El placer… El placer…
¿Cómo definirlo? ¿Qué palabras usar?
El placer es eso que te sube y te baja por la columna como si fueras un instrumento y tocaran contigo la escala: do, re, mi, fa, sol, la, si, doooooooo, do, si, la, sol, fa, mi, re, doooooooo.
¡Ah!
El placer absoluto sería entonces la escala cromática, claro: do, do sostenido, re, re sostenido, mi, fa, fa sostenido, sol, sol sostenido, la, la sostenido, si, doooooooo…
¡Ah! ¡Ah!
Llena de sostenidos.
Pero quizá me ha salido un ejemplo demasiado místico. ¿Queréis algo más pegado a la tierra?
El placer consiste en haber estado pateando Dali bajo la solana un buen rato, llegar un momento en que te pesan las corvas, entrar en un pub de la calle Renmin, sentarte y pedir una cerveza.
Aunque no una Dali normal de Dali, la del día a día, atención. Ahí reside el matiz entre placer y gustito.
¡Una Bad Monkey artesanal tostada!
Y ya, el placer absoluto es tomarte la segunda.
La escala cromática de la cebada…
Música, libros, fotos, cosas que me pasan, que recuerdo, que se me ocurren, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
jueves, 23 de enero de 2020
jueves, 16 de enero de 2020
Mamá
Mamá dice que está muy contenta de que haya pasado la noche en casa. ¿Podría quedarme aún hasta mañana?
Es extraño, pienso, no sé qué alegría puede haber por quedarme un par de días a dormir. Pero me quedo.
Mamá insiste en prepararme la cama, pese a mis protestas de adulto autosuficiente. Le preocupa si encuentro o no cómoda la almohada.
El cuarto da al norte. Enseguida enciende la calefacción, aunque también insisto en que no es necesaria la molestia.
Damos un paseo por el viejo parque. Luego practicamos un rato para aprender a escribir en el nuevo ordenador.
Pregunta si quiero empanadillas o croquetas para cenar. Qué tontería, adelgazar yo un par de kilos, así estoy muy bien.
Cuando despierto por la mañana, noto el aroma a pisto recién preparado en la cocina. Y garbanzos. Las tarteras se alinean listas para que me las lleve.
Al salir me pasa la mano por la cara.
Me gustaría quizá contar más cosas.
Y decir más a menudo, porque lo hago demasiado poco:
Gracias, mamá.
Es extraño, pienso, no sé qué alegría puede haber por quedarme un par de días a dormir. Pero me quedo.
Mamá insiste en prepararme la cama, pese a mis protestas de adulto autosuficiente. Le preocupa si encuentro o no cómoda la almohada.
El cuarto da al norte. Enseguida enciende la calefacción, aunque también insisto en que no es necesaria la molestia.
Damos un paseo por el viejo parque. Luego practicamos un rato para aprender a escribir en el nuevo ordenador.
Pregunta si quiero empanadillas o croquetas para cenar. Qué tontería, adelgazar yo un par de kilos, así estoy muy bien.
Cuando despierto por la mañana, noto el aroma a pisto recién preparado en la cocina. Y garbanzos. Las tarteras se alinean listas para que me las lleve.
Al salir me pasa la mano por la cara.
Me gustaría quizá contar más cosas.
Y decir más a menudo, porque lo hago demasiado poco:
Gracias, mamá.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)