lunes, 20 de mayo de 2024

Gabinete de curiosidades

Clave de lectura: Artículos periodísticos inéditos de un autor imprescindible.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Die Dreigroschenoper (Mackie Messer), de Kurt Weill ♪♪♪
Portada del libro Gabinete de curiosidades, de Joseph Roth.

¿Lo he dicho ya? ¿Lo he dicho?

Sí, puede ser, pero aun así lo repito: me apasiona Joseph Roth.

Somos afortunados de que su obra se haya reeditado con tanto interés. La generación de escritores centroeuropeos que describieron el auge y hundimiento de un mundo, y la llegada de quienes deseaban convertir los restos en un infierno, no podía desaparecer entre aquellas cenizas.

Zweig, Hesse, Mann, Remarque, Milosz… Todos con voz propia. Y, junto a ellas, esta otra inconfundible.

Entre las reediciones que mencionaba hace un momento, la más próxima a la fecha debe de ser Gabinete de curiosidades, un conjunto de textos periodísticos seleccionados y traducidos por Berta Vías Mahou (cuánto me gustó su labor en los poemas de Gertrud Kolmar, por cierto).

No busquemos aquí al novelista o al autor de relatos cortos, aunque comparta inventiva y sentido del ritmo con dichos géneros. Se trata de una visión del «día a día» durante los años 20 y 30 del pasado siglo, ofrecida a los lectores del Frankfurter Zeitung, el Münchner Neueste Nachrichten, el Vorwärts

Ácida, tierna, inmisericorde, bondadosa, desesperada, plena de humor.

La visión de un hombre que es a la vez acusado, juez, público, verdugo, y no juzga ni se deja juzgar, no acusa ni tiene asomo de indiferencia, no utiliza la soga porque sus palabras, por sí solas, ponen a cada uno en su sitio.

¿De qué nos habla? De cabarés y espectáculos de variedades, y las figuras deformes, estrafalarias, impuras, que los frecuentan tanto en el escenario como en la sala de butacas. De las casas con exquisita reputación —¡un von en el apellido!— donde puede acudir una mujer en apuros.

De las calles, los parques, los cafés de ciudades que tuvieron orgullo imperial y ahora «acogen» a mutilados en el frente, masas sin empleo, hombres de negocios bajo lustrosos sombreros, faquires, bailarinas «del desnudo»…

Y él está ahí, no «ante ellos», observando, sino «entre ellos», participante activo en la gran tragicomedia.

Solo me queda expresar un reconocimiento adicional a las notas de traducción a pie de página, por sí mismas excelentes instantáneas sociales y culturales, que aclaran el contexto en el que Roth sacaba del bolsillo la pluma y comenzaba sus artículos desde cualquier elegante sala, cualquier habitación de hotel o cualquier taberna a donde le hubiera llevado el viento.

Der heilige Trinker. El santo bebedor…


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