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lunes, 17 de marzo de 2025

Los amantes tristes

Clave de lectura: Tres vidas se entrelazan a través del amor y la separación.
Valoración: ✮✮✮✮✩
Comentario personal: Estupenda novela.
Música: Dérive 1, de Pierre Boulez ♪♪♪
📖
Portada del libro Los amantes tristes, de Eugenia Rico.

La redacción de Los amantes tristes presenta un rasgo muy característico: sus capítulos son brevísimos, urgentes, como géiseres que expulsan chorros de vapor. Lo contrario de las «novelas río», por ejemplo, con múltiples cursos narrativos desembocando en un ancho cauce.

Eugenia Rico prefiere presentarnos a sus personajes, Antonio, Ofélie y Jean Charles, sin preámbulos. Las experiencias que vivieron los tres en el pasado entroncan con el presente pese a juramentos de no volver a verse jamás.

El destinatario de una beca de violín, nacido en una ciudad con meigas pero sin metro. La mujer sofisticada de piernas infinitas a quien conoce en un fotomatón. El estrafalario amigo —loco, según otras descripciones— que aparta a cualquiera, hombre o mujer, que empiece a sentir por él excesivo interés.

Caminantes por las calles de París, hermosa, sí, pero también falta de piedad hacia los fracasos. Que no suele conceder segundas oportunidades bajo su mortecina lluvia.

En un segundo, el mundo cambia: una llamada nocturna suena desde un teléfono desconocido.

Antonio, Antonio… —No reconocí la voz, pero estaba diciendo mi nombre—. Antonio, tienes que ayudarme.
Clic. La comunicación se interrumpió.

¿Podrá encontrar a quien fue su más cercano apoyo? ¿Acudirá a su antiguo amor, a quien sorprendió entrelazada con otro hombre?

Ella no te quiere, le había advertido Jean Charles. ¿Estaba en lo cierto o…?

¿Y si fuera Ofélie quien adivina dónde lo retienen, en cierto edificio de las afueras, custodiado por funcionarios de bata blanca, correas y pastillas que anulan la voluntad?

Los aspectos formales a los que aludía, esa urgencia torrencial de palabras, actos y sensaciones, no dan respiro. La autora sabe lo que quiere decir y sabe cómo hacerlo.

La brevedad se convierte en una metáfora de la vida. La inmediatez en el resultado, a menudo egoísta, de las relaciones. El vértigo aparece cuando el control escapa a nuestras manos.

Locura y cordura con el mismo significado en una estupenda novela.


martes, 11 de febrero de 2025

Effi Briest

Clave de lectura: ¿Es Effi Briest culpable de algo? ¿Merece realmente castigo?
Valoración: Un poco pesado ✮✮✮✩✩
Música: Capriccio (Mondschein-Musik), de Richard Strauss ♪♪♪
Portada del libro Effi Briest, de Theodor Fontane.

No escuches ninguna voz interior. No te preguntes si algo está bien o mal. Actúa como los demás esperan de ti.

Was sein muss, muss sein. Así es como debe ser.

Tal actitud es la que anima a los protagonistas de esta novela de Theodor Fontane.

Gert von Innstetten, alto funcionario provincial en la Alemania del Segundo Imperio, pide la mano de una jovencísima Effi Briest, la cual no puede negarse a la deferencia (anteriormente había pretendido a su propia madre). Actúa como los demás esperan de ella y añade a su apellido el título de baronesa.

Como Emma Bovary en Yonville o Ana Ozores en Vetusta, Effi comienza a sentir ahogo en Kessin, la pequeña localidad a orillas del Báltico donde se instalan tras la luna de miel. Un caserón y un ambiente desangelados, diferentes a la amable vida familiar de Hohen-Cremmen.

Ni siquiera el nacimiento de una niña consigue que desaparezca esa angustia. El círculo de personas en el que se mueve es tan cerrado y previsible como el color del cielo.

Y se presenta Crampas. El apasionado Crampas, compañero de regimiento de su marido. Ella manifiesta que no le ama, que desea ser fiel, pero…

Pasión. Emoción. Una vía de escape.

Tras un tiempo, el matrimonio se muda a Berlín, sede de los ministerios. ¿Una nueva vida en la metrópoli? ¿Una nueva libertad?

En absoluto: Innstetten, ahora bajo la mirada del káiser, encuentra en la mesilla de noche de Effie un paquete de antiguas cartas firmadas por Crampas. La «traición» queda al descubierto. El honor, en riesgo.

El estruendo de los disparos despierta un eco sordo entre las dunas de Kessin. Un cuerpo ha de desangrarse tras el desafío, así es como debe ser. Y la esposa a quien iban dirigidas las indecentes palabras, esa adúltera, ¿cuál será su castigo?

No es esta una cosa que se preste a bromas. Ya le viste anteayer y creo que también te gustó. Está claro que es mayor que tú, lo cual, a fin de cuentas, no deja de ser algo bueno. Se trata además de un hombre de carácter, de buena posición y de buenas costumbres, y si tú no te niegas, cosa que difícilmente podría esperar de alguien tan inteligente como tú, con veinte años te encontrarás en una situación que otras no consiguen hasta los cuarenta. Habrás llegado mucho más lejos que tu mamá.

Apunto lo que me ha parecido: una historia decimonónica, en sentido tanto literal como figurado. Se la considera obra de importancia dentro de la corriente realista, al nivel de Flaubert, Clarín o Tolstoi; sin embargo, me atrevo a calificarla de daguerrotipo. Demasiada inmovilidad narrativa.

Entiendo el lento transcurrir de las jornadas en el seno de la pequeña nobleza guillermina como marco para la tragedia, de acuerdo. Pero preferiría no caer, en mi papel de lector, víctima de esa misma lentitud.

Ni los personajes ni sus problemas me generan empatía. Todo se desarrolla de forma… ajena, remota.

En esto, mi sensibilidad «moderna» difiere de quienes disfrutaron de las primeras ediciones. Fontane recibió numerosas cartas, la mayoría femeninas, «quejándose» del barón. No se había ocupado de Effi y luego se consideraba ofendido.

Nada menos que Thomas Mann, para finalizar, declara que este es uno de sus libros favoritos. Desvelaría que las hipocresías sociales no se imponen de manera tiránica (nadie «obliga» a nada), sino que forman parte de un convencimiento personal: el mencionado «así es como debe ser».

Bien, a cada uno lo suyo en materia de opiniones. Así es como debe ser.


lunes, 27 de enero de 2025

Melina

Clave de lectura: «Amelia Fernández Agüeros vino al mundo cuando no debía y sufrió para vivir un tiempo que no era suyo».
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Xicu / Polca les Xanes, de Xuacu Amieva & Dobra ♪♪♪
Portada del libro Melina, de Juan Ramón Lucas.

(Nota: este comentario lo escribí originalmente para publicar en Chicoria, la revista de La Librería de Pimiango. Espero que el redactor principal no lo encuentre aquí de extranjis, o al menos que no encuentre luego los guantes. ¡Menuda dialéctica gasta el tío!).

Nos encontramos en ardoroso debate sobre teoría del Estado. Ocupa una esquina el redactor principal de Chicoria —sapiente, excelentísimo, de preclaro liderazgo moral y verbo como los guantes de Robert de Niro en Toro Salvaje—. La otra yo, aspirante a juntaletras sin trienios.

Apoyado en las cuerdas, intento hilar los argumentos. ¿Tendrá razón el jefe, al fin y al cabo? —hijo de la tinta, Prometeo de la garamond, gran panificador de editoriales—. ¡Me está noqueando!

En el momento de mayor apuro, sucede algo inesperado. Una figura atraviesa la puerta, saluda al redactor principal —cimiento de gloria, rugir de épica, digo yo que con esta coba ya será suficiente para sablearle un par de cañas—, me tiende también la mano y se queda escuchándonos.

A continuación, imagino que movido por caridad budista, pasa a arbitrar el ring. Pregunta, cuestiona, templa, encauza… Se le notan maneras, me da en la nariz que no es la primera vez.

Así trabo conocimiento con el autor cuya novela protagoniza esta entrada: Melina, de Juan Ramón Lucas.

El personaje que da nombre al título se basa en su propia madre y, gracias a ella, escuchamos la voz de miles de mujeres que, tras un punto de no retorno, volvieron a comenzar de la nada. Con la nada en la maleta y la nada frente a sí.

Amelia, Melina, nace en la Asturias de 1934, hoguera de desigualdad tanto entre clases sociales como entre sexos.

Su progenitor, Pepín, carpintero que asila a mineros revolucionarios, no se alegra de que venga al mundo. No ve a un varón que le sostenga en el futuro, cuando las fuerzas le abandonen, sino a una débil niña. Incluso se le pasa por la cabeza «solucionar el problema» de la boca adicional: cogéi una cuerda y afogáila.

La Guerra Civil, continuación de las violentas jornadas de dos años atrás, eleva al paroxismo el olor a cordita y el distanciamiento paterno hacia la pequeña.

Pero también hay personas —la madre, la abuela, la tía Lita, la maestra Lucrecia, Adela, la guisandera—, que le sirven de boya frente a ese represivo entorno.

¿Vencedores? ¿Vencidos? Nadie cuenta con ellas, de todas maneras. En ningún bando.

Aunque agachar la cabeza sería el fin. Por ello, a lo largo de cada capítulo asistimos a un despertar de voluntades que conducen a la protagonista hacia América del sur, tierra prometida de indianos. Y, cuando un giro del destino la empuje al retorno, ya no será lo mismo.

Una fuerza sobrehumana —o humana sin más— camina junto a ella, dentro de ella, en pos de una meta que parece imposible: ¡vivir! ¡Y hacer que valga la pena! ¡Con dignidad!

Has decidido ser fuerte, no someterte; vivir por ti. Y eso asusta, claro que sí. Pero ese temor te va a acompañar siempre. A los diecinueve y a los cuarenta y tres. Incluso cuando estés con un hombre. Sobre todo cuando estés con un hombre: no someterse es un extravagante y carísimo ejercicio.

Incluso con amor...

Si exigiéramos un realismo de tipo galdosiano como medida de valía literaria, ¿no encontraríamos ciertos hechos en estas páginas algo inverosímiles?

Un dictador que discute de tú a tú con el irreductible carpintero; una actriz famosa en el mismo camarote del barco; una novia que corre tras los pasos de un recuerdo justo antes de su boda; Clara Campoamor en aquel café bonaerense…

¿O quizá nos podría parecer el lenguaje demasiado solemne, como si cada frase pronunciada en cada escena reclamase su porción de trascendencia? Los halcones de la crítica podrían afilar sobre características por el estilo sus garras.

Sin embargo, ¿no he intentado demostraros al principio que lo inesperado es parte natural de la vida? ¿Que las puertas se abren por sorpresa y lo que creíamos inverosímil cinco minutos antes deja de serlo?

Resumo: Melina está bien concebida, igual de bien desarrollada y no menos bien escrita. Leed a Juan Ramón Lucas porque de verdad lo merece, no porque lo diga yo y esté dándole vueltas a cómo sacarle también a él un par de cañas…


lunes, 20 de enero de 2025

Grand Hotel

Clave de lectura: Berlín, 1929. El Grand Hotel aloja a huéspedes de la gran comedia de la vida.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Moonlight Serenade, de Glenn Miller ♪♪♪
Portada del libro Grand Hotel, de Vicki Baum.

Grand Hotel tuvo un gran éxito cuando se publicó, allá por 1929.

Tanto, que al poco rodaron una adaptación al cine: Greta Garbo, Joan Crawford, John y Lionel Barrymore… Óscar a la mejor película.

Su autora, la austriaca Vicki Baum, aprovechó para mudarse desde Berlín a los Estados Unidos. Premonición acertada, dadas las raíces judías de la familia.

Por supuesto, el nuevo Reich no tardó en prohibir este libro. Según su concepción del mundo representaba una amenaza, desde el momento en que se trata de una obra de calidad, ingenio y personajes tan heterodoxos como la vida misma.

Personajes que coinciden en los elegantes salones (y a veces no tan elegantes habitaciones) del hotel con más glamour en la ciudad del Spree. Marionetas con hilos dentro de una época cercana a desmembrarlos.

La Grusinskaia, Elisabeta Alexandrovna, diva del ballet, se atormenta ante la decadencia de la edad. ¿De verdad han sido solo siete llamadas de aplausos tras la función de esta noche? ¿Solo siete? Ella cree haber contado ocho.

Y varias de esas siete burlonas, antes que rendidas a su arte.

Su camarera Susita, el director de orquesta Witte, Pimenoff, el maestro de baile, insisten en que sigue siendo maravillosa y no hay motivo para creer que las famosas perlas que la distinguen en el escenario atraigan la mala suerte. ¿Cómo piensa renunciar a lucirlas? ¡Inconcebible!

Susita guarda el collar en un maletín, lo que no pasa desapercibido al atractivo barón Gaigern. Tan atractivo como sin blanca. Si saliera bien el golpe que tiene planeado… Colarse en la alcoba de la Grusinskaia por el balcón, al amparo de los reflectores que ciegan los ojos desde la calle. Encontrar las joyas. Escapar por el mismo camino...

¿Y si ella volviera antes del teatro? ¿Y si una avería apagase los focos y desvelase su silueta? ¿Y si se refugiara tras la cortina y fuese testigo de cómo Elisabeta diluye un número mortal de somníferos en la taza de té, tras contemplarse largo rato desnuda en el espejo? ¿Cuál sería su reacción?

Cercano a ellos, el contable Kringelein desea emular al director general de su empresa, Preysing, huésped habitual del establecimiento. El dinero no importa: tras una existencia de privaciones, los médicos le conceden poco saldo a sus días (geniales los capítulos en los que, con Gaigern como cicerone, acude al sastre para hacerse trajes a medida, se enfrenta a la velocidad en la carretera, vuela desde Tempelhof, asiste al boxeo, bebe, apuesta...).

Preysing puede aún salvar la Algodonera de Sajonia. Si la entrevista para la fusión con la fábrica de géneros de punto de Chemnitz saliera bien, contrarrestaría el fracaso de la negociación con Inglaterra, según el cable que acaban de entregarle. Tiene que disimular, mentir si es preciso antes de que todo desaparezca bajo sus pies.

«Llamita» (el papel de Joan Crawford en el filme) le sirve de taquimecanógrafa. Aunque lo que ella desea es abrirse camino en sociedad, y está dispuesta a lo que sea para conseguirlo. Lo que sea, como demuestra la fotografía en cierta revista ilustrada de la que el director general no puede apartar los ojos mientras le afeitan.

Rhona, un conde de verdad, atiende a propios y extraños desde el mostrador de recepción del hotel. Senf, el portero, sufre porque no sabe cuándo dará a luz su mujer y no puede abandonar su puesto. Los botones, camareras de piso, electricistas, pululan al son de la música que se escucha día y noche allá al fondo, para amenizar a la distinguida clientela.

Y un veterano, el doctor Otternschlag, hastiado, la mitad de su rostro desaparecida en el frente de Flandes, deja su jeringuilla tras vaciarla de la morfina que le permite contemplarlo todo desde los sillones del hall, donde se sienta cada día. Quizá el ojo de cristal vea algo que...

Es espantoso —se dice—. Siempre lo mismo, nunca pasa nada; estoy terriblemente solo, el mundo es un astro apagado que ya no calienta; setenta y dos soldados perecieron en Rouge-Croix enterrados bajo un hundimiento. Acaso sea yo uno de ellos; acaso esté allí, entre los muertos, desde el fin de la guerra; muerto sin saberlo. Y si todavía en esta gran jaula aconteciera algo que valiese la pena… Pero no, no ocurre nada. Se ha marchado. ¡Adiós, señor Kringelein! Iba a darle a usted una receta para sus dolores pero, como se ha despedido a la francesa… ¡Bah! El jubileo de siempre: entran, salen, llegan, se van...

No me cabe ninguna duda: Grand Hotel, de Vicki Baum, en la lista de estupendas novelas de cualquier tiempo y lugar.


lunes, 16 de diciembre de 2024

La noria

Clave de lectura: Un día en la cadena vital que une a treinta y siete personas en la Barcelona del blanco y negro.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Si tú me dices ven, de Los Panchos ♪♪♪
Portada del libro La noria, de Luis Romero.

Te despiertas un día y piensas: ¡en fin…!

Crees que no vas a vivir nada especial (como si abrir los ojos fuese a resultar eterno). Ducha, desayuno, una camisa del armario, cepillar el polvo de los zapatos, quizá un rápido vistazo al cielo por si el paraguas…

Te paras frente a los estantes del salón, porque ayer terminaste un libro y toca elegir el siguiente.

Casi al azar (recuerda que algunos libros nos eligen a nosotros y no al revés), extraes ese en cuyo lomo figura La noria. No lo has leído aún.

Y, según vas recorriendo sus líneas, satisfecha la primera curiosidad, llegas a la conclusión de que te gusta. Caray, te gusta tanto que empiezas a pensar en cuántas estrellas le vas a conceder en ese blog de andar por casa que tienes.

Un momento: ¿por qué hablo en segunda persona? ¡Qué tontería! Según voy recorriendo sus líneas, llego a la conclusión de que…

Luis Romero escribió una novela más que buena. Hasta la nota autobiográfica resulta en gran medida emocionante:

Hay que tomar una determinación. En mi profesión se me presenta un porvenir excelente y a corto plazo; puedo compaginar seguros y literatura, vivir con desahogo, enriquecerme y cada dos años, por ejemplo, hacer un viaje a España. También puedo elegir el camino difícil: abandonarlo todo y regresar a España a dedicarme exclusivamente a escribir. El importe del Premio Nadal eran 35.000 pesetas, cifra modesta incluso para entonces. Quien recuerde lo que significaba en los años cincuenta vivir de los ingresos que producía la literatura comprenderá que el riesgo era mucho, muchísimo. Mi mujer estuvo de acuerdo. Regresamos.

La noria es un relato que contiene muchos relatos. Treinta y siete, por contarlos de forma exhaustiva. Treinta y siete cortometrajes en la vida de treinta y siete habitantes de Barcelona que giran, giran, giran…

A diferencia de historias corales del estilo de La colmena (inevitablemente asoma este título icónico en la memoria), en la obra de Romero los personajes solo coinciden de dos en dos: el protagonista de cada capítulo se relaciona con el del capítulo siguiente y le pasa el testigo de la acción, tras lo cual desaparece.

De la acción y del punto de vista porque, aunque exista un narrador externo, las treinta y siete figuras se mueven en circunstancias diferentes, con maneras de pensar y reaccionar del todo propias. Como en el mundo real.

Exacto, el mundo real. «Realismo» sería una denominación bajo la que clasificar el texto, en caso necesario. Esa corriente que tantas alegrías-tristezas nos transmitió en la literatura de posguerra (Cela, Aldecoa, Laforet, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio…).

El tono se establece desde el principio, cuando Dorita y su acompañante recorren la calle de Pelayo en un taxi, aún de madrugada.

Diez horas antes no se conocían, pero Dorita es una profesional y quiere demostrarle cariño.

Además, parece un caballero. Fuerte, de Bilbao, un poco ingenuo. ¿Cuánto habrá en los billetes que deposita en su mano, junto a las flores con gotas de rocío del Prat? ¿Quinientas? No mires aún, no seas impaciente.

¿En qué se gastará el dinero? Mañana le toca salir con el tío gordo ese, estúpido pero rico. A él le saca mil, por menos que ni se le ocurra.

El taxista, Manuel, ha pasado la noche al volante. Tras dejar a la pasajera, antes de irse a casa, se detiene para tomar una barreja con anís del Mono. Entre otros motivos para el malhumor, el Barça va fatal.

Su hija Lola, dependienta en una librería. Don Álvaro, que entra para preguntarle por la nueva edición del Valbuena (¿qué será eso?). Francisco, el estudiante que contesta a las preguntas de este catedrático en el examen de bachiller…

Como nexo, una ciudad que puede haber hoy desaparecido, haberse visto transformada en infinitos aspectos, pero cuya esencia quizás alguien aún reconozca. El tiempo transcurre en sus calles, barrios altos y bajos (muy altos y muy bajos), hasta la siguiente madrugada.

La rueda de cangilones jamás se detiene. ¡En fin…!

Te despiertas un día, te paras frente a los estantes del salón y te llevas una estupenda sorpresa.


domingo, 24 de noviembre de 2024

Para amantes y ladrones

Clave de lectura: La escritura como cristal, transparente y oscuro, de la vida.
Valoración: Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
Música: La Creación (Von deiner Güt', o Herr und Gott), de Joseph Haydn ♪♪♪
Portada del libro Para amantes y ladrones, de Pedro Zarraluki.

Me preguntaba, hace un par de entradas, si cierto título merecía la calificación de destacable. Algo mohíno, hacía alusión al predominio del interesante fondo sobre la recargada forma.

Pues bien, el de hoy, Para amantes y ladrones, sirve de contraste para ilustrar lo que a mí me gusta como «forma».

Y es que Pedro Zarraluki acaricia el lenguaje, le da fuerza, hace que el significante se eleve gozoso a los ojos. Evita, sobre todo, distractores fuegos de artificio. En cuatro palabras: escribe que da gusto.

El protagonista homónimo, Pedro, está inmerso en la mayor confusión que se puede tener a los diecisiete años: las chicas.

¿Cómo son? ¿De qué manera granjearse su favor? Ojalá, al igual que han conseguido otros del pueblo, bastante más cazurros, se echara novia.

Pero ni siquiera tiene moto, apenas una triste bicicleta. Con ella hace los repartos del colmado de su madre, al tiempo que aprende con su padre los secretos de la cocina.

Paco, editor envejecido y epicúreo, propietario de una masía, requiere su ayuda. Van a acudir invitados a pasar el fin de semana y la señora que le lleva la casa ha sufrido un accidente. No se va a ocupar el jardinero marroquí de preparar comida, cena y desayuno, ¿verdad? O de servir las bebidas.

Además, Pedro se codeará con personas de cuya creatividad puede esperar grandes descubrimientos: los invitados son escritores.

Una tempestad de época arrasa los caminos. Todos llegan empapados al refugio.

Antón Arriaga se especializa en relatos policiacos; las andanzas del detective Palomares venden mucho y bien.

Su mujer, Dolores Malnom, acaba de ganar un importante premio con una obra «nihilista y bella».

Humberto Ardenio Rosales, el más antiguo de los representados por Paco, se hace acompañar de la joven secretaria Polín.

Llevaba puesto un albornoz de color rosa. Cruzó el salón caminando muy lentamente, abrazada a sí misma, complaciéndose en los últimos goces del sueño con el impudor con que lo hacen los niños. Al verla fui víctima de un renovado ataque de veneración que me llevaría de inmediato a una situación grotesca. Polín se sentó a la mesa y y bostezó ostentosamente. Obnubilado, pensando sólo en servirla, en que me viera, en verla más de cerca, me apresuré a llevarle una taza. Cuando la puse frente a ella descubrí que llevaba en la otra mano un langostino. Solté un hipido de horror, como si lo que estuviera mostrando fuera en realidad una carta de amor a la secretaria. Todos en la mesa se inclinaron un poco hacia delante para observarlo.

Isabel Togores y Fabio Comalada aparecen discutiendo sobre la inmerecida fama de Nabokov, capaz de aburrir describiendo el revoloteo de una mosca. ¡Ah, pero Balzac es diferente!

Paco les propone entonces que cada uno imagine una historia y él imprimirá el conjunto como regalo a sus amistades. El tema será «el malentendido».

Folios vacíos. La nada. El supuesto poder de la creación y ellos en ese lugar, en ese preciso momento, entrelazados, enfrentados, abrazados por cielos e infiernos que aúllan tanto por dentro como por fuera.

Secretos. Flaquezas. Poses ensayadas para atraer al público ahora inservibles.

Y Pedro, relator y participante al tiempo, testigo y cómplice, aprende que la vida consiste en eso: una página en blanco. Donde escribimos, bien para nosotros mismos, bien para satisfacer lo que esperan de nosotros los demás.

O apenas aventuramos esbozos. O permanecemos sentados ante ella sin ser capaces de hacerlo.

¿En qué me baso para recomendar estas páginas con cierto fervor, parecido al de Antón hacia la botella de whisky? Aparte de la arquitectura formal que alababa al principio, el estilo tan fluido de Zarraluki.

Es una novela que atrae. La construcción —«o deconstrucción»— del entorno, las circunstancias y las figuras reunidas para celebrar el misterio del cordón umbilical entre los autores y sus obras no deja indiferente. Sus conclusiones, totalmente integradas en la trama, ahondan en la complejidad de personas, actos y pensamientos.

Ojalá la próxima alcance niveles parecidos. Ya os contaré.


lunes, 11 de noviembre de 2024

La última batalla de Fernando de Abertura

Clave de lectura: Destino de unos personajes ajenos a su propia voluntad, entre 1931 y 1939.
Valoración: El fondo bien, la forma menos ✮✮✮✩✩
Música: Por quién doblan las campanas, de Victor Young ♪♪♪
Portada del libro La última batalla de Fernando de Abertura, de Emilio Durán.

¿Es La última batalla de Fernando de Abertura una obra destacable? ¿De esas que frunces los labios, elevas las cejas y sacudes de arriba abajo la cabeza en gesto de aprobación?

Premio Provincia de Guadalajara «Camilo José Cela», ostenta bajo el título. ¿Se merece una medalla literaria?

A lo primero respondería que no, aunque conviene matizar. A lo segundo, que ignoro el nivel de los demás trabajos presentados en 1994. Quizá fuera el mejor, al fin y al cabo.

Emilio Durán sabe escribir, si por tal arte entendemos colocar cada palabra en su sitio y dar al conjunto un sentido orgánico. Hasta ahí, de acuerdo. ¡Pero su expresión llega a resultar tan barroca!

Adjetivos sin medida, ornamentaciones gongorinas, manierismos tan recargados como una columna de Churriguera…

Fue de allí de donde salió el acre olor, la negra humareda que, prolongando sus ramificaciones por encaladas pilastras, anchísimas escaleras, altas ventanas, se escapó en aquella distante y fría noche de noviembre del 49 por los cristales rotos del balcón de la Plana Mayor hasta cruzar la calle solitaria, apenas iluminada por el farol agonizante de la esquina, fanal de popa del navío náufrago de la tienda de ultramarinos de Benigno Liébana. Resonaron, entonces, recios los golpes en la puerta claveteada del cuartel, repetidos y nerviosos.

Quien se aventure más allá de la portada corre el riesgo de dudar ante frases por el estilo. Debe convencerse de que, a despecho de la falta de naturalidad (para mi gusto), el argumento presenta interés.

El día en que se proclama la República, el capitán Mario de Abertura, veterano de la guerra de Marruecos, cumple servicio de guardia. Una multitud se aproxima al cuartel en demanda de armas para hacer la revolución y él, en cumplimiento del deber y a riesgo de linchamiento cuando traspasa el portón para hablarles, se las niega.

El deber: valor inculcado por su padre, don Fernando, que ha alcanzado las estrellas de coronel a pesar del origen humilde. Un militar ha de apartarse de patrioterías y actuar con patriotismo, sirviendo al orden civil y legal.

Al frente de los ansiosos por que el nuevo sistema no tenga rasgos burgueses se encuentra Benito, mozo de hotel y líder de una célula comunista, con quien Fernando suele conversar. Las profundas diferencias que los separan no impiden el respeto e incluso el mutuo aprecio.

Regla, la esposa del militar, abomina de que los vean juntos. Podrían creer que está de acuerdo con sus ideas. Los demás oficiales, apartados de la carrera si no prometen fidelidad, tampoco saben a qué carta quedarse con él. ¿Se uniría o no a una rebelión?

Desde el momento en que se cruzan, Soledad podría convertirse en su amante. Soledad, a quien Benito ama.

En un diario escrito por don Fernando se describe el pasado y el presente del mundo en que se mueve la familia. El narrador se dirige a alguien desconocido (¿un soliloquio?) que va recorriendo sus páginas.

En otra crónica escrita por alguien del pueblo, temerosamente escondida durante años, se rellenan huecos: Los noventa días. La guerra civil en las Navas de Ebora. Todos se encuentran allí aquel julio de 1936.

Porque la República está herida de muerte por todos y todos han de participar en la fiesta del horror. El bando… El bando no necesariamente se elige. ¿Amor? ¿Amistad? Odios acechantes, pelotones de fusilamiento al amanecer, toman por sí mismos la decisión.

No, el interés no es algo de que carezca esta novela. Existe detrás una historia. Ay, si a Durán le hubieran gustado más las líneas rectas que las curvas al componerla…


martes, 27 de agosto de 2024

Amor y morriña

Clave de lectura: Vida y emociones de un emigrante en la Suecia de los años 60.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Jorden är ett litet rum, de Eva Dahlgren ♪♪♪
Portada del libro Amor y morriña, de Theodor Kallifatides.

Theodor Kallifatides, bienvenido al blog. Hay que ver cuánto éxito editorial has tenido últimamente.

Y qué título tan curioso para verter al español tu novela Amor y morriña. Tras desempolvar mis venerables diccionarios de sueco, todos coinciden en asignarle a la segunda palabra de Kärlek och främlingskap el significado de «alienación». ¿Amor y alienación?

Para entender a las traductoras hay que profundizar quizá en tu propia historia, la de un emigrante que dejó Grecia a los veintiséis años y recaló en Estocolmo.

En el caso del relato, el protagonista se llama Christos —o Christo, por facilitar la vida a sus interlocutores—. Allá por 1966…

Christo conoce a Rania en la residencia de estudiantes. Y eso le distrae de su tesis doctoral sobre Aristóteles y la kátharsis.

Los comienzos en la nueva tierra habían sido desesperados. Incluso llegó a acudir, con indescriptible vergüenza, a Humlegården, el parque donde señores de mediana edad bien situados alquilaban hombres jóvenes.

Ya había visto antes aquella mirada. En la policía, en la Oficina de Extranjería, en la tienda donde compraba. Era una declaración de nulidad. No vales nada. No importas nada. No eres nada.
[…]
Desde la guerra de Troya a Auschwitz. ¿Qué lleva a un ser humano a ver a su prójimo como ganado? ¿O como un simple agujero en el que meter el miembro? ¿Parezco un agujero?, se preguntó. Quizá sí.

Por fortuna, su casera, Carolina von H, viuda de un coronel de tendencias nazis —«como todos en aquella época»—, se compadeció y le devolvió la autoestima, consiguiéndole un puesto en el restaurante de unos amigos.

También le enseñó el idioma: las diferencias entre conjunción y preposición, el posesivo y el reflexivo, el valor de los verbos que solo en apariencia significan lo mismo —hablar, charlar, cascar, conversar; arder y quemar; despertar y despertarse, distinciones inexistentes en griego—.

Con los años llegó a pensar en estilo indirecto, ese que no conlleva ningún compromiso, neutro. Y alcanzó la universidad.

No obstante, cualquier avance en la integración —el arenque se come con queso curado, pan de centeno y un chupito de aguardiente, de otra manera es vomitivo—, se topaba con una alambrada invisible que le decía «no eres de los nuestros».

Hasta que Rania viene a determinar su destino. Matias, el amable marido, le invita a jugar al ajedrez en su habitación, pero, ¿tiene él derecho a interrumpir la felicidad de la pareja?

Christo se consume sin remedio. Ella incluso le pide que pose para su trabajo fotográfico sobre la desnudez. Estar desnudo no significa lo mismo que estar sin ropa…

Jean Jacques, Emelie, Thanasis, Rolf, Paola, Fredrik, las demás personas con quienes se relaciona sufren sus propias vicisitudes, sus propias luces y sombras vitales. ¿Sufren? ¿Es la expresión adecuada? «¿Cómo sabemos que mañana también saldrá el sol?».

No aconsejo leer esta obra con la expectativa de un texto de «acción», desde luego. De acontecimientos que se precipitan. Más bien nos atrapa su impronta reflexiva —como en una tragedia de Eurípides, se me ocurre, con seres humanos y no héroes ni dioses, imperfectos, inseguros, de carne y hueso—.

Con una melancolía tan indefinida como física. Con un «algo» especial entre sus líneas que… Sí, por qué no: morriña.


martes, 6 de agosto de 2024

Las gratitudes

Clave de lectura: No dejemos pasar la oportunidad de dar las gracias antes de que sea tarde.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Les Feuilles Mortes, de Joseph Kosma ♪♪♪
Portada del libro Las gratitudes, de Delphine de Vigan.

Desearía que Las gratitudes, de Delphine de Vigan, os gustara tanto como me ha gustado a mí.

Michka no puede continuar viviendo sola. De repente se desorienta. Durante las conversaciones quiere usar una expresión y le sale otra: alma en lugar de alarma, de recuerdo por de acuerdo, un sexto sin aspersor

Está perdiendo… algo importante… No sabe qué…

Marie, una de las narradoras, que de niña fue su vecina y mantiene una relación de cercanía ininterrumpida —fundamental para ella misma, según se aclarará más tarde—, la acompaña a la entrevista para ingresar en un centro de gente mayor. O «de viejos». ¿No se dice «los jóvenes» o «la gente joven» sin remordimientos?

Jérôme, el logopeda de la residencia y segundo narrador, intenta ralentizar con sus ejercicios la afasia de la paciente, pero no hay vuelta atrás. Las palabras, esas que Michka tan bien componía hace años en una importante revista, se trastocan, juegan al escondite, cambian de lugar.

Marie la visita. Va a tener un hijo de un hombre que no por ello renuncia a sus planes de irse a trabajar al extranjero. Ella lo comprende, no es mala persona, sin rencores. Pero quiere que el niño nazca.

Jérôme la visita. Le confiesa que desde hace mucho no habla con su padre, quien jamás le mostró ningún signo de amor.

Michka desea localizar a quienes la salvaron durante la ocupación nazi, cuando tuvieron que abandonarla a toda prisa en casa de unos desconocidos de La Ferté-sous-Jouarre para evitar la deportación a los campos de exterminio. Lo ignora todo de ellos, incluso sus nombres. Quizá mediante anuncios en la prensa…

En realidad, desde el principio del relato somos conscientes de que Michka ha muerto. Marie la rememora, preguntándose si llegó a agradecerle lo suficiente haber estado ahí.

Se encuentra con Jérôme en el último capítulo, antes del funeral.

¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda.
¿A quién?

Un libro que emociona.


jueves, 11 de julio de 2024

Las historias de Marta y Fernando

Clave de lectura: Dos personas se aman. ¿Es suficiente para compartir su vida?
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Unchained Melody, de The Righteous Brothers ♪♪♪
Portada del libro Las historias de Marta y Fernando, de Gustavo Martín Garzo.

Después de la grata experiencia que me proporcionó la novela Tan cerca del aire, me aproximo a Las historias de Marta y Fernando con los ojos iluminados. ¿Hallaré similar fortuna?

La respuesta es sí. Un sí agradecido. Gustavo Martín Garzo vuelve a atraparme con el mismo estilo seductor, hermoso, del que hacía gala en aquella obra.

No solo es que escriba a un nivel de «elegido» en lo técnico, sino que cada página —cada párrafo, cada frase— transmite un significado imprescindible en su propuesta global.

Lejos de autores que parecen cobrar por «cantidad» y lo que consiguen es un edificio de paredes combadas por la pesadez de lo superfluo.

Estas historias —un acierto que se refiera a ellas en plural, ahora veremos la razón— nos conducen al mundo de dos personas que se aman.

Pero amarse no significa que pasen las horas con labios de miel. Se trata de dos seres que comparten la vida, no una especie de alma platónica desdoblada que anhela refundirse. Ello significa que en sus días y sus noches hay afecto pero también equivocaciones. Comprensión pero también desacuerdo. Luz pero también sombra.

«Historias», por tanto, no «historia» de Marta y Fernando.

Se había desvelado y se levantó a por agua. La luz de las farolas se colaba por las ventanas e iluminaba con una claridad difusa el interior de la casa, Se movió por ella sin hacer ruido, sintiéndola extraña y ajena. Al regresar al dormitorio estuvo contemplando a Marta. Su rostro descansaba sobre la almohada, y después del susto había recuperado las formas dulces de la calma.

Ambientadas en la España recién salida de los años de plomo, donde un hombre y una mujer podían empezar a elegir sus propios roles aunque aún bajo inquisición social —esa señora que les recrimina la desvergüenza de sus abrazos, contrapunto a las colegialas que les miran con embeleso—, la prueba y el error, tanto en los aspectos más íntimos como en los más comunes, nos hacen cómplices de su viaje.

Los «¿sabes que…?», junto a los «¿recuerdas que…?» y los «nunca te conté que…» se llenan con experiencias antes y después de haberse conocido, con la desaparición prematura de sus padres, los compañeros y amigos que les rodean, los vecinos, sus sueños y pesadillas, un examen de violonchelo suspendido, un piso donde hace frío en invierno…

En una suerte de microcosmos dentro de un macrocosmos donde todo puede ocurrir y todo ocurre.

Premio Nadal de 1999 —hay galardones que todavía nos hacen concebir esperanza en la justicia literaria, o al menos solían hacerlo—, obtiene también mi más entusiasta recomendación.


lunes, 24 de junio de 2024

El príncipe destronado

Clave de lectura: Quico nos narra un nuevo día en su vida. Y en la de Cris, la nueva reina de la casa.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: El reloj, de Lucho Gatica ♪♪♪
Portada del libro El príncipe destronado, de Miguel Delibes.

Las obras de Miguel Delibes, aparte de otras virtudes como habilidad temática y compositiva, nos permiten beber en un verdadero manantial del idioma. Vaya secreto vengo a desvelar, ¿verdad?

Por ejemplo, gracias al título de hoy quizá descubramos que una mano gafa es aquella que tiene encorvados y sin movimiento los dedos. Personalmente tomo buena nota.

Quico, con casi cuatro años, ya no es el centro de la familia desde que llegó su hermanita Cris. Narrado en primera persona, asistimos a través de sus ojos a un escenario de soterrada competencia.

Si hace trastadas va a venir a buscarlo el diablo. El fuego será su nuevo hogar, como el que expulsa rescoldos dentro de la estufa de carbón.

El Moro, el gato de la vecina, acaba de morir. ¿Los gatos también van al infierno o a la basura?

Juan, otro hermano, le utiliza cuando conviene para juegos. Cuando no, le aparta de su lado o le hace rabiar.

La Vítora, empleada de la casa, se resiente de que a su novio, el Femio, le haya tocado la mili en África. Seguro que va detrás de las negras para lo que los hombres andan buscando… Quico le chilla que «deje de morderla».

La Domi, su niñera, también prefiere a la niña, «a-ta-ta», y amenaza con cortarle el pito si se vuelve a repasar en la cama.

(Repasar, décima acepción: dejar pasar gotas de algún líquido).

Por cierto, «eso» no se toca. Ni siquiera se mira. Es pecado. El diablo…

Papá y mamá se pelean. Mamá parece siempre muy nerviosa. Papá opina que solo lo que él piense es lo correcto y que las mujeres no deberían salir de la cocina.

En la «guerra de papá» mató a más de cien malos. La suya era una causa sagrada.

Lo malo es si alguien piensa que al regalarte un tanque te estoy inculcando sentimientos belicosos. Hay personas que prefieren hacer de sus hijos unos entes afeminados antes que verles agarrados a una metralleta como hombres.

Así, desde la mañana hasta la hora de acostarse del 3 de diciembre de 1963, tras el sobresalto de la punta que supuestamente se ha tragado, una nueva fecha transcurre para todos.

La tía Cuqui y Emilio, el médico que le mira y que tanta familiaridad muestra con mamá —«ten serenidad, bobita», «también yo tengo ganas», «no puedo ahora», «eres tonto»…—, opinan que Quico es El príncipe destronado y por ello se porta como se porta.

Riqueza de tema, de composición, lingüística... Originalidad, penetración psicológica, un trasfondo susurrante de tinieblas personales...

Yo solo puedo opinar cosas positivas de este libro.


lunes, 17 de junio de 2024

Hormigón

Clave de lectura: La vida de Rudolf es un cúmulo de sensaciones de disgusto.
Valoración: Sí que es un disgusto, sí ✮✮✩✩✩
Música: El sueño de una noche de verano (Obertura), de Felix Mendelssohn ♪♪♪
Portada del libro Hormigón, de Thomas Bernhard.

Hormigón, de Thomas Bernhard, es una novela con cierto prestigio crítico.

Además, me la recomendó personalmente alguien que aspira a ser escritor. Se trataría de un modelo a imitar, según me dijo. La puso por las nubes.

A pesar de padrinazgos tan prometedores, tras leerla me temo que despierta en mí impresiones opuestas. Consigue pulsar el botón del «modo cascarrabias».

Su horripilante pesadez casi me vence los párpados.

El protagonista, Rudolf, desgrana en un soliloquio la infelicidad que le aqueja. Intenta redactar la biografía de Mendelssohn, el gran compositor romántico, pero por unas razones u otras se encuentra encallado.

Dichas razones podrían resumirse en su carácter misántropo: no está cómodo en compañía de nadie ni le gusta hacer nada.

Sobre todo, le irrita que su hermana Elisabeth no pare de entrometerse. Ella debe de ser la causa que le impide avanzar, con su carácter tan contrario al arte. Aunque tampoco se vea capaz de cortar lazos.

Y el desagrado existencial termina encauzándose en un escaso aprecio hacia su misma persona. La neurosis es la dueña de cada día. La obsesión. El amor-odio imposible de resolver.

Por otro lado, gracias a la herencia de sus padres no sufre de problemas materiales. Decide entonces viajar desde su residencia austriaca de Peiskam a Palma de Mallorca.

Me conozco demasiado bien para no saber qué voluble puedo ser y, dentro de dos días, todo puede ser totalmente distinto y haber cambiado por completo y, posiblemente, unas cuantas veces en dos días en todo y por completo. Pero estaba seguro de que Palma era lo acertado.

Pero es que —con vuestro permiso, interrumpo aquí la sinopsis, me da lo mismo que el argumento continúe si lo hace hacia la nada— tantas angustias lo único que me transmiten es incredulidad. No consigo descifrar el derrotero de esta historia. Cualquier sentido, ni lógico ni empático.

Deduzco que el autor quiso escribir la proverbial «gran obra» sobre la tragedia de la vida, llena de reflexiones trascendentales en cada coma y, de tan «profunda», se convirtió en insondable.

Ayuda al fastidio el conglomerado estructural, de párrafos eternos, repetitivos, deslavazados, rebeldes a la ortografía —¿rebeldes sin causa?— que exhibe como marca personal. Con fuerza de voluntad alcanzo la última página, pero… ¡¿Modelo a imitar?! Modo cascarrabias con las luces rojas intermitentes.

En definitiva, héroe o villano, vistas las discrepancias de criterio, solo a cada uno de vosotros, si os acercáis al texto de Bernhard, compete la última palabra. Todos hallaréis vuestra verdad.


lunes, 10 de junio de 2024

La última función

Clave de lectura: Intento de reconducir vidas incompletas.
Valoración: Indiferente ✮✮✩✩✩
Música: Homenatge al Misteri d'Elx, versión de Jordi Savall ♪♪♪
Portada del libro La última función, de Luis Landero.

De acuerdo con reseñas del todo fiables dentro y fuera de la blogosfera, Luis Landero es uno de los gigantes de nuestro panorama literario y La última función un libro que lo demuestra.

Por eso me animo. No me puedo quedar ajeno, pienso, tengo que participar en la fiesta.

Pues siento decir que el disfrute se queda bastante por debajo de mis expectativas.

Como descargo, no me atrevería a criticar a un Premio Nacional de las Letras en vano. Simplemente, mis gustos personales y los de otros lectores más perspicaces no tienen por qué coincidir.

La trama gira alrededor de dos figuras principales, aunque quizá Tito Gil disfrute de algo más de relevancia por el hecho de desencadenar los acontecimientos que van a poner patas arriba San Albín.

El protagonista regresa a un pueblo serrano en decadencia, que rumia su pasado mientras avanza hacia la desaparición. Los jubilados que se apiñan en el bar le recuerdan, le reciben, desean ser partícipes de su proyecto.

Aunque se considere a sí mismo un fracasado, propietario de una gestoría administrativa por influencia paterna en lugar de haberse dedicado en cuerpo y alma al arte. A la interpretación, gracias a su voz prodigiosa.

Ahora desea redimir ese sueño, levantando una obra teatral en la que los propios vecinos asuman los papeles. Reescribirá la antigua leyenda de la Santa Niña Rosalba y cada uno tendrá al menos una frase que pronunciar.

De todas las doncellas, la más hermosa y codiciada por el conde de Berbellido es Rosalba. Este era el papel principal de la obra. También ella oye y ve al caballero, pero no sucumbe a sus encantos ni acude a la llamada, porque la fuerza de su pureza y su amor a Dios y a San Albín la hacen inmune al hechizo satánico.

Pero hace falta alguien que interprete a la heroína. Alguien como Paula, ahogada en un matrimonio y una vida tan mediocres que se deja llevar sin inconveniente por un error de identidad (la confunden cuando sale del tren en el apeadero).

Los ensayos, los decorados, la música, cada pieza del andamio se construye en un postrer intento por cambiar el destino. Avisan a televisiones, autoridades, al mundo, para que todos les observen. Como resultado…

Hay un resultado, desde luego. O dos, uno público y otro personal que atañe a Tito y Paula. No obstante, el desarrollo para llegar a él me hace perder paulatinamente el interés en lo que estoy leyendo y, por desgracia, no recuperarlo.

Landero escribe con voz personal, tanto como la que se supone adorna a Tito en el relato, pero aquí no pasa del mero ejercicio de sonido. La melancolía del texto me resulta indiferente. La historia, muy forzada. El mensaje queda lejos de cualquier revelación.

No me deja ningún poso, vaya. Ojalá otra vez...


lunes, 15 de abril de 2024

Caín

Clave de lectura: Perseguido por matar a su hermano, su mujer a punto de dar a luz a rastras…
Valoración: Excelente ✮✮✮✮✮
Música: Concertino para guitarra, de Luis Antonio Escobar ♪♪♪
Portada del libro Caín, de Eduardo Caballero Calderón.

Podría argüirse que en la literatura colombiana hay una era a.G.M. y otra d.G.M. Antes y después de García Márquez.

Si nos remontamos al «antiguo testamento» a.G.M., tampoco tengo duda de que Eduardo Caballero Calderón sería uno de los profetas. Para emitir este juicio me baso en su título Caín.

Con una simbología bíblica evidente, Martín, el protagonista, huye a la selva tras asesinar a machetazos a su hermano Abel.

¿Por qué lo ha hecho? ¿Solo por los celos de encontrarse a su embarazada esposa durmiendo con otro hombre?

¿Por los años de humillaciones en el papel de bastardo de don Polo, la poderosa figura que decide los destinos de Sogamoso?

¿Por el desprecio que siente hacia él Margarita, forzada a una boda absurda desde la óptica de su arruinada familia, guardiana de la antigua aristocracia criolla?

¿Por su condición de semiesclavitud entre peones sin tierra? ¿Por haberse unido a la guerrilla de Pedro Palos? ¿Como participante natural en la violencia que habrá de desangrar el país durante los tiempos venideros?

¿Y Abel? ¿Era él «justo» destinatario del castigo? ¿Hizo algo malo aparte de nacer heredero, ser oficial del ejército y, por supuesto, enamorarse de aquella mujer con quien tanto compartió de niño?

Igual que tanto compartió con Martín, que lo adoraba.

La caza al fugitivo se ha iniciado. Su marca es el ojo que parece refulgir en una cuenca sin vida. Muerte llama a muerte.

Dos aspectos a destacar en el comentario: primero, la fuerza que contienen los protagonistas, todos excepcionalmente trazados —aunque me gustaría destacar la complejidad de Margarita, secuestrada por Caín tras el crimen y que en los momentos clave se yergue como apasionada defensora de «su hombre»—.

La miró con su ojo vago, un poco húmedo. En su impaciencia por detenerlo e impedir que le diera otra vez por irse, ella no podía ver aquello. Amainaba el aguacero. El viento se llevaba las nieblas y las nubes sierra adentro, despejando el monte. En aquel momento se le ocurrió pensar que si Martín no había querido matarla aquella vez, por el deseo recóndito de conquistarla algún día, también ahora podía estar cavilando en lo mismo.

Segundo, el estilo de Caballero Calderón, que contribuye no poco a la grata experiencia lectora: sin asomo de retablo barroco, sin revueltas ni manierismos, al tiempo que con una belleza expresiva de numerosos quilates. La acción, el ambiente que la rodea, las descripciones…

Afortunado descubrimiento, en resumidas cuentas. Uno merecedor de las «cinco estrellas».


lunes, 8 de abril de 2024

El astillero

Clave de lectura: La decadencia en cada faceta, de la personal a la del astillero sin barcos.
Valoración: Bastante aburrido ✮✮✩✩✩
Música: Oblivion (Astor Piazzolla), de Isabel Pfefferkorn ♪♪♪
Portada del libro El astillero, de Juan Carlos Onetti.

Hay un consenso indiscutido sobre la calidad de gran autor de Juan Carlos Onetti. Su Premio Cervantes, sin ir más lejos.

Y hay una opinión particular que solo representa a quien la expone, según la cual una de sus novelas más celebradas, El astillero, es un gran ladrillo.

Ya lo he dicho.

Por supuesto tengo intención de explorar otros títulos con su firma. El problema va a ser quitarme de la cabeza la fatiga que me ha producido este.

Tercera parte, en orden cronológico de la acción, del conjunto formado por La vida breve y Juntacadáveres, la trama gira alrededor de este último personaje, sobrenombre de Larsen, que retorna a la ciudad de Santa María tiempo después de haber sido expulsado.

Allí se aloja en una pensión, patea las calles con suficiencia, observa, calcula, actúa… De vez en cuando acaricia el revólver bajo la chaqueta.

Y las vueltas del destino, desde que se cruza con Angélica Inés, lo convierten en su prometido y gerente de la empresa marítima de su padre.

Un astillero que se cae a pedazos, del que solo queda ir vendiendo herrumbrosas piezas de maquinaria para sacar unos pesos que mantengan el espejismo de los negocios por venir. En cuanto el señor Petrus convenza a accionistas, acreedores, jueces, al mundo...

El gran teatro, por todos aceptado, se completa con actores como Kunz, el ingeniero, Gálvez, el contable, y una enigmática «mujer» que lleva en sus entrañas al hijo de este último.

Decadencia, ruina, locura, fatalismo, entrelazados sin solución de continuidad. Bien, de acuerdo, pero…

Con unas elipsis brutales. ¿A santo de qué, por ejemplo, de una línea a la que sigue, Larsen es aceptado en la mansión de Petrus y en el despacho principal de la factoría? ¿Qué ha podido ocurrir entre medias?

Aquella mañana Larsen llegó al astillero cerca de las diez, saludó al perfil de Kunz que examinaba un álbum de estampillas sobre la mesa de dibujo y entró inquieto en su oficina. Cambió un montón de carpetas por otro y trató de leer hasta las once, mientras la repentina llovizna rebotaba en los filos de los vidrios rotos de la ventana.

Quizá los agujeros se aclararían si se conociera previamente Juntacadáveres; a falta de este requisito, no queda más remedio que rellenarlos —insisto, son extensos— con suposiciones propias del lector.

Por otro lado, la sordidez parece invadir también la forma literaria, y abundan las frases, los párrafos, las páginas enteras que se enrollan como una soga hacia la nada, en términos de aporte a la comprensión de la historia. Una cosa es la escritura densa y otra distinta el engrudo, a mi parecer.

Aburrimiento sin remedio, lo peor que podía ocurrir…

P. D.: Como en otras ocasiones, compenso la crítica negativa con una música que me parece… En fin, todo lo contrario.


lunes, 1 de abril de 2024

Esto no es Bambi

Clave de lectura: Así que quieres trabajar en William Golding, ¿eh? ¿Tú lo vales?
Valoración: En la misma diana. ✮✮✮✮✩
Música: Highway to Hell, de AC/DC ♪♪♪
Portada del libro Esto no es Bambi, de David Pérez Vega.

«Jóvenes de alto potencial», nos llamaron. A unos cuantos con merecimiento y a otros, entre los que me incluyo, supongo que para completar el cupo.

El éxito y el fracaso son dos impostores, decía Kipling, pero no estábamos preparados para entenderlo entonces. Ni los buenos ni los mediocres.

Para los herederos de abuelos y padres currantes, las moquetas, los trajes, incluso la posibilidad de cruzarse en el pasillo con un nombre habitual de las páginas color salmón, suponían un acicate. ¡Más horas, más esfuerzo, más, más! ¡Hay que escalar hasta la cumbre!

«Aquellos maravillosos años»…

En fin, si alguna vez tuviera que escribir memorias tragicómicas sobre las mil cosas absurdas que el espíritu de los tiempos me llevó a contemplar o en las que participé, laboralmente hablando, alrededor del cambio de siglo, ya sé qué título tomaría como inspiración.

Esto no es Bambi, de David Pérez Vega, se ajusta casi como un guante.

Los diferentes personajes, a quienes se asigna el rol de narrador en cada capítulo para que entendamos mejor sus propios puntos de vista, se reúnen por vez primera en un training organizado por la firma de auditoría a la que van a prestar servicio —si se demuestran dignos, claro está—. Una de las big five del ramo.

Marta, Carmen, Alfonso, Nerea, Daniel, Javier… Cada uno lleva en la mochila un origen, unos apellidos, un carácter variopinto. Lo que comparten es el sueño de demostrar que el mundo es suyo. Por convencimiento o autoimposición.

Nerea, Rafa y yo volvemos al Atlántico, al staff. Como estamos sin asignación, podemos irnos a casa a las siete. En las noticias de las nueve, frente al televisor del salón, puedo indicarles a mis padres qué cifras he contribuido a cambiar de las que da el locutor cuando habla de la junta de accionistas de Modélica. Cuento también alguna anécdota sobre ellas y mis padres agitan la cabeza y sonríen. Me siento muy orgulloso.

Acólitos del sistema, personas en el lugar equivocado, aquellos que flotan, los dispuestos a humillarse si sirve a sus propósitos de poder humillar en el futuro, los que se rompen en el camino…

Y el tono en que están redactadas sus «aventuras», con la vis tanto cómica como reflexiva que señalaba, contribuye notablemente a que esta novela se catalogue como un nuevo acierto en la producción del autor.

Un verdadero acierto, doy fe.


domingo, 11 de febrero de 2024

El abuelo que volvió para salvar el mundo

Clave de lectura: Nuevas aventuras de Jonas Karlsson en el loco mundo de nuestros días.
Valoración: Divertido ✮✮✮✮✩
Música: Joyride, de Roxette ♪♪♪
Portada del libro El abuelo que volvió para salvar el mundo.

Qué habilidad para escribir tiene Jonas Jonasson.

Debido a la suspicacia que suele rodear a las segundas partes, no era muy previsible que consiguiera superar a la inefable El abuelo que saltó por la ventana y se largó, vehículo de su estrellato. Sin embargo…

No se queda demasiado lejos. Lo único que pierde un poco El abuelo que volvió para salvar al mundo, inevitablemente, es la «frescura». La capacidad de sorprendernos con las andanzas de sus personajes.

Ya conocemos a Allan Karlsson, el jubilado que, coincidiendo con su centésimo cumpleaños, decidió que la vida en la residencia de ancianos resultaba poco estimulante para él.

Teniendo en cuenta los «amigos» —o no tanto— que había hecho en el pasado: Franco, Stalin, Mao, Churchill, de Gaulle, Nixon, Kim Il-sung…

Allan y Julius Jonsson, su cómplice, descansan ahora en la isla de Bali con una pila de millones. El ritmo de vida que llevan hace historia en el hotel.

Por ello, el director se muestra encantado de regalar a los caballeros suecos un móvil (inútil cacharro) y una tableta negra que, ese aparato sí, fascina a nuestro protagonista. ¡La de noticias que se ven por ella! ¡Lo que pasa en el planeta!

Allan, por supuesto, quería usar su tableta negra como un instrumento de puro entretenimiento, pero le costaba mucho protegerse de algunos contextos más amplios que empezaba a percibir. Pensó en deshacerse de la tableta, luego en no tocarla durante un día entero, y otro y otro más, solo para acabar admitiendo, a su pesar, que ya era demasiado tarde: el hombre que había conseguido procuparse menos que nadie por el estado de las cosas empezaba a preocuparse por el estado de las cosas.

Y, cuando el dinero se acaba y entran en números rojos, ¿qué mejor solución que soltar las amarras del globo aerostático alquilado y dejarse llevar por los vientos?

Siempre con la tableta negra, que no deja de consumir datos en itinerancia, para extrañeza de los contables del hotel, como talismán de su suerte.

El globo cae en la inmensidad del océano, pero no importa. El Fuerza y honor, un carguero norcoreano que cumple una misión especial para el amado líder relacionada con el uranio, navega casualmente por esas coordenadas.

¿No había trabajado Allan con un tal Oppenheimer, el creador de cierto artefacto poco recomendable para la salud basado en el mismo elemento químico? A partir de ahí, se desarrolla un humor tipo «camarote de los hermanos Marx».

Con la inestimable colaboración de Kim Jong-un, Trump, Putin, Merkel, la ministra de asuntos exteriores Wallström, los nazis de la hermandad aria, sucursal escandinava, los nuevos amigos de la pareja en los negocios de los espárragos, los ataudes personalizados, la videncia…

Aunque los cuatrocientos kilos de material nuclear de contrabando que quiere adquirir el hombrecito de Pionyang podrían hacer peligrar cualquier negocio al que se dediquen. Tendrán que remangarse para solucionarlo.

Si ya no consigue el efecto sorpresa, como señalaba al principio, no por ello desmerece en su cualidad principal:

Es una novela muy divertida.


martes, 26 de diciembre de 2023

El cielo no tiene favoritos

Clave de lectura: Vivir rápido sin mirar atrás cuando «mañana» puede no tener significado.
Valoración: Extraordinario ✮✮✮✮✮
Música: 'Round Midnight, de Ute Lemper ♪♪♪
Portada del libro El cielo no tiene favoritos, de Erich Maria Remarque.

Cuando pensamos en algún título escrito por Erich Maria Remarque, lo más probable es que recordemos clásicos como Sin novedad en el frente o quizá su secuela, Después. Es tanta la fuerza que transmiten, que han eclipsado el resto de su obra.

Y sin embargo, esa obra existe. Con una calidad novelística que hace injusto su estado de semipenumbra.

En El cielo no tiene favoritos, la sabiduría de Remarque le permite dar vida a unos personajes tan complejos, tan humanos, que casi saltan de las páginas: Clerfait y Lillian son los nombres principales, pero el elenco que los acompaña, aun con roles más pequeños en la historia, está a parecida altura.

Una historia que nos habla de dos personas que se conocen sin buscarse, que saben que el futuro puede ser más breve que el pasado y que deciden quemar el aire que les quede juntos.

Clerfait es un piloto de carreras que, a su edad, ya no compite al nivel de los más jóvenes. Descreído, cínico ante el peligro, sin sueños, cada nueva prueba le acerca a la única meta que jamás ha deseado cruzar: la del tiempo.

¿Cuánto tiempo podría seguir haciendo carreras aún? ¿No estaba ya fuera de competencia? ¿Y qué haría después? ¿Qué le esperaba? Un empleo como representante de una empresa de automóviles en alguna ciudad provinciana…, y la vejez avanzando en un lento ocaso con sus noches interminables.

Lillian se consume lentamente en un sanatorio de las montañas suizas para enfermos de tuberculosis. A sus veinticinco años, la velocidad entre etapas que pasa ante los ojos de Clerfait es la que ella desearía experimentar.

Sin ataduras, sin lágrimas ni remordimientos, sin importar el mañana. Solo por obtener la esencia de un minuto más antes de la «partida», como denominan en la clínica al momento en que los pacientes dejan libre su habitación.

Acercamiento. Pasión. Separaciones. Planes para una noche, para un hotel, para un viaje en el rugiente automóvil de Clerfait, sin preocuparse más allá de la siguiente curva.

Dos espíritus en una Europa donde el recuerdo de la guerra apenas ha comenzado a difuminarse. Sin rumbo o, mejor dicho, con múltiples faros que los llaman con su luz: los Alpes, Sicilia, Venecia, París…

Y una forma de narrar tan asombrosamente elegante y profunda, donde cada frase, cada diálogo y reflexión disfrutan de pleno sentido, que resulta imposible no ratificar a su autor en el puesto que merece dentro de la literatura universal.

Extraordinario.


miércoles, 25 de octubre de 2023

La balada del café triste

Clave de lectura: Vida y tragedia en el viejo sur.
Valoración: Pequeña gran novela ✮✮✮✮✮
Música: La balada del café triste, de Richard Robbins ♪♪♪
Portada del libro La balada del café triste, de Carson McCullers.

Menos es más. Y mejor.

Siempre he tenido prevención hacia los escritores que, para decirte que sale el sol por la mañana, emplean media docena de páginas, cuarenta oraciones subordinadas y una cantidad de adjetivos de exorbitante generosidad.

De acuerdo, dominas el diccionario y quieres demostrárselo al mundo, pero… ¿sabes contar una historia?

Carson McCullers sí sabe. Ya lo creo que sabe. Y con una economía material que, lejos de convertirse en aridez, aporta una riqueza de contenido admirable.

La balada del café triste pone al lector en situación desde la primera frase: «El pueblo de por sí ya es melancólico».

Palabras que nos transportan al escenario del drama, un villorrio del viejo sur estadounidense, perdido, sin presente ni futuro, cuyos habitantes ven pasar la existencia a base de whisky casero destilado en los pantanos.

Un lugar donde, en las horas de calor más sofocante, se ve asomar un rostro tras la ventana de un edificio tapiado: Miss Amelia.

Edificio que alguna vez fue un local en el que los lugareños se reunían los sábados por la noche con manteles y servilletas de papel, y el «primo Lymon», un jorobado, los animaba con su locuacidad.

Después de llover, el barro de la calle formaba duros surcos helados; se veía el débil resplandor de las lámparas de las casas y los melocotoneros estaban deshojados. En aquellas noches de invierno, oscuras y silenciosas, el café era el punto central y cálido del pueblo, y sus luces brillaban tanto que se veían desde un cuarto de milla.

Todo parecía ir sobre ruedas de carreta hasta que alguien llegó a desencadenar los acontecimientos que terminaron en su ruina. Marvin Macy, recién salido del penal. El ex marido de Miss Amelia.

Así, gracias a una escritura tan sencilla como poderosa, la autora nos pone en el umbral de dónde, quién y qué. Y enseguida consigue atraparnos con garra en el porqué. En la espiral de rencores, ansias y decadencia que arrastra a los personajes hasta su propia inmolación.

Para predicar con el ejemplo y no resultar yo pesado en el comentario, lo expresaré sin más añadidos: ¡qué pequeña gran novela!


lunes, 25 de septiembre de 2023

Los negocios del señor Julio César

Clave de lectura: Julio César antes de ser ¡Julio César!
Valoración: Muy actual ✮✮✮✮✩
Música: Giulio Cesare (Se in fiorito ameno prato), de G.F. Haendel ♪♪♪
Portada del libro Los negocios del señor Julio César, de Bertolt Brecht.

Para continuar con las lecturas estivales, le llega el turno hoy a una de las grandes plumas: Bertolt Brecht.

Los atractivos que rodean a Los negocios del señor Julio César son varios. Aunque me gustaría destacar uno en especial: su actualidad.

El dramaturgo recrea las andanzas de nuestro personaje antes de que su nombre pasara a la historia. Cuando apenas era un vividor y político del montón, entrampado, sujeto a los tejemanejes cotidianos de la República más que urdidor de sus hilos.

Y lo hace con un estilo que lo sitúa en nuestros propios tiempos, entre los ecos de sociedad, las noticias y los índices bursátiles de la city.

Con escándalos, especulaciones, compromisos clientelares y extravagancias para privilegiar su cursus honorum a costa de otros ilustres candidatos a dirigir el destino de Roma: Pompeyo, Catón, Craso, Cicerón, Catilina…

Dos décadas después de los idus de marzo que vieron relucir los puñales, un escritor deseoso de redactar la biografía del estadista visita al antiguo alguacil ejecutor de deudas y ahora banquero Mummio Spicer. Solicita consultar el diario de Rarus, secretario personal de César, que obra en su poder.

Y será en esas páginas, no destinadas al conocimiento público, donde mejor se imbuya de su personalidad real, así como de la cloaca en que poderosos y esclavos, senadores y libertos, patricios y plebeyos nadan con un único interés: medrar para mantener la cabeza a flote, evitando que las aguas los arrastren al Tártaro.

Es evidente que vamos rumbo a una catástrofe. No bien dejan de entrar las grandes sumas destinadas a fines políticos de cualquier especie —como ha sucedido ahora—, en la casa no hay un centavo. Todo está edificado sobre arena. Los 20.000 sestercios de anteayer ya han desaparecido. Mientras los acueductos son reparados por los peones de la caballeriza, pues el hojalatero no quiere trabajar sin pago adelantado (¡en casa de un gran pontífice!), el dueño de casa trata de ahuyentar a los corredores de inmuebles que exigen medio millón para las doce del mediodía.

No, Cayo Julio no es héroe ni villano en el relato de Brecht, sino un oportunista cuya apuesta consigue quedar la más alta. Porque los héroes no existen, solo hombres y mujeres de rostro esculpido en mármol o hace mucho ya olvidados, pero todos inmersos en un vulgar mundo de miserias.

Muy buena… ¿novela?