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viernes, 28 de febrero de 2025

Shangri-La

Panorámica de Shangri-La.

Quizá nunca encuentre Shangri-La.

Quizá nunca me he atrevido a buscarlo.

En la película, los protagonistas no acuden de forma voluntaria. Su avión es desviado hacia ese destino ignoto.

Allí cada uno de ellos se enfrenta a sí mismo, a lo que les devuelve el espejo.

El amargado y receloso mira en su fondo y, tras rechazar la imagen varias veces, por fin aprende a reír.

El fugitivo sin escrúpulos, estafador de Wall Street, ambiciona el oro que abunda en las montañas, pero descubre la felicidad planificando trabajos de fontanería.

La enferma se recobra de su mal.

El bienintencionado duda. En su interior desea quedarse, pero le convencen las pruebas racionales que le presentan su inquieto hermano y una «joven» que ansía salir por cualquier medio.

¿Qué argumentos oponer? ¿Las palabras de quien confiesa haber orquestado el aterrizaje forzoso para atraerlos? ¿Las de un hombre con una sola pierna que dice haber cumplido doscientos años y le ofrece su puesto de lama?

No es suficiente.

¿Y las palabras de la mujer que podría amarlo?

¿Es el mundo de fuera, donde el amor que predomina se dirige al poder, a la destrucción, a la fuerza, más real pese a todo?

¿Es una historia absurda? ¿Un lugar que existe y que no existe?

¿Un destino? ¿Un camino sin él?

Tantas preguntas…

P. D.: La ciudad de Zhongdian fue rebautizada hace tiempo como «Shangri-La» para hacerse un nombre más marketiniano. Sus calles, monasterios, la garganta del Salto del tigre, el gran lago Bita que baña los alrededores, representan sin duda hermosos regalos a los ojos del viajero.

Pero… no. No es Shangri-La.

martes, 21 de abril de 2020

El asedio (XXXIII)

Macro de orquídea.

Cuando traje a casa la orquídea, el día antes de comenzar el asedio, su belleza era…

Era como la de Isabeau.

Ya sabéis, Isabeau: el hechizo al despuntar el alba, el capitán Navarre, el obispo, Lady Halcón

Hermosísima. Y con doce flores.

Hasta que… Doce, once, diez, nueve, ocho…

Le quedan cuatro.

Y no puedo cruzar aceros con la guardia del obispo para solucionarlo.

Isabeau, mi Isabeau…

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Cine, cine, cine, más cine, por favor

Me llamo Íñigo Montoya.

Listos para entrar en el patio de butacas con la bolsa de palomitas.

Ha llegado el tiempo de las elecciones: ¿de qué película comprar entrada?

No tenemos nada de estreno, desde luego, pero entre eso y quedarse en casa…

A ver, vamos a repasar los guiones que se presentan otra vez:

Cómodo es un hombre sin moral, eso lo sabes desde siempre. Cómodo no puede gobernar. Es más, ¡no debe gobernar!

(Gladiator)

—La inmoralidad es subjetiva.
—Sí, pero la subjetividad es objetiva.
—No, en ningún esquema racional de percepción.
—La percepción es irracional, implica inminencia.
—Pero el juicio de cualquier sistema a una prioridad de relación de fenómenos existe en cualquier contradicción racional o metafísica, o al menos epistemológica, de un concepto empírico abstracto como el ser u ocurrir en la cosa en sí, o de la cosa en sí misma.
—Sí, yo he dicho eso muchas veces.

(La última noche de Boris Gruschenko)

—¿Con qué derecho me cierra usted el local?
—¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!
—Sus ganancias, señor.
—Muchas gracias. ¡Todo el mundo fuera!

(Casablanca)

—A los únicos que odiamos más que al pueblo romano es a los del Frente del Pueblo Judaico.
—¡Disidentes!
—Y al Frente Popular del Pueblo Judaico.
—¡Disidentes!
—Y al Frente Popular de Judea (...).
—¡El Frente Popular de Judea somos nosotros!
—Ah, creí que éramos de la Unión Popular...

(La vida de Brian)

Estoy harto de consentir con los brazos cruzados la infiltración comunista, la subversión comunista, la conspiración comunista, esa corriente, en la actualidad tan de moda, que envuelve e infecta todos nuestros preciados fluidos naturales.

(Teléfono rojo, volamos hacia Moscú)

Mmmmm, creo que voto por, mmmmm...

sábado, 28 de febrero de 2015

Larga vida...

… y prosperidad.

Cuando un actor y un personaje alcanzan el nivel de icono, de identificación inmediata en la memoria cultural de millones de personas, su partida no es realmente un adiós.

Su katra se comparte entre nosotros.

(En recuerdo de Leonard Nimoy).


lunes, 1 de agosto de 2011

Uno, dos, tres

C.R. MacNamara, el gerente de Coca-Cola en Berlín Oeste, tiene algún que otro problemilla.

Su mujer suspira por que le destinen a Atlanta, la sede central de la compañía, después de haber vivido como trotamundos durante años.

Cada vez que se cruzan con él, sus empleados hacen un irritante honor a la fama de cabezas cuadradas prusianos. Taconazo al canto.

La misión comercial rusa intenta birlarle a Fräulein Ingeborg, su secretaria.

Y para colmo, Scarlett, la casquivana hija del director general, a quien han dejado a su cargo, se aventura constantemente al otro lado de la Puerta de Brandemburgo para encontrarse con Otto, comunista convencido con quien se ha casado en secreto y que pretende llevársela a Moscú.

Ahí es donde se demuestran las dotes de mando, en las situaciones críticas.

Uno, conseguir el ascenso y que le trasladen a Londres, Atlanta es sólo para fracasados.

Dos, atender debidamente a su secretaria, añadiendo «gabelas» a su sueldo, como ese modelito de alta costura que la tiene encandilada.

Tres, convertir al fiel seguidor de las consignas del partido a las mieles del capitalismo. Quizá, si le hiciera pasar por un refinado aristócrata, calmaría el disgusto de sus suegros.

En Uno, dos, tres, Billy Wilder nos regala una obra maestra. A base de humor inteligente, se mofa de todo y de todos: la guerra fría, la incorruptibilidad de «los ideales», los tópicos alemanes, rusos, norteamericanos...

Tiene frases geniales, como cuando Scarlett, que está embarazada, discute con Otto sobre el porvenir de su vástago:

Cuando cumpla dieciocho años dejaremos que decida qué quiere ser, si un capitalista o un comunista rico.

Y por supuesto, no podemos pasar por alto la celebérrima secuencia sobre técnicas de negociación empresarial, al animado ritmo de la Danza del sable de Khatchaturian. Simplemente, disfrutemos...


jueves, 3 de junio de 2010

Podemos recordarlo todo por usted

Douglas Quail acude a una compañía especializada en implantar recuerdos artificiales pero totalmente vívidos, como los de verdad. Contraviniendo las advertencias de su mujer acerca de gastos inútiles en la economía familiar, desea tener conciencia de una temporada en Marte, en el papel de agente secreto.

Todo va bien hasta que los técnicos se encuentran con un problema inesperado: parece que Quail ya hubiera estado antes en el planeta rojo y que alguien le hubiera bloqueado esa parte de la memoria. A partir de entonces, ¿en quién podrá confiar? Para empezar, su mujer... ¿es realmente su mujer?

Si estáis familiarizados con el argumento es quizá porque habéis visto la película Desafío total, con Schwarzenegger en la piel del esforzado héroe. No obstante, se trata originalmente de un relato escrito por Philip K. Dick, Podemos recordarlo todo por usted, que confirma a este visionario autor como una de las más caudalosas fuentes de ideas para guiones de Hollywood.

Disfrutad con los impactantes sones de Jerry Goldsmith surgiendo de los altavoces.