Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre ♪♪♪
No es que las obras de Joseph Roth reflejen la vida en el Imperio Austrohúngaro. Es que son el Imperio Austrohúngaro. Contienen la metafísica de su existencia, la heterogeneidad absoluta de cada pedazo de tierra que lo conforma, su decadencia al mismo tiempo que su brillantez.
Las costuras descosidas de un mundo llevado a sus límites pero que se resiste a romperse.
En La marcha Radetzky, un joven teniente, descendiente de campesinos eslovenos, salva la vida del emperador durante la batalla de Solferino. El empujón y la bala que recibe en su lugar le valen el ascenso a capitán, la más alta condecoración y, sobre todo, el derecho a añadir un von a su apellido: Joseph Trotta von Sipolje.
Pero, por mucho que a partir de entonces se le abra cualquier puerta en las vastas posesiones de su majestad, siempre se sentirá ajeno a ellas. No entiende ni comparte la grandeza que le ha sido otorgada.
Su heredero Franz, por el contrario, sí es consciente de esa importancia. Ha nacido ya con ella. La benevolencia de palacio pronto le eleva a jefe de distrito en Moravia.
Los domingos, la banda militar le obsequia en la plaza, bajo su balcón. El papeleo oficial, los almuerzos, el casino… El orden social impera, a pesar de alguna huelga y algunos potenciales descontentos que quisieran estropearlo. Los gendarmes los pondrán en su sitio.
Aunque es el nieto del héroe, Carl Joseph, la figura central del relato. Lo son sus años en la academia de cadetes, los amores desgraciados, el juego, la bebida, las fiestas, los escándalos, las guarniciones de la frontera donde cada oficial es un inepto o un corrupto.
Y el emperador Francisco José, omnipresente, perenne desde su trono de Schönbrunn, continúa guiando a sus súbditos tras el emblema del águila bicéfala.
Un clásico de todos los tiempos.