Me pregunto, cuando el asedio nos deje respirar un poco, qué será lo que habremos aprendido.
¿A vivir en una sociedad más equilibrada? ¿Menos ciegamente consumista? ¿En la que no nos consideremos dueños infatuados del mundo?
¿Donde escuchar sea la norma, en vez de gritar más que los demás? ¿Donde se entienda que, en nuestra fragilidad, lo que pretendidamente nos separa no tiene ni punto de comparación con lo que nos une?
¿A ir de frente? ¿Se aceptará que se pueden cometer errores y ese es el primer paso para solucionarlos? En lugar de negar, ocultar, confundir a toda costa.
¿Habremos aprendido que siempre existe un mañana, para lo bueno y para lo malo, y que llega mucho antes de lo que parece?
¿O seguiremos creyendo que las personas somos islas, como dice la canción? Y que sálvese quien pueda...
Música, libros, fotos, cosas que me pasan, que recuerdo, que se me ocurren, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
jueves, 30 de abril de 2020
martes, 28 de abril de 2020
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LXVI)
Ochocientas y pico páginas, buf…
Este es el típico libro que me compro enseguida, porque el tema me interesa, y luego me da pereza empezarlo por su grosor.
Pero como no tengo muchos sitios a los que ir últimamente, he tomado la ocasión al vuelo.
La Segunda Guerra Mundial en el mar, de Craig L. Symonds, es un estudio de impecable factura, en el sentido de la documentación y de aprovechar el conocimiento historiográfico acumulado desde el final del conflicto.
Tras una introducción sobre las políticas navales de entreguerras, cuya visión estratégica venía heredada en gran medida de la Primera, Symonds entra en harina con los hundimientos del Courageous y del Royal Oak por parte de submarinos alemanes, hasta llegar a la firma de la rendición japonesa a bordo del Missouri.
Entre medias, todos los escenarios del globo y todas las fuerzas involucradas: cargueros, corbetas de escolta, destructores, sumergibles, buques de desembarco, acorazados, portaaviones, los nuevos reyes del océano…
Como señalaba, los avances historiográficos aportan luz a múltiples episodios que, interrelacionados, permiten entender la definitiva victoria aliada. Aunque también resulta casi increíble cuán a menudo un enfrentamiento se decidió por detalles que podrían resumirse en la palabra "suerte".
Otra característica de la obra es la preponderancia que otorga al Pacífico, donde se desgranan las operaciones anfibias con minucioso detalle. ¿Quizá el Mediterráneo, por ejemplo, no disfruta de ese nivel de atención? Pues sí, si buscamos una crítica, quizá.
Y por supuesto, en un proyecto de este calado, no deja atrás aspectos fundamentales como el esfuerzo tecnológico e industrial, las personalidades de sus protagonistas o el trabajo de inteligencia para intentar adelantarse a los movimientos enemigos –especialmente, el descifrado del sistema Enigma–.
En suma, una lectura agradecida, que no defraudará a ningún aficionado a la Historia.
Ah, y quitando las notas, las páginas se quedan en setecientas cuarenta y siete. ¡Eso ya es otra cosa!
Este es el típico libro que me compro enseguida, porque el tema me interesa, y luego me da pereza empezarlo por su grosor.
Pero como no tengo muchos sitios a los que ir últimamente, he tomado la ocasión al vuelo.
La Segunda Guerra Mundial en el mar, de Craig L. Symonds, es un estudio de impecable factura, en el sentido de la documentación y de aprovechar el conocimiento historiográfico acumulado desde el final del conflicto.
Tras una introducción sobre las políticas navales de entreguerras, cuya visión estratégica venía heredada en gran medida de la Primera, Symonds entra en harina con los hundimientos del Courageous y del Royal Oak por parte de submarinos alemanes, hasta llegar a la firma de la rendición japonesa a bordo del Missouri.
Entre medias, todos los escenarios del globo y todas las fuerzas involucradas: cargueros, corbetas de escolta, destructores, sumergibles, buques de desembarco, acorazados, portaaviones, los nuevos reyes del océano…
Como señalaba, los avances historiográficos aportan luz a múltiples episodios que, interrelacionados, permiten entender la definitiva victoria aliada. Aunque también resulta casi increíble cuán a menudo un enfrentamiento se decidió por detalles que podrían resumirse en la palabra "suerte".
Otra característica de la obra es la preponderancia que otorga al Pacífico, donde se desgranan las operaciones anfibias con minucioso detalle. ¿Quizá el Mediterráneo, por ejemplo, no disfruta de ese nivel de atención? Pues sí, si buscamos una crítica, quizá.
Y por supuesto, en un proyecto de este calado, no deja atrás aspectos fundamentales como el esfuerzo tecnológico e industrial, las personalidades de sus protagonistas o el trabajo de inteligencia para intentar adelantarse a los movimientos enemigos –especialmente, el descifrado del sistema Enigma–.
En suma, una lectura agradecida, que no defraudará a ningún aficionado a la Historia.
Ah, y quitando las notas, las páginas se quedan en setecientas cuarenta y siete. ¡Eso ya es otra cosa!
lunes, 27 de abril de 2020
El asedio (XXXVIII)
Aún no puede ser como esta la foto del día. Aún no.
Nadie sabe cuándo. Ni siquiera cómo.
Pero sí que el esfuerzo habrá merecido la pena.
Porque la vida resurgirá.
Nos recuperaremos.
Nadie sabe cuándo. Ni siquiera cómo.
Pero sí que el esfuerzo habrá merecido la pena.
Porque la vida resurgirá.
Nos recuperaremos.
sábado, 25 de abril de 2020
El asedio (XXXVII)
El súbito estruendo me levanta de la silla. ¡Una fuga de agua!
Suena como un estallido, como un géiser, como una catarata.
Pero recorro las habitaciones y no hallo la causa.
Hasta que, en el dormitorio, veo la ventana abierta. Debí de dejarla así por la mañana.
¿Una tormenta entonces?
Y no, tampoco es una tormenta. Aunque su fuerza consiga engañar a mi oído.
Los aplausos de los asediados crean hoy un eco inmenso, mayor que nunca, en todo el patio de manzana.
Una corriente incontenible …
Suena como un estallido, como un géiser, como una catarata.
Pero recorro las habitaciones y no hallo la causa.
Hasta que, en el dormitorio, veo la ventana abierta. Debí de dejarla así por la mañana.
¿Una tormenta entonces?
Y no, tampoco es una tormenta. Aunque su fuerza consiga engañar a mi oído.
Los aplausos de los asediados crean hoy un eco inmenso, mayor que nunca, en todo el patio de manzana.
Una corriente incontenible …
viernes, 24 de abril de 2020
El asedio (XXXVI)
Yo solo digo una cosa.
El sábado 25 de abril de 2020, la Ópera de Nueva York retransmite en abierto La Traviata.
Sí, sí, oigan, La Traviata.
Tan fácil como conectarse a su web para escuchar a Natalie Dessay y compañía.
¿Que luego hay gente que va a su bola, sempre libera, y no hace caso y no se conecta? Bueno, cada uno es cada uno.
¿Que no quieren pasar un di felice? Vale, vale…
Pero es que es Verdi, caramba. Es que es Dessay. ¿A quién no le va a apetecer? Anda, quita, ¡follie!
A ver si llega mañana de una vez.
El sábado 25 de abril de 2020, la Ópera de Nueva York retransmite en abierto La Traviata.
Sí, sí, oigan, La Traviata.
Tan fácil como conectarse a su web para escuchar a Natalie Dessay y compañía.
¿Que luego hay gente que va a su bola, sempre libera, y no hace caso y no se conecta? Bueno, cada uno es cada uno.
¿Que no quieren pasar un di felice? Vale, vale…
Pero es que es Verdi, caramba. Es que es Dessay. ¿A quién no le va a apetecer? Anda, quita, ¡follie!
A ver si llega mañana de una vez.
jueves, 23 de abril de 2020
El asedio (XXXV)
Marcos Mundstock…
Las manos cubriendo los ojos, sosteniendo la cabeza…
Adiós.
Pero no tendría sentido un gesto de tristeza prolongado. Lo que merece su memoria es una sonrisa amplia y franca.
Y si incluso tuvimos la fortuna de verlo en persona sobre un escenario, junto al resto de Les Luthiers, revivir las miles de carcajadas que resonaron.
Ese ha de ser su legado y la prueba de nuestra gratitud.
Las manos cubriendo los ojos, sosteniendo la cabeza…
Adiós.
Pero no tendría sentido un gesto de tristeza prolongado. Lo que merece su memoria es una sonrisa amplia y franca.
Y si incluso tuvimos la fortuna de verlo en persona sobre un escenario, junto al resto de Les Luthiers, revivir las miles de carcajadas que resonaron.
Ese ha de ser su legado y la prueba de nuestra gratitud.
miércoles, 22 de abril de 2020
El asedio (XXXIV)
Nuestro buscador amigo nos avisa en su logo de que hoy es el Día de la Tierra. ¿Ah, sí? ¿Hay un Día de la Tierra? ¿Y solo uno?
Si pinchamos, nos informa de que las abejas son aún más amigas que nuestro buscador amigo, porque polinizan casi todo lo que crece en el planeta. Incluyendo lo que luego nos comemos.
Pues me gustaría subir una foto de abejas para sumarme al homenaje, pero resulta que no tengo ninguna. Me lo apunto para cuando se acabe el asedio.
Habrá que conformarse con una mariposa, que también cumplen su rol de polinizar, al fin y al cabo. Allá va.
Si pinchamos, nos informa de que las abejas son aún más amigas que nuestro buscador amigo, porque polinizan casi todo lo que crece en el planeta. Incluyendo lo que luego nos comemos.
Pues me gustaría subir una foto de abejas para sumarme al homenaje, pero resulta que no tengo ninguna. Me lo apunto para cuando se acabe el asedio.
Habrá que conformarse con una mariposa, que también cumplen su rol de polinizar, al fin y al cabo. Allá va.
martes, 21 de abril de 2020
El asedio (XXXIII)
Una, dos, tres, cuatro, cinco…
Plof. No, definitivamente cuatro.
Me asalta la melancolía. No sé qué hacer.
Cuando traje a casa la orquídea, el día antes de comenzar el asedio, su belleza era… ¿Cómo describirla?
Era como Isabeau, pero en orquídea.
Ya sabéis, Isabeau: el hechizo al despuntar el alba, el capitán Navarre, el obispo, Lady Halcón…
Hermosísima. Y con doce flores.
Junto al ordenador del trabajo, su presencia me transportaba a horizontes de bienestar sin fin.
Hasta que… Doce, once, diez, nueve, ocho…
Cada mañana hay una menos.
Le quedan cuatro.
Y no me puedo pelear en duelo mortal con ningún capitán de la guardia para solucionarlo.
Isabeau, mi Isabeau…
Plof. No, definitivamente cuatro.
Me asalta la melancolía. No sé qué hacer.
Cuando traje a casa la orquídea, el día antes de comenzar el asedio, su belleza era… ¿Cómo describirla?
Era como Isabeau, pero en orquídea.
Ya sabéis, Isabeau: el hechizo al despuntar el alba, el capitán Navarre, el obispo, Lady Halcón…
Hermosísima. Y con doce flores.
Junto al ordenador del trabajo, su presencia me transportaba a horizontes de bienestar sin fin.
Hasta que… Doce, once, diez, nueve, ocho…
Cada mañana hay una menos.
Le quedan cuatro.
Y no me puedo pelear en duelo mortal con ningún capitán de la guardia para solucionarlo.
Isabeau, mi Isabeau…
lunes, 20 de abril de 2020
El asedio (XXXII)
Enciendo la tele, a ver qué echan.
En el primer canal al azar, un actor conocido que debe de ser del FBI y su acompañante que no sé quién es se meten en una casa buscando no sé qué.
Pero oyen un ruido y se esconden. Otros dos tipos entran en escena y parece que también buscan lo que quiera que busquen.
El agente federal se hace visible, amartillando su arma, y dice algo como: «Qué sorpresa, inspector».
El segundo intruso se da la vuelta, se quita una capucha que da suspense a la situación (en la fantasía del guionista) y la mujer exclama: «¡Miles!».
Él responde: «Hola, cariño».
Como si de un resorte mental se tratara, mi mano vuela rauda hacia el mando a distancia. Apagar, apagar, apagar…
A continuación escojo un CD, voy hasta el equipo de música y lo introduzco. Me aporta todo lo que necesito justo aquí y ahora.
Miles Davis.
¡Miles!
En el primer canal al azar, un actor conocido que debe de ser del FBI y su acompañante que no sé quién es se meten en una casa buscando no sé qué.
Pero oyen un ruido y se esconden. Otros dos tipos entran en escena y parece que también buscan lo que quiera que busquen.
El agente federal se hace visible, amartillando su arma, y dice algo como: «Qué sorpresa, inspector».
El segundo intruso se da la vuelta, se quita una capucha que da suspense a la situación (en la fantasía del guionista) y la mujer exclama: «¡Miles!».
Él responde: «Hola, cariño».
Como si de un resorte mental se tratara, mi mano vuela rauda hacia el mando a distancia. Apagar, apagar, apagar…
A continuación escojo un CD, voy hasta el equipo de música y lo introduzco. Me aporta todo lo que necesito justo aquí y ahora.
Miles Davis.
¡Miles!
domingo, 19 de abril de 2020
El asedio (XXXI)
Hoy me he sentido romántico todo el día.
Eh, quiero decir que… En fin, no es lo que… Vamos, que…
¡Uf! Romántico de Romanticismo.
Por lo cual me he echado al coleto las sinfonías de Schumann, un par de conciertos de Paganini, algo de Chopin, Mendelssohn, por supuesto, el Septeto de Beethoven, oberturas de Rossini…
Un domingo muy agradable.
Eh, quiero decir que… En fin, no es lo que… Vamos, que…
¡Uf! Romántico de Romanticismo.
Por lo cual me he echado al coleto las sinfonías de Schumann, un par de conciertos de Paganini, algo de Chopin, Mendelssohn, por supuesto, el Septeto de Beethoven, oberturas de Rossini…
Un domingo muy agradable.
sábado, 18 de abril de 2020
El asedio (XXX)
Me consumía la impaciencia, tenía que obtener resultados antes de la mañana siguiente. Así que accioné el interruptor y comenzó a fluir la electricidad.
Estas instalaciones modernas son una ventaja, por cierto. Hace siglos tendría que haber enviado a cualquier Igor con pararrayos a lo alto de una almena.
Que si espera la tormenta, que si plus de nocturnidad, que si Walpurgis es fiesta…
Pero los tiempos son los tiempos. Ahora le das al botoncito y la vitro se pone roja en un santiamén.
Decía entonces que comenzó a fluir la electricidad. El agua hirvió en la cazuela, la flanera flotó un buen rato al baño maría y por fin, por fin…
El flan no cuajó.
¡Qué vergüenza!
¿Habría de conformarme con un fracaso tan monumental, tan parecido a las natillas?
Lívido de ira, agarré un bol y arrojé en él todo lo que tenía en el laboratorio.
¿Harina? Adentro. ¿Cacao? Toma. ¿Azúcar? Morena. ¿Leche? ¡La leche! Huevo, galletas, canela…
Batí frenético, dominado por el ansia de crear. ¡Mi criatura! ¡Mi desayuno!
El aspecto de la mezcla daba un poco de miedo al meterlo en el microondas, pero cuando ¡ting! sonó el timbre…
¡Está viva, está vivaaaaaaaa!
Está, está… Mmmmmm. Oye, qué buena está, ñam, ñam, ñam, ñam.
Si es que soy un monstruo.
Estas instalaciones modernas son una ventaja, por cierto. Hace siglos tendría que haber enviado a cualquier Igor con pararrayos a lo alto de una almena.
Que si espera la tormenta, que si plus de nocturnidad, que si Walpurgis es fiesta…
Pero los tiempos son los tiempos. Ahora le das al botoncito y la vitro se pone roja en un santiamén.
Decía entonces que comenzó a fluir la electricidad. El agua hirvió en la cazuela, la flanera flotó un buen rato al baño maría y por fin, por fin…
El flan no cuajó.
¡Qué vergüenza!
¿Habría de conformarme con un fracaso tan monumental, tan parecido a las natillas?
Lívido de ira, agarré un bol y arrojé en él todo lo que tenía en el laboratorio.
¿Harina? Adentro. ¿Cacao? Toma. ¿Azúcar? Morena. ¿Leche? ¡La leche! Huevo, galletas, canela…
Batí frenético, dominado por el ansia de crear. ¡Mi criatura! ¡Mi desayuno!
El aspecto de la mezcla daba un poco de miedo al meterlo en el microondas, pero cuando ¡ting! sonó el timbre…
¡Está viva, está vivaaaaaaaa!
Está, está… Mmmmmm. Oye, qué buena está, ñam, ñam, ñam, ñam.
Si es que soy un monstruo.
viernes, 17 de abril de 2020
El asedio (XXIX)
Oh tú, gran ciudad, cornucopia de dones, trono del alto y del bajo mundo, quien haya probado tus birras no será ya capaz de saciar la sed en ninguna otra fuente.
Yo entono por ello tus alabanzas en modo dórico, frigio y mixolidio.
Dicen que el estrés ha huido de tus calles, que el betún reluce, que hasta los jabalíes vienen a hozar un poco.
Dicen que tus torres de acero y vidrio se yerguen poderosas, mostrando el cenit de tu gloria.
Y dicen, dicen… que si también nosotros alzamos los ojos… Dicen… ¡que se ve el cielo! ¡Que no hay porquería en el aire! ¡Y hasta menos dióxido de nitrógeno!
Bueno, gran ciudad, esto último tengo que verlo para creerlo. Voy pasando el trapo a la cámara mientras dura el asedio, cargo las baterías y luego ya hablamos.
Es que va a ser tan raro…
Yo entono por ello tus alabanzas en modo dórico, frigio y mixolidio.
Dicen que el estrés ha huido de tus calles, que el betún reluce, que hasta los jabalíes vienen a hozar un poco.
Dicen que tus torres de acero y vidrio se yerguen poderosas, mostrando el cenit de tu gloria.
Y dicen, dicen… que si también nosotros alzamos los ojos… Dicen… ¡que se ve el cielo! ¡Que no hay porquería en el aire! ¡Y hasta menos dióxido de nitrógeno!
Bueno, gran ciudad, esto último tengo que verlo para creerlo. Voy pasando el trapo a la cámara mientras dura el asedio, cargo las baterías y luego ya hablamos.
Es que va a ser tan raro…
jueves, 16 de abril de 2020
El asedio (XXVIII)
Noche avanzada, la luz de una sencilla vela temblando a tu lado.
Meditas sobre todo lo bueno que aún podrás vivir, tras derrotar hoy de nuevo a los seres invisibles del asedio.
Quizá, lo que podrás alegrar la vida de otros.
Las notas empiezan a sonar en la pequeña habitación.
A Single Man, de Abel Korzeniowski.
Hay una música para cada momento.
Meditas sobre todo lo bueno que aún podrás vivir, tras derrotar hoy de nuevo a los seres invisibles del asedio.
Quizá, lo que podrás alegrar la vida de otros.
Las notas empiezan a sonar en la pequeña habitación.
A Single Man, de Abel Korzeniowski.
Hay una música para cada momento.
miércoles, 15 de abril de 2020
El asedio (XXVII)
Cierro el portátil del trabajo. Hago mis ejercicios de estiramiento. Enciendo la radio.
El locutor desea que votemos entre tres canciones de Status Quo, Village People y Fito y los Fitipaldis, para homenajear a las personas de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Por supuesto, hay profesiones que ya tenían un prestigio y lo van a aumentar aún más durante el asedio. La medicina, en cabeza.
Las diversas policías y el ejército, con mucha visibilidad, seguramente participarán de ese reconocimiento.
Y otras labores necesarias para que los servicios básicos sigan funcionando, a despecho de dificultades e improvisaciones, a lo mejor se quedan en la sombra.
Pero esto no es en sí un tema de homenajes, medallas o discursos, aunque por supuesto todos los méritos deban reconocerse.
Lo más importante es que valoremos la cadena social en su conjunto. Al actuar todos en favor del bien común, a un gran coste personal en ocasiones, lo que estamos consiguiendo es una recompensa compartida.
De manera que el tema musical que propongo es You’ll Never Walk Alone. Nunca caminarás solo.
Para cada uno de vosotros.
El locutor desea que votemos entre tres canciones de Status Quo, Village People y Fito y los Fitipaldis, para homenajear a las personas de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Por supuesto, hay profesiones que ya tenían un prestigio y lo van a aumentar aún más durante el asedio. La medicina, en cabeza.
Las diversas policías y el ejército, con mucha visibilidad, seguramente participarán de ese reconocimiento.
Y otras labores necesarias para que los servicios básicos sigan funcionando, a despecho de dificultades e improvisaciones, a lo mejor se quedan en la sombra.
Pero esto no es en sí un tema de homenajes, medallas o discursos, aunque por supuesto todos los méritos deban reconocerse.
Lo más importante es que valoremos la cadena social en su conjunto. Al actuar todos en favor del bien común, a un gran coste personal en ocasiones, lo que estamos consiguiendo es una recompensa compartida.
De manera que el tema musical que propongo es You’ll Never Walk Alone. Nunca caminarás solo.
Para cada uno de vosotros.
Cuando camines a través de una tormenta / mantén la cabeza alta / y no temas a la oscuridad. / Al final de una tormenta / hay un cielo dorado / y la dulce canción de plata de una alondra. / Camina a través del viento, / camina a través de la lluvia, / aunque tus sueños se tambaleen. / Camina, camina, / con esperanza en tu corazón, / y nunca caminarás solo.
martes, 14 de abril de 2020
El asedio (XXVI)
Martes, día de un dios iracundo.
Más o menos como Tiwaz o Tyr hacia el septentrión, el de Tuesday, Dienstag o Tisdag.
Vamos, que por etimología es normal que los martes suenen a retumbos y goterones de respeto.
Y eso justamente es lo que hoy nos ha caído, en este martes de asedio. Una colérica tormenta de primavera.
Poca novedad que reseñar aparte.
Más o menos como Tiwaz o Tyr hacia el septentrión, el de Tuesday, Dienstag o Tisdag.
Vamos, que por etimología es normal que los martes suenen a retumbos y goterones de respeto.
Y eso justamente es lo que hoy nos ha caído, en este martes de asedio. Una colérica tormenta de primavera.
Poca novedad que reseñar aparte.
lunes, 13 de abril de 2020
El asedio (XXV)
Es difícil replicar el punch del original, de acuerdo. El sonido que transmitía aquel Fokker DR1 en la época dorada de sus acrobacias…
No obstante, en esta reconstrucción tenemos al motor y la mitad de las alas del triplano, y los musicazos que forman la otra mitad y el resto del fuselaje son de los buenos, buenos de verdad.
Además, la letra no podría haberse ajustado más a estos días. Así que, con todos vosotros, para vuestro disfrute, en vivo y en videoconferencia, ¡Los Barones!
¡Resistiré 2020!
No obstante, en esta reconstrucción tenemos al motor y la mitad de las alas del triplano, y los musicazos que forman la otra mitad y el resto del fuselaje son de los buenos, buenos de verdad.
Además, la letra no podría haberse ajustado más a estos días. Así que, con todos vosotros, para vuestro disfrute, en vivo y en videoconferencia, ¡Los Barones!
¡Resistiré 2020!
domingo, 12 de abril de 2020
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LXV)
Ah, la clase media…
Si tenemos la suerte de una vida larga y llena de libros con que acompañarla, al final la aristocracia de lo leído, la crème de la crème, con sus títulos, nombres, patronímicos (si acaso hay personajes rusos) y oropeles en nuestra memoria, será con seguridad más escasa que la clase media.
Pero tenemos que apreciar esta en su justo valor.
Por ejemplo, novelas que no llegan a lo excelso pero están bien escritas, proponen una trama sólida, una ambientación conseguida y que, en resumidas cuentas, nos regalan estupendas horas pegados a sus páginas.
Como Ciudad de ladrones, de David Benioff.
Aquí aparecen muchos rusos. Y algunos alemanes también. No en vano, los protagonistas se encuentran en medio del asedio de Leningrado, a principios de 1942.
El propio autor relata que su abuelo mató a dos alemanes antes de cumplir los dieciocho años, pero él desconoce el origen de esa historia. De manera que, en cierta ocasión que va a visitarle, a él y a su abuela, a su retiro de Florida, les pregunta sobre sus experiencias en la guerra.
Y así se desgrana una aventura que da comienzo con el adolescente Lev viendo descencer el paracaídas de un "Fritz" derribado, desde la azotea del edificio de apartamentos Kirov. Capturado por el NKVD tras saquear las pertenencias del aviador enemigo, solo le cabe esperar el fusilamiento.
Aunque no ocurre así, para su sorpresa. Al menos, no inmediatamente. Ni tampoco ejecutan al soldado con quien comparte su celda, el singularísimo Kolya, a pesar de que es la pena sumaria para los acusados de desertar.
El trato es este: si encuentran una docena de huevos en la ciudad sitiada, destinados a preparar un pastel para la boda de la hija de un coronel, olvidarán sus actos de traición.
El coronel cree que ambos, como buenos ladrones, serán capaces de llevarle lo que sus hombres no han podido hallar.
El Mercado del Heno, que resulta un lugar lleno de peligros. Una casa tras las líneas, frecuentada por oficiales nazis. La desconfianza de un grupo de partisanos, incluída la joven francotiradora Vika. La implacable crueldad de Abendroth, al mando de los Einsatzgruppen que peinan el bosque…
No sé hasta cuándo me acordaré de ella, pero a mí esta obra me ha gustado mucho.
Si tenemos la suerte de una vida larga y llena de libros con que acompañarla, al final la aristocracia de lo leído, la crème de la crème, con sus títulos, nombres, patronímicos (si acaso hay personajes rusos) y oropeles en nuestra memoria, será con seguridad más escasa que la clase media.
Pero tenemos que apreciar esta en su justo valor.
Por ejemplo, novelas que no llegan a lo excelso pero están bien escritas, proponen una trama sólida, una ambientación conseguida y que, en resumidas cuentas, nos regalan estupendas horas pegados a sus páginas.
Como Ciudad de ladrones, de David Benioff.
Aquí aparecen muchos rusos. Y algunos alemanes también. No en vano, los protagonistas se encuentran en medio del asedio de Leningrado, a principios de 1942.
El propio autor relata que su abuelo mató a dos alemanes antes de cumplir los dieciocho años, pero él desconoce el origen de esa historia. De manera que, en cierta ocasión que va a visitarle, a él y a su abuela, a su retiro de Florida, les pregunta sobre sus experiencias en la guerra.
Y así se desgrana una aventura que da comienzo con el adolescente Lev viendo descencer el paracaídas de un "Fritz" derribado, desde la azotea del edificio de apartamentos Kirov. Capturado por el NKVD tras saquear las pertenencias del aviador enemigo, solo le cabe esperar el fusilamiento.
Aunque no ocurre así, para su sorpresa. Al menos, no inmediatamente. Ni tampoco ejecutan al soldado con quien comparte su celda, el singularísimo Kolya, a pesar de que es la pena sumaria para los acusados de desertar.
El trato es este: si encuentran una docena de huevos en la ciudad sitiada, destinados a preparar un pastel para la boda de la hija de un coronel, olvidarán sus actos de traición.
El coronel cree que ambos, como buenos ladrones, serán capaces de llevarle lo que sus hombres no han podido hallar.
El Mercado del Heno, que resulta un lugar lleno de peligros. Una casa tras las líneas, frecuentada por oficiales nazis. La desconfianza de un grupo de partisanos, incluída la joven francotiradora Vika. La implacable crueldad de Abendroth, al mando de los Einsatzgruppen que peinan el bosque…
No sé hasta cuándo me acordaré de ella, pero a mí esta obra me ha gustado mucho.
sábado, 11 de abril de 2020
El asedio (XXIV)
Color ceniza. No me gusta.
No sé por qué mi herencia romana tiene en esto más peso que la celta, con sus menhires y sus robles ocultos bajo perennes brumas.
Pero yo prefiero que, al abrir los ojos, lo primero del día sea un cielo azul. Con un pelín más de magenta que de cian, puestos a ponernos pijoteros.
Puede haber nubes, por supuesto, como en los títulos de Los Simpson. E incluso esas aeropistas por donde han pasado reactores, las estelas de condensación, a veces tienen cierta gracia.
Ahora, si ya empezamos la jornada directamente con grises, hum… Lleva a plantearse lo de salir de debajo del edredón.
Otro sábado de asedio.
No sé por qué mi herencia romana tiene en esto más peso que la celta, con sus menhires y sus robles ocultos bajo perennes brumas.
Pero yo prefiero que, al abrir los ojos, lo primero del día sea un cielo azul. Con un pelín más de magenta que de cian, puestos a ponernos pijoteros.
Puede haber nubes, por supuesto, como en los títulos de Los Simpson. E incluso esas aeropistas por donde han pasado reactores, las estelas de condensación, a veces tienen cierta gracia.
Ahora, si ya empezamos la jornada directamente con grises, hum… Lleva a plantearse lo de salir de debajo del edredón.
Otro sábado de asedio.
viernes, 10 de abril de 2020
El asedio (XXIII)
Musicalmente hablando, en mi barrio se practican dos instrumentos: palmas y cacerolas.
Es ya tradición. A las horas marcadas, cada terraza recibe la visita de vecinos deseosos de mostrar sus progresos.
El ritmo, en el caso de los aplausos, suele empezar poco definido. Aunque, a manera de jam session, siempre acaba convergiendo. Compás de 4/4, diría yo: PLAS, plas, PLAS, plas…
En cuanto a la percusión, tampoco al principio resulta fácil distinguir patrones: tilintilintilintilintilín, POM, pom, pom, pom, TUN, turún, TUN, DIN, dindorindon, DIN, don, don…
Pero, dada la variedad tímbrica, y con un poquito más de ensayo, uyyyyyyy, qué concierto más chulo podría salir de aquí.
Esto del asedio ha despertado al timbalero que todos llevamos dentro.
Es ya tradición. A las horas marcadas, cada terraza recibe la visita de vecinos deseosos de mostrar sus progresos.
El ritmo, en el caso de los aplausos, suele empezar poco definido. Aunque, a manera de jam session, siempre acaba convergiendo. Compás de 4/4, diría yo: PLAS, plas, PLAS, plas…
En cuanto a la percusión, tampoco al principio resulta fácil distinguir patrones: tilintilintilintilintilín, POM, pom, pom, pom, TUN, turún, TUN, DIN, dindorindon, DIN, don, don…
Pero, dada la variedad tímbrica, y con un poquito más de ensayo, uyyyyyyy, qué concierto más chulo podría salir de aquí.
Esto del asedio ha despertado al timbalero que todos llevamos dentro.
jueves, 9 de abril de 2020
El asedio (XXII)
Hay sensaciones en la vida a las que no podemos poner nombre.
Yo al menos no sabría, ni aunque lo intentara cada segundo del tiempo que aún me quede.
Y sin embargo, mientras ese fulgor indescriptible nos inunda, es como si por fin comprendiésemos algo más allá.
Infinitamente lejos.
Algunos lo llamarán conciencia. Otros, espíritu o alma. Qué más da.
Hay sensaciones en la vida, al escuchar las palabras Kommt, ihr Töchter, que significan el principio de un nuevo ser.
Efímero y eterno.
Hasta que el último aliento de Wir setzen uns mit Tränen nieder nos devuelve a nosotros mismos.
Suavemente.
Voces que no se borran…
Hay sensaciones en la vida que solo tenemos con la Pasión según san Mateo de Bach.
Yo al menos no sabría, ni aunque lo intentara cada segundo del tiempo que aún me quede.
Y sin embargo, mientras ese fulgor indescriptible nos inunda, es como si por fin comprendiésemos algo más allá.
Infinitamente lejos.
Algunos lo llamarán conciencia. Otros, espíritu o alma. Qué más da.
Hay sensaciones en la vida, al escuchar las palabras Kommt, ihr Töchter, que significan el principio de un nuevo ser.
Efímero y eterno.
Hasta que el último aliento de Wir setzen uns mit Tränen nieder nos devuelve a nosotros mismos.
Suavemente.
Voces que no se borran…
Hay sensaciones en la vida que solo tenemos con la Pasión según san Mateo de Bach.
miércoles, 8 de abril de 2020
El asedio (XXI)
Oigo como si rascaran detrás de la puerta, qué raro.
Y aunque docenas de películas advierten a mi sentido común de que no vaya a ver, que mejor me quede sentadito donde estoy…
Porque puede ser un tipo con un hacha, un alien, una asesina oriental, un vampiro, cuarenta zombis, yo qué sé…
Me puede la curiosidad.
Así que echo un vistazo por la mirilla.
Hum…
Lo siento, es que lo tengo muy interiorizado.
Gente con máscara, maaaaaalos. Gente sin máscara, bueeeeeenos.
Que luego no se debe juzgar tan a la ligera, y a lo mejor Boba Fett, la capitana Phasma o Kylo Ren son majetes cuando están fuera de servicio.
Hasta el abuelo Vader tenía un punto de joven.
Pero todos llevan máscara.
Como el señor con traje de guerra biológica de pies a cabeza que está fumigando en el descansillo. Toda una visión.
Tengo que autoconvencerme de que es bueno, de que está de mi lado en el asedio, de que ha venido para liquidar bichos.
E igualmente le doy otra vuelta a la llave por dentro.
Ya digo, son muchas películas…
Y aunque docenas de películas advierten a mi sentido común de que no vaya a ver, que mejor me quede sentadito donde estoy…
Porque puede ser un tipo con un hacha, un alien, una asesina oriental, un vampiro, cuarenta zombis, yo qué sé…
Me puede la curiosidad.
Así que echo un vistazo por la mirilla.
Hum…
Lo siento, es que lo tengo muy interiorizado.
Gente con máscara, maaaaaalos. Gente sin máscara, bueeeeeenos.
Que luego no se debe juzgar tan a la ligera, y a lo mejor Boba Fett, la capitana Phasma o Kylo Ren son majetes cuando están fuera de servicio.
Hasta el abuelo Vader tenía un punto de joven.
Pero todos llevan máscara.
Como el señor con traje de guerra biológica de pies a cabeza que está fumigando en el descansillo. Toda una visión.
Tengo que autoconvencerme de que es bueno, de que está de mi lado en el asedio, de que ha venido para liquidar bichos.
E igualmente le doy otra vuelta a la llave por dentro.
Ya digo, son muchas películas…
martes, 7 de abril de 2020
El asedio (XX)
Me tienen que avisar.
Vamos, que no me acordaba para nada.
¿Qué? ¿Que pasado mañana es fiesta? ¿Que no se trabaja?
¿Pero en qué fecha estamos? ¿Ah, sí? ¿De verdad?
De lo cual deduzco que los días se suceden a un paso...
Como si no quedara muy claro cuándo empiezan o cuándo acaban.
Y además con la casa a cuestas.
Vamos, que no me acordaba para nada.
¿Qué? ¿Que pasado mañana es fiesta? ¿Que no se trabaja?
¿Pero en qué fecha estamos? ¿Ah, sí? ¿De verdad?
De lo cual deduzco que los días se suceden a un paso...
Como si no quedara muy claro cuándo empiezan o cuándo acaban.
Y además con la casa a cuestas.
lunes, 6 de abril de 2020
El asedio (XIX)
Al señor del segundo, en el edificio de enfrente, parece que le vaya a dar un yuyu.
Ventana abierta y cigarrillo en ristre, lo agita como si marcara un compás endiablado.
¡Trompas, trombones, percusión, contrabajos…! ¡Más fuerte, más aún, más, más!
En la otra mano un móvil, y detrás, la pantalla de un ordenador, hacia la que se gira continuamente.
¡Molto agitato, feroce, presto con fuoco, stürmisch bewegt!
Pues no sé de qué irá su tema, pero no son tiempos estos demasiado buenos para apoplejías.
Calma hombre, calma, ruhevoll, imagínate las olas, la caricia del atardecer, el susurro de los brezos…
Anda que no nos queda todavía asedio.
Ventana abierta y cigarrillo en ristre, lo agita como si marcara un compás endiablado.
¡Trompas, trombones, percusión, contrabajos…! ¡Más fuerte, más aún, más, más!
En la otra mano un móvil, y detrás, la pantalla de un ordenador, hacia la que se gira continuamente.
¡Molto agitato, feroce, presto con fuoco, stürmisch bewegt!
Pues no sé de qué irá su tema, pero no son tiempos estos demasiado buenos para apoplejías.
Calma hombre, calma, ruhevoll, imagínate las olas, la caricia del atardecer, el susurro de los brezos…
Anda que no nos queda todavía asedio.
domingo, 5 de abril de 2020
El asedio (XVIII)
Y al séptimo…
Descansé.
Una copa de vino, un brownie de chocolate recién hecho, una caja con veinte discos de Janet Baker, una foto de las de antes del asedio para subir al blog…
Aunque solo sea por un día, hay que dejar el mundo atrás.
Descansé.
Una copa de vino, un brownie de chocolate recién hecho, una caja con veinte discos de Janet Baker, una foto de las de antes del asedio para subir al blog…
Aunque solo sea por un día, hay que dejar el mundo atrás.
sábado, 4 de abril de 2020
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LXIV)
Me interesaría mucho una futura versión extendida de este libro. Una en la que el autor añadiera expresiones acuñadas por varias figuras públicas en los días del asedio.
Como preludio a esta nota he de hacer una advertencia: a quien tenga una cosmovisión con sesgo marcadamente contrario al de Nicolás Sartorius, más le vale ir prevenido. Que no se sulfure.
Un diputado del PCE "de los de antes", y portavoz de su grupo parlamentario durante años, no va a adoptar posiciones tibias en una serie de temas polémicos. Tiene claras sus posturas.
Lo cual, creo, resulta de agradecer. En esta época "líquida", como la bautizó el filósofo Zygmunt Bauman, encontrar a alguien con convicciones razonadas, aunque no sean las propias, merece cierto reconocimiento.
El texto que quiero comentar es La manipulación del lenguaje. Por subtítulo, Breve diccionario de los engaños.
Lo más impresionante que yo he leído en mi vida acerca de este tema, obra para salvar en la proverbial isla desierta, sería La lengua del Tercer Reich, por supuesto, de Victor Klemperer.
De qué manera palabras del idioma se retuercen para adaptarlas a idearios y mensajes capciosos, de qué manera la gente, incluso la bienintencionada, empieza a usarlas, validando su sentido espurio…
En una aproximación menos ambiciosa, pero desde luego muy digna, Sartorius desgrana conceptos que se han introducido en nuestra vida, algunos ya con solera: armas inteligentes, clases medias, como no puede ser de otra manera, crecimiento negativo, derecho a decidir, dinero B…
Estado de bienestar, fascista, izquierda abertzale, judicializar la política, los mercados, neoliberalismo, populismo, por imperativo legal, reformas estructurales, régimen del 78, república catalana, socialismo y comunismo, voto útil…
Y se podrá estar de acuerdo con lo que escribe en todo, en nada o en parte (en mi caso particular, la parte a favor tiene una ponderación no desdeñable, sin que por ello el resto deje de chirriarme o incluso lo discuta abiertamente).
Pero contiene advertencias que resultan demasiado valiosas como para dejarlas caer en saco roto. Si no queremos que se convierta en un escenario de cartón piedra, la libertad política debe cimentarse sobre la interpretación crítica de lo que nos cuentan –o no nos cuentan−, no sobre eslóganes de papagayos.
En resumen, lo recomiendo sin vacilar.
Como preludio a esta nota he de hacer una advertencia: a quien tenga una cosmovisión con sesgo marcadamente contrario al de Nicolás Sartorius, más le vale ir prevenido. Que no se sulfure.
Un diputado del PCE "de los de antes", y portavoz de su grupo parlamentario durante años, no va a adoptar posiciones tibias en una serie de temas polémicos. Tiene claras sus posturas.
Lo cual, creo, resulta de agradecer. En esta época "líquida", como la bautizó el filósofo Zygmunt Bauman, encontrar a alguien con convicciones razonadas, aunque no sean las propias, merece cierto reconocimiento.
El texto que quiero comentar es La manipulación del lenguaje. Por subtítulo, Breve diccionario de los engaños.
Lo más impresionante que yo he leído en mi vida acerca de este tema, obra para salvar en la proverbial isla desierta, sería La lengua del Tercer Reich, por supuesto, de Victor Klemperer.
De qué manera palabras del idioma se retuercen para adaptarlas a idearios y mensajes capciosos, de qué manera la gente, incluso la bienintencionada, empieza a usarlas, validando su sentido espurio…
En una aproximación menos ambiciosa, pero desde luego muy digna, Sartorius desgrana conceptos que se han introducido en nuestra vida, algunos ya con solera: armas inteligentes, clases medias, como no puede ser de otra manera, crecimiento negativo, derecho a decidir, dinero B…
Estado de bienestar, fascista, izquierda abertzale, judicializar la política, los mercados, neoliberalismo, populismo, por imperativo legal, reformas estructurales, régimen del 78, república catalana, socialismo y comunismo, voto útil…
Y se podrá estar de acuerdo con lo que escribe en todo, en nada o en parte (en mi caso particular, la parte a favor tiene una ponderación no desdeñable, sin que por ello el resto deje de chirriarme o incluso lo discuta abiertamente).
Pero contiene advertencias que resultan demasiado valiosas como para dejarlas caer en saco roto. Si no queremos que se convierta en un escenario de cartón piedra, la libertad política debe cimentarse sobre la interpretación crítica de lo que nos cuentan –o no nos cuentan−, no sobre eslóganes de papagayos.
En resumen, lo recomiendo sin vacilar.
viernes, 3 de abril de 2020
El asedio (XVII)
Y ahora se va Juan Giménez. Dibujante, podría decirse. Y yo añadiría: dibujante genial.
Un jefe del trabajo tuvo la culpa. Sabía tanto de cómics y era tan persuasivo hablándome de ellos que… me despertó sin remedio el gusanillo. El noveno arte.
Muchos de los que he leído ha sido gracias a sus recomendaciones.
Entre ellos, varios firmados en el texto por Alejandro Jodorowsky: El Incal, Los Tecnopadres, La casta de los Metabarones…
La casta de los Metabarones, ilustrada por Juan Jiménez. Mundos del futuro, planetas donde reina la fantasía más exacerbada. ¿Ya he utilizado el calificativo de genial?
No lo hago en vano.
Estos días, demasiadas luces brillantes se alejan de nosotros.
Un jefe del trabajo tuvo la culpa. Sabía tanto de cómics y era tan persuasivo hablándome de ellos que… me despertó sin remedio el gusanillo. El noveno arte.
Muchos de los que he leído ha sido gracias a sus recomendaciones.
Entre ellos, varios firmados en el texto por Alejandro Jodorowsky: El Incal, Los Tecnopadres, La casta de los Metabarones…
La casta de los Metabarones, ilustrada por Juan Jiménez. Mundos del futuro, planetas donde reina la fantasía más exacerbada. ¿Ya he utilizado el calificativo de genial?
No lo hago en vano.
Estos días, demasiadas luces brillantes se alejan de nosotros.
jueves, 2 de abril de 2020
El asedio (XVI)
Hace dos días, según las noticias, el virus se llevó al último integrante español de la 2ª División, 9ª Compañía, que liberó París en 1944: Rafael Gómez Nieto.
De todas las personas que nos están dejando y aún nos han dejar, seguro que él no será el más famoso, el más llorado o recordado.
Pero sería injusto pasar su nombre por alto. El mérito de aquellas jornadas, desde el primer paso que dio en la playa Utah hasta llegar al "Nido del Águila", así lo demanda.
Por eso me uno, desde estas líneas personales, a las voces que lo despiden con gratitud y respeto.
Y aprovecho para recomendar dos libros que narran, en estilos muy diferentes, el devenir de La Nueve: Historia de los españoles en la II Guerra Mundial, de Alfonso Domingo, y la preciosa novela gráfica de Paco Roca Los surcos del azar.
De todas las personas que nos están dejando y aún nos han dejar, seguro que él no será el más famoso, el más llorado o recordado.
Pero sería injusto pasar su nombre por alto. El mérito de aquellas jornadas, desde el primer paso que dio en la playa Utah hasta llegar al "Nido del Águila", así lo demanda.
Por eso me uno, desde estas líneas personales, a las voces que lo despiden con gratitud y respeto.
Y aprovecho para recomendar dos libros que narran, en estilos muy diferentes, el devenir de La Nueve: Historia de los españoles en la II Guerra Mundial, de Alfonso Domingo, y la preciosa novela gráfica de Paco Roca Los surcos del azar.
miércoles, 1 de abril de 2020
El asedio (XV)
En un libro que conservo de la niñez, 15 aventuras verídicas, se describe la iniciativa de Michel Siffre para pasar dos meses en el "reino de los taupas".
El 15 de julio de 1962, nuestro amigo descendió más de cien metros bajo tierra, al fondo de la sima Scarasson, con el objetivo de experimentar sobre el aislamiento.
Llevaba consigo dos meses de provisiones, unas cuantas lecturas y discos con música de Beethoven y Liszt.
Dentro de su tienda de campaña, relata, rodeado de abismos, hielo y tinieblas, tenía una sensación de calor, luz y seguridad como en la más sólida construcción de piedra.
Un par de veces al día debía llamar por teléfono a la superficie para dar señales de vida, aunque llegó un momento en que no deseaba ni sacar el brazo del saco de dormir.
Incrédulo, encontró a una pequeña araña a la que desde entonces consideró su mejor amiga.
La percepción del tiempo le abandonó. Cuando le comunicaron que era el 14 de septiembre, fin de la prueba, estaba convencido de que no había pasado del 6 de agosto.
El último párrafo dedicado a su aventura dice:
«Hoy se puede calcular lo que Michel Siffre llamó "las posibilidades de adaptación del cuerpo humano" y que parece especialmente revelar las posibilidades de energía que posee el alma humana».
El 15 de julio de 1962, nuestro amigo descendió más de cien metros bajo tierra, al fondo de la sima Scarasson, con el objetivo de experimentar sobre el aislamiento.
Llevaba consigo dos meses de provisiones, unas cuantas lecturas y discos con música de Beethoven y Liszt.
Dentro de su tienda de campaña, relata, rodeado de abismos, hielo y tinieblas, tenía una sensación de calor, luz y seguridad como en la más sólida construcción de piedra.
Un par de veces al día debía llamar por teléfono a la superficie para dar señales de vida, aunque llegó un momento en que no deseaba ni sacar el brazo del saco de dormir.
Incrédulo, encontró a una pequeña araña a la que desde entonces consideró su mejor amiga.
La percepción del tiempo le abandonó. Cuando le comunicaron que era el 14 de septiembre, fin de la prueba, estaba convencido de que no había pasado del 6 de agosto.
El último párrafo dedicado a su aventura dice:
«Hoy se puede calcular lo que Michel Siffre llamó "las posibilidades de adaptación del cuerpo humano" y que parece especialmente revelar las posibilidades de energía que posee el alma humana».
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