno, pero no podrá sino reconocer el espíritu independiente del filósofo, al no dejarse maniatar por tendencias o lo «políticamente correcto».

También, su mordacidad elegante.

Virtudes que no se traducen en un texto hipnótico, todo hay que advertirlo. Personalmente me ha causado cierto cansancio.

Compensado quizá por las dos últimas páginas, divertidísimas, donde resume de forma enciclopédica todo lo que necesitamos saber sobre Freud, Descartes, Platón, la metafísica, la fenomenología, el relativismo…

Así pues, Por qué tengo razón en todo obtiene más o menos el visto bueno.

Más o menos.


lunes, 22 de julio de 2019

¿Una gran ilusión?

Clave de lectura: Historia y perspectivas de la Unión Europea, vistas en 1995.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Bleu (Song for the Unification of Europe), de Zbigniew Preisner ♪♪♪
Portada del libro ¿Una gran ilusión?, de Tony Judt.

Tony Judt escribió ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa allá por 1995. En el prólogo advierte de que habrá quien le tache de euroescéptico, pero se trata de un europeo entusiasta. Uno que no cree en una Europa común.

En el primer capítulo nos recuerda el contexto en que nació la Unión: un mundo de posguerra. Hubo quienes pensaron que las heridas de la historia no debían impedir una mirada de futuro, aun a riesgo de sufrir una «amnesia colectiva».

A continuación analiza los «países del Este». ¿Pertenecen no solo en términos geográficos, sino espiritualmente, a la europeidad? ¿Merecen integrarse? Su conclusión es pesimista.

La tercera parte está dedicada a los factores que hicieron a sus habitantes orgullosos de pertenecer al club y al resto del continente candidatos a franquear la puerta. Y de qué manera la reducción de la prosperidad ha favorecido el retorno a unos nacionalismos —o incluso regionalismos— que habían quedado superados.

Ya en el epílogo pone Judt de manifiesto la «falta de corazón» que nos aqueja. Los europeos no nos sentimos por dentro como tales. No hemos desarrollado la identidad de las naciones-Estado clásicas. El burocratismo, el funcionamiento de los bloques de poder, alejan a la gente de los ideales. Y la cartera está dejando de ser suficiente como pegamento de lo heterogéneo.

Se podrá estar o no de acuerdo con todos sus planteamientos —a mí me parece que profetizó con agudeza varios problemas de nuestro presente mientras iba desencaminado en otra serie de aspectos—. Pero, desde luego, a este pensador hay que tenerlo en cuenta. Obtendremos valiosas lecciones.


martes, 2 de julio de 2019

Los espacios de la muerte viviente

Clave de lectura: Una idea conduce a otra, que conduce a otra, que…
Valoración: Asombroso ✮✮✮✮✮
Música: Suite para violonchelo nº 1 (I.Preludio), de J.S. Bach ♪♪♪
Portada del libro Los espacios de la muerte viviente, de László F. Földényi.

Pongámonos en situación: en el Museo de Berlín hay un cuadro, Vista arquitectónica, pintado por Francesco di Giorgio Martini alrededor de 1490.

László F. Földényi se para delante y nos describe la escena: edificios, materiales, distribución, algunos barcos al fondo…

Y de repente, en el primer piso del edificio de la derecha, nota una persiana abierta. No ocurre en ningún otro ventanal. Solo ese detalle escapa a la perfecta simetría de una ciudad que no parece viva.

Que no parece humana.

Partiendo de aquí, comienza a tejer la explicación de muchas cosas: relatos de Kafka, imágenes de Chirico, el panóptico de Bentham, el significado detrás de las grandes construcciones nazis y soviéticas…

Solo puedo quedarme con la boca abierta hasta que llego a la última página de Los espacios de la muerte viviente. ¿De dónde surgen mentes como la de este autor? ¿De qué manera nacen las ideas que plasma en su ensayo?

¡Qué despliegue tan increíble de pensamiento asociativo!


jueves, 23 de mayo de 2019

Para combatir esta era

Clave de lectura: Reflexión sobre lo que significan el fascismo, la democracia, la libertad…
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Obertura «Coriolano», de L. van Beethoven ♪♪♪
Portada del libro Para combatir esta era, de Rob Riemen.

Hoy hablaremos de un texto que nos ayuda a ser más conscientes de dónde pisamos: Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo.

Ese es su título completo. Y Rob Riemen el nombre de su autor.

Consta de dos ensayos con fuertes vínculos de fondo: El eterno retorno del fascismo y El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas.

En el primero de ellos encontramos una combativa reflexión sobre lo que es el fascismo. Atención al matiz: lo que es por naturaleza, aparte de sus mutables caretas.

Un término tan degradado, que todos negarán formar parte de él. Populismo, nacionalismo, cualquier expresión suavizada despierta menos rechazo.

«¡No somos fascistas, somos un partido a favor de la libertad! ¡Somos defensores de valores humanistas y judeocristianos! ¡Muchos intelectuales nos apoyan! ¡Más y más jóvenes están votando por nosotros! ¡No somos violentos! ¡Somos antifascistas!». Así sonarían sus gritos de desvinculación.

¿Podemos entonces festejar su desaparición de nuestras sociedades? ¿No vemos evidencias de lo contrario?

En cuanto a la segunda parte, Riemen quiere recordarnos el significado de ciertos conceptos que parece estuvieran ahí de decorado: democracia, libertad y civilización.

Lo hace de forma biográfica, narrando un viaje a paisajes alpinos como huésped de hoteles donde alguna vez se alojaron Mann, Hesse, Rilke, Einstein, Chagall, Klemperer, Menuhin…

Invitado a seminarios de reflexión sobre la idea de Europa, conoce a interlocutores que le dan motivos para irritarse y a otros cuya humilde profundidad le maravilla.

Y comparte lo que escucha con nosotros.

Más luz para una era de inesperadas penumbras.


lunes, 29 de abril de 2019

El poder de los sin poder

Clave de lectura: Responsabilidad frente a ideología. Verdad frente a mentira.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Sinfonietta (5º movimiento), de Leos Janácek ♪♪♪
Portada del libro El poder de los sin poder, de Václav Havel.

En El poder de los sin poder, Václav Havel explica las razones para luchar por que todos los ciudadanos, no solo algunos beneficiados, tengan la primera y la última palabra en política.

Se trata de un libro de cierta complejidad, vaya por anticipado. Hay que leerlo con atención para apreciar la riqueza de su pensamiento.

Por supuesto, el autor habría pasado por el mundo de forma más tranquila si, en lugar de encarnar a la disidencia checoslovaca a través de la Carta 77 y el Foro Cívico, hubiera mirado al suelo, resignado a la suerte de su país.

Sin embargo, eligió defender la democracia «al estilo occidental», en un momento en que, de hacer caso a la propaganda, el paraíso de la igualdad lo representaban las «repúblicas populares».

(Hay quienes aún lo creen, por cierto. No se les caen las anteojeras).

Prefirió el pluralismo y la variedad de coloridos al camino monolítico, la uniformidad y la disciplina.

En su obra contrapone conceptos como responsabilidad individual al sistema postotalitario y a la ideología, esa coartada que tanto se usa para no discrepar.

Y acaba desembocando en la gran decisión, la definitiva que hemos de tomar: vivir en la verdad o vivir en la mentira.

Voces tan comprometidas como la de Havel, cuánto las necesitamos…