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jueves, 9 de mayo de 2024

Manifiesto cívico (XIII)

Placa conmemorativa del Holocausto en Auschwitz.

¿Antisemitismo? ¡Jamás!

No le deseo ningún daño a Israel, a la nación, a las gentes que la habitan, a su derecho a existir en paz. Recién conmemorado el Día del recuerdo, shalom.

Pero lo que está mal está mal. El mismo derecho lo tiene cada uno de los inocentes en la diáspora de Palestina.

No se trata del dominio del «relato», la expresión tan en boga. No se trata de presentar unos hechos con los subtítulos o los tiros de cámara adecuados para interpretarlos según convenga.

Israel se encuentra, como otros países democráticos del mundo, preso de grupos de fanáticos que se han aliado para formar gobierno.

Un fanatismo, salvo en la kipá con que se disfraza, indistinguible del islamista, el hindú, el del votante trumpista, el de la sagrada madre Rusia, el de quienes aborrecen un color de piel más oscuro, el que querrían los secesionistas en nuestra propia casa…

«Somos diferentes y mejores que el resto del mundo», piensan. «Dios mismo prometió darnos esto y aquello».

Gott mit uns: Dios está con nosotros. ¿No rezaba así el lema de las tropas nazis cuando arrasaron el gueto de Varsovia, por ejemplo?

Y esos grupos han encontrado su instrumento en un primer ministro cuya memoria para futuras generaciones consistirá en haber ordenado crímenes, se le condene o no ante un tribunal.

Crímenes, sin necesidad de adjetivos. No pensemos en la «guerra justa», ius ad bellum, según la definen los juristas.

Ni en la manera de comportarse una vez dado el primer paso: ius in bellum, que exige determinadas normas para limitar el sufrimiento. La guerra sigue su propia «lógica» por naturaleza, ajena a la consensuada en un entorno civil.

Desde el amanecer de las civilizaciones hasta la era atómica. Acciones protagonizadas por personas que seguramente no se reprocharon a sí mismas apilar manos cortadas, apretar el gatillo de un lanzallamas o abrir la portilla de un bombardero.

O la espita de una cámara de gas. «Solo hacían su trabajo».

Por ello, quienes en esa tierra bendecida y maldita saben que una victoria no será una victoria, que la ansiada liberación de los secuestrados no justifica la hecatombe de un pueblo y ningún ser supremo ni nadie con galones puede ordenarles participar en ella…

Continuad manifestándoos. Oponeos. No es de «Israel» la mano ensangrentada, sino de aquellos de sus hijos, nacidos de mujer y de hombre, que alguna vez también estuvieron indefensos y lo han olvidado.

Ayudad a detener lo que ya resulta irreparable, por lo que sea que consideréis sagrado.

Aquel que salva una vida, es como si salvara un universo entero.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Manifiesto cívico (XII)

Hojas rojas y amarillas.

En estos tiempos en los que todo empuja al «exilio interior», a aislarse de la vida política.

Porque provoca tal reacción de incredulidad, que no se atisba otro remedio para mantener intacta la cordura.

En estos tiempos en que destruir, separar, humillar, deberían ser elegidas palabras del año

En los que la amoralidad compite con la falsedad, la corrupción y la ineptitud en el reparto del pastel.

En estos tiempos, en fin, en que la sociedad justa parece un imposible y los culpables, quienes hemos martilleado los sillares, somos nosotros mismos…

Solo nos queda un último pilar que las piquetas no han conseguido hundir, a despecho de su ferocidad.

La Constitución.

Tan imperfecta como cualquier obra humana.

Tan necesaria como cualquier sueño humano.

Como escribo cada año, cada 6 de diciembre…

¡Viva la Constitución Española!

viernes, 6 de diciembre de 2019

Manifiesto cívico (XI)

Banderas de España, Asturias y Europa.

Si alguien ha tenido la paciencia de visitar más de una vez esta página sin darle inmediatamente al botón de «atrás» del navegador, se habrá dado cuenta.

Soy un convencido, tenaz, apasionado constitucionalista.

El sistema constitucional asegura que nadie, creyéndose por encima de los demás, pueda empuñar un látigo. Nos da equilibrio.

Es un puente hacia la pluralidad de pensamiento, donde los ciudadanos podemos expresar lo que queremos y lo que no queremos con respeto, sin aplastar a quienes tienen otra visión.

Si se hubiera empezado de cero en la isla de Robinson, con seguridad habríamos podido escribir algo diferente. ¿Mejor? Sí, por qué no: algo mejor.

Pero, con tantos cientos de años de errores a nuestras espaldas, de oportunidades al alcance de la mano perdidas, el resultado me parece razonablemente bueno.

Quizá por ello, tanto como me cuesta entenderlo, haya algunos que odian el espíritu del texto.

No conciben nada más allá de su tribu, no soportan otra ley que su voluntad egoísta. Ser bajo o alto, rubio o moreno, hombre, mujer o transgénero, ateo o devoto, o ir por la calle en paz, hablando en cualquier lengua que venga en gana, solo les resulta aceptable siempre que se trate de «los suyos».

Si no, no les gusta.

Pues aquí está, un nuevo año en el que celebramos el 6 de diciembre. Un nuevo año en el que no hemos caído derrotados.

Un nuevo año en el que decir con orgullo:

¡Viva la Constitución Española!

martes, 15 de octubre de 2019

Manifiesto cívico (X)

Cuadriga de la Aurora.

La reciente sentencia que condena a algunos de los promotores del intento de golpe de Estado, huelga aclarar a cuál me refiero, me motiva a dejar por escrito un par de consideraciones.

Primero, la ley no se rige –es fundamental que no lo haga– por las emociones de la sociedad. Incluso aunque estas fueran indubitablemente mayoritarias.

De otra manera hablaríamos de talión, de venganza, de «justicia popular»… No de ley.

Además, solo si existe prueba suficiente se debe condenar en la exacta proporción que dicte la norma.

No podemos retroceder en el tiempo para observar los secretos del delito antes de que ocurra, para ser testigos en lugar de intérpretes, para no correr el riesgo de equivocarnos.

Tenemos que conformarnos con investigar, preguntar y reconstruir.

Hacer que afloren las intenciones y los hechos, buscando aliviar a la víctima sin menoscabar las garantías del acusado.

Segundo, una vez separado el ámbito jurídico del sentimental, por supuesto que yo también tengo mi opinión particular sobre dicha sentencia. ¿Quién no?

Por ahí hacen ruido los que la consideran una «vergüenza», muestra de la «España fascista y opresora» (aunque, qué curioso, disfruten de toda la libertad para decirlo).

En el extremo opuesto se manifiestan igual de decepcionados. Demasiado flojo suena eso de la sedición.

En medio, unos jueces con un objetivo: hacer valer la ley, no contentar a unos u otros.

A los que supuran bilis, que imaginen todas las campañas de intoxicación que quieran. Que mientan.

Pero que aprendan que un Estado libre de ciudadanos libres, con reglas de decisión participativas, jamás desaparecerá sin más.

sábado, 5 de octubre de 2019

Manifiesto cívico (IX)

Rosa roja con gotas de lluvia.

La llama para redactar el manifiesto cívico del día la enciende cierto concejal mediático de cierto partido, que declara que las trece rosas «torturaban, mataban y violaban vilmente».

¿Es esto de verdad lo mejor que hemos podido encontrar para dedicarse a la res publica?

¿Dice esas barbaridades con la esperanza de ganar algún voto añadido? ¿Merece la pena?

Las trece rosas fueron un grupo de mujeres acusadas, condenadas y ejecutadas en un infame juicio de nuestra infame posguerra civil, sin pruebas de sus supuestos crímenes y sin la más mínima garantía procesal, como resultó norma durante aquella época de venganzas.

Entre nuestros así llamados políticos también hay mala gente.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Manifiesto cívico (VIII)

Fachada del Congreso de los Diputados en Madrid.

El Gobierno de la Nación, para alargar su mandato sin importar el precio, no tiene inconveniente en rebajarse ante quienes buscan acabar con la democracia constitucional.

En consecuencia, nos degrada a cada uno de los ciudadanos a los que representa también a ese nivel.

La verdad, me es difícil recordar cuándo fue la última vez en que la falta de escrúpulos y de ética de unos políticos me hizo sentir tanta vergüenza ajena.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Manifiesto cívico (VII)

Paraguas con los colores de la bandera española.

Conviene tener muy claro qué es la Constitución. Y también qué no es.

Su raíz, principio y origen es la soberanía del pueblo español, del que emanan, como señala el artículo segundo, los poderes del Estado.

Es decir, muchos millones de conciencias, voluntades, formas de pensar y sentir, que compartimos nuestras vidas en sociedad.

La Constitución es un acuerdo. Obliga a renuncias particulares para obtener a cambio un bien común que no aparte a nadie.

Ni siquiera a quienes quisieran apartarse por sí mismos, por no aceptar otra cosa que su propia e «iluminada» visión del mundo. Incluso a ellos la Constitución los protege.

Por otro lado, la Constitución no es una panacea. La desigualdad, la injusticia, la violencia —la lista sería larguísima—, no se resuelven solo con un libro en la mano. Hay que remangarse con pico y pala.

¿Nos hace entonces la Constitución más fuertes? ¿Seguiremos celebrándola? ¿Defenderemos con fe sus valores? ¿Merecen de verdad la pena sus objetivos?

Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.

Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular.

Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.

Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida.

Establecer una sociedad democrática avanzada, y

Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.

Sí, definitivamente la merecen.

¡Viva la Constitución Española!

jueves, 3 de mayo de 2018

Manifiesto cívico (VI)

Gaviota en vuelo.

Que salgan ahora unos etarras diciendo que no van a asesinar, secuestrar, torturar ni extorsionar más, porque «ha pasado la época», es como si aparece en 1945 un grupo de sicarios de la Gestapo con esa misma historia.

Que, «debido a las circunstancias», declaran su disolución.

Ni mucho menos. Ambas heces de la humanidad fueron combatidas y derrotadas.

No existen más versiones, así hemos de contarlo.

Porque el sufrimiento que causaron no ha de pasar al olvido. Y el orgullo de que la justicia, como brazo de un cuerpo que es la ciudadanía, haya acabado con su crueldad, tampoco.

Recordemos. Con lágrimas, pero recordemos. Por tantos como cayeron, por tantas vidas segadas.

Por nuestra libertad.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Manifiesto cívico (V)

Reflejo de manifestantes con bandera.

¿Que los nazionalistas han perdido las elecciones autonómicas? Cierto.

¿Que las han ganado? Cierto también, eso dice la combinatoria matemática.

¿Que podrán seguir sosteniendo su desafío? Parte del pueblo así lo quiere.

No nos pongamos un velo en los ojos. Están ahí y no van a desaparecer.

Pero tampoco lo haremos nosotros, los leales.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Manifiesto cívico (IV)

Monumento a la Constitución Española en Madrid.

Hoy es un día de fiesta. Pero no uno en el que quedarnos dormidos.

Porque la Constitución no es solo un texto encuadernado, algo que podamos sacar de un estante durante veinticuatro horas y volverlo a guardar.

Poner un ojo en tal o cual artículo, quejarse de que falta o sobra una coma, para luego olvidarnos del resto.

La Constitución es el alma de la res publica. Su hálito de vida.

El espejo de nuestras virtudes sociales.

Y, cierto, también de nuestros defectos. De lo que quisiéramos ser y quizá aún no acertamos.

En ella nos nombramos ciudadanos, no súbditos de los gobernantes.

Más allá de palabras poéticas, supone una gran diferencia. En derechos y en responsabilidades.

Por eso, este día, como el día de ayer, como el día de mañana, creo que nos merecemos decir bien alto…

¡Viva la Constitución Española!

domingo, 8 de octubre de 2017

Manifiesto cívico (III)

Banderas en una manifestación constitucionalista.

Nunca antes había necesitado banderas para manifestarme.

Pero hay veces en que también los símbolos son una voz importante.

Y hay veces en que dejar oír la voz es urgente y necesario.

martes, 3 de octubre de 2017

«Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos...».

Después de cientos y cientos de años de historia, con tanto como se ha destruido y tanto como se ha construido...

Podemos aspirar a la Monarquía constitucional o a la República constitucional como forma de Estado.

Podemos aspirar a cambiarlo todo o a conservar lo ganado.

Podemos aspirar a que esas palabras con las que comienza la Carta Magna sean mucho más que un decorado, que se conviertan en algo verdadero:

La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama...

Podemos y debemos aspirar a ser mejores.

Pero de ninguna manera lo conseguiremos divididos, amputándonos la mano, cegándonos los ojos.

Por eso creo que este discurso nos incluye a todos. Nos incumbe a todos.

Hasta a aquellos que, en el ejercicio de su libertad de conciencia, lo critiquen de buena fe como yo lo alabo.

Hasta a quienes no quieran escucharlo.


domingo, 1 de octubre de 2017

Manifiesto cívico (II)

León del Congreso de los Diputados en Madrid.

Los nazionalistas tienen «argumentos» tan absurdos...

Mentiras tan goebbelsianas...

Podrían ahorrárselas, no las necesitan. Su ideología se resume en que «queremos esto porque sí». El triunfo de la voluntad, como se titulaba aquella película propagandística de los años 30.

Un secuestro tan increíble de la historia, la democracia y el derecho para despojarlos de todo su contenido, convirtiéndolas en palabras vacías de neolengua...

Van gritando su odio, coreando sus consignas dictadas.

Y por eso les concedo un mérito. Uno personal.

Porque, con tantas injusticias rampantes por el mundo, con tantos motivos por los que apretar los dientes y exclamar que hasta aquí hemos llegado...

Que esos aprendices de camisas pardas hayan logrado convertirse en mi principal motivo de indignación tiene efectivamente mérito.

Hasta aquí hemos llegado.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Manifiesto cívico

Estatua de la justicia.

Hoy voy a cambiar el tono habitual de la bitácora, más o menos relajado, sobre libros, músicas y demás entretenimientos.

Hoy voy a ponerme serio.

Hay aspectos de la vida pública, de la sociedad en la que vivo, de la que formo parte y, por lo tanto, cuyo bienestar me importa, que sobrepasan los términos del puro debate político.

Hay nacionalistas en Cataluña que, a tenor de sus objetivos y medios con los que pretenden alcanzarlos, merecen cambiar una letra de su denominación genérica. Pasar de la «c» a la «z».

Y no lo digo en caliente, porque esa palabra suele aplicarse de una forma muy burda, distorsionando su significado histórico. Incluso como insulto cuando escasean los argumentos racionales ante un pensamiento contrario.

No, si acuso a alguien de nazionalista lo hago, creo, con conocimiento de causa. Tras un proceso autocrítico. Porque sé cómo una vez alcanzaron el poder sus antepasados en un gran país. Y cómo lo aplicaron.

Cómo lo imposible terminó ocurriendo y delirios aberrantes agarraron a muchos millones por el cuello, mientras se quedaban silenciosos.

Su mensaje vuelve a ser el mismo. Pura demencia.

Así que, ante el intento moderno de subvertir la democracia, ese conjunto de equilibrios que nos hemos dado en España como norma básica, y que nuevos delirios puedan alzarse en su lugar…

Pues eso, que ha llegado el momento de ponerse serios.