Oh tú, gran ciudad, cornucopia de dones, trono del alto y del bajo mundo, quien haya probado tus birras no será ya capaz de saciar la sed en ninguna otra fuente.
Yo entono por ello tus alabanzas en modo dórico, frigio y mixolidio.
Dicen que el estrés ha huido de tus calles, que el betún reluce, que hasta los jabalíes vienen a hozar un poco.
Dicen que tus torres de acero y vidrio se yerguen poderosas, mostrando el cenit de tu gloria.
Y dicen, dicen… que si también nosotros alzamos los ojos… Dicen… ¡que se ve el cielo! ¡Que no hay porquería en el aire! ¡Y hasta menos dióxido de nitrógeno!
Bueno, gran ciudad, esto último tengo que verlo para creerlo.
Es que va a ser tan raro…
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