Título y autor/a: | El astillero, de Juan Carlos Onetti. |
Clave de lectura: | De la decadencia personal a la del astillero sin barcos. |
Valoración: | ✮✮✩✩✩ |
Comentario personal: | Un gran ladrillo. |
Música: | Oblivion, de Astor Piazzolla (int. Isabel Pfefferkorn) ♪♪♪ |
Hay un consenso indiscutido sobre la calidad de gran autor de Juan Carlos Onetti. Su Premio Cervantes, sin ir más lejos.
Y hay una opinión particular que solo representa a quien la expone, según la cual una de sus novelas más celebradas, El astillero, es un gran ladrillo.
Tercera parte del conjunto formado por La vida breve y Juntacadáveres, la trama gira alrededor de este último personaje, sobrenombre de Larsen, que retorna a la ciudad de Santa María tiempo después de haber sido expulsado.
Allí patea las calles con suficiencia, observa, calcula… De vez en cuando acaricia el revólver bajo la chaqueta.
Y las vueltas del destino lo convierten en el prometido de Angélica Inés y gerente de la empresa marítima de su padre.
Un astillero que se cae a pedazos, del que solo queda ir vendiendo herrumbrosas piezas de maquinaria para sacar unos pesos que mantengan el espejismo de los negocios por venir. En cuanto el señor Petrus convenza a accionistas, acreedores, jueces, al mundo...
El gran teatro, por todos aceptado, se completa con actores como Kunz el ingeniero, Gálvez el contable y una enigmática «mujer» que lleva en sus entrañas al hijo de este último.
Decadencia, ruina, locura, fatalismo, entrelazados sin solución de continuidad. Bien, de acuerdo, pero…
Con unas elipsis brutales. ¿A santo de qué, por ejemplo, de una línea a la que sigue, Larsen es aceptado en la mansión de Petrus y en el despacho principal de la factoría? ¿Qué ha podido ocurrir entre medias?
Quizá los agujeros se aclararían si se conociera previamente Juntacadáveres; a falta de este requisito, no queda más remedio que rellenarlos —insisto, son extensos— con suposiciones propias del lector.
Por otro lado, la sordidez parece invadir también la forma literaria, y abundan las frases, los párrafos, las páginas enteras que se enrollan como una soga en términos de aporte a la comprensión de la historia. Una cosa es la escritura densa y otra distinta el engrudo.
Aburrimiento sin remedio, lo peor que podía ocurrir.
Aquella mañana Larsen llegó al astillero cerca de las diez, saludó al perfil de Kunz que examinaba un álbum de estampillas sobre la mesa de dibujo y entró inquieto en su oficina. Cambió un montón de carpetas por otro y trató de leer hasta las once, mientras la repentina llovizna rebotaba en los filos de los vidrios rotos de la ventana.
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