lunes, 29 de abril de 2024

Filosofía ante el desánimo

Clave de lectura: Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: La vie en rose, de Madeleine Peyroux ♪♪♪
Portada del libro Filosofía ante el desánimo, de José Carlos Ruiz.

Por un par de minutos dudo si redactar alguna entrada para el pajar de los manifiestos cívicos del blog. Es tanta la indignidad que señorea nuestra vida democrática, personalizada —no solo, pero sí con especial antiejemplaridad— en las acciones del presidente del Gobierno de España…

Al final decido que no vale la pena. Prefiero leer lo que aquí y allá, en contra y a favor de tal personaje y su corte, manifiesten personas con mayor calado intelectual. Necesito equilibrio interior. Necesito algo ya imposible a estas alturas —perdón, bajuras—: no desanimarme.

Filosofía ante el desánimo, qué casualidad. Con el título de hoy se me enciende un pequeño semáforo tras los ojos. Aunque, más que un muñequito verde, haga brillar un carrusel multicolor.

Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida. Sí, José Carlos Ruiz ha escrito una obra estupenda bajo cualquier prisma de consideración que se me ocurra.

Si invierto el orden de factores más habitual, contenido y forma, y empiezo por cómo dice lo que quiere decir, sería difícil discutir la habilidad de este profesor de la Universidad de Córdoba para comunicar ideas.

No es el típico señor que perora en una tarima sobre las mónadas leibnizianas, por hacer la broma.

El tema es la descripción de la sociedad contemporánea —la del «primer mundo», observo—. ¿A qué nos dedicamos, así, en general? ¿Qué fuerzas nos mueven? ¿Vivimos sanos y contentos, asumiendo que tengamos un techo, un plato a la hora de comer y nadie nos bombardee?

Sanos quizá, y también contentos, pero a costa de carecer de conciencia o iniciativa propias. Nos dejamos llevar por la corriente. Imitamos.

Deseamos satisfacción inmediata de lo que sea. Un resultado que implique espera, paciencia, comprensión del valor intrínseco del tiempo en vez de tener que rellenarlo, desaparece bajo la «turbotemporalidad».

¡Acción y reacción —más bien, compra y consumo— ya!

Además, el pensamiento unidireccional implica que, si alguna vez levantamos un dedo para cuestionar, o nos ponemos de puntillas a ver qué se esconde tras el escaparate, nos transformemos con la misma rapidez en alguien «denunciable» socialmente.

Esto ocurre en cualquier ámbito, incluso la búsqueda de alguien a quien podamos llamar «amor» a la vieja usanza. O «amigo» o «amiga». Las relaciones personales se asimilan a las mercantiles: hago algo por ti porque espero que tú hagas algo por mí.

Ruiz se esfuerza en que abramos los ojos, los oídos, la piel que nos recubre, el olfato, el gusto, la cabecita que la evolución nos ha dado, y nos atrevamos a salir del aborregamiento. No da respuestas, sino que anima a buscarlas.

Insta, en resumen, a expresar una identidad propia, no agresiva u opuesta a las demás, sino diferente. A dejar de lado la ansiedad y construir un camino a recorrer, en vez de una meta a alcanzar.

Si a alguien no le convencen sus intenciones… Bueno, no pasa nada, este no es su libro.

El mío, desde luego, sí.


lunes, 22 de abril de 2024

Costras

Clave de lectura: Razones por las que «aquella guerra» continúa ensombreciéndonos.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Lachrymae Antiquae, de John Dowland ♪♪♪
Portada del libro Costras, de Katarzyna Kobylarczyk.

Seguimos maniatados en muchos aspectos por la Guerra Civil, no tenemos remedio.

¿Somos los españoles una «raza» única entre todas las naciones que a lo largo de su historia han sufrido un conflicto parecido? ¿O es que ninguno se le puede comparar?

¿Viviremos siempre roídos por la desconfianza, cuando no el odio entre los hunos y los hotros? ¿La vindicación de las personas asesinadas debe hacerse sin excusas o depende de quiénes fueran los asesinos?

Costras, de Katarzyna Kobylarczyk, fue galardonado con el Premio Ryszard Kapuściński de reportaje literario. Su temática está muy clara: España hurga en sus heridas.

La autora hace un recorrido histórico y geográfico, pero sobre todo humano, a través de pensamientos y actitudes, para averiguar las causas de que los años 1936 a 1975 no cicatricen. Entrevista, escucha, acompaña, ve.

Desde el Valle de los Caídos (hoy Cuelgamuros) hasta las tumbas sin marcar aunque su localización se hubiera susurrado siempre por los ancianos. Por la cultura del «y vosotros más» con que se arrojan reproches en un intento de arrastrar emociones a las trincheras.

[…] a veces, unos días después de la exhumación, la gente llamaba para retractarse de todo lo que había dicho. Pedía que borraran la grabación. Que tacharan sus datos. A veces lo hacían porque les habían llamado sus hijos desde Madrid y les habían prohibido meterse en esos asuntos. «¿De qué te sirve eso, papá? Para qué hurgar en las viejas heridas? Aún te lo van a echar en cara».

No oculta su mensaje de aliento a quienes continúan buscando a las víctimas, ¿por qué habría de hacerlo? Pero tampoco se deja dominar por el partidismo de motivaciones espurias. Quiere entender. Quiere transmitirnos el origen del miedo a la paz.

Porque el miedo genera ira. La ira ciega la razón.

Y sin razón jamás puede haber justicia.


lunes, 15 de abril de 2024

Caín

Clave de lectura: Perseguido por matar a su hermano, su mujer a punto de dar a luz a rastras…
Valoración: Excelente ✮✮✮✮✮
Música: Concertino para guitarra, de Luis Antonio Escobar ♪♪♪
Portada del libro Caín, de Eduardo Caballero Calderón.

Podría argüirse que en la literatura colombiana hay una era a.G.M. y otra d.G.M. Antes y después de García Márquez.

Si nos remontamos al «antiguo testamento» a.G.M., tampoco tengo duda de que Eduardo Caballero Calderón sería uno de los profetas. Para emitir este juicio me baso en su título Caín.

Con una simbología bíblica evidente, Martín, el protagonista, huye a la selva tras asesinar a machetazos a su hermano Abel.

¿Por qué lo ha hecho? ¿Solo por los celos de encontrarse a su embarazada esposa durmiendo con otro hombre?

¿Por los años de humillaciones en el papel de bastardo de don Polo, la poderosa figura que decide los destinos de Sogamoso?

¿Por el desprecio que siente hacia él Margarita, forzada a una boda absurda desde la óptica de su arruinada familia, guardiana de la antigua aristocracia criolla?

¿Por su condición de semiesclavitud entre peones sin tierra? ¿Por haberse unido a la guerrilla de Pedro Palos? ¿Como participante natural en la violencia que habrá de desangrar el país durante los tiempos venideros?

¿Y Abel? ¿Era él «justo» destinatario del castigo? ¿Hizo algo malo aparte de nacer heredero, ser oficial del ejército y, por supuesto, enamorarse de aquella mujer con quien tanto compartió de niño?

Igual que tanto compartió con Martín, que lo adoraba.

La caza al fugitivo se ha iniciado. Su marca es el ojo que parece refulgir en una cuenca sin vida. Muerte llama a muerte.

Dos aspectos a destacar en el comentario: primero, la fuerza que contienen los protagonistas, todos excepcionalmente trazados —aunque me gustaría destacar la complejidad de Margarita, secuestrada por Caín tras el crimen y que en los momentos clave se yergue como apasionada defensora de «su hombre»—.

Segundo, el estilo de Caballero Calderón, que contribuye no poco a la grata experiencia lectora: sin asomo de retablo barroco, sin revueltas ni manierismos, al tiempo que con una belleza expresiva de numerosos quilates. La acción, el ambiente que la rodea, las descripciones…

Afortunado descubrimiento, en resumidas cuentas. Uno merecedor de las «cinco estrellas».


lunes, 8 de abril de 2024

El astillero

Clave de lectura: La decadencia en cada faceta, de la personal a la del astillero sin barcos.
Valoración: Bastante aburrido ✮✮✩✩✩
Música: Oblivion (Astor Piazzolla), de Isabel Pfefferkorn ♪♪♪
Portada del libro El astillero, de Juan Carlos Onetti.

Hay un consenso indiscutido sobre la calidad de gran autor de Juan Carlos Onetti. Su Premio Cervantes, sin ir más lejos.

Y hay una opinión particular que solo representa a quien la expone, según la cual una de sus novelas más celebradas, El astillero, es un gran ladrillo.

Ya lo he dicho.

Por supuesto tengo intención de explorar otros títulos con su firma. El problema va a ser quitarme de la cabeza la fatiga que me ha producido este.

Tercera parte, en orden cronológico de la acción, del conjunto formado por La vida breve y Juntacadáveres, la trama gira alrededor de este último personaje, sobrenombre de Larsen, que retorna a la ciudad de Santa María tiempo después de haber sido expulsado.

Allí se aloja en una pensión, patea las calles con suficiencia, observa, calcula, actúa… De vez en cuando acaricia el revólver bajo la chaqueta.

Y las vueltas del destino, desde que se cruza con Angélica Inés, lo convierten en su prometido y gerente de la empresa marítima de su padre.

Un astillero que se cae a pedazos, del que solo queda ir vendiendo herrumbrosas piezas de maquinaria para sacar unos pesos que mantengan el espejismo de los negocios por venir. En cuanto el señor Petrus convenza a accionistas, acreedores, jueces, al mundo...

El gran teatro, por todos aceptado, se completa con actores como Kunz, el ingeniero, Gálvez, el contable, y una enigmática «mujer» que lleva en sus entrañas al hijo de este último.

Decadencia, ruina, locura, fatalismo, entrelazados sin solución de continuidad. Bien, de acuerdo, pero…

Con unas elipsis brutales. ¿A santo de qué, por ejemplo, de una línea a la que sigue, Larsen es aceptado en la mansión de Petrus y en el despacho principal de la factoría? ¿Qué ha podido ocurrir entre medias?

Quizá los agujeros se aclararían si se conociera previamente Juntacadáveres; a falta de este requisito, no queda más remedio que rellenarlos —insisto, son extensos— con suposiciones propias del lector.

Por otro lado, la sordidez parece invadir también la forma literaria, y abundan las frases, los párrafos, las páginas enteras que se enrollan como una soga hacia la nada, en términos de aporte a la comprensión de la historia. Una cosa es la escritura densa y otra distinta el engrudo, a mi parecer.

Aburrimiento sin remedio, lo peor que podía ocurrir…

P. D.: Como en otras ocasiones, compenso la crítica negativa con una música que me parece… En fin, todo lo contrario.


lunes, 1 de abril de 2024

Esto no es Bambi

Clave de lectura: Así que quieres trabajar en William Golding, ¿eh? ¿Tú lo vales?
Valoración: En la misma diana. ✮✮✮✮✩
Música: Highway to Hell, de AC/DC ♪♪♪
Portada del libro Esto no es Bambi, de David Pérez Vega.

«Jóvenes de alto potencial», nos llamaron. A unos cuantos con merecimiento y a otros, entre los que me incluyo, supongo que para completar el cupo.

El éxito y el fracaso son dos impostores, decía Kipling, pero no estábamos preparados para entenderlo entonces. Ni los buenos ni los mediocres.

Para los herederos de abuelos y padres currantes, las moquetas, los trajes, incluso la posibilidad de cruzarse en el pasillo con un nombre habitual de las páginas color salmón, suponían un acicate. ¡Más horas, más esfuerzo, más, más! ¡Hay que escalar hasta la cumbre!

«Aquellos maravillosos años»…

En fin, si alguna vez tuviera que escribir memorias tragicómicas sobre las mil cosas absurdas que el espíritu de los tiempos me llevó a contemplar o en las que participé, laboralmente hablando, alrededor del cambio de siglo, ya sé qué título tomaría como inspiración.

Esto no es Bambi, de David Pérez Vega, se ajusta casi como un guante.

Los diferentes personajes, a quienes se asigna el rol de narrador en cada capítulo para que entendamos mejor sus propios puntos de vista, se reúnen por vez primera en un training organizado por la firma de auditoría a la que van a prestar servicio —si se demuestran dignos, claro está—. Una de las big five del ramo.

Marta, Carmen, Alfonso, Nerea, Daniel, Javier… Cada uno lleva en la mochila un origen, unos apellidos, un carácter variopinto. Lo que comparten es el sueño de demostrar que el mundo es suyo. Por convencimiento o autoimposición.

Acólitos del sistema, personas en el lugar equivocado, aquellos que flotan, los dispuestos a humillarse si sirve a sus propósitos de poder humillar en el futuro, los que se rompen en el camino…

Y el tono en que están redactadas sus «aventuras», con la vis tanto cómica como reflexiva que señalaba, contribuye notablemente a que esta novela se catalogue como un nuevo acierto en la producción del autor.

Un verdadero acierto, doy fe.