Título y autor/a: | Para amantes y ladrones, de Pedro Zarraluki. |
Clave de lectura: | La escritura como cristal, transparente y oscuro, de la vida. |
Valoración: | ✮✮✮✮✩ |
Comentario personal: | Es una novela que atrae. |
Música: | La Creación (Von deiner Güt'), de Joseph Haydn ♪♪♪ |
Pedro Zarraluki acaricia el lenguaje, le da fuerza, hace que significante y significado se eleven gozosamente a los ojos. En cuatro palabras: escribe que da gusto.
El protagonista homónimo de su novela Para amantes y ladrones, Pedro, está inmerso en la mayor confusión que se puede tener a los diecisiete años: las chicas. Ojalá, al igual que han conseguido otros del pueblo, se echara novia.
Paco, editor envejecido y epicúreo, propietario de una masía, le contrata para preparar comida, cena y desayuno. Van a acudir invitados a pasar el fin de semana y la señora que le lleva la casa ha sufrido un accidente.
Además, podrá codearse con personas de cuya creatividad puede esperar grandes descubrimientos: los invitados son escritores.
Antón Arriaga se especializa en relatos policiacos; las andanzas del detective Palomares venden mucho y bien. Su mujer, Dolores Malnom, acaba de ganar un importante premio con una obra «nihilista y bella».
Humberto Ardenio Rosales, el más antiguo de los representados por Paco, se hace acompañar de la joven secretaria Polín.
Isabel Togores y Fabio Comalada aparecen discutiendo sobre la inmerecida fama de Nabokov, capaz de aburrir describiendo el revoloteo de una mosca. ¡Ah, pero Balzac es diferente!
Paco les propone que cada uno imagine una historia y él imprimirá el conjunto como regalo a sus amistades. El tema será «el malentendido».
Se desata una tempestad. El supuesto poder de la creación y ellos quedan entrelazados, enfrentados, abrazados por cielos e infiernos que aúllan tanto por dentro como por fuera.
Y Pedro, relator y participante al tiempo, testigo y cómplice, aprende que la vida no es sino una página en blanco. Donde escribimos, bien para nosotros mismos, bien para satisfacer lo que esperan de nosotros los demás.
O apenas aventuramos esbozos. O permanecemos sentados ante ella sin ser capaces de hacerlo.
Aparte de la arquitectura formal que alababa al principio, el estilo tan fluido de Zarraluki, ¿en qué me baso para recomendar estas páginas con cierto fervor?
La construcción —«o deconstrucción»— del entorno, las circunstancias y las figuras reunidas para celebrar el misterio del cordón umbilical entre los autores y sus obras no deja indiferente. Sus conclusiones, totalmente integradas en la trama, ahondan en la complejidad de personas, actos y pensamientos.
De verdad, es una novela que atrae.
Polín se sentó a la mesa y y bostezó ostentosamente. Obnubilado, pensando sólo en servirla, en que me viera, en verla más de cerca, me apresuré a llevarle una taza. Cuando la puse frente a ella descubrí que llevaba en la otra mano un langostino. Solté un hipido de horror, como si lo que estuviera mostrando fuera en realidad una carta de amor a la secretaria.
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