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lunes, 24 de marzo de 2025

Viaje a Rusia

Clave de lectura: La Unión Soviética de los años 20, ¿esperanza o mausoleo del cambio?
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: De nuevo, los ojos clarividentes del santo bebedor.
Música: Gayaneh (Adagio), de Aram Khatchaturian ♪♪♪
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Portada del libro Viaje a Rusia, de Joseph Roth.

En 1926, Joseph Roth recibe el encargo de dirigirse al antiguo imperio de los zares, ahora país de los sóviets, sobre el que tantos ojos se posan expectantes.

El Frankfurter Zeitung desea saber cómo se las apañan sin aristócratas ni burgueses.

Además, la NEP o Nueva Política Económica abre oportunidades comerciales. ¿Con quién hay que negociar? Si los grandes duques conducen taxis en París, ¿qué clase de gente está al mando?

Nuestro autor, acostumbrado al «exotismo» como hijo de las remotas fronteras austrohúngaras, es el hombre perfecto para el trabajo.

Cada semana enviará un artículo para dar respuesta a los misterios. Desde Minsk, Astracán, Tiflis, Moscú, Leningrado… Todos juntos forman el Viaje a Rusia.

Los emigrantes zaristas. El laberinto de los pueblos del Cáucaso. La situación de los judíos en la Unión Soviética. La Iglesia, el ateísmo, la política religiosa. La mujer rusa de hoy. Opinión pública, periódicos, censura. La escuela y la juventud...

Artículos sobre aspectos más allá de las cifras, los discursos, las obras públicas, la propaganda que llega a occidente a través de magníficos filmes.

A Roth le interesa la vida. Y, sobre todo, el espíritu que le sirve de motor. Recorre ciudades y aldeas hablando, preguntando, observando, caminando junto a tipos humanos que intentan adaptarse a los nuevos tiempos.

Puedo entrar libremente en oficinas, juzgados, hospitales, escuelas, cuarteles, calabozos y prisiones, así como entrevistarme con jefes policiales y profesores de universidad. El ciudadano critica con un tono más alto y cáustico de lo que resultaría grato para un extranjero. […] Probablemente la policía secreta sea tan hábil que ni la noto.

Y se da cuenta de que se trata precisamente de eso: adaptarse. Las ilusiones con que pudiera haber comenzado el trayecto se diluyen. Los «ideales» quedan… Bueno, para pasado mañana.

No encuentra respuestas a un modelo social equitativo, por mucho komsomol que se anuncie en las pancartas y muchas hoces y martillos en las banderas. Siempre hay que medrar.

El embrutecimiento de las masas se lleva a cabo mediante la alfabetización (paradoja titánica). Es necesario que todos sepan leer y repetir de memoria, un millón de veces, la última consigna del partido.

«La burguesía es inmortal», escribe. Los «hombres NEP» no se distinguen ni en el blanco de los ojos de los caricaturizados capitalistas. Si hay algún lugar en el mundo al que Rusia ansíe parecerse, sería… ¡los Estados Unidos de América!

Un lugar donde Homero no tiene cabida. Lo práctico, lo tangible, lo material, toman el relevo.

Y así, un periodo no lo suficientemente conocido de la historia (las riendas de Stalin están aún a medio trenzar) se abre camino de primera mano.

Gracias a los ojos del santo bebedor.


lunes, 3 de marzo de 2025

Un puñado de flechas

Clave de lectura: Arte, arte, arte… y los misterios que lo rodean.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Bueno.
Música: Cuadros de una exposición (La Gran Puerta de Kiev), de M.Mussorgski (orq. Ravel) ♪♪♪
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Portada del libro Un puñado de flechas, de María Gainza.

Señala María Gainza que no tenía pensado dedicarse a la literatura de forma profesional. Pero, después de años escribiendo artículos sobre arte en revistas y suplementos culturales, «una serie de textos dispersos» se publicó de forma conjunta (debe de referirse a El nervio óptico) y el éxito llamó a la puerta: traducciones en más de quince idiomas.

En cuanto a la estructura, el título que comentamos hoy también podría definirse como «textos dispersos», con la particularidad de estar cosidos con hilos autobiográficos.

Un puñado de flechas hace referencia a una conversación que la narradora mantuvo con Francis Ford Coppola mientras se encontraba rodando una película en Buenos Aires, allá por 2008.

Era la una y media de la madrugada. Ella se caía de sueño. Su marido fumaba a la puerta del restaurante. La niña de tres meses de ambos dormía en una limusina, al cuidado de un guardaespaldas que parecía salido de El padrino. Según sus palabras, en ese momento Coppola:

—Vos sabés —dijo mirando hacia el escenario que había quedado vacío—, el artista viene al mundo con un carcaj que contiene un número limitado de flechas doradas.
Parecía hablarle a un fantasma que estaba ahí y que yo no veía.
—Puede lanzar todas sus flechas de joven, o lanzarlas de adulto, o incluso ya de viejo.
Hizo una pausa dramática como en el teatro y prendió su porro. Aspiró como si tragara una bocanada de aire fresco.
—También puede ir lanzándolas de a poco, espaciadas a lo largo de los años. Eso sería lo ideal, pero ya sabés que lo ideal es enemigo de lo bueno.

Después añadió, a la pregunta de si el artista no tiene control sobre sus propias flechas, que así es. Solo al final de una vida se puede evaluar la periodicidad de los lanzamientos.

Este libro nos habla del mundillo de los óleos, la acuarela o el cemento (no toda la escultura va a ser mármol), sin olvidar la fotografía. Ah, y desde el otro lado, el de los receptores de la creación, el mundillo del coleccionismo.

Se nota muchísimo la labor de crítica de la autora que, junto a figuras por todos conocidas, nos introduce (al menos a mí) en un novedoso circuito contemporáneo.

Hay robos de cuadros de Vermeer, Rembrandt, Degas... Y un detective con sombrero Derby, parche en el ojo y cara destruida por el cáncer que los busca.

Hay un Kuitka que el mismo pintor desea recuperar. Gainza sigue las pistas hasta Piriápolis.

Hay murales de Bodhi Wind en el desierto. En diez libretas enviadas por mensajero desde una misteriosa clínica, redactadas por una no menos misteriosa mano, se explica su origen y destino (con teleportaciones al estilo Vonnegut por medio).

Alberto Goldenstein no admite que le pregunten por el modelo de cámara con el que hace sus fotos. Apenas se trata de un «electrodoméstico». Lo que importa es bien diferente.

A los setenta y cinco años, Nicolás Rubió comienza a pintar el pueblo francés donde pasó la infancia como refugiado de la guerra civil española. A los ochenta y tres ha terminado más de setecientos lienzos, ninguno igual al anterior.

Juan Tessi aspira a una beca a pesar de tener ya una edad y una reputación. Las imágenes que presenta para examen se encuentran a kilómetros de distancia de las que le han procurado su nombre.

La escultora María Simón dicta unas memorias bohemias, algo no anticipado tras nacer en una familia acomodada, que no entendía de locuras.

Un Tiziano perdido se adora como un dios en un convento igual de perdido en Tzintzuntzan. Dos norteamericanos llegan al lugar, atraídos por la leyenda.

Y, en cuanto a los coleccionistas, aunque mantenga el anonimato de aquellos con quienes se entrevista, nos aclara que «no compran». «Adoptan». Existe cierta casa de paredes cubiertas de piso a techo…

Mencionaba al principio los hilos autobiográficos sobre los que descansa la obra. Desde luego, no dejan indiferente, aunque aclaro que la urdimbre me fue atrapando según avanzaba en la lectura. Sus primeros capítulos no llegaron a conseguirlo.

Por eso recomiendo que, si a alguien se le presentan las mismas dudas de inicio, mantenga sus ilusiones. En un rato podría asomar la recompensa.

Estampo mi exlibris: «bueno».


martes, 5 de noviembre de 2024

El amor en Suecia (II)

Clave de lectura: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los de (y las de) allá arriba.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✮✩
Música: Kom till mig kvinna, de Rolf Wikström ♪♪♪
Portada del libro El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

Tras aguantar con estoicismo la entrada del otro día (daneses, noruegos, lapones…), espero que no abandonéis el empeño sin conocer antes a los suecos, según la mirada de Sandro Sciara.

Había dicho que el autor reserva el meollo de su obra El amor en Suecia a estos muchachos y muchachas de apabullante fulgor. Están más buenos que el arenque en salsa de mostaza.

Bromas aparte, el humor espontáneo no es algo que los distinga. Y la mayoría luce pelo castaño o negro en vez de rubio.

Como resultado de la Unión de Kalmar en 1397, el territorio se hizo uno y trino con el de los vecinos, aunque la torpeza de sucesivos monarcas (Erico el Pomeranio y Cristóbal el Bárbaro) lo echó a perder. Gustavo Vasa lideró una victoriosa rebelión contra Cristian II de Dinamarca, el Nerón del Norte de acuerdo con la propaganda.

Su nieto Gustavo Adolfo fue el terror de los ejércitos católicos en la Guerra de los Treinta Años, llegando a ocupar Munich o Praga, donde rapiñó unos cuadros de Adán y Eva pintados por Durero. Su bisnieta, la famosa reina Cristina, se los regaló de vuelta a Felipe IV de España, y así los apreciamos hoy en el Museo del Prado.

Fair-play en el deporte, honradez, civismo, funcionariado eficiente, mujeres iguales a los hombres en derechos y actividades, nadie cruza las calzadas de Estocolmo con el semáforo en rojo...

La vida es fácil, libre de zozobras, porque su gobierno ha estructurado un Estado magnífico, amorosamente planeado y perfectamente previsor».

Sin embargo, el paraiso proyecta sombras.

Suicidios, embriaguez, gamberrismo generacional (bandas de raggare a quienes los sensibles policías no saben cómo frenar), drogas psicodélicas, pornografía, estadísticas de robos y hurtos en crecimiento…

¿Es el Estado excesivamente paternalista un adocenador de mentes, que no aprenden a enfrentar las dificultades de la vida cuando estas surgen sin remedio y encuentran la espita de desahogo en la violencia contestataria?

¿Se adivinan la introversión, la frialdad, la flema de este pueblo, inquietantes preludios a la neurosis depresiva? ¿A la extrema soledad?

En cuanto al tema amoroso, que se recorre en cada una de sus vertientes sentimentales y físicas, la libertad que les da fama ha de relativizarse: según una encuesta, el 87% de los hombres y el 91% de las mujeres responden que ser fieles dentro del matrimonio resulta indispensable.

En realidad, la decisión de contraerlo no difiere de un cálculo utilitarista. ¿Me convienes? ¿Te convengo? ¿Juntos ganamos tanto? ¿Te gustan también las albóndigas de Ikea? No le demos más vueltas: firmamos. Al menos, hasta que la tinta se seque.

Porque los divorcios son tan rápidos y omnipresentes como los emparejamientos.

Sciara plantea dudas acerca de la excesiva «feminización» del elemento masculino. ¿Cuál será el resultado en nuestra época?

Dejo por comentar otros capítulos de interés (las carreras sobre esquíes, los trenes, las orquídeas, la azarosa biografía de Nobel, ¡el problema de la vivienda!...). En todo caso, como colofón, si el desfase de quinquenios desde que fue editado impide experimentar el mismo choque cultural que un lector ibérico de entonces, no por ello declaro impresiones menos positivas.

Como guía anecdótica, El amor en Suecia me ha entretenido un montón.


jueves, 31 de octubre de 2024

El amor en Suecia (I)

Clave de lectura: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los de (y las de) allá arriba.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✮✩
Música: Suite de los tiempos de Holberg (I.Preludio), de Edvard Grieg ♪♪♪
Portada del libro El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

Resulta poco habitual, pero al dar forma a esta entrada me he dado cuenta de que sale larguísima para los estándares del blog. Como no deseo aburrir —el título de hoy me parece hasta gracioso—, quizá sea mejor dividirla en dos partes. Comencemos, pues:

Allá por el XIX, diligencias en los caminos y vapores de palas en los mares, a un editor alemán se le ocurrió publicar guías de viaje con el reclamo de su apellido. Y tan exitosa idea sigue figurando como entrada en el diccionario de la Real Academia: baedeker.

Las guías baedeker aconsejaban a los curiosos qué visitar, el tiempo a detenerse ante tal o cual monumento, cantinas y hoteles para comer y dormir, e incluían además una descripción de los aborígenes con los que iban a cruzarse al descender del estribo: usos, carácter, historia…

Bajo lentes estereotipadas, claro. El exotismo se imponía con largueza, y hacer hincapié en lo «rarita» que es la peña de rincones diferentes al propio cautivaba los ojos y la imaginación de los turistas pioneros.

Lo menciono porque la obra a comentar me recuerda en bastantes rasgos a una de aquellas estampas costumbristas, adaptada a «raritos» un siglo posteriores, de los años 70 concretamente: los escandinavos.

Se trata de El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

A los lectores surpirenaicos de 1974, más que imaginación cautiva, se les debía de hacer la boca agua. ¿Suecia no es ese lugar lleno de rubias potentes (o guaperas con melenita a lo Björn Borg, dependiendo de los gustos) donde se liga tanto? ¿Donde todo el mundo se enrolla con todo el mundo? Uuuuuuuuh, Perpiñán a lo grande…

La verdad es que Sciara (seudónimo de José Repollés) hace algo de trampa. Si bien dedica al reino de los svear la mitad del volumen, escribe también sobre Dinamarca, Noruega y Finlandia (incluso Laponia), y el análisis de cómo anda el tema de la liberación sexual en su meca y centro comparte espacio con detalles de provecho para jugar al Trivial: geografía, instituciones políticas, nivel de electrificación, balanza comercial, personajes célebres… Un baedeker hasta la médula.

Los cuentos de Andersen ilustran la llegada al puerto de Copenhague igual que la tragedia hamletiana el castillo de Kronborg. Aunque lo trágico no sea el denominador común de «un país encantador». Publican quince veces más libros por habitante que los Estados Unidos y en las escuelas se dan de lado esos generadores de estrés llamados exámenes.

Los daneses disfrutan de la playa, donde las jóvenes se cambian el bikini mojado como si tal cosa, sin miradas libidinosas alrededor.

Las bicicletas circulan por doquier y por quince coronas sirven caldo, filete de lenguado a la Walewska, pollo asado en olla con compota de ruibarbo y ensalada de pepino, medallón de queso con apio blanco y rabanitos y, de postre, helado mantecoso con fresones.

La idiosincrasia noruega hunde sus raíces en eddas y sagas. Odín y las valquirias contemplan su montañoso relieve y profundos fiordos desde las quinientas cuarenta puertas del valhalla (como curiosidad, la palabra española fiordo deriva en línea recta de fjord).

El historiador romano Tácito señala que la tribu de los sitones estaba gobernada por una mujer. Luego se desarrolla la cultura normanda, se funda Oslo, se destila snaps, se asiste a las obras teatrales de Ibsen y Holberg, se desayuna con las aventuras de Amundsen…

No olvidemos, por supuesto, el vínculo entre las familias de Håkon IV y Alfonso X el Sabio: la princesa Kristina, hija del primero, casó con el infante Felipe de Castilla en 1258, aunque la palmó pronto, en 1262, agobiada por el solecito de Sevilla.

En Finlandia, al gusto por los sones musicales de Sibelius se le une el sisu, un concepto que adorna a cada uno de sus habitantes. En la lengua local significa «integridad, resistencia, decisión, valor, independencia, hondo sentido de la naturaleza y del arte».

Árboles, árboles, árboles… Lagos, lagos, lagos… Mosquitos, mosquitos, mosquitos…

No existen distinciones sociales ni barreras de clase que saltar en la cuesta que lleva al éxito. Gran parte de los estadistas finlandeses proceden de familias pobres y laboriosas.

Si te pillan conduciendo con una copa de más, seas albañil o ministro, se te caen los calzoncillos largos. No te libra de la cárcel (o tres meses picando piedra para construir aeropuertos) ni saber recitar de memoria el Kalevala.

En otros países se invita al extranjero a un aperitivo o una comida en familia. Aquí, la primera pregunta es si te apetece compartir una sauna, y rehusar no es la opción educada. Aunque por desgracia ya no sean tan habituales como antes las cabinas mixtas.

Los lapones constituyen un enigma desde el momento en que eligen como hábitat la tundra boreal, en compañía de sus queridos renos.

No han desaparecido entre ellos los brujos y chamanes, que baten panderos en pos del trance (para acompañar la entrada tengo tantas posibilidades de recomendación musical, que la cabeza me retumba en similar medida).

En el Festival del Sol de Medianoche peregrinan a Krysoten, el monasterio más septentrional del orbe. Se arrodillan ante antiquísimos iconos de plata y despluman divertidos a los alemanes y estadounidenses que acuden a comprar sus puñales con mango de hueso.

Toman el café depositando antes azúcar en la lengua. ¿Se extinguirán por culpa de los adelantos modernos?

(Continuará).


lunes, 30 de septiembre de 2024

La escritura contra el tiempo

Clave de lectura: Leer es la clave para escribir.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Moby Dick (There She Blows), de Philip Sainton ♪♪♪
Portada del libro La escritura contra el tiempo, de Miguel Munárriz.

Tras cerrar el libro, lo primero que me viene a la cabeza es una pregunta indiscreta sobre su autor: pero este hombre, ¿cuándo vive?

Quiero decir que cuándo lleva a cabo acciones que para los demás mortales revisten cierta importancia, como beber, comer o dormir. O la más placentera a veces: no hacer nada. Dejar que el tiempo pase.

Porque, a tenor del despliegue de conocimientos en La escritura contra el tiempo, Miguel Munárriz ocupa veinticinco horas al día leyendo. En casa, en el trabajo, en la piscina o en el café. Hasta con ojos estereoscópicos. O eso, o no me lo explico.

No creo exagerar, aunque plasme mi verdosa envidia en tono de broma, ya que en su caso la lectura sobrepasa el ámbito puramente lúdico para convertirse en parte de la profesión. Parece enarbolar una bandera: si quieres convertirte en escritor, antes lee.

Ayer fue miércoles toda la mañana: este verso del poeta Ángel González ocupa también el encabezado. Le sirve a Munárriz para reunir diversos artículos donde comparte impresiones sobre un mundo poco menos que fascinante, el de la creación y los creadores de historias.

Historias que a veces se nos meten tan adentro que casi formamos parte de ellas —y ellas de nosotros—, en las que un personaje, una simple frase, cualquier detalle que se asemeje tan común como inhalar y expeler el aire es en realidad aquello que nos sustenta.

Conviene, aviso, disponer de papel y bolígrafo para ir apuntando todas las referencias que aún no conozcáis y el ardor por hacerlo os devore. A mí, sin ir más lejos, la tinta del bic me ha bajado bastante.

Ardor porque presenta nombres y obras de forma natural, fluida, como el que habla sobre los amigos (¡y en varios casos es así!), pero también apasionada.

Sobre un pequeño escenario, con un micrófono que se alimentaba de la corriente de un bar cercano, un cartel anunciaba la presencia de Manuel Rivas como maestro de ceremonias y de unos músicos callejeros dispuestos a compartir con el público una muestra de su saber hacer…, y al anochecer del 28 de septiembre de 2000 comenzamos la fiesta. Surgió la palabra y la música y en un momento la plaza se llenó de poesía.

Goethe, Gil de Biedma, Poe, Arreola, Maupassant, Stevenson, Chéjov, Kafka, Kipling, Hemingway, Borges, Monterroso, Carver, Onetti, Salinger, Capote, Parker, Cortázar, Rulfo, Lispector, Quiroga…

Kavafis, Coetzee, Buzatti, Zapico, Del Paso, Vázquez Montalbán, Moix, Gimferrer, Mayle, Hornby, Durrell (el hermano más joven), Simmons, Marco Aurelio, Valle-Inclán, Berger, Ángel Gutiérrez…

Szymborska, Zweig, Pamuk, Atxaga, Moyano, Guimaraes Rosa, Melville, Salinas, Galsworthy, Bioy Casares, Blyton, Cardenal, Brainard, Saroyan, el maravilloso Ángel González, por supuesto, Cueto…

E hila un relato orgánico en el que todos se relacionan con todos y todo tiene que ver con todo. Nos abre los ojos a puentes que jamás se nos habrían ocurrido.

En suma, haceos con un ejemplar. Ya veréis qué compendio de alegrías.

P. D.: También podéis largar las velas hacia su nuevo título, Empeñados en ser felices, que, según tengo entendido, ahonda en los mismos mares. Yo ya estoy tardando.


lunes, 19 de agosto de 2024

La mujer pintada

Clave de lectura: La mujer, protagonista en la sombra de todos los ámbitos del arte.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: The Lady of Shalott, de Loreena McKennitt ♪♪♪
Portada del libro La mujer pintada, de Teresa Arijón.

La poeta, ensayista y traductora Teresa Arijón también ha sido modelo.

En La mujer pintada nos ofrece al menos dos contenidos: una memoria autobiográfica y una ventana al significado de lo femenino como sujeto —que no «objeto», enseguida podrá apreciarse la distinción, por encima de la semántica— de la historia del arte.

En cuanto a su propia trayectoria como musa, Teresa narra el inicio como estudiante de teatro y vendedora de libros a domicilio en Buenos Aires hasta que cierta amiga le sugiere una manera distinta de ganarse unos pesos.

Subida a una mesa, desnuda, inmóvil, los brazos cruzados tras la espalda, un hombre con barba y anteojos, otro menudo y una señora hacen deslizar por primera vez sus carbonillas.

La mirada se siente como tacto: te roza, te sacude, te pellizca.

Más tarde aparece Juan, Juan Lascano, que compartirá con ella el mayor tiempo dentro de un estudio: cada semana durante veinte años.

Hay creación. Incluso poesía en las sesiones con quienes la contratan. Plasmar el cristal es fácil, le enseñan, lo difícil es la carne. Pero también, alguna vez…

Miedo. Asco. Amenaza de que su cuerpo se convierta, precisamente, en «objeto», y la mirada en violencia por poseerlo.

En otras ocasiones no entiende el énfasis en una pose determinada, en un retrato. ¿Quién va a interesarse por comprarlo, por tener su figura o su rostro sobre una pared, admirando algo que ella no advierte en sí misma?

¿A qué llamamos belleza?, se pregunta.

Yo nunca me había pensado hermosa y ese hombre me colocaba, de manera tácita, en la situación de representar a una mujer bella.

Nos trasladamos ahora a la otra cara, un recorrido por siglos de pintura, escultura y, más recientemente, fotografía.

El mundo de las modelos, cuyos rasgos llenan los museos y galerías, no ha sido jamás el de las escenas enmarcadas. Por el contrario, la realidad ha carecido a menudo de virtud. De respeto.

El mundo de aquellas que han sostenido los pinceles, pese al talento que pudieran atesorar, recién empieza a mostrar su luz.

Algunas figuras que aquí aparecen:

Henrietta Moraes, la reina del Soho, dibujada por Lucien Freud, Francis Bacon y Maggi Hambling hasta dos días antes de fallecer.

Clara Peeters, que «se autorretrata a escala mínima en los bodegones que pinta», la primera mujer con exposición individual en El Prado.

Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Margherita Luti, la Fornarina, relacionada con Rafael. Sophie de Bouteiller.

Sofonisba Anguissola en la corte de Felipe II. Victorine Meurent y Manet. Carmen Gaudin y Toulouse-Lautrec. Sarah Brown. Suzanne Valadon, que da nombre a un asteroide.

Alice Prin —Kiki de Montparnasse, una placa en el parisino Hôtel Istria nos recuerda que en sus habitaciones se alojaron Man Ray, Satie, Aragon, Maiakovski, Rilke… y ella—. Apollonie Sabatier, admirada por Flaubert, a quien Baudelaire dedicó versos, esculpida en el instante del placer, la petite morte, por Clésinger.

Simonetta Cataneo, convertida por Botticelli de memoria en Venus, Atenea o La Primavera. Gala, amada por Dalí «más que el dinero». Lizzie Siddal, a quien evocamos como Ophelia en el famoso lienzo de John Everett Millais, pintado mientras ella flotaba en una bañera de agua fría. Emma Hamilton, de vida extraordinaria, ninguneada tras la muerte del gran héroe Nelson…

En fin, me detengo porque la entrada ya se alarga y no deseo aburriros. Pero a los que queráis descubrir a un conjunto distinto de personas, ya no personajes, glorias y tragedias que con gran probabilidad no os explicaron en la asignatura del colegio…

Leed este título. Os gustará.


jueves, 4 de julio de 2024

El enemigo conoce el sistema

Clave de lectura: «Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención».
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Industrial Revolution (Overture), de Jean-Michel Jarre ♪♪♪
Portada del libro El enemigo conoce el sistema, de Marta Peirano.

El enemigo conoce el sistema es un libro que, sin pretender descubrir la rueda, nos explica un poco mejor sus características, usos... y peligros.

La rueda sobre la que habla Marta Peirano resulta, como mínimo, igual de determinante que aquella milenaria invención, aunque bastante más compleja de entender.

El «sistema» incluye todo aquello que utiliza internet como base o entorno de funcionamiento. ¿Qué hay fuera de la red hoy en día?

Y el «enemigo» es… Ahí empezamos a meternos en harina.

De acuerdo con la autora, el «poder», en un sentido amplio del término, nos tiene agarrados a través de imposiciones suaves. Nos manipula mentalmente.

Cualquier interacción digital puede recogerse, grabarse, convertirse en dato e interpretarse para componer un retrato de nuestro interior más ajustado que si nos hubiera llevado al lienzo Velázquez.

Móviles, redes sociales, búsquedas, lecturas, escrituras, compras… La lista no tendría fin. Nuestras motivaciones y decisiones, conscientes y subconscientes, una vez clasificadas, abren las puertas a cualquiera que sepa tocar el botón adecuado.

¿Os creéis que los vídeos que miráis como zombis son fruto de la casualidad? ¿Que los anuncios se lanzan al aire a ver dónde caen? ¿Que vuestros metadatos o vuestra localización no son interesantes para nadie? ¿Que cuando un político os sugiere temer a tal o cual cosa lo hace por afinidad empática?

¿Que la noticia que tanto os indigna no ha pasado por laboratorios antes de que ojos u oídos accedan a ella? ¿Que lo que consideráis «bueno» o «malo» se os ha ocurrido a vosotros solos?

Aquí hay dos sesgos cognitivos tipificados como «sesgo de confirmación» y «efecto del falso consenso». El primero es la tendencia que tenemos todos a favorecer la información que confirma lo que ya creemos y despreciar la que nos contradice, independientemente de la evidencia presentada. El segundo es que tendemos a sobreestimar la popularidad de nuestro punto de vista, porque nuestras opiniones, creencias, favoritismos, valores y hábitos nos parecen de puro sentido común.

A través de la historia de experimentos conductuales y de cómo trabaja la tecnología por dentro —muy buenas las secciones dedicadas a describir internet y la «nube» en términos físicos, de organización y de procesos— Peirano pone sobre la mesa muchas cosas. Incluso hasta hacernos dudar de nosotros mismos, de la realidad autopercibida.

Algoritmos, big data, inteligencia artificial, adicción a las pantallas, engagement… Amén.


lunes, 1 de julio de 2024

Ahora que lo pienso

Clave de lectura: Reflexiones de un profesor de filosofía.
Valoración: Razonablemente bueno ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy ♪♪♪
Portada del libro Ahora que lo pienso, de Juan Muñoz.

¿Quién es Juan Muñoz?

¿Cuáles son los méritos biográficos que podrían aconsejarnos leer sus libros? En concreto, el comentado hoy aquí: Ahora que lo pienso.

¿Un profesor jubilado que daba clases de filosofía en un instituto de bachillerato? ¿Así de «simple»?

A mí me parece suficiente.

La temática también puede ser descrita con sencillez: Muñoz escribe sobre cosas que le vienen a la cabeza. Ciento setenta artículos —muy «blogueros» en estilo, por cierto— acerca del mundo que nos rodea, nos abraza o nos deja estupefactos. Con especial énfasis en esta última sensación.

En el bloque titulado Con mucho susto aparece la pandemia que tanto nos azotó sin servirnos para aprender nada.

Ciencia y anticiencia. Desconfianza en las personas. Que papá Estado nos ordene en cualquier aspecto ante la imposibilidad de entendernos amistosamente.

O la otra cara de la moneda, el anarco-capitalismo, con un Estado limitado a la gendarmería donde casi todo se organiza por la única regla del más «listo». Y voraz.

En Algunos seres vivos nos habla sobre el tomate, el eucalipto, el petirrojo, el gato, la vaca, el pulpo…

En Cosas de la vida hace un recorrido desde los dentistas hasta los amigos de bar. Desde la pedantería hasta el maniqueísmo. Desde Fauré hasta Debussy.

Cosas de la muerte trae a la memoria a las personas —el padre, el abuelo a cuyo entierro nadie pudo acudir—, pero también a los objetos. Y a uno mismo.

Filosofía mundana: Tales, Aristóteles, Gracián, Hume, Kant, Arendt, Camus, Russell… Frases o notas que dejaron se transforman en asideros.

Personas y personajes son los antiguos maestros: el de física, el de matemáticas, el de historia, la de dibujo. Y, de su mano, Montaigne, Rousseau, Ortega, Newton, Zweig…

Ética y política se ocupa, por ejemplo, del muro berlinés entre gobernantes y gobernados, la búsqueda de poder, los sistemas electorales, el populismo, la democracia, el platónico mito de Giges…

¿Quién promulga la justicia y con qué fines? ¿Actuamos como lo hacemos porque tenemos unos principios morales insobornables o por salir fortalecidos en el juicio que los demás puedan hacer sobre nosotros?

Y, como postre, De todo un poco. Entre Ribadesella y Gijón, con parada en varios miradores durante el camino.

Si el resultado no es ninguna genialidad —porque no lo es—, que dicha valoración tampoco nos confunda: alcanzar la riqueza interior que denotan sus líneas debería ser parte importante de nuestro pacto con el tiempo, antes de que nos volatilice.

Como decía al principio, para mí más que suficiente.


lunes, 20 de mayo de 2024

Gabinete de curiosidades

Clave de lectura: Artículos periodísticos inéditos de un autor imprescindible.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Die Dreigroschenoper (Mackie Messer), de Kurt Weill ♪♪♪
Portada del libro Gabinete de curiosidades, de Joseph Roth.

¿Lo he dicho ya? ¿Lo he dicho?

Sí, puede ser, pero aun así lo repito: me apasiona Joseph Roth.

Somos afortunados de que su obra se haya reeditado con tanto interés. La generación de escritores centroeuropeos que describieron el auge y hundimiento de un mundo, y la llegada de quienes deseaban convertir los restos en un infierno, no podía desaparecer entre aquellas cenizas.

Zweig, Hesse, Mann, Remarque, Milosz… Todos con voz propia. Y, junto a ellas, esta otra inconfundible.

Entre las reediciones que mencionaba hace un momento, la más próxima a la fecha debe de ser Gabinete de curiosidades, un conjunto de textos periodísticos seleccionados y traducidos por Berta Vías Mahou (cuánto me gustó su labor en los poemas de Gertrud Kolmar, por cierto).

No busquemos aquí al novelista o al autor de relatos cortos, aunque comparta inventiva y sentido del ritmo con dichos géneros. Se trata de una visión del «día a día» durante los años 20 y 30 del pasado siglo, ofrecida a los lectores del Frankfurter Zeitung, el Münchner Neueste Nachrichten, el Vorwärts

Ácida, tierna, inmisericorde, bondadosa, desesperada, plena de humor.

La visión de un hombre que es a la vez acusado, juez, público, verdugo, y no juzga ni se deja juzgar, no acusa ni tiene asomo de indiferencia, no utiliza la soga porque sus palabras, por sí solas, ponen a cada uno en su sitio.

¿De qué nos habla? De cabarés y espectáculos de variedades, y las figuras deformes, estrafalarias, impuras, que los frecuentan tanto en el escenario como en la sala de butacas. De las casas con exquisita reputación —¡un von en el apellido!— donde puede acudir una mujer en apuros.

De las calles, los parques, los cafés de ciudades que tuvieron orgullo imperial y ahora «acogen» a mutilados en el frente, masas sin empleo, hombres de negocios bajo lustrosos sombreros, faquires, bailarinas «del desnudo»…

Muchos adultos no logran salir de la pubertad. Son lectores de obscenidades y mirones de cabinas de baño. Su necesidad se agota por completo en la búsqueda eterna de grietas en las paredes y ojos de cerradura. Todos los locales dedicados a la diversión satisfacen alegremente esa necesidad.

Y él está ahí, no «ante ellos», observando, sino «entre ellos», participante activo en la gran tragicomedia.

Solo me queda expresar un reconocimiento adicional a las notas de traducción a pie de página, por sí mismas excelentes instantáneas sociales y culturales, que aclaran el contexto en el que Roth sacaba del bolsillo la pluma y comenzaba sus artículos desde cualquier elegante sala, cualquier habitación de hotel o cualquier taberna a donde le hubiera llevado el viento.

Der heilige Trinker. El santo bebedor…


lunes, 22 de abril de 2024

Costras

Clave de lectura: Razones por las que «aquella guerra» continúa ensombreciéndonos.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Lachrymae Antiquae, de John Dowland ♪♪♪
Portada del libro Costras, de Katarzyna Kobylarczyk.

Seguimos maniatados en muchos aspectos por la Guerra Civil, no tenemos remedio.

¿Somos los españoles una «raza» única entre todas las naciones que a lo largo de su historia han sufrido un conflicto parecido? ¿O es que ninguno se le puede comparar?

¿Viviremos siempre roídos por la desconfianza, cuando no el odio entre los hunos y los hotros? ¿La vindicación de las personas asesinadas debe hacerse sin excusas o depende de quiénes fueran los asesinos?

Costras, de Katarzyna Kobylarczyk, fue galardonado con el Premio Ryszard Kapuściński de reportaje literario. Su temática está muy clara: España hurga en sus heridas.

La autora hace un recorrido histórico y geográfico, pero sobre todo humano, a través de pensamientos y actitudes, para averiguar las causas de que los años 1936 a 1975 no cicatricen. Entrevista, escucha, acompaña, ve.

Desde el Valle de los Caídos (hoy Cuelgamuros) hasta las tumbas sin marcar aunque su localización se hubiera susurrado siempre por los ancianos. Por la cultura del «y vosotros más» con que se arrojan reproches en un intento de arrastrar emociones a las trincheras.

[…] a veces, unos días después de la exhumación, la gente llamaba para retractarse de todo lo que había dicho. Pedía que borraran la grabación. Que tacharan sus datos. A veces lo hacían porque les habían llamado sus hijos desde Madrid y les habían prohibido meterse en esos asuntos. «¿De qué te sirve eso, papá? Para qué hurgar en las viejas heridas? Aún te lo van a echar en cara».

No oculta su mensaje de aliento a quienes continúan buscando a las víctimas, ¿por qué habría de hacerlo? Pero tampoco se deja dominar por el partidismo de motivaciones espurias. Quiere entender. Quiere transmitirnos el origen del miedo a la paz.

Porque el miedo genera ira. La ira ciega la razón.

Y sin razón jamás puede haber justicia.


lunes, 5 de febrero de 2024

Un cadáver en el Congreso

Clave de lectura: Historia de Podemos desde dentro.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Fábula de los tres hermanos, de Silvio Rodríguez ♪♪♪
Portada del libro Un cadáver en el Congreso, de Sergio Pascual Peña.

Los demás asistentes a la promoción del libro parecen encantados de conocerse. Conocerse a sí mismos, quiero decir. Después de la charla del autor, sus intervenciones tienen un tono monocorde: qué guapos somos, qué buenos, qué justos, lo que hemos luchado, el que no esté con nosotros es un fascista...

Caricaturizo la escena, pero lo cierto es que, discretamente sentado en la última fila, empiezo a encontrarme fuera de sitio. Desafecto. Carne en potencia de gulag.

Impresión acentuada cuando se me ocurre levantar la mano y observar que la lucha por el poder parece corromper a quienes ansían por encima de todo conservarlo.

Corono la impertinencia con una pregunta retórica: «¿No podría aplicarse el dicho de que la utopía de unos es el infierno de otros?».

El autor, que no da signos de haberme hecho mucho caso (tampoco le culpo), deja pasar unos segundos en silencio para que me arrepienta y zanja la duda con una condescendiente finta dialéctica: «No estoy de acuerdo con tus premisas. Conozco a gente que no se ha corrompido». Fin del tema.

Luego me dedica mi ejemplar ya que, a pesar de la quemazón, me apetece leerlo y no dejarme llevar por los prejuicios: «Ojalá la historia nos convenza a todos de que las utopías son posibles».

Y, mira por dónde, acabamos volviendo al primer párrafo de la entrada: sí que es una sorpresa.

Un cadáver en el Congreso resulta un libro interesantísimo para visualizar mejor la película de los últimos quinquenios políticos en las Españas.

No sé si Sergio Pascual Peña se mostraría de acuerdo, pero concluyo de sus palabras que… ¡yo tenía perfectas razones para manifestarme inquieto!

O el poder corrompe tras haber probado sus mieles o quienes lo adoran como última meta, carcomidos por intereses personales, llevan en sí la semilla de pequeños tiranos y solo es preciso un empujoncito que los haga quedar en evidencia.

Para concretar, lo que tenemos en estas páginas es una crónica de primera mano sobre Podemos, el movimiento que tanta influencia llegó a acumular antes de volatilizarse —pasó al estado gaseoso, que no desapareció, al menos en cuanto a siglas—.

De primera mano porque la cuenta alguien que tomó parte activa en su diseño, despegue electoral y, como «vil reptil trotskista» —lo siento, no puedo resistirme a utilizar una terminología de tan profundo calado en el siglo XX—, fue expulsado del paraíso —moquetas y despachos del Congreso— por el amado líder.

Un camarada más en la larga fila de víctimas de cócteles molotov entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón y sus respectivas guardias.

Debían de ser las siete de la tarde cuando una compañera con altísimas responsabilidades territoriales en el partido me escribió acongojada: «¿Te han cesado?». El pulso se me aceleró. Por un instante pensé que podía ser una más de las filtraciones interesadas, o quizá un bulo de Okdiario. Pero algo dentro de mí me decía que a esa pregunta le sobraban los signos de interrogación.

Del sí se puede al no se quiere. Sueños de regeneración asamblearia transformados en pesadilla fratricida, con numerosos nombres y apellidos por medio. Quítate tú, que ahora me toca a mí. ¿Eran los que venían a salvarnos? ¿De verdad?

Aunque, lo más curioso, ¡Pascual sigue defendiendo la validez del proyecto! ¡Le ofrece su adhesión inquebrantable! ¡Después de ver lo que ha visto!

Me recuerda a aquella novela de Arthur Koestler en la que el protagonista consideraba que el partido había de tener razón en acusarle de traidor porque el partido ha de tener razón por naturaleza…

Bueno, pues me alegro de haberlo leído y lo recomiendo. Las enseñanzas que cada uno obtenga de él, eso ya… Que se entienda lo que se quiera entender.


viernes, 20 de octubre de 2023

Deslices y Polvo de estrellas

Clave de lectura: Poesía de la vida, lazos irrompibles tras la muerte.
Valoración: Inspirador ✮✮✮✮✩
Música: Usa mis llaves, de Jorge Colsa y Gema Bravo ♪♪♪
Portada de los libros Deslices y Polvo de estrellas, de Gema Bravo.

Termina el concierto de Jorge Colsa y Gema Bravo y me aproximo al escenario para que ella me dedique su libro. En realidad, sus libros. Porque, al igual que un dúo musical, son dos las propuestas que caben en este volumen: Deslices y Polvo de Estrellas.

Deslices es un caleidoscopio de versos que describe el mundo de Gema «sin etiquetas», como titula uno de los poemas. En busca de todo lo que cada día nos trae y nos retira.

A veces son cosas grandes, otras diminutas y las dejamos atrás con equivocada dejadez. A veces las respuestas a las incógnitas parecen estar claras, pero solo es eso, apariencia, y hay que continuar un poco más allá. La búsqueda no debe abandonarse mientras quede un latido.

Recuerdos de viajes, de las personas con quienes se ha encontrado, del compañero con quien crea canciones, sueños o amaneceres, el tiempo, el deseo, el optimismo, las lágrimas, el significado de ser mujer…

A continuación —o antes, en el orden de lectura que se prefiera—, en Polvo de estrellas nos comparte un mensaje muy personal a alguien que ya no camina con pasos audibles, cogiéndola de la mano, pero que en modo alguno se encuentra lejos.

La muerte de una madre es un tabú, no estamos —¿no queremos estar?— preparados para ello.

Los sentimientos que experimenta la autora antes, durante y tras la partida de Güelita emocionan porque quizá nos gustaría expresarlos a nosotros mismos cuando aún estamos a tiempo, y no llegamos a hacerlo.

Es curioso que sintiéndome desnuda de fe, la perdí en el camino, te siento conmigo más fuerte que el viento. Leo ese anuario con tus pies de notas y siento tu voz. Palabras de ánimo que aparecen prediciendo tu consuelo sobre el día que ha pasado. No, no estoy loca. Sorprendida quizá por algún consejo tuyo anotado a los pies. Me embarga tu presencia. Creo en tu energía, tu valor.

Mada, esa madre, la dio a luz y le dio luz. Al final, la enfermedad debilitó su cuerpo, pero no su sentido de cómo vivir. Y Gema, al igual que hace con sus propios hijos, nos cuenta aquí esa historia. Lo que pensaba, lo que decía, lo que creía… Lo que significaba.

Leo la dedicatoria: «Por los rincones donde encontrarnos entre utopías y razones».


sábado, 7 de enero de 2023

Las cosas que me gustan

Clave de lectura: Un viaje vital hacia personas, lugares y mapas.
Valoración: Maravilloso ✮✮✮✮✮
Música: El séptimo viaje de Simbad, de Bernard Herrmann ♪♪♪
Portada del libro Las cosas que me gustan, de Xuan Bello.

Las cosas que me gustan son pura poesía, aunque Xuan Bello las haya escrito en prosa.

Sus palabras son un susurro de la memoria. De personas, lugares y mapas.

La memoria de Gettysburg, Nueva York, Lisboa, Coimbra, Madrid, la frontera franco-suiza.

De Terracina, junto a la cueva donde Ulises se encontró con los ojos verdes de Circe.

De Tánger, donde Abraham —¿o era Jacob?— Astorga, cuya familia tanto hace que hubo de dejar las rondas de León, le enseñó la diferencia entre una menorá y una hanuká.

De Cadavedo, donde el conquistador Saladino se entretuvo jugando al ajedrez, sin seguir navegando con su flota hasta la capital de Ricardo Corazón de León.

El Rico lo llevó invitado a su torre y allí, sacrificando peones y alfiles, protegiendo reyes con la audacia de las reinas, deliberaron largas tardes sobre el futuro de Londres. Si el Rico vencía, Saladino volvería a la morería; si era Saladino el que ganaba, Londres se convertiría en ceniza en pocas semanas.

De los noctámbulos que se reunen en cierta librería de Kairuán desde el tres de mayo de 1578, para contar un relato tras otro, como en Las mil y una noches.

De Baltimore, que en la pronunciación local se llama Bálamor.

De las costas de Japón, adonde llegó Diego Valdés de Lubarca, el primer asturiano en aquellas latitudes, tras naufragar la nao que capitaneaba.

De Buenos Aires, La Habana, Oviedo… Y de Paniceiros, cómo no.

En compañía de Baudelaire, Poe, Machado, Cicerón, Sábato, Petrarca, Andrade, Celan…

La cosas que le gustan a Xuan Bello son las cosas que me gustan a mí también.


martes, 6 de diciembre de 2022

Tip y Coll orgía

Clave de lectura: Humor inteligente con bombín y chistera.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Vídeo: Cómo llenar un vaso de agua ♪♪♪
Portada del libro Tip y Coll orgía, de Luis Sánchez Polack y José Luis Coll.

Hoy, día de mi fiesta nacional favorita, con toda la solemnidad que reclama la ocasión, vengo a decir en voz tonante que…

Que Tip y Coll eran grandes. Luis Sánchez Polack y José Luis Coll.

Y si acaso alguien osara discutirlo, traigo pruebas palpables a esta tribuna. Palpables y catables: toda una Tip y Coll orgía.

El humor es un rasgo con tantas variaciones y peculiaridades culturales, que su definición resulta muy complicada. Incluso contradictoria.

¿Por qué se desternilla un japonés de algo que a un español le produce apenas perplejidad? ¿Exige el humor inglés haber estudiado en Eton para entenderlo?

¿Ha oido alguien hablar de los chistes en alemán? ¿Podría robarnos la carcajada un italiano si le atáramos las manos a la espalda?

Pero, en vez de empeñarnos en buscar las diferencias, en «racionalizar» la causa aparente de la hilaridad, ampliemos un poco el sentido de la pregunta.

Planteémonos su origen último. La misma necesidad que, a lo largo y ancho de nuestro mundo, aquí y en las quimbambas, todos manifestamos: reír. ¿No será un rasgo de unión, de felicidad, de profundísimo sentido de lo humano?

Me da la sensación de que Tip y Coll así lo entendieron.

El suyo es un humor basado en la palabra. En el doble sentido, el equívoco, el matiz, el absurdo inteligente.

Lenocinio era un muchacho joven, ya maduro, casi un anciano, inculto y de costumbres bastante licenciosas. Estaba licenciado en Derecho, en Filosofía y Letras de Cambio y se dedicaba a la cría de pobres. Lo malo de Lenocinio es que era un santo. Pero no hacía milagros, como no fuera en defensa propia.

Si de algo adolece este libro es quizá que debemos leerlo, valga la paradoja. Si pudiéramos escucharlo, y más con las voces y gestos de sus autores, saldría ganando.

A lo largo de sus escenas y diálogos se desarrollan temas que, no por tratarse con óptica cómica, pierden su relevancia social: política, antimilitarismo, burocracia, arte, literatura, biología, especulación filosófica…

Ojalá nos riéramos más de nosotros mismos.

P. D.: ¡Eh, que se me olvidaba! ¿Qué se dice en este blog un 6 de diciembre?

¡Viva la Constitución Española!


martes, 31 de diciembre de 2019

Los papalagi

Clave de lectura: Descripción por el jefe samoano Tuiavii del mundo de los papalagi blancos.
Valoración: A ver si aprendemos de una vez… ✮✮✮✮✩
Música: Sanibel, de Scott Cossu & Eugene Friesen ♪♪♪
Portada del libro Los papalagi, de Erich Scheurmann.

Como colofón del año tenemos hoy un librito, simpático en la forma, pero con carga de profundidad: Los papalagi. Discursos del jefe Tuiavii reunidos por Erich Scheurmann.

Los papalagi somos los «blancos extranjeros», aunque literalmente el término significa «quebrantador de los cielos».

A principios del siglo XX, en el auge del colonialismo, Samoa era territorio ambicionado por varias potencias occidentales. Así que enviaron a sus representantes para «civilizar» a los nativos.

Llevaron consigo grandes prodigios: barcos que dejaban atrás a las más veloces canoas, luz en medio de la noche, máquinas de todo tipo, el metal redondo, los muchos papeles, los palos que lanzan fuego…

Fue entonces cuando el jefe Tuiavii de Tiavea hizo a su vez un viaje a Europa, con ánimo de contar lo que aquí aprendiera a su pueblo.

Confiesa en sus notas que no siempre fue capaz de comprender nuestras costumbres. Para empezar, ¿por qué tenemos tantos tipos de taparrabos y esteras? ¿Por qué el ansia de cubrir los cuerpos? ¿Qué significa eso del «pecado»?

Llamaron también su atención las inmensas canastas de piedra que forman las ciudades, separadas unas de otras por grietas, bajo cielos de humo y cenizas. Y el hecho de que sus habitantes a menudo no conozcan ni el nombre de los vecinos.

Ah, los ojos de los papalagi delatan su gran amor: el dinero. En Siaminis lo llaman marco. En Fafali, franco. En Peletania, chelín, y en Italia, lira. Pero en todas partes es lo fundamental. Quizá solo el aire para respirar está —de momento— libre de su carga.

Y así, en la tierra de los blancos es imposible estar sin dinero, ni siquiera por un momento, entre el amanecer y el ocaso, ¡sin nada de dinero! No podrías satisfacer tu hambre, tu sed, serías incapaz de encontrar una estera para la noche. Te encerrarían en la más sombría pfui-pfui y difamarían tu nombre en muchos papeles, porque no tienes dinero.

Los papalagi no cejan en su empeño de inventar objetos sin especial propósito ni belleza. Y las multitudes se vuelven locas por obtenerlos. Los ponen frente a ellos, los adoran y les cantan elogios.

Algo complicado de explicar es la falta de tiempo. Los papalagi dividen el día en horas, minutos y segundos, marcados por una especie de dedos que se mueven sobre una esfera. Perderlo les causa una angustia insoportable.

Las razones por las que unos papalagi son ricos y otros pobres, las profesiones, los locales de pseudovida, la enfermedad del pensamiento profundo o la oscuridad a la que quieren arrastrar a los samoanos, con la excusa de enseñarles las escrituras de su dios, son otros de los temas que se tratan en estos discursos.

Simplicísimos en su estructura y en sus palabras, casi infantiles. Y, sin embargo, en más de una ocasión he sacudido la cabeza a lo largo de su lectura, reconociendo el saber que en ellos se contiene.

Los papalagi no hemos cambiado. Seguimos aferrados a «necesidades» cuya obtención nos causa infelicidad y separación de la naturaleza.

Nada más. Con mis mejores deseos para el año nuevo…

Paz. Armonía. Lucidez.


miércoles, 10 de julio de 2019

Tres periodistas en la revolución de Asturias

Clave de lectura: Los hechos de la revolución en Asturias de primera mano.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Danzas sinfónicas (II.Declamatoria), de Julián Orbón ♪♪♪
Portada del libro Tres periodistas en la revolución de Asturias.

A lo mejor a nosotros el año 1934 nos parece lejanísimo. Pero, a quienes lo vivieron, la imagen de un acorazado bombardeando Gijón, o el casco urbano de Oviedo destruido por los mineros, debió de resultarles algo impactante.

La narración de Tres periodistas en la revolución de Asturias corre a cargo de Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla, cada uno con un estilo, en unas circunstancias y con un punto de vista propio.

Díaz elige el «reportaje novelado». Básicamente, consiste en utilizar técnicas de relato «basado en hechos reales».

En él expresa su simpatía por personajes comprometidos con el intento de golpe revolucionario, que pese a no contar con apoyos, continúan la lucha hasta el final.

Pla, por su parte, a través de crónicas publicadas en La Veu de Catalunya, contextualiza los hechos dentro de la política de la República. Intenta aclarar los antecedentes que movieron a los protagonistas.

Después de una investigación pormenorizada, puedo decir que el movimiento de Asturias es un movimiento inicialmente socialista, desbordado primero por la Juventud Socialista del mismo partido, La huelga comenzó el día 5 y fue, en toda Asturias, pacífica y generalmente fría. La huelga empezó a adquirir un aspecto francamente revolucionario el día 6, a las once de la noche, es decir, cuando se comenzó a saber en estas tierras lo que decían en Barcelona los representantes de la Generalitat. Desde la once de la noche del día 6, este país entró en una situación espasmódica.

Chaves, en fin, es un reportero «al pie de la noticia». Se mueve por la zona aún humeante, buscando testimonios de primera mano que le permitan exponer lo ocurrido en las páginas del diario Ahora: qué, quién, cómo, por qué…

Lectura muy instructiva para el conocimiento de nuestra historia.


miércoles, 8 de mayo de 2019

La historia del heavy metal

Clave de lectura: El heavy no es tan heavy (a veces sí).
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: Enter Sandman, de Metallica ♪♪♪
Portada del libro La historia del heavy metal, de Andrew O'Neill.

Cuántas variantes hay que aprenderse. Si tuviera que pasar un examen…

Protoheavy, black metal, thrash metal, death metal, brutal death metal, death metal técnico, death metal melódico, death metal sueco, blackened death metal, dead-thrash, doom, crossover, power metal, grindcore

Un momento, que me acuerde: ¿el grindcore era…? ¿Qué era?

Este libro sirve para aclararlo: La historia del heavy metal, de Andrew O’Neill.

Diría que sobre todo se dirige a «paracaidistas» como yo, con ideas algo generales sobre el género, basadas en unos cuantos grupos famosos, pero que deseamos ampliar nuestra cultura mientras practicamos el headbanging.

El término apareció por primera vez en la literatura en 1962. Lo usó William Burroughs en su novela La máquina blanda, en la que aparece un personaje conocido como «Uranian Willy, the heavy metal kid». Y en su novela de 1964 Expreso Nova describe a la gente como «heavy metal». En 1968, Steppenwolf fue el primer grupo en usarlo en una canción; Born to be Wild habla del «trueno heavy metal» de las motos.

Quizá presente una salvedad: la traducción más adecuada sería «una historia», y no «la historia». O'Neill se guía por gustos personales y su olimpo —o su hades tenebroso, según se mire— lo ocupan ciertas formaciones mientras pone a otras a caer de un burro.

Metallica son los amos. Y Sepultura. Y Pantera. Y Black Sabbath, Judas Priest o Motörhead. Pero cualquier cosa que huela a, pues… Mötley Crue o Guns N’Roses, por ejemplo, no son dignos de arrastrarse por este mundo.

Y a Dream Theater se lo toma por el pito del sereno. La discusión está servida.

P. D.: Pues no, no consigo que a mí me guste Sepultura.

P. D.: En la página 25 se promete que aficionarse al heavy te hace más sexi. Ya os contaré...


lunes, 2 de octubre de 2017

Storytelling

Clave de lectura: ¿Crees que... o más bien consiguen que creas que...?
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Muy instructivo.
Música: Marcha fúnebre por una marioneta, de Charles Gounod ♪♪♪
📖
Portada del libro Storytelling, de Christian Salmon.

El título que recomiendo hoy es Storytelling, de Christian Salmon.

El subtítulo lo dice todo: La máquina de contar historias y formatear las mentes.

Describe técnicas que se aplican a todos los ámbitos de la vida: económico, político, cultural, religioso...

Explica que, para convencer a alguien de cualquier cosa, no hay que recurrir a la lógica, sino a la emotividad. El corazón, y no la cabeza, es lo que rige más a menudo nuestras reacciones.

Y la manera más eficaz para que los mensajes sean canalizados a favor de un determinado interés consiste en fijarlos en el subconsciente en forma de historia. Como si se tratara de una película.

Una en la que seamos coprotagonistas. La verdad de su contenido no importa.

Cuando son utilizadas en la web [la mercancía y las marcas], nos transforman a nosotros mismos en storytellers, en propagadores de relatos, ya que la fascinación que inspira una buena historia nos empuja a repetirla.

Repito: la verdad no importa, puede tratarse de cualquier fantasía, más o menos inocua o más o menos insana. Se trata de que la gente «crea» en ella sin necesidad de pruebas.

Por eso, la próxima vez que te preguntes si eres realmente libre o si existen a tu espalda los maestros de marionetas, acuérdate del storytelling y reflexiona sobre las fuentes de tu pensamiento.

Si es que te queda capacidad de reflexionar, claro…


martes, 12 de septiembre de 2017

El Discurso de Gettysburg y otros escritos sobre la Unión

Clave de lectura: Discursos tan vigentes en el siglo XXI como en el XIX.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Lo tengo en gran estima.
Música: Battle Hymn of the Republic, de Joan Baez ♪♪♪
📖
Portada del libro El Discurso de Gettysburg.

Tengo en gran estima este libro de un señor que se llamaba Abraham Lincoln: El Discurso de Gettysburg y otros escritos sobre la Unión.

Donde el más famoso podrá ser el de Gettysburg, sin duda. Hasta sale en el título que los compila. O la misma Proclama de emancipación.

Pero mi favorito es el de inauguración de su primer mandato como presidente, en el que Abe declara que cumplirá y hará cumplir las leyes de la República.

Incluidas aquellas que los diferentes Estados federales proclamen en sus ámbitos de competencia, aunque él pudiera personalmente no estar de acuerdo (como sería el caso de la esclavitud).

Pero en ese mismo discurso les recuerda a los Estados del sur cuáles son las piedras angulares de la democracia sobre las que existe dicha República.

Les recuerda que no, no pueden elegir separarse de la Unión. Su carácter es inquebrantable.

Y se lo argumenta.

Afirmo que, a la vista de la ley universal y de la Constitución, la Unión de estos Estados es perpetua. La perpetuidad está implícita, si no es expresa, en la ley fundamental de todos los gobiernos nacionales. Es seguro afirmar que ningún gobierno en sentido estricto ha incluido una disposición en su ley orgánica para su propia terminación.

Con tanta transparencia que parece haber sido escrito hoy mismo.

Para volver a leerlo en el siglo XXI.


miércoles, 20 de julio de 2016

Buenos días, pereza

Clave de lectura: Cómo enfocar nuestra vida laboral para ser felices.
Valoración: ✮✩✩✩✩
Comentario personal: No vale un pimiento.
Música: The Typewriter, de Leroy Anderson ♪♪♪
📖
Portada del libro Buenos días, pereza, de Corinne Maier.

Comienzo del reclamo en la contraportada: «El libro que está cambiando el mundo».

Ah, pues lo leo.

Continuación del reclamo en la contraportada: «Buenos días, pereza pretende decir por fin la verdad, toda la verdad, no la que algunos quieren hacernos creer».

Estrategias para sobrevivir en el trabajo: sí, sí, por supuesto que lo leo. Ya estoy tardando.

Resumen del contenido: hay que rascarse en el curro lo que cada uno tenga pero cobrar religiosamente a fin de mes, con ánimo de que todo el tinglado se hunda.

Ya... Esto es lo que está cambiando el mundo. Esto es todo en lo que me he gastado los eurillos.

Si trabajando no tienes nada que ganar, tampoco tienes gran cosa que perder si no das golpe. Por eso, puedes usar tu pasividad para fastidiar a la empresa sin correr ningún riesgo: sería una pena no aprovechar la ocasión.

Aunque me está bien empleado, culpa mía por mirar las contraportadas como un memo. Porque no se trata de otra cosa:

Una soberana memez de Corinne Maier.