Yyyyyyyy ¡aquí estamos! ¡Se acabó otro año!
Es una costumbre estupenda, la de sentirse vivo y coleando, y lleno de deseo por seguir compartiendo en esta bitácora algunas de las cosas del mundo.
Algunas buenas y otras… ¡En fin!
Como colofón, tenemos hoy un librito simpático pero con carga de profundidad: Los papalagi. Discursos del jefe Tuiavii reunidos por Erich Scheurmann.
Los papalagi somos los "blancos extranjeros", aunque literalmente el término significa "quebrantador de los cielos".
A principios del siglo XX, en el auge del colonialismo, Samoa era territorio ambicionado por varias potencias occidentales. Así que enviaron a sus "representantes" para civilizar a los nativos.
Y llevaron consigo grandes prodigios: barcos que dejaban atrás a las más veloces canoas, luz en medio de la noche, máquinas de todo tipo, el metal redondo, los muchos papeles, los palos que lanzan fuego…
Fue entonces cuando el jefe Tuiavii de Tiavea hizo a su vez un viaje a Europa, con ánimo de contar lo que allí aprendiera a su pueblo.
Confiesa en sus notas que no siempre fue capaz de comprender las costumbres. Para empezar, ¿por qué tantos tipos de taparrabos y esteras? ¿Por qué el ansia de cubrir los cuerpos? ¿Qué significa eso del pecado?
Llamaron también su atención las inmensas canastas de piedra que forman las ciudades, separadas unas de otras por grietas, bajo cielos de humo y cenizas. Y el hecho de que sus habitantes a menudo no conozcan ni el nombre de los vecinos.
Ah, los ojos de los papalagi delatan su gran amor: el dinero. En Siaminis lo llaman marco. En Fafali, franco. En Peletania, chelín, y en Italia, lira. Pero en todas partes es lo fundamental. Quizá solo el aire para respirar está –de momento− libre de su carga.
Los papalagi no cejan en su empeño de inventar objetos sin especial propósito ni belleza. Y las multitudes se vuelven locas por obtenerlos. Los ponen frente a ellos, los adoran y les cantan elogios.
Algo complicado de explicar es la falta de tiempo. Los papalagi dividen el día en horas, minutos y segundos, marcados por una especie de dedos que se mueven sobre una esfera. Y perderlo les causa una angustia insoportable.
Las razones por las que unos papalagi son ricos y otros pobres, las profesiones, los locales de pseudovida, la enfermedad del pensamiento profundo o la oscuridad a la que quieren arrastrar a los samoanos, con la excusa de enseñarles las escrituras de su dios, son otros de los temas que se tratan en estos discursos.
Simplicísimos en su estructura y en sus palabras, casi infantiles, pero únicamente en apariencia. En más de una ocasión he sacudido la cabeza a lo largo de su lectura, reconociendo la sabiduría que en ellos se contiene.
Y es que los papalagi no hemos cambiado. Seguimos aferrados a "necesidades" cuya obtención nos causa infelicidad y separación de la naturaleza.
Nada más. Con mis mejores deseos para el año nuevo…
Paz. Armonía. Lucidez.
Música, libros, fotos, cosas que me pasan, que recuerdo, que se me ocurren, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
martes, 31 de diciembre de 2019
jueves, 26 de diciembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LVIII)
Una entrada brevísima de verdad, porque se acaban los días del año y me viene la tontería de comentar toda la cosecha de letras que ha pasado por mis ojos esta temporada, sin que falte ninguna. Hay que darse prisa.
Aunque, en vez de dividirse, la extensión habitual debería multiplicarse por dos. Tales son los libros de William P. Guthrie que entran en la reseña: Batallas de la Guerra de los Treinta Años (de la Montaña Blanca a Nördlingen, 1618-1635) y Batallas de la Guerra de los Treinta Años (de Wittstock a la Paz de Westfalia, 1636-1648).
Mi opinión, desde luego, es que ambos volúmenes deberían citarse como referencia sobre ese periodo histórico. La aportación de Guthrie en cuanto a detalles, cifras y fuentes de consulta adicionales parece una labor de orfebrería, por lo minuciosa.
Lo cual no quiere decir que se limite a cuadros de efectivos, proporciones entre picas y mosquetes, bajas o banderas capturadas. En absoluto. Su narración de los choques que preludiaron el espantoso destino de Europa a lo largo de los siglos venideros no deja un momento de respiro.
Asistimos así a la evolución desde los éxitos de inicio imperiales, bávaros e hispánicos, y cuáles fueron sus causas, a la preponderancia sueca y francesa, también extensamente razonada.
Richelieu, Olivares, Gustavo Adolfo, Tilly, Wallenstein, Condé, Turena, nombres que se aprenden en el colegio, se unen a otros no tan mentados pero no mucho menos relevantes en el resultado final del conflicto.
Sin dar tampoco de lado los aspectos económicos, religiosos, geográficos, o la ambición pura y ciega de los gobernantes, que ayudaron a prolongarlo.
Hay tantas ocasiones en que las victorias estuvieron en el alero de convertirse en derrotas y viceversa…
Aunque, en vez de dividirse, la extensión habitual debería multiplicarse por dos. Tales son los libros de William P. Guthrie que entran en la reseña: Batallas de la Guerra de los Treinta Años (de la Montaña Blanca a Nördlingen, 1618-1635) y Batallas de la Guerra de los Treinta Años (de Wittstock a la Paz de Westfalia, 1636-1648).
Mi opinión, desde luego, es que ambos volúmenes deberían citarse como referencia sobre ese periodo histórico. La aportación de Guthrie en cuanto a detalles, cifras y fuentes de consulta adicionales parece una labor de orfebrería, por lo minuciosa.
Lo cual no quiere decir que se limite a cuadros de efectivos, proporciones entre picas y mosquetes, bajas o banderas capturadas. En absoluto. Su narración de los choques que preludiaron el espantoso destino de Europa a lo largo de los siglos venideros no deja un momento de respiro.
Asistimos así a la evolución desde los éxitos de inicio imperiales, bávaros e hispánicos, y cuáles fueron sus causas, a la preponderancia sueca y francesa, también extensamente razonada.
Richelieu, Olivares, Gustavo Adolfo, Tilly, Wallenstein, Condé, Turena, nombres que se aprenden en el colegio, se unen a otros no tan mentados pero no mucho menos relevantes en el resultado final del conflicto.
Sin dar tampoco de lado los aspectos económicos, religiosos, geográficos, o la ambición pura y ciega de los gobernantes, que ayudaron a prolongarlo.
Hay tantas ocasiones en que las victorias estuvieron en el alero de convertirse en derrotas y viceversa…
martes, 24 de diciembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LVII)
Hay un castillo a la vuelta de Transilvania que, por muchos pelotazos que le lancen, aguanta sin resquebrajarse.
Se alza entre montañas y precipicios, y a sus defensores, los más animosos del país, no les faltan arcabuces para repeler a cualquiera que se acerque.
Las municiones de los asaltantes se agotan y no llegan nuevas. Los soldados andan mustios. Algunos capitanes hablan de desistir del imposible empeño.
Entonces el maestre les recuerda que poco loor y fama se ganan en las cosas fáciles de acometer, y que miren la honra y reputación que hasta el momento han ganado en aquellas partes extranjeras, no las vayan a perder ahora.
Efectivamente, toman la fortaleza. ¡España!, ¡España!, se oye gritar a los que entran.
Peripecias así abundan a lo largo de La expedición del maestre de campo Bernardo de Aldana a Hungría en 1548. Edición al cuidado de Fernando Escribano Martín.
El origen de todo es que al Rey de Romanos se le sublevan unos caballeros principales y solicita ayuda al Emperador. En aquellos días andaban los reinos de la zona manga por hombro.
Tras la batalla de Mohács, veintidós años atrás, el avance turco se asemeja imparable. Muerto sin herederos Luis II, su cuñado Fernando de Habsburgo reclama el trono magiar. Lo que queda, al menos.
Pero en el entreacto, el conde Juan Zápolya se hace coronar con el apoyo de los nobles, de manera que el conflicto está servido.
Como decía, Fernando, a su vez hermano de Carlos V, se ve agobiado y le pide asistencia. El resultado es que el Tercio de Nápoles, al mando de Bernardo de Aldana, se pone en camino a desfacer entuertos.
Desde Viena a Budapest, pasando por Bratislava y otros topónimos reconocibles, la expedición cobra un papel desisivo en el equilibrio de fuerzas. Asedio tras asedio trabajan, según el cronista, «lo que no se puede creer».
Melchior Balax, el Bajo Matías, fray Jorge, el rey Joanes, Cazum Bajá, nombres propios que figuran en las enciclopedias, se juntan con Pedro Montañés, Diego Vélez de Mendoza, García Jiménez o sencillos soldados como Domingo Rubio o un tal Reynoso, los primeros en escalar los muros de Leva.
También aparece Juan Bautista Castaldo, el malo de la película, empeñado en perjudicar a Aldana, que al final consigue su prisión. Le acusa de la caída de Temesbar y Lipa ante la marea de Solimán el Magnífico. De hecho, se considera que el texto –códice V.II.3 de la Biblioteca de El Escorial– fue escrito para demostrar su inocencia en el juicio.
En fin, valiosa y disfrutable aportación de Fernando Escribano para recuperar los "olvidos" de la Historia.
Se alza entre montañas y precipicios, y a sus defensores, los más animosos del país, no les faltan arcabuces para repeler a cualquiera que se acerque.
Las municiones de los asaltantes se agotan y no llegan nuevas. Los soldados andan mustios. Algunos capitanes hablan de desistir del imposible empeño.
Entonces el maestre les recuerda que poco loor y fama se ganan en las cosas fáciles de acometer, y que miren la honra y reputación que hasta el momento han ganado en aquellas partes extranjeras, no las vayan a perder ahora.
Efectivamente, toman la fortaleza. ¡España!, ¡España!, se oye gritar a los que entran.
Peripecias así abundan a lo largo de La expedición del maestre de campo Bernardo de Aldana a Hungría en 1548. Edición al cuidado de Fernando Escribano Martín.
El origen de todo es que al Rey de Romanos se le sublevan unos caballeros principales y solicita ayuda al Emperador. En aquellos días andaban los reinos de la zona manga por hombro.
Tras la batalla de Mohács, veintidós años atrás, el avance turco se asemeja imparable. Muerto sin herederos Luis II, su cuñado Fernando de Habsburgo reclama el trono magiar. Lo que queda, al menos.
Pero en el entreacto, el conde Juan Zápolya se hace coronar con el apoyo de los nobles, de manera que el conflicto está servido.
Como decía, Fernando, a su vez hermano de Carlos V, se ve agobiado y le pide asistencia. El resultado es que el Tercio de Nápoles, al mando de Bernardo de Aldana, se pone en camino a desfacer entuertos.
Desde Viena a Budapest, pasando por Bratislava y otros topónimos reconocibles, la expedición cobra un papel desisivo en el equilibrio de fuerzas. Asedio tras asedio trabajan, según el cronista, «lo que no se puede creer».
Melchior Balax, el Bajo Matías, fray Jorge, el rey Joanes, Cazum Bajá, nombres propios que figuran en las enciclopedias, se juntan con Pedro Montañés, Diego Vélez de Mendoza, García Jiménez o sencillos soldados como Domingo Rubio o un tal Reynoso, los primeros en escalar los muros de Leva.
También aparece Juan Bautista Castaldo, el malo de la película, empeñado en perjudicar a Aldana, que al final consigue su prisión. Le acusa de la caída de Temesbar y Lipa ante la marea de Solimán el Magnífico. De hecho, se considera que el texto –códice V.II.3 de la Biblioteca de El Escorial– fue escrito para demostrar su inocencia en el juicio.
En fin, valiosa y disfrutable aportación de Fernando Escribano para recuperar los "olvidos" de la Historia.
martes, 17 de diciembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LVI)
¿Pues no se me han ido acumulando varios tomos leídos últimamente, sobre los que aún no he garabateado una mísera nota? ¡Qué pedazo de vago!
Por ejemplo, el título de hoy lo he disfrutado como un grumete.
Nos aprestamos a largar gavias, zafar cabos y que asomen las bocas de fuego por las portillas. Hay unos tipos que se acercan a todo trapo, ondeando la Union Jack, y no tiene pinta de que quieran echarse unos tragos de grog…
El «Glorioso», estimados guardiamarinas, navegamos a bordo del Glorioso. Por cortesía de Agustín Pacheco Fernández.
Algo que considero importante para comprender el pasado es la no mitificación de los hechos, vaya por delante. A menudo se descontextualizan en el sentido de "qué buenos eran nuestros antepasados" frente al enemigo de turno. Y la Historia no es eso.
No obstante, hay aventuras que, se miren por donde se miren, merecen ser populares.
Preguntas por la calle en el Reino Unido y hay una alta probabilidad de que les resulte familiar el Revenge. O, en los Estados Unidos, la Constitution. Hasta para el Vasa, que se hundió a plomo nada más salir del puerto, tienen un museo en Estocolmo.
¿Y el Glorioso? ¿Por qué razón no se le recuerda en la misma medida? Sus travesías, tal como nos las narran aquí, parecen una pura película.
Son los tiempos de la Guerra del Asiento (la de aquel Jenkins que le quitaron la oreja y tal), y nuestro navío transporta un tesoro desde Veracruz. Cerca de las Azores se topa con una flotilla británica que se dispone a perseguirlo.
Al día siguiente, como el viento no le permite tomar distancia, el capitán Mesía iza el gallardete, arriba a estribor y comienza el cañoneo. Tras mil y pico fogonazos, El Warwick y el Lark, cascados, ponen cuadernas en polvorosa. El Montagu, por si acaso, ya lo había hecho antes.
A la altura de Finisterre, más de lo mismo: los vigías avistan al Oxford, el Shoreham y el Falcon, que sobrepasan el curso del Glorioso y viran en pos de su estela.
Maniobra similar que efectúa Mesía, ganando así el barlovento y abriendo fuego por ambas bandas.
Pasadas varias horas de enfrentamiento, de nuevo la Royal Navy decide que lo deja. El buque español echa el ancla en la ría de Corcubión y desembarca la plata de sus bodegas.
En unos meses, reparado en lo posible de tronchaduras, se hace a la mar con destino El Ferrol. Pero, a resultas del mal tiempo, tiene que cambiar el rumbo a Cádiz.
Junto a San Vicente, el King George y el Prince Frederick se unen a la fiesta. Pum, pum, pum, pum… ¿Resultado? El habitual: continúa la singladura dejando a los adversarios como un colador.
Amanece y el resto de la escuadra de su graciosa majestad que surca aquellas aguas se une a la caza. El Dartmouth se acerca el primero con pabellón danés, pero la treta no cuela. La pólvora vuelve a tomar la palabra.
En esta ocasión, el Dartmouth sufre peor suerte que sus predecesores: vuela por los aires y se hunde.
Ya la arboladura del Glorioso anda estropeada, la verdad. Demasiado trote, y lejos de un fondeadero no resulta sencillo el arreglo. El tres puentes Russell, que entra en escena con un par de fragatas de escolta, va a sacar ventaja.
Desde las doce y cuarto de la noche del 19 de octubre de 1747, según el cuaderno de bitácora, hasta más allá de las seis de la mañana, no desmaya el combate a la luz de la luna.
El final llega cuando, agotadas las municiones y cualquier elemento metálico que se pudiera disparar, se acepta la rendición. El casco se subastaría por 12.100 libras en el Lloyd’s Coffee House de Londres, y se desconoce su destino.
Me he extendido demasiado en el resumen, no hay duda. Pero, ¿no tenía razón? ¿No se asemeja a una película?
Lo que tampoco puedo dejar de mencionar antes del punto final es la labor investigadora de Pacheco, ya que nos ofrece un recorrido por fuentes originales digno de encomio. Desde las vicisitudes de la construcción en el astillero de La Habana, hasta cartas y legajos de archivos que ilustran cada detalle de lo acontecido. Enhorabuena.
Y gracias por la lectura.
Por ejemplo, el título de hoy lo he disfrutado como un grumete.
Nos aprestamos a largar gavias, zafar cabos y que asomen las bocas de fuego por las portillas. Hay unos tipos que se acercan a todo trapo, ondeando la Union Jack, y no tiene pinta de que quieran echarse unos tragos de grog…
El «Glorioso», estimados guardiamarinas, navegamos a bordo del Glorioso. Por cortesía de Agustín Pacheco Fernández.
Algo que considero importante para comprender el pasado es la no mitificación de los hechos, vaya por delante. A menudo se descontextualizan en el sentido de "qué buenos eran nuestros antepasados" frente al enemigo de turno. Y la Historia no es eso.
No obstante, hay aventuras que, se miren por donde se miren, merecen ser populares.
Preguntas por la calle en el Reino Unido y hay una alta probabilidad de que les resulte familiar el Revenge. O, en los Estados Unidos, la Constitution. Hasta para el Vasa, que se hundió a plomo nada más salir del puerto, tienen un museo en Estocolmo.
¿Y el Glorioso? ¿Por qué razón no se le recuerda en la misma medida? Sus travesías, tal como nos las narran aquí, parecen una pura película.
Son los tiempos de la Guerra del Asiento (la de aquel Jenkins que le quitaron la oreja y tal), y nuestro navío transporta un tesoro desde Veracruz. Cerca de las Azores se topa con una flotilla británica que se dispone a perseguirlo.
Al día siguiente, como el viento no le permite tomar distancia, el capitán Mesía iza el gallardete, arriba a estribor y comienza el cañoneo. Tras mil y pico fogonazos, El Warwick y el Lark, cascados, ponen cuadernas en polvorosa. El Montagu, por si acaso, ya lo había hecho antes.
A la altura de Finisterre, más de lo mismo: los vigías avistan al Oxford, el Shoreham y el Falcon, que sobrepasan el curso del Glorioso y viran en pos de su estela.
Maniobra similar que efectúa Mesía, ganando así el barlovento y abriendo fuego por ambas bandas.
Pasadas varias horas de enfrentamiento, de nuevo la Royal Navy decide que lo deja. El buque español echa el ancla en la ría de Corcubión y desembarca la plata de sus bodegas.
En unos meses, reparado en lo posible de tronchaduras, se hace a la mar con destino El Ferrol. Pero, a resultas del mal tiempo, tiene que cambiar el rumbo a Cádiz.
Junto a San Vicente, el King George y el Prince Frederick se unen a la fiesta. Pum, pum, pum, pum… ¿Resultado? El habitual: continúa la singladura dejando a los adversarios como un colador.
Amanece y el resto de la escuadra de su graciosa majestad que surca aquellas aguas se une a la caza. El Dartmouth se acerca el primero con pabellón danés, pero la treta no cuela. La pólvora vuelve a tomar la palabra.
En esta ocasión, el Dartmouth sufre peor suerte que sus predecesores: vuela por los aires y se hunde.
Ya la arboladura del Glorioso anda estropeada, la verdad. Demasiado trote, y lejos de un fondeadero no resulta sencillo el arreglo. El tres puentes Russell, que entra en escena con un par de fragatas de escolta, va a sacar ventaja.
Desde las doce y cuarto de la noche del 19 de octubre de 1747, según el cuaderno de bitácora, hasta más allá de las seis de la mañana, no desmaya el combate a la luz de la luna.
El final llega cuando, agotadas las municiones y cualquier elemento metálico que se pudiera disparar, se acepta la rendición. El casco se subastaría por 12.100 libras en el Lloyd’s Coffee House de Londres, y se desconoce su destino.
Me he extendido demasiado en el resumen, no hay duda. Pero, ¿no tenía razón? ¿No se asemeja a una película?
Lo que tampoco puedo dejar de mencionar antes del punto final es la labor investigadora de Pacheco, ya que nos ofrece un recorrido por fuentes originales digno de encomio. Desde las vicisitudes de la construcción en el astillero de La Habana, hasta cartas y legajos de archivos que ilustran cada detalle de lo acontecido. Enhorabuena.
Y gracias por la lectura.
martes, 10 de diciembre de 2019
A la escucha (XIII)
Hay varias personas fallecidas este año por quienes debería haber escrito unas líneas de reconocimiento.
Porque, en mayor o menor medida, hicieron algo en su vida que ha quedado en mi memoria.
En mayor o menor medida, su paso por el mundo se entrelazó con el de muchos otros, aun sin conocernos.
Pero es hoy cuando quizá siento una especial melancolía.
La primera vez que fui a Suecia pedí que me recomendaran a sus mejores escritores, a sus mejores músicos, a sus mejores grupos…
Y, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, el primer álbum que me dijeron que buscara fue Den Sjunde Vågen.
Marie Fredriksson…
Porque, en mayor o menor medida, hicieron algo en su vida que ha quedado en mi memoria.
En mayor o menor medida, su paso por el mundo se entrelazó con el de muchos otros, aun sin conocernos.
Pero es hoy cuando quizá siento una especial melancolía.
La primera vez que fui a Suecia pedí que me recomendaran a sus mejores escritores, a sus mejores músicos, a sus mejores grupos…
Y, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, el primer álbum que me dijeron que buscara fue Den Sjunde Vågen.
Marie Fredriksson…
viernes, 6 de diciembre de 2019
Manifiesto cívico (XIII)
Si alguien ha tenido la paciencia de visitar más de una vez estas corcheas, se habrá dado cuenta.
Soy un convencido, tenaz, apasionado constitucionalista.
Lo contrario a un fanático, para quien solo "su verdad" tiene el privilegio de existir sobre la Tierra.
El sistema constitucional asegura que nadie, creyéndose por encima de los demás, pueda empuñar un látigo. Nos da equilibrio.
Es un puente hacia la pluralidad de pensamiento, donde los ciudadanos podemos expresar lo que queremos y lo que no queremos con respeto, sin aplastar a quienes tienen otra visión.
Si se hubiera empezado de cero en la isla de Robinson, con seguridad habríamos podido escribir algo diferente. ¿Mejor? Sí, por qué no: algo mejor.
Pero con tantos cientos de años a nuestras espaldas, de oportunidades al alcance de la mano perdidas, el resultado me parece razonablemente bueno.
Quizá por ello, tanto como me cuesta entenderlo, haya algunos que lo odian.
Que no conciben nada más allá de su tribu, que no soportan otra ley que su voluntad egoísta, para los que ser bajo o alto, rubio o moreno, hombre, mujer o transgénero, ateo o devoto, o ir por la calle en paz, hablando en cualquier lengua, solo les resulta aceptable siempre que se trate de "los suyos".
A ellos no les gusta.
Pues un nuevo año en que celebramos el 6 de diciembre. Un nuevo año en que no hemos caído. Ni el que viene, ni el siguiente, ni…
Un nuevo año en el que decir con orgullo:
¡Viva la Constitución Española!
Soy un convencido, tenaz, apasionado constitucionalista.
Lo contrario a un fanático, para quien solo "su verdad" tiene el privilegio de existir sobre la Tierra.
El sistema constitucional asegura que nadie, creyéndose por encima de los demás, pueda empuñar un látigo. Nos da equilibrio.
Es un puente hacia la pluralidad de pensamiento, donde los ciudadanos podemos expresar lo que queremos y lo que no queremos con respeto, sin aplastar a quienes tienen otra visión.
Si se hubiera empezado de cero en la isla de Robinson, con seguridad habríamos podido escribir algo diferente. ¿Mejor? Sí, por qué no: algo mejor.
Pero con tantos cientos de años a nuestras espaldas, de oportunidades al alcance de la mano perdidas, el resultado me parece razonablemente bueno.
Quizá por ello, tanto como me cuesta entenderlo, haya algunos que lo odian.
Que no conciben nada más allá de su tribu, que no soportan otra ley que su voluntad egoísta, para los que ser bajo o alto, rubio o moreno, hombre, mujer o transgénero, ateo o devoto, o ir por la calle en paz, hablando en cualquier lengua, solo les resulta aceptable siempre que se trate de "los suyos".
A ellos no les gusta.
Pues un nuevo año en que celebramos el 6 de diciembre. Un nuevo año en que no hemos caído. Ni el que viene, ni el siguiente, ni…
Un nuevo año en el que decir con orgullo:
¡Viva la Constitución Española!
miércoles, 4 de diciembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LV)
Es un icono científico, alguien a quien la mayor parte de la gente propondría como ejemplo de resiliencia. Incluso le mencionan en la película de Los Vengadores para ilustrar el concepto de "persona lista".
No obstante, hay colegas que no consideran a Stephen Hawking genial, al menos en sus publicaciones posteriores a los años 70. Le achacan un exceso de especulación para defender sus puntos de vista, en lugar de las demostraciones objetivas.
Una especie de "físico del pueblo". Mediático, no indiscutible.
Yo, como miembro de ese pueblo, no tengo capacidad para juzgar. Apenas para ofrecer unas pinceladas de lo que me parece su libro La teoría del todo.
Esta obra recoge un ciclo de siete conferencias acerca del origen y el destino del universo –buen tema–. En orden cronológico, comienza por Aristóteles. Le siguen Ptolomeo, Copérnico, Galileo, Hubble…
Luego se adentra en las teorías de la gravedad de Newton y Einstein, cuyo corolario lo constituye el big bang.
La tercera sesión está dedicada a los agujeros negros, especialidad de la casa: cómo se forman y el motivo, según la relatividad general, de que nada capturado por ellos debería volver a salir.
Aunque en la cuarta, la mecánica cuántica enciende una linterna en la negrura. Hay energía que sí consigue escapar.
Dicha mecánica nos aporta también la idea del espacio-tiempo finito en extensión, pero sin fronteras ni bordes. Cosas de las dimensiones.
Las diferencias entre el pasado y el futuro, incluso bajo leyes simétricas respecto al tiempo, se tratan en la sexta parte.
Para desembocar en los esfuerzos por desentrañar la teoría. La gorda. Esa que consiga unir las interacciones: nuclear fuerte, nuclear débil, gravedad y electromagnética.
Porque, de manera tan fascinante como causa de irritación, las observaciones y resultados experimentales en cada parcela de la realidad, bien a nivel micro o macroscópico, no coinciden hasta el momento entre sí. ¿Qué verdades se esconden detrás de esa esquiva suma de las partes?
Señalaba que no tengo capacidad para juzgar. Entendámonos: la física se me dio fatal en el colegio, mal, mal, mal hasta desesperarme. Tras el crujir de dientes que me costó sacarla, pegué saltos de alegría. Cuanto más lejos de mi vida, mejor.
Ahora, con propósito de enmienda, cada vez que leo algo bien planteado, didáctico, "que transmite", comprendo que no fue enteramente mi culpa. No supieron explicármela.
Así que el legado de Hawking podrá tener o no cumbres elevadas, esa valoración la dejo a los expertos.
Yo solo puedo agradecerle por hacerme un poco menos ignorante.
No obstante, hay colegas que no consideran a Stephen Hawking genial, al menos en sus publicaciones posteriores a los años 70. Le achacan un exceso de especulación para defender sus puntos de vista, en lugar de las demostraciones objetivas.
Una especie de "físico del pueblo". Mediático, no indiscutible.
Yo, como miembro de ese pueblo, no tengo capacidad para juzgar. Apenas para ofrecer unas pinceladas de lo que me parece su libro La teoría del todo.
Esta obra recoge un ciclo de siete conferencias acerca del origen y el destino del universo –buen tema–. En orden cronológico, comienza por Aristóteles. Le siguen Ptolomeo, Copérnico, Galileo, Hubble…
Luego se adentra en las teorías de la gravedad de Newton y Einstein, cuyo corolario lo constituye el big bang.
La tercera sesión está dedicada a los agujeros negros, especialidad de la casa: cómo se forman y el motivo, según la relatividad general, de que nada capturado por ellos debería volver a salir.
Aunque en la cuarta, la mecánica cuántica enciende una linterna en la negrura. Hay energía que sí consigue escapar.
Dicha mecánica nos aporta también la idea del espacio-tiempo finito en extensión, pero sin fronteras ni bordes. Cosas de las dimensiones.
Las diferencias entre el pasado y el futuro, incluso bajo leyes simétricas respecto al tiempo, se tratan en la sexta parte.
Para desembocar en los esfuerzos por desentrañar la teoría. La gorda. Esa que consiga unir las interacciones: nuclear fuerte, nuclear débil, gravedad y electromagnética.
Porque, de manera tan fascinante como causa de irritación, las observaciones y resultados experimentales en cada parcela de la realidad, bien a nivel micro o macroscópico, no coinciden hasta el momento entre sí. ¿Qué verdades se esconden detrás de esa esquiva suma de las partes?
Señalaba que no tengo capacidad para juzgar. Entendámonos: la física se me dio fatal en el colegio, mal, mal, mal hasta desesperarme. Tras el crujir de dientes que me costó sacarla, pegué saltos de alegría. Cuanto más lejos de mi vida, mejor.
Ahora, con propósito de enmienda, cada vez que leo algo bien planteado, didáctico, "que transmite", comprendo que no fue enteramente mi culpa. No supieron explicármela.
Así que el legado de Hawking podrá tener o no cumbres elevadas, esa valoración la dejo a los expertos.
Yo solo puedo agradecerle por hacerme un poco menos ignorante.
jueves, 21 de noviembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LIV)
Tiene una extraña belleza.
Una belleza del pasado. Como el lienzo de un maestro cuyos colores quizá hayan perdido su brillo, pero no la esencia de su mensaje.
Reflexiva. Melancólica. Elegante.
¿Triste? Cierto, una belleza triste. Por todo lo que pudo haber sido y aquello que por el contrario fue.
Esta es la atmósfera que nos envuelve cuando leemos Mi Europa, de Czeslaw Milosz.
Recuerdos, brumas de un mundo nacido para él de las cenizas, cuando la primera guerra decidió que algunos se llamarían polacos y otros lituanos.
Las familias habrían de repartirse a cada lado de las nuevas fronteras.
Y sus profesores les hablarían de glorias patrias y miserias al cruzar esa línea. Las naciones también se construyen en las aulas.
Milosz creció, hizo amigos, viajó, con una mochila y una canoa, para conocer por sí mismo el resto del continente…
Experimentó de primera mano el ascenso del comunismo y del nazismo.
Estuvo a punto de morir tantas veces… Si no relatara con esa naturalidad cómo escapó de todas ellas, apenas podríamos creerlo.
Y fue tras la segunda guerra, elegido por los gobernantes de Varsovia para ejercer cargos diplomáticos, con el prestigio que daba la victoria, cuando comprendió que… no…
No era eso.
No deseaba pertenecer a ningún lugar cuyo precio fuese una mente cautiva.
Quienes le habían jaleado en los círculos avant-garde le miraron desde entonces con desdén. Incluso le llamaron traidor.
El Nobel de Literatura aún tardaría unos años en llegar.
Una belleza del pasado. Como el lienzo de un maestro cuyos colores quizá hayan perdido su brillo, pero no la esencia de su mensaje.
Reflexiva. Melancólica. Elegante.
¿Triste? Cierto, una belleza triste. Por todo lo que pudo haber sido y aquello que por el contrario fue.
Esta es la atmósfera que nos envuelve cuando leemos Mi Europa, de Czeslaw Milosz.
Recuerdos, brumas de un mundo nacido para él de las cenizas, cuando la primera guerra decidió que algunos se llamarían polacos y otros lituanos.
Las familias habrían de repartirse a cada lado de las nuevas fronteras.
Y sus profesores les hablarían de glorias patrias y miserias al cruzar esa línea. Las naciones también se construyen en las aulas.
Milosz creció, hizo amigos, viajó, con una mochila y una canoa, para conocer por sí mismo el resto del continente…
Experimentó de primera mano el ascenso del comunismo y del nazismo.
Estuvo a punto de morir tantas veces… Si no relatara con esa naturalidad cómo escapó de todas ellas, apenas podríamos creerlo.
Y fue tras la segunda guerra, elegido por los gobernantes de Varsovia para ejercer cargos diplomáticos, con el prestigio que daba la victoria, cuando comprendió que… no…
No era eso.
No deseaba pertenecer a ningún lugar cuyo precio fuese una mente cautiva.
Quienes le habían jaleado en los círculos avant-garde le miraron desde entonces con desdén. Incluso le llamaron traidor.
El Nobel de Literatura aún tardaría unos años en llegar.
domingo, 17 de noviembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LIII)
Lejos de mi intención glosar aquí este libro.
Atreverme a comentar con un mínimo de decencia intelectual La república de Platón requeriría que Atenea me hubiera concedido con mayor generosidad sus dones. Pero llegan hasta donde llegan y gracias.
Ahora bien, lo que sí puedo decir sin exponerme a la vergüenza es que se trata de una de las ¿cinco, siete, once, veintitrés…? –poner cantidades exactas carece de sentido– obras que iluminan el paso del ser humano sobre el planeta.
En tiempos de turbación, cuando la esperanza de alcanzar un statu quo de armonía social se cuartea, leerla permite entender mejor unas cuantas cosas. Tantos siglos después…
Entender, por ejemplo, que a orillas del Egeo inventaron lo que llamamos democracia, pero que ejercida irresponsablemente, sin ser conscientes de todo lo que esa bella palabra implica, no libra por sí sola de acercarse al precipicio.
¿No se votó que Sócrates debía morir? ¿No se dejaron cegar los griegos por sofistas y gobernar por demagogos?
Y que la responsabilidad se aprende esforzándonos, cada uno de nosotros, en buscar «lo justo». Siendo íntegros.
¡Filosofía al poder!
Se aprende de verdad que lo importante en la vida, tanto como respirar, como comer, como beber, como amar, es ir más allá de las sombras reflejadas sobre la pared de la caverna.
Atreverme a comentar con un mínimo de decencia intelectual La república de Platón requeriría que Atenea me hubiera concedido con mayor generosidad sus dones. Pero llegan hasta donde llegan y gracias.
Ahora bien, lo que sí puedo decir sin exponerme a la vergüenza es que se trata de una de las ¿cinco, siete, once, veintitrés…? –poner cantidades exactas carece de sentido– obras que iluminan el paso del ser humano sobre el planeta.
En tiempos de turbación, cuando la esperanza de alcanzar un statu quo de armonía social se cuartea, leerla permite entender mejor unas cuantas cosas. Tantos siglos después…
Entender, por ejemplo, que a orillas del Egeo inventaron lo que llamamos democracia, pero que ejercida irresponsablemente, sin ser conscientes de todo lo que esa bella palabra implica, no libra por sí sola de acercarse al precipicio.
¿No se votó que Sócrates debía morir? ¿No se dejaron cegar los griegos por sofistas y gobernar por demagogos?
Y que la responsabilidad se aprende esforzándonos, cada uno de nosotros, en buscar «lo justo». Siendo íntegros.
¡Filosofía al poder!
Se aprende de verdad que lo importante en la vida, tanto como respirar, como comer, como beber, como amar, es ir más allá de las sombras reflejadas sobre la pared de la caverna.
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Manifiesto cívico (XII)
¿Que qué me parecen los últimos resultados electorales? Je…
Me hago esa pregunta y me quedo mirando al techo.
Hasta que doy con una respuesta adecuada: desilusión. No es que no comparta la forma de votar de parte de mis vecinos, mis conocidos, mis amigos, de personas con quienes me cruzo cada día…
No es ya que no la entienda.
Es que me desilusiona.
Camisas pardas, camisas rojas y camisas negras, en vez de ver castigados sus planteamientos bárbaros, los refrendan. Son minorías y aun así manejan el timón.
El centro, en el sentido más generosamente amplio del término, incluso personificado por líderes de dudosa confianza, es lo preferido por millones. Y a pesar de ganar… pierde.
Perdemos.
Para combatir los fuegos que amenazan a la democracia, al acuerdo constitucional que solo pide un básico respeto mutuo a la hora de diseñar políticas, hay quienes eligen… lanzallamas.
¿Seremos capaces de construir derechos –y obligaciones− sobre la base de conceptos como ciudadanía y esfuerzo común, y no sobre patrias, géneros, lugar de nacimiento, creencias religiosas o cualquier pseudomisticismo?
(No, lo de ciudadanía no lo digo con doble significado).
¿O preferimos renunciar a la… de acuerdo, no la mejor de las vidas, pero sí una aceptable, teniendo en cuenta de dónde veníamos y adónde hemos llegado, a cambio de darnos de tortas?
En fin, ya veremos.
Dormid en paz. Lo vamos a necesitar.
Me hago esa pregunta y me quedo mirando al techo.
Hasta que doy con una respuesta adecuada: desilusión. No es que no comparta la forma de votar de parte de mis vecinos, mis conocidos, mis amigos, de personas con quienes me cruzo cada día…
No es ya que no la entienda.
Es que me desilusiona.
Camisas pardas, camisas rojas y camisas negras, en vez de ver castigados sus planteamientos bárbaros, los refrendan. Son minorías y aun así manejan el timón.
El centro, en el sentido más generosamente amplio del término, incluso personificado por líderes de dudosa confianza, es lo preferido por millones. Y a pesar de ganar… pierde.
Perdemos.
Para combatir los fuegos que amenazan a la democracia, al acuerdo constitucional que solo pide un básico respeto mutuo a la hora de diseñar políticas, hay quienes eligen… lanzallamas.
¿Seremos capaces de construir derechos –y obligaciones− sobre la base de conceptos como ciudadanía y esfuerzo común, y no sobre patrias, géneros, lugar de nacimiento, creencias religiosas o cualquier pseudomisticismo?
(No, lo de ciudadanía no lo digo con doble significado).
¿O preferimos renunciar a la… de acuerdo, no la mejor de las vidas, pero sí una aceptable, teniendo en cuenta de dónde veníamos y adónde hemos llegado, a cambio de darnos de tortas?
En fin, ya veremos.
Dormid en paz. Lo vamos a necesitar.
viernes, 8 de noviembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LII)
A menudo me siento igual que se manifiesta Friedrich Reck-Mallerczewen en este libro: desolado.
Con una angustia que se me clava dentro, un Weltschmerz debido a voces que creía sepultadas en el fango del pasado, pero cuyas sombras intentan cubrirnos de nuevo.
Extrema izquierda. Extrema derecha. Nazionalistas…
Totalitarios con su propio mensaje "iluminado", cegando muchos ojos mediante imágenes de ídolos, a costa de la paz de nuestras vidas.
Reck-Mallerczewen advirtió de las consecuencias. Los hechos que relata en su Historia de una demencia colectiva ocurrieron en el siglo XVI, pero los paralelismos con el XX y podría llegar el momento en que también con nuestros propios días, son evidentes.
Ya otros se dieron cuenta de tal similitud. La lucha contra el odio y la amargura, «esos cánceres del alma», como los describe en la última carta a su mujer, le costó morir en Dachau.
En 1534 los habitantes de Münster "se volvieron locos" y le entregaron el poder a hombres que les hicieron promesas. Son recordados como los anabaptistas.
Les prometieron la felicidad en la Tierra, por anticipo de la del cielo. Solo tenían que seguir unas leyes transmitidas directamente de lo alto a sus profetas.
Y sus palabras atrajeron a miles. Tras expulsar al obispo elector, símbolo de la opresión, se prohibió la moneda, el comercio y la propiedad privada. Nadie debía tener un sombrero o un jubón más que su vecino.
Más tarde, sin embargo, llegó el terror a la "nueva Jerusalén". Cualquier desafecto era ejecutado de inmediato. Los matrimonios previos fueron anulados y se instauró la poligamia obligatoria. El heredero del líder original se proclamó rey, inspirado por visiones divinas…
Aun así, los defensores de la ciudad resistían el asedio del obispo y su ejército. Su esperanza era firme. No les importaban las normas cada vez más absurdas ni la espada del verdugo que recorría las calles en busca de la menor falta.
Todo acabó con la población agonizante y el monarca y sus lugartenientes exhibidos en jaulas todavía visibles en la torre de la iglesia de san Lamberto.
Fanatismo. Violencia. Destrucción. Siempre de la mano, a través de los tiempos.
Con una angustia que se me clava dentro, un Weltschmerz debido a voces que creía sepultadas en el fango del pasado, pero cuyas sombras intentan cubrirnos de nuevo.
Extrema izquierda. Extrema derecha. Nazionalistas…
Totalitarios con su propio mensaje "iluminado", cegando muchos ojos mediante imágenes de ídolos, a costa de la paz de nuestras vidas.
Reck-Mallerczewen advirtió de las consecuencias. Los hechos que relata en su Historia de una demencia colectiva ocurrieron en el siglo XVI, pero los paralelismos con el XX y podría llegar el momento en que también con nuestros propios días, son evidentes.
Ya otros se dieron cuenta de tal similitud. La lucha contra el odio y la amargura, «esos cánceres del alma», como los describe en la última carta a su mujer, le costó morir en Dachau.
En 1534 los habitantes de Münster "se volvieron locos" y le entregaron el poder a hombres que les hicieron promesas. Son recordados como los anabaptistas.
Les prometieron la felicidad en la Tierra, por anticipo de la del cielo. Solo tenían que seguir unas leyes transmitidas directamente de lo alto a sus profetas.
Y sus palabras atrajeron a miles. Tras expulsar al obispo elector, símbolo de la opresión, se prohibió la moneda, el comercio y la propiedad privada. Nadie debía tener un sombrero o un jubón más que su vecino.
Más tarde, sin embargo, llegó el terror a la "nueva Jerusalén". Cualquier desafecto era ejecutado de inmediato. Los matrimonios previos fueron anulados y se instauró la poligamia obligatoria. El heredero del líder original se proclamó rey, inspirado por visiones divinas…
Aun así, los defensores de la ciudad resistían el asedio del obispo y su ejército. Su esperanza era firme. No les importaban las normas cada vez más absurdas ni la espada del verdugo que recorría las calles en busca de la menor falta.
Todo acabó con la población agonizante y el monarca y sus lugartenientes exhibidos en jaulas todavía visibles en la torre de la iglesia de san Lamberto.
Fanatismo. Violencia. Destrucción. Siempre de la mano, a través de los tiempos.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Cine, cine, cine, más cine, por favor
Las palomitas listas para entrar en el patio de butacas.
Y hay que tomar una decisión: ¿de qué película comprar entrada?
No tenemos nada de estreno, desde luego, pero entre eso y quedarse en casa…
A ver, vamos a repasar los guiones otra vez:
Cómodo es un hombre sin moral, eso lo sabes desde siempre. Cómodo no puede gobernar. Es más, ¡no debe gobernar!
(Gladiator)
−La inmoralidad es subjetiva.
−Sí, pero la subjetividad es objetiva.
−No, en ningún esquema racional de percepción.
−La percepción es irracional, implica inminencia.
−Pero el juicio de cualquier sistema a una prioridad de relación de fenómenos existe en cualquier contradicción racional o metafísica, o al menos epistemológica, de un concepto empírico abstracto como el ser u ocurrir en la cosa en sí, o de la cosa en sí misma.
−Sí, yo he dicho eso muchas veces.
(La última noche de Boris Gruschenko)
−¿Con qué derecho me cierra usted el local?
−¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!
−Sus ganancias, señor.
−Muchas gracias. ¡Todo el mundo fuera!
(Casablanca)
−A los únicos que odiamos más que al pueblo romano es a los del Frente del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular de Judea (...).
−¡El Frente Popular de Judea somos nosotros!
−Ah, creí que éramos de la Unión Popular...
(La vida de Brian)
Estoy harto de consentir con los brazos cruzados la infiltración comunista, la subversión comunista, la conspiración comunista, esa corriente, en la actualidad tan de moda, que envuelve e infecta todos nuestros preciados fluidos naturales.
(Teléfono rojo, volamos hacia Moscú)
Mmmmm, sí, ya está. Creo que voy a elegir, mmmmm...
Y hay que tomar una decisión: ¿de qué película comprar entrada?
No tenemos nada de estreno, desde luego, pero entre eso y quedarse en casa…
A ver, vamos a repasar los guiones otra vez:
Cómodo es un hombre sin moral, eso lo sabes desde siempre. Cómodo no puede gobernar. Es más, ¡no debe gobernar!
(Gladiator)
−La inmoralidad es subjetiva.
−Sí, pero la subjetividad es objetiva.
−No, en ningún esquema racional de percepción.
−La percepción es irracional, implica inminencia.
−Pero el juicio de cualquier sistema a una prioridad de relación de fenómenos existe en cualquier contradicción racional o metafísica, o al menos epistemológica, de un concepto empírico abstracto como el ser u ocurrir en la cosa en sí, o de la cosa en sí misma.
−Sí, yo he dicho eso muchas veces.
(La última noche de Boris Gruschenko)
−¿Con qué derecho me cierra usted el local?
−¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!
−Sus ganancias, señor.
−Muchas gracias. ¡Todo el mundo fuera!
(Casablanca)
−A los únicos que odiamos más que al pueblo romano es a los del Frente del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular del Pueblo Judaico.
−¡Disidentes!
−Y al Frente Popular de Judea (...).
−¡El Frente Popular de Judea somos nosotros!
−Ah, creí que éramos de la Unión Popular...
(La vida de Brian)
Estoy harto de consentir con los brazos cruzados la infiltración comunista, la subversión comunista, la conspiración comunista, esa corriente, en la actualidad tan de moda, que envuelve e infecta todos nuestros preciados fluidos naturales.
(Teléfono rojo, volamos hacia Moscú)
Mmmmm, sí, ya está. Creo que voy a elegir, mmmmm...
miércoles, 30 de octubre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (LI)
Advierto desde el principio: este libro tiene cosas buenas y otras… regulares.
En el lado positivo, la propia naturaleza del tema: averiguar cómo se generan las ideas en el cerebro humano. Entender, desde un punto de vista científico, el origen de la Creatividad.
Elkhonon Goldberg, prestigioso neurólogo, se embarca en esta tarea incorporando las técnicas de escaneo más recientes al corpus investigador clásico. Prácticamente disecciona los procesos bajo la caja de hueso que llamamos cabeza.
Y plantea numerosos interrogantes:
¿En qué afectan las diferentes tradiciones culturales de las sociedades a la cognición? ¿La limitan o estimulan unas más que otras?
¿Se aprende a pensar practicando, y en qué dosis, o siempre habrá un 1% de rupturistas y un 99% entre torpes y normalitos?
¿Las ideas surgen de repente, ex nihilo, o el proverbial equilibrio inspiración/transpiración tiene algo que ver?
¿Por qué, cuando buscamos alguna respuesta con toda nuestra capacidad intelectiva, el resultado es a menudo infructuoso, mientras se nos ocurren soluciones a los problemas en los momentos más inesperados?
¿Hay diferentes creatividades? ¿Se pueden medir y comparar? ¿Es relevante que Mozart escribiera las tres últimas sinfonías en unas semanas y Beethoven tardara años con su Novena?
¿Significa creatividad lo mismo que inteligencia?
¿Qué aporta un cerebro conservador a la supervivencia de la especie, y qué uno innovador?
¿Resulta cierta la división hemisferio izquierdo lógico vs. derecho especulativo, o son sus fronteras menos estancas de lo que nos habían enseñado?
Etcétera.
Ahora mi reproche: la manera que tiene Goldberg de exponer resulta −paradójicamente− poco creativa. Al menos, tal como se esperaría en una obra de divulgación.
A menudo sus páginas me han recordado al tópico libro de texto de una carrera o una tesis para ser defendida ante un tribunal de especialistas. Es decir, académicas en el sentido aburrido del término.
No obstante, concedo que quizá no haya muchas formas de explicar complejidades fisiológicas como las que tienen lugar entre la corteza prefrontal lateral y la ventromedial/orbitofrontal, así que, en un todo, le pongo buena nota.
Hasta la próxima.
En el lado positivo, la propia naturaleza del tema: averiguar cómo se generan las ideas en el cerebro humano. Entender, desde un punto de vista científico, el origen de la Creatividad.
Elkhonon Goldberg, prestigioso neurólogo, se embarca en esta tarea incorporando las técnicas de escaneo más recientes al corpus investigador clásico. Prácticamente disecciona los procesos bajo la caja de hueso que llamamos cabeza.
Y plantea numerosos interrogantes:
¿En qué afectan las diferentes tradiciones culturales de las sociedades a la cognición? ¿La limitan o estimulan unas más que otras?
¿Se aprende a pensar practicando, y en qué dosis, o siempre habrá un 1% de rupturistas y un 99% entre torpes y normalitos?
¿Las ideas surgen de repente, ex nihilo, o el proverbial equilibrio inspiración/transpiración tiene algo que ver?
¿Por qué, cuando buscamos alguna respuesta con toda nuestra capacidad intelectiva, el resultado es a menudo infructuoso, mientras se nos ocurren soluciones a los problemas en los momentos más inesperados?
¿Hay diferentes creatividades? ¿Se pueden medir y comparar? ¿Es relevante que Mozart escribiera las tres últimas sinfonías en unas semanas y Beethoven tardara años con su Novena?
¿Significa creatividad lo mismo que inteligencia?
¿Qué aporta un cerebro conservador a la supervivencia de la especie, y qué uno innovador?
¿Resulta cierta la división hemisferio izquierdo lógico vs. derecho especulativo, o son sus fronteras menos estancas de lo que nos habían enseñado?
Etcétera.
Ahora mi reproche: la manera que tiene Goldberg de exponer resulta −paradójicamente− poco creativa. Al menos, tal como se esperaría en una obra de divulgación.
A menudo sus páginas me han recordado al tópico libro de texto de una carrera o una tesis para ser defendida ante un tribunal de especialistas. Es decir, académicas en el sentido aburrido del término.
No obstante, concedo que quizá no haya muchas formas de explicar complejidades fisiológicas como las que tienen lugar entre la corteza prefrontal lateral y la ventromedial/orbitofrontal, así que, en un todo, le pongo buena nota.
Hasta la próxima.
jueves, 24 de octubre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (L)
Anda que no me lo habré preguntado yo veces:
¿Quién soy yo… y cuántos?
La persona que ha abierto hoy los ojos, ¿es quien los abrió ayer? ¿Y anteayer? ¿Y hace diez o veinte años?
¿La misma, mejor, peor…?
¿Qué me hace único o mutable? ¿Lo que hago? ¿Lo que pienso?
Si alguien compartiera mis recuerdos y experiencias, si luchara por los mismos ideales, ¿sería entonces también yo?
Elucubraciones por el estilo.
Quizá por ello fuera el título lo primero que me gustó. Pero ahora que la he terminado, mis impresiones sobre esta obra pueden ser elogiosas con fundamento.
Porque Richard David Precht ha escrito un libro de mérito. Ojalá sea cierto el carácter de superventas que publicitan en la portada y mucha más gente lo disfrute.
Se trata de un "viaje filosófico" a partir de un planteamiento kantiano: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar?
Sobre esta base entrelaza diversas fuentes de conocimiento, a cuál más imaginativa en su presentación.
Nietzsche, nuestra antepasada austrolopiteco Lucy, Ramón y Cajal, Descartes, Mach, el señor Spock, Freud, Kandel, Wittgenstein…
Rousseau, De Waal y sus investigaciones sobre el comportamiento de los primates, Schopenhauer, Libet, Bentham, Luhmann…
Y habla sobre casi todo: la existencia de los dioses, el aborto, la eutanasia, la alimentación carnívora o vegetariana, la bondad y la maldad, el origen de los sentimientos, los derechos de los grandes simios, la clonación, la propiedad…
La lista sigue y es larga. Un poco la historia de lo que ha venido ocupando el entendimiento del ser humano desde hace veintitantos siglos.
Claro que tampoco se sumerge en unas profundidades abisales para cada tema, sería imposible. Pero siembra en el lector la semilla –con una bibliografía muy tentadora− para continuar caminando en busca de la verdad.
Venga, no seais los últimos en uniros al club. Leedlo ya, que lo vais a agradecer.
¿Quién soy yo… y cuántos?
La persona que ha abierto hoy los ojos, ¿es quien los abrió ayer? ¿Y anteayer? ¿Y hace diez o veinte años?
¿La misma, mejor, peor…?
¿Qué me hace único o mutable? ¿Lo que hago? ¿Lo que pienso?
Si alguien compartiera mis recuerdos y experiencias, si luchara por los mismos ideales, ¿sería entonces también yo?
Elucubraciones por el estilo.
Quizá por ello fuera el título lo primero que me gustó. Pero ahora que la he terminado, mis impresiones sobre esta obra pueden ser elogiosas con fundamento.
Porque Richard David Precht ha escrito un libro de mérito. Ojalá sea cierto el carácter de superventas que publicitan en la portada y mucha más gente lo disfrute.
Se trata de un "viaje filosófico" a partir de un planteamiento kantiano: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar?
Sobre esta base entrelaza diversas fuentes de conocimiento, a cuál más imaginativa en su presentación.
Nietzsche, nuestra antepasada austrolopiteco Lucy, Ramón y Cajal, Descartes, Mach, el señor Spock, Freud, Kandel, Wittgenstein…
Rousseau, De Waal y sus investigaciones sobre el comportamiento de los primates, Schopenhauer, Libet, Bentham, Luhmann…
Y habla sobre casi todo: la existencia de los dioses, el aborto, la eutanasia, la alimentación carnívora o vegetariana, la bondad y la maldad, el origen de los sentimientos, los derechos de los grandes simios, la clonación, la propiedad…
La lista sigue y es larga. Un poco la historia de lo que ha venido ocupando el entendimiento del ser humano desde hace veintitantos siglos.
Claro que tampoco se sumerge en unas profundidades abisales para cada tema, sería imposible. Pero siembra en el lector la semilla –con una bibliografía muy tentadora− para continuar caminando en busca de la verdad.
Venga, no seais los últimos en uniros al club. Leedlo ya, que lo vais a agradecer.
domingo, 20 de octubre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLIX)
No quiero ponerme tremendista. Ciertas comparaciones resultan, más que inapropiadas, extemporáneas.
Pero viendo en las noticias imágenes de los nazionalistas incendiando lo que les viene a mano en Barcelona, me llama la atención el lema de una camiseta.
Nada que no pudiera esperarme de su forma de pensar, desde luego. Y tampoco nada que a estas alturas pueda golpearme u ofenderme.
«Yo soy catalán. No soy un español de mierda».
Tal cual.
Para ellos, "catalanidad" y "españolidad" son valores absolutos y contrapuestos en el orden natural. El señor de la camiseta se autoproclama en lo más alto, y las personas que hemos tenido la ¿desgracia? de nacer en el lado del país equivocado, somos lo más bajo.
Tras este preámbulo, lo que en realidad quería comentar en la entrada de hoy es un libro. Ahora explico la relación.
Concretamente, me gustaría traer un cómic a escena: El testamento de Magneto, de Greg Pak y Carmine di Giandomenico.
No recuerdo si lo he mencionado alguna vez, aunque resulta que soy un asiduo lector de cómics. Que este sea el primero sobre el que vierto unas palabras queda como un lapso a subsanar.
Magneto es un personaje clásico de los X-Men, por supuesto. Uno de los villanos del universo Marvel. Pero antes de amargarles la existencia al profesor Xavier y compañía, fue un niño.
Que nació y creció en Alemania. En una familia apellidada Eisenhardt. De origen judío.
1936. El joven Max no entiende por qué el director y sus compañeros de colegio insisten continuamente en humillarle. Él no les ha hecho ningún mal.
Ni tampoco por qué su padre, veterano condecorado del ejército, corre peligro solo por visitar a un antiguo compañero de armas en la capital.
1938. No entiende la Noche de los cristales rotos, la huida, el odio intenso, cruel, irracional, inmotivado, que se extiende por la sociedad, despojándose de cualquier careta cuando al fin estalla la guerra.
Él entiende de otras cosas, como el collar que le ha regalado a Magda. Y lo que su sonrisa significa.
1942. Y de sobrevivir en Auschwitz, endureciendo el alma en el Sonderkommando que arroja los cuerpos a los crematorios.
No hay superpoderes, no hay fantasía, acción o hazañas heroicas.
Este es un cómic que se pregunta por qué.
Y la misma pregunta pasa por mi cabeza mientras el señor de la camiseta en la tele filma con el móvil las hogueras: por qué.
Por qué su odio.
¿Nadie puede darme una respuesta?
Una que pueda comprender un "español de mierda"…
Pero viendo en las noticias imágenes de los nazionalistas incendiando lo que les viene a mano en Barcelona, me llama la atención el lema de una camiseta.
Nada que no pudiera esperarme de su forma de pensar, desde luego. Y tampoco nada que a estas alturas pueda golpearme u ofenderme.
«Yo soy catalán. No soy un español de mierda».
Tal cual.
Para ellos, "catalanidad" y "españolidad" son valores absolutos y contrapuestos en el orden natural. El señor de la camiseta se autoproclama en lo más alto, y las personas que hemos tenido la ¿desgracia? de nacer en el lado del país equivocado, somos lo más bajo.
Tras este preámbulo, lo que en realidad quería comentar en la entrada de hoy es un libro. Ahora explico la relación.
Concretamente, me gustaría traer un cómic a escena: El testamento de Magneto, de Greg Pak y Carmine di Giandomenico.
No recuerdo si lo he mencionado alguna vez, aunque resulta que soy un asiduo lector de cómics. Que este sea el primero sobre el que vierto unas palabras queda como un lapso a subsanar.
Magneto es un personaje clásico de los X-Men, por supuesto. Uno de los villanos del universo Marvel. Pero antes de amargarles la existencia al profesor Xavier y compañía, fue un niño.
Que nació y creció en Alemania. En una familia apellidada Eisenhardt. De origen judío.
1936. El joven Max no entiende por qué el director y sus compañeros de colegio insisten continuamente en humillarle. Él no les ha hecho ningún mal.
Ni tampoco por qué su padre, veterano condecorado del ejército, corre peligro solo por visitar a un antiguo compañero de armas en la capital.
1938. No entiende la Noche de los cristales rotos, la huida, el odio intenso, cruel, irracional, inmotivado, que se extiende por la sociedad, despojándose de cualquier careta cuando al fin estalla la guerra.
Él entiende de otras cosas, como el collar que le ha regalado a Magda. Y lo que su sonrisa significa.
1942. Y de sobrevivir en Auschwitz, endureciendo el alma en el Sonderkommando que arroja los cuerpos a los crematorios.
No hay superpoderes, no hay fantasía, acción o hazañas heroicas.
Este es un cómic que se pregunta por qué.
Y la misma pregunta pasa por mi cabeza mientras el señor de la camiseta en la tele filma con el móvil las hogueras: por qué.
Por qué su odio.
¿Nadie puede darme una respuesta?
Una que pueda comprender un "español de mierda"…
martes, 15 de octubre de 2019
Manifiesto cívico (XI)
La sentencia de ayer, huelga aclarar a cuál me refiero, me motiva a dejar por escrito un par de consideraciones personales.
Primero, la Ley no se rige –es fundamental que no lo haga– por las emociones de la sociedad. Incluso aunque estas fueran indubitablemente mayoritarias.
De otra manera hablaríamos de talión, de venganza, de "justicia popular"… No de Ley.
Además, solo si existe prueba suficiente se debe condenar en la exacta proporción que dicte la norma.
No podemos viajar en el tiempo para conocer los secretos del delito antes de que ocurra, para ser testigos en lugar de intérpretes, para no correr el riesgo de equivocarnos.
Tenemos que conformarnos con investigar, preguntar y reconstruir.
Hacer que afloren las intenciones y los hechos, buscando aliviar a la víctima sin menoscabar las garantías del acusado.
Segundo, una vez separado el ámbito jurídico del sentimental, por supuesto que yo también tengo mi opinión particular sobre dicha sentencia. ¿Quién no?
Por ahí hacen ruido los que la consideran una "vergüenza", muestra de la "España fascista y opresora" (aunque, curiosamente, disfruten de libertad para decirlo).
En el extremo opuesto se manifiestan igual de decepcionados. Demasiado flojo suena eso de la sedición.
En medio, unos jueces con un objetivo: hacer valer la Ley, no contentarnos.
De modo que vamos a acatar el fallo, sí o sí.
Y a los que supuran bilis –bueno, en esta parte me dejo llevar un poco–, que imaginen todas las campañas de intoxicación que quieran. Que mientan.
Pero que aprendan que un Estado libre de ciudadanos libres, con reglas de decisión participativas, jamás desaparecerá.
Ni volverá a los años de oscuridad, en que la voluntad de unos cuantos se imponía al conjunto por la fuerza.
Nunca abandonaremos la defensa. La vital, la más digna, la más necesaria frente a los que quieren secuestrarla.
La defensa de la Democracia.
Primero, la Ley no se rige –es fundamental que no lo haga– por las emociones de la sociedad. Incluso aunque estas fueran indubitablemente mayoritarias.
De otra manera hablaríamos de talión, de venganza, de "justicia popular"… No de Ley.
Además, solo si existe prueba suficiente se debe condenar en la exacta proporción que dicte la norma.
No podemos viajar en el tiempo para conocer los secretos del delito antes de que ocurra, para ser testigos en lugar de intérpretes, para no correr el riesgo de equivocarnos.
Tenemos que conformarnos con investigar, preguntar y reconstruir.
Hacer que afloren las intenciones y los hechos, buscando aliviar a la víctima sin menoscabar las garantías del acusado.
Segundo, una vez separado el ámbito jurídico del sentimental, por supuesto que yo también tengo mi opinión particular sobre dicha sentencia. ¿Quién no?
Por ahí hacen ruido los que la consideran una "vergüenza", muestra de la "España fascista y opresora" (aunque, curiosamente, disfruten de libertad para decirlo).
En el extremo opuesto se manifiestan igual de decepcionados. Demasiado flojo suena eso de la sedición.
En medio, unos jueces con un objetivo: hacer valer la Ley, no contentarnos.
De modo que vamos a acatar el fallo, sí o sí.
Y a los que supuran bilis –bueno, en esta parte me dejo llevar un poco–, que imaginen todas las campañas de intoxicación que quieran. Que mientan.
Pero que aprendan que un Estado libre de ciudadanos libres, con reglas de decisión participativas, jamás desaparecerá.
Ni volverá a los años de oscuridad, en que la voluntad de unos cuantos se imponía al conjunto por la fuerza.
Nunca abandonaremos la defensa. La vital, la más digna, la más necesaria frente a los que quieren secuestrarla.
La defensa de la Democracia.
jueves, 10 de octubre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLVIII)
Lo bueno de sentir curiosidad es que siempre encuentras nuevas cosas que aprender. El mundo es inagotable.
Aunque por otro lado, también te das cuenta de que siempre vas a ser más ignorante que sabio. El mundo es… eso, inagotable.
Pues bien, el libro de hoy sirve para rellenar un agujero que la mayor parte de la gente sufrimos en materia de historia universal.
Porque los acontecimientos de Europa, de América, incluso de Asia, al menos los conocemos a grandes rasgos. Pero, ¿qué ocurre con los de África? ¿Quién levanta la mano?
Unos cuantos se narran en la Breve historia del África subsahariana, de Eric García Moral.
Todo un continente que resulta un misterio para los occidentales. Y como consecuencia, nuestros estereotipos acerca de las culturas africanas se basan en esa percepción superficial.
El planteamiento de García Moral consiste en comenzar desde la cuna: qué factores explican el nacimiento y la posterior expansión de la especie humana desde la gran falla que conforma el valle del Rift.
A continuación se ocupa de los lazos entre la civilización egipcia, Nubia y Kush, así como las noticias que en Grecia y Roma se tenían de unas tierras tan lejanas a través de las rutas de mercancías.
Por ejemplo, Ptolomeo ya menciona al reino de Axum, que remonta su mito fundacional hasta Menelik, hijo de Salomón. Sus gobernantes o negus llegaron a aliarse con Bizancio, para entrar en declive solo tras varios siglos de existencia.
Ghana devino también un próspero territorio, con riqueza aurífera, agrícola, ganadera y comercial. Hasta que no pudo resistir a los ataques de tribus nómadas y la desertización por los cambios clímáticos.
Mali, el imperio del oro, surgió con Sunyata Keita, fue defendido por Sakura y alzanzó el esplendor con Kanku Musa, que en 1324 peregrinó hasta La Meca con tanto metal dorado en los fardos, que hundió la cotización durante años en El Cairo. Su figura aparece representada en el Atlas Catalán de 1375.
Songhay, forjado gracias a los éxitos militares de su líder Sonni Ali Ber, creció igualmente, con una compleja estructura de funcionarios y administradores. Hasta que las armas de fuego del sultán de Marruecos y sus soldados de origen andalusí acabaron con él.
Kanem-Bornú, Gran Zimbabue, la leyenda del Preste Juan, los suajilis, las redes esclavistas creadas desde el asentamiento europeo en la costa occidental, los bóeres, los británicos, Sierra Leona, Liberia, el reparto de Berlín, las figuras de la resistencia anticolonial, los zulúes, las guerras mundiales, los Estados del siglo XX, el presente, el futuro, el pesimismo, el optimismo…
He de dejar más de la mitad de la obra y bastantes nombres propios resumidos en un solo párrafo, si no quiero alargarme. Lástima.
Aunque la pasión que su autor pone en la escritura es un aspecto que no puedo pasar de largo. Se nota que disfruta transmitiendo sus conocimientos, y hace disfrutar con ellos al lector.
De esta manera, apenas me resta algo que decir: ¡a leer!
Aunque por otro lado, también te das cuenta de que siempre vas a ser más ignorante que sabio. El mundo es… eso, inagotable.
Pues bien, el libro de hoy sirve para rellenar un agujero que la mayor parte de la gente sufrimos en materia de historia universal.
Porque los acontecimientos de Europa, de América, incluso de Asia, al menos los conocemos a grandes rasgos. Pero, ¿qué ocurre con los de África? ¿Quién levanta la mano?
Unos cuantos se narran en la Breve historia del África subsahariana, de Eric García Moral.
Todo un continente que resulta un misterio para los occidentales. Y como consecuencia, nuestros estereotipos acerca de las culturas africanas se basan en esa percepción superficial.
El planteamiento de García Moral consiste en comenzar desde la cuna: qué factores explican el nacimiento y la posterior expansión de la especie humana desde la gran falla que conforma el valle del Rift.
A continuación se ocupa de los lazos entre la civilización egipcia, Nubia y Kush, así como las noticias que en Grecia y Roma se tenían de unas tierras tan lejanas a través de las rutas de mercancías.
Por ejemplo, Ptolomeo ya menciona al reino de Axum, que remonta su mito fundacional hasta Menelik, hijo de Salomón. Sus gobernantes o negus llegaron a aliarse con Bizancio, para entrar en declive solo tras varios siglos de existencia.
Ghana devino también un próspero territorio, con riqueza aurífera, agrícola, ganadera y comercial. Hasta que no pudo resistir a los ataques de tribus nómadas y la desertización por los cambios clímáticos.
Mali, el imperio del oro, surgió con Sunyata Keita, fue defendido por Sakura y alzanzó el esplendor con Kanku Musa, que en 1324 peregrinó hasta La Meca con tanto metal dorado en los fardos, que hundió la cotización durante años en El Cairo. Su figura aparece representada en el Atlas Catalán de 1375.
Songhay, forjado gracias a los éxitos militares de su líder Sonni Ali Ber, creció igualmente, con una compleja estructura de funcionarios y administradores. Hasta que las armas de fuego del sultán de Marruecos y sus soldados de origen andalusí acabaron con él.
Kanem-Bornú, Gran Zimbabue, la leyenda del Preste Juan, los suajilis, las redes esclavistas creadas desde el asentamiento europeo en la costa occidental, los bóeres, los británicos, Sierra Leona, Liberia, el reparto de Berlín, las figuras de la resistencia anticolonial, los zulúes, las guerras mundiales, los Estados del siglo XX, el presente, el futuro, el pesimismo, el optimismo…
He de dejar más de la mitad de la obra y bastantes nombres propios resumidos en un solo párrafo, si no quiero alargarme. Lástima.
Aunque la pasión que su autor pone en la escritura es un aspecto que no puedo pasar de largo. Se nota que disfruta transmitiendo sus conocimientos, y hace disfrutar con ellos al lector.
De esta manera, apenas me resta algo que decir: ¡a leer!
sábado, 5 de octubre de 2019
Manifiesto cívico (X)
Yo tenía pensado dedicar este añito bloguero a hablar sobre los libros que voy leyendo. Para volver un poco a los orígenes.
Aunque a veces me entra la tentación de manifestarme sobre mil cosas diferentes. A lo mejor solo me interesan a mí, pero el día a día puede ser rico en ellas.
Pues esta resulta una de tales ocasiones. Ya me estoy encendiendo como una tea.
Quiero gritar que en nuestra sociedad, y más concretamente entre nuestros así llamados políticos, hay mala gente.
No sé si por convicción o por memez, me da lo mismo.
Tampoco sé por qué intentan propagar la enfermedad, pero hay que apartarse de sus miasmas.
La llama me la ha alimentado cierto concejal y pez gordo en cierto partido, para quien las Trece Rosas "torturaban, mataban y violaban vilmente".
Cita literal.
O sea, que para él, el asesinato de aquellas trece mujeres por los vencedores de la más cruel guerra estaría ¿justificado?
(Lo escribo entre interrogaciones porque, oye, a pesar de la literalidad, a ver si soy tan torpe que lo he entendido mal).
Y un par de días antes, la presidenta de la misma comunidad autónoma asociaba sacar los huesos de cierto dictador de cierta basílica con la quema de iglesias, "como en el 36".
No, es que yo no… No…
¿De verdad que personajes de esta calidad son lo mejor que hemos podido encontrar para dedicarse a la res publica?
¿De verdad les hemos concedido tanta responsabilidad sobre nosotros?
Gente atrapada en odios de hace un siglo, que se alimenta de las peores pesadillas y bajos instintos para hacernos creer que los necesitamos.
Que ellos nos defienden.
¡Ja!
Hay veces en que cuesta deshacerse del malhumor.
Aunque a veces me entra la tentación de manifestarme sobre mil cosas diferentes. A lo mejor solo me interesan a mí, pero el día a día puede ser rico en ellas.
Pues esta resulta una de tales ocasiones. Ya me estoy encendiendo como una tea.
Quiero gritar que en nuestra sociedad, y más concretamente entre nuestros así llamados políticos, hay mala gente.
No sé si por convicción o por memez, me da lo mismo.
Tampoco sé por qué intentan propagar la enfermedad, pero hay que apartarse de sus miasmas.
La llama me la ha alimentado cierto concejal y pez gordo en cierto partido, para quien las Trece Rosas "torturaban, mataban y violaban vilmente".
Cita literal.
O sea, que para él, el asesinato de aquellas trece mujeres por los vencedores de la más cruel guerra estaría ¿justificado?
(Lo escribo entre interrogaciones porque, oye, a pesar de la literalidad, a ver si soy tan torpe que lo he entendido mal).
Y un par de días antes, la presidenta de la misma comunidad autónoma asociaba sacar los huesos de cierto dictador de cierta basílica con la quema de iglesias, "como en el 36".
No, es que yo no… No…
¿De verdad que personajes de esta calidad son lo mejor que hemos podido encontrar para dedicarse a la res publica?
¿De verdad les hemos concedido tanta responsabilidad sobre nosotros?
Gente atrapada en odios de hace un siglo, que se alimenta de las peores pesadillas y bajos instintos para hacernos creer que los necesitamos.
Que ellos nos defienden.
¡Ja!
Hay veces en que cuesta deshacerse del malhumor.
martes, 1 de octubre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLVII)
Primero, alguien con buen ojo notó ciertas vibraciones en esta novela, porque hasta han rodado una serie de televisión basada en ella.
Segundo –aunque egoístamente más relevante−, esas vibraciones también me han alcanzado a mí. Y han conseguido que me salte la parada mientras iba leyéndola absorto en el metro.
Los mismos autores, Terry Pratchett y Neil Gaiman, resumen en el prólogo cómo fue el proceso de escritura de Buenos presagios: «Nos lo hemos pasado bien».
Partimos del inminente fin del mundo: multitud de signos lo anuncian, según el Apocalipsis clásico. También hay pelos y señales en las Buenas y acertadas profecías de Agnes la Chalada, una vidente del siglo XVII quemada por bruja.
Su descendiente directa, Anatema Device, sabe del valor del libro, que describe críptico pero sin falta hasta el mínimo acontecimiento de lo que ha sucedido y sucederá. Pero resulta que lo ha perdido.
Newton Pulsifer, que a su vez desciende del cazador de hechiceras No Cometerás Adulterio Pulsifer, acaba de solicitar el ingreso en el ejército encargado de combatir a las fuerzas oscuras. Suman un sargento y un soldado.
Los cuatro jinetes, Muerte, Guerra, Hambre y Polución, están recibiendo las herramientas de su cometido a través de mensajería.
Las legiones de ángeles y demonios se preparan para la gran batalla…
¡Alto! En realidad lo estoy contando de forma desordenada. Debería haber comenzado por los protagonistas principales, cada uno en representación de un bando: Azirafel y Crowley.
Estuvieron aquí al principio de todo, cuando lo de la manzana, el paraíso y tal. Desde entonces se quedaron a vivir entre nosotros.
Y las ganas que tienen de que el tinglado se venga abajo son nulas.
Así que quizá un pacto de colaboración, a espaldas de sus jefes…
De momento han nacido dos bebés al mismo tiempo, pero solo uno puede ser el Anticristo. ¿Adán? ¿Warlock? A ver si se han hecho un lío las sospechosas "monjas" del hospital, de la Orden de Parlanchinas de Santa Berilia.
Muchos otros personajes, sobrenaturales y humanos, aderezan con su presencia los últimos días de nuestra especie.
Total, que si uno busca entretenerse sanamente y participar un poco de la experiencia de Pratchett y Gaiman mientras escribían, esta es su lectura. Sin dudarlo.
Segundo –aunque egoístamente más relevante−, esas vibraciones también me han alcanzado a mí. Y han conseguido que me salte la parada mientras iba leyéndola absorto en el metro.
Los mismos autores, Terry Pratchett y Neil Gaiman, resumen en el prólogo cómo fue el proceso de escritura de Buenos presagios: «Nos lo hemos pasado bien».
Partimos del inminente fin del mundo: multitud de signos lo anuncian, según el Apocalipsis clásico. También hay pelos y señales en las Buenas y acertadas profecías de Agnes la Chalada, una vidente del siglo XVII quemada por bruja.
Su descendiente directa, Anatema Device, sabe del valor del libro, que describe críptico pero sin falta hasta el mínimo acontecimiento de lo que ha sucedido y sucederá. Pero resulta que lo ha perdido.
Newton Pulsifer, que a su vez desciende del cazador de hechiceras No Cometerás Adulterio Pulsifer, acaba de solicitar el ingreso en el ejército encargado de combatir a las fuerzas oscuras. Suman un sargento y un soldado.
Los cuatro jinetes, Muerte, Guerra, Hambre y Polución, están recibiendo las herramientas de su cometido a través de mensajería.
Las legiones de ángeles y demonios se preparan para la gran batalla…
¡Alto! En realidad lo estoy contando de forma desordenada. Debería haber comenzado por los protagonistas principales, cada uno en representación de un bando: Azirafel y Crowley.
Estuvieron aquí al principio de todo, cuando lo de la manzana, el paraíso y tal. Desde entonces se quedaron a vivir entre nosotros.
Y las ganas que tienen de que el tinglado se venga abajo son nulas.
Así que quizá un pacto de colaboración, a espaldas de sus jefes…
De momento han nacido dos bebés al mismo tiempo, pero solo uno puede ser el Anticristo. ¿Adán? ¿Warlock? A ver si se han hecho un lío las sospechosas "monjas" del hospital, de la Orden de Parlanchinas de Santa Berilia.
Muchos otros personajes, sobrenaturales y humanos, aderezan con su presencia los últimos días de nuestra especie.
Total, que si uno busca entretenerse sanamente y participar un poco de la experiencia de Pratchett y Gaiman mientras escribían, esta es su lectura. Sin dudarlo.
martes, 24 de septiembre de 2019
Brevísima y perpleja nota sobre… (VII)
Hace meses escribí un apunte sobre otro título de Byung-Chul Han, Psicopolítica, y ya entonces manifesté ciertas reservas sobre la experiencia de lectura.
Al final lo clasifiqué como elogiable y me hice el propósito de seguir explorando la obra del autor. Quería formarme una idea más cabal de su pensamiento.
Pues me temo que La expulsión de lo distinto me ha dejado perplejo. No consigo cogerle el tranquillo a este hombre.
El mensaje de fondo vendría a ser la paradoja de que, en la era de la hiperconectividad, donde el intercambio de ideas es más factible que nunca, nos estamos volviendo todos más iguales. En el sentido negativo.
El concepto del "otro", un ser "misterioso" al que podemos desear o rechazar, con quien coincidir o ser divergentes, pero en fin, prestar interés como alguien diferente a nosotros mismos, va desapareciendo.
En su lugar, nos volvemos parte de una masa amorfa, la personalidad diluida en una corriente de dirección única. Nos autodestruimos como entes irrepetibles en un mundo donde la regla de oro es consumir, consumir, consumir…
Lo que los demás hagan o piensen, yo también. Triunfan las redes sociales donde la información resulta hueca, usadas para el monólogo en lugar del diálogo. La sociedad del "me gusta" irreflexivo asoma en todo su esplendor.
Hasta ahí, tal mensaje tiene un calado hondísimo. Invita a poner lo mejor de tu atención en cada párrafo, en cada línea del libro. Las expectativas sobre el desarrollo del tema suben como el magma.
Hasta que se enfrían, porque Han se pone a divagar de una manera que es cosa mala. Se va por las ramas.
O no sabe explicarse, o yo no le sé entender, o una mezcla de ambas causas. Debe de ser muy inteligente, pero como comunicador, la verdad…
El caso es el que mencionaba al principio: que me quedo con las ganas. Ojalá en el futuro pueda cambiar mi valoración a elogiosa, pero hasta entonces… Brevísima y perpleja nota, lo siento.
Al final lo clasifiqué como elogiable y me hice el propósito de seguir explorando la obra del autor. Quería formarme una idea más cabal de su pensamiento.
Pues me temo que La expulsión de lo distinto me ha dejado perplejo. No consigo cogerle el tranquillo a este hombre.
El mensaje de fondo vendría a ser la paradoja de que, en la era de la hiperconectividad, donde el intercambio de ideas es más factible que nunca, nos estamos volviendo todos más iguales. En el sentido negativo.
El concepto del "otro", un ser "misterioso" al que podemos desear o rechazar, con quien coincidir o ser divergentes, pero en fin, prestar interés como alguien diferente a nosotros mismos, va desapareciendo.
En su lugar, nos volvemos parte de una masa amorfa, la personalidad diluida en una corriente de dirección única. Nos autodestruimos como entes irrepetibles en un mundo donde la regla de oro es consumir, consumir, consumir…
Lo que los demás hagan o piensen, yo también. Triunfan las redes sociales donde la información resulta hueca, usadas para el monólogo en lugar del diálogo. La sociedad del "me gusta" irreflexivo asoma en todo su esplendor.
Hasta ahí, tal mensaje tiene un calado hondísimo. Invita a poner lo mejor de tu atención en cada párrafo, en cada línea del libro. Las expectativas sobre el desarrollo del tema suben como el magma.
Hasta que se enfrían, porque Han se pone a divagar de una manera que es cosa mala. Se va por las ramas.
O no sabe explicarse, o yo no le sé entender, o una mezcla de ambas causas. Debe de ser muy inteligente, pero como comunicador, la verdad…
El caso es el que mencionaba al principio: que me quedo con las ganas. Ojalá en el futuro pueda cambiar mi valoración a elogiosa, pero hasta entonces… Brevísima y perpleja nota, lo siento.
lunes, 16 de septiembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLVI)
Podría decirse –yo lo digo− que nuestra época supone la mayor oportunidad perdida para el ser humano desde que empezó a registrarse la historia.
Al menos, en un sentido social. De las cosas que le hemos hecho al planeta, ya hablaré algún día.
Con increíbles avances que hace pocas generaciones parecían utópicos en bienestar relativo, en educación, en ciencia, en comprensión de nuestro entorno…
Y sin embargo, no somos capaces de que dejen de regirnos la envidia, el sectarismo, la injusticia, el apetito no por la vida buena, sino por la satisfacción de instintos en el momento.
Vamos, que parecemos una panda de borregos que conoce el precio de todo y el valor de nada. Sin conciencia autocrítica por delante. Fácilmente manipulables.
Me he desahogado a gusto.
Por otro lado, desde que aquellos griegos con túnica empezaron a plantearse las verdades de la existencia, tenemos voces a las que nos convendría prestar atención. Filósofos, los llaman.
Voces, por ejemplo, como la recogida en el comentario de hoy: El valor de elegir, de Fernando Savater.
Reconozco que Savater me inspira mucho. Un autor que, lejos de perderse en circunvoluciones abstractas, expone temas trascendentales de forma muy clara.
En este título se pregunta por la libertad. Esa que damos por sentado como una especie de derecho natural –nadie es nuestro dueño−, sin cuestionarnos quizá su contenido.
Como punto de partida, ¿qué es de hecho la libertad? Porque está lejos de una respuesta tan simplista como que consiste en hacer lo que nos dé la gana.
¿Supone un absoluto? ¿Qué conexión sine qua non existe entre la libertad y la esencia de la persona? ¿Cuáles son las consecuencias de su ejercicio en nuestros actos hacia los demás?
¿Por qué, entre diversas opciones, seleccionamos una, la defendemos y nos sentimos estupefactos cuando no necesariamente es la misma que han preferido otros?
Y esa que elegimos, ¿se nos ha ocurrido solos o nos la "han colado"? ¿En qué sentido es o no la mejor en los ámbitos moral, cívico, político…?
Preguntas que, de la mano de figuras como Aristóteles, Arendt, Habermas, Hayek, Bauman y bastantes más, nos exigen poner a girar las ruedecitas que llevamos dentro.
En resumidas cuentas, que ya me voy alargando: puestos a tomar decisiones, no dejéis de leer El valor de elegir.
Es la acertada.
Al menos, en un sentido social. De las cosas que le hemos hecho al planeta, ya hablaré algún día.
Con increíbles avances que hace pocas generaciones parecían utópicos en bienestar relativo, en educación, en ciencia, en comprensión de nuestro entorno…
Y sin embargo, no somos capaces de que dejen de regirnos la envidia, el sectarismo, la injusticia, el apetito no por la vida buena, sino por la satisfacción de instintos en el momento.
Vamos, que parecemos una panda de borregos que conoce el precio de todo y el valor de nada. Sin conciencia autocrítica por delante. Fácilmente manipulables.
Me he desahogado a gusto.
Por otro lado, desde que aquellos griegos con túnica empezaron a plantearse las verdades de la existencia, tenemos voces a las que nos convendría prestar atención. Filósofos, los llaman.
Voces, por ejemplo, como la recogida en el comentario de hoy: El valor de elegir, de Fernando Savater.
Reconozco que Savater me inspira mucho. Un autor que, lejos de perderse en circunvoluciones abstractas, expone temas trascendentales de forma muy clara.
En este título se pregunta por la libertad. Esa que damos por sentado como una especie de derecho natural –nadie es nuestro dueño−, sin cuestionarnos quizá su contenido.
Como punto de partida, ¿qué es de hecho la libertad? Porque está lejos de una respuesta tan simplista como que consiste en hacer lo que nos dé la gana.
¿Supone un absoluto? ¿Qué conexión sine qua non existe entre la libertad y la esencia de la persona? ¿Cuáles son las consecuencias de su ejercicio en nuestros actos hacia los demás?
¿Por qué, entre diversas opciones, seleccionamos una, la defendemos y nos sentimos estupefactos cuando no necesariamente es la misma que han preferido otros?
Y esa que elegimos, ¿se nos ha ocurrido solos o nos la "han colado"? ¿En qué sentido es o no la mejor en los ámbitos moral, cívico, político…?
Preguntas que, de la mano de figuras como Aristóteles, Arendt, Habermas, Hayek, Bauman y bastantes más, nos exigen poner a girar las ruedecitas que llevamos dentro.
En resumidas cuentas, que ya me voy alargando: puestos a tomar decisiones, no dejéis de leer El valor de elegir.
Es la acertada.
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLV)
Aviso: puede que la opinión de esta brevísima y elogiosa nota no sea compartida por todos los lectores.
Solo por quienes se humillen ante el poder de bajíos y tempestades, mientras el océano irrumpe incontenible en los pañoles.
Que aprieten los dientes al saber que la Elena aún se cañoneó embarrancada con el Irresistible y la Emerald, sus baterías de a doce contra las de treinta y dos.
O mascullen sobre la desventura de la Santa Marta, sus fondos destrozados navegando en descubierta para la escuadra que planeaba atacar Pensacola.
Y rememoren que el San Miguel empezó a garrar pese a echar abajo las vergas de juanete, arriar cable y dar segunda ancla.
¿El San Pedro Alcántara? ¿Se logró salvar su tesoro? ¿Qué ocurrió con los cien hombres de la Vencejo cuando acudía en su auxilio?
Al mítico San Telmo se lo vio por última vez en el cabo de Hornos, con averías en el timón, la tajamar y la verga mayor.
El Poderoso, el Magnánimo, el Triunfante, el Rayo, el Monarca…
Uno por uno, el destino de cada buque, desde la sencilla cañonera hasta los tres puentes, que durante siglos dejaron sus cuadernas en tributo a las profundidades.
A aquellos que las noches de niebla sientan la llamada de una campana bajo su piel, sin duda les encantarán los Naufragios de la Armada Española de Cesáreo Fernández Duro.
A los demás… pues no.
Solo por quienes se humillen ante el poder de bajíos y tempestades, mientras el océano irrumpe incontenible en los pañoles.
Que aprieten los dientes al saber que la Elena aún se cañoneó embarrancada con el Irresistible y la Emerald, sus baterías de a doce contra las de treinta y dos.
O mascullen sobre la desventura de la Santa Marta, sus fondos destrozados navegando en descubierta para la escuadra que planeaba atacar Pensacola.
Y rememoren que el San Miguel empezó a garrar pese a echar abajo las vergas de juanete, arriar cable y dar segunda ancla.
¿El San Pedro Alcántara? ¿Se logró salvar su tesoro? ¿Qué ocurrió con los cien hombres de la Vencejo cuando acudía en su auxilio?
Al mítico San Telmo se lo vio por última vez en el cabo de Hornos, con averías en el timón, la tajamar y la verga mayor.
El Poderoso, el Magnánimo, el Triunfante, el Rayo, el Monarca…
Uno por uno, el destino de cada buque, desde la sencilla cañonera hasta los tres puentes, que durante siglos dejaron sus cuadernas en tributo a las profundidades.
A aquellos que las noches de niebla sientan la llamada de una campana bajo su piel, sin duda les encantarán los Naufragios de la Armada Española de Cesáreo Fernández Duro.
A los demás… pues no.
sábado, 3 de agosto de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLIV)
Tirano Banderas es una novela nada fácil de leer.
No por la historia en sí, que va moviéndose continuamente entre personajes extremos, ridículos, oportunistas, patéticos… esperpénticos. Todos sujetos al vórtice de Santos Banderas. El general.
Una historia en que la opresión alcanza a cada habitante de la República de Santa Fe de Tierra Firme. Algunos la sufren y otros se aprovechan de ella.
Donde no hay un momento de respiro, donde disfrutar un día del favor del tirano puede convertirse en condena al siguiente.
No, la dificultad deriva más bien del lenguaje con que está escrita. Casi diría que Ramón del Valle-Inclán se lo inventó ex profeso.
Un panegírico del español americano, aunque tampoco el que se habla en ningún sitio concreto. Una explosión de términos vueltos a la vida que a menudo me ha hecho dudar.
«Destacáronse dos caporales que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido sabanil que le cubría las carnes».
Confieso en público que las pretinas, las pencas y los argollones no los tenía en mis registros habituales, por ejemplo. Y así de la primera a la última página.
Recapitulando: Tirano Banderas es una novela nada fácil de leer.
Pero que no se puede dejar de leer.
No por la historia en sí, que va moviéndose continuamente entre personajes extremos, ridículos, oportunistas, patéticos… esperpénticos. Todos sujetos al vórtice de Santos Banderas. El general.
Una historia en que la opresión alcanza a cada habitante de la República de Santa Fe de Tierra Firme. Algunos la sufren y otros se aprovechan de ella.
Donde no hay un momento de respiro, donde disfrutar un día del favor del tirano puede convertirse en condena al siguiente.
No, la dificultad deriva más bien del lenguaje con que está escrita. Casi diría que Ramón del Valle-Inclán se lo inventó ex profeso.
Un panegírico del español americano, aunque tampoco el que se habla en ningún sitio concreto. Una explosión de términos vueltos a la vida que a menudo me ha hecho dudar.
«Destacáronse dos caporales que, a modo de pretinas, llevaban cruzadas sobre el pecho sendas pencas con argollones, y despojaron al reo del fementido sabanil que le cubría las carnes».
Confieso en público que las pretinas, las pencas y los argollones no los tenía en mis registros habituales, por ejemplo. Y así de la primera a la última página.
Recapitulando: Tirano Banderas es una novela nada fácil de leer.
Pero que no se puede dejar de leer.
miércoles, 31 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLIII)
Lo tomo del estante más alto. Lo miro, lo remiro, lo vuelvo a mirar…
Le quito el forro, lo volteo, busco por todos los rincones el exlibris…
Y de verdad no recuerdo haberlo leído.
Así que, en este año de gloria de 2019, abro por primera vez El coronel no tiene quien le escriba.
Gloria, efectivamente, porque Gabriel García Márquez produce un efecto de plenitud en el espíritu.
No sé de qué maravillarme más. ¿La riqueza expansiva de un lenguaje que tantos compartimos y al que tantos solemos engrilletar en comparación?
¿La maestría con que dos personajes que ni siquiera tienen nombre, el coronel y la mujer –y el gallo– parecen tan presentes como si compartiésemos con ellos la existencia?
¿La emotividad al narrar unas vidas que hace cincuenta y seis años esperan un correo prometido, aunque la lancha jamás trae carta para ellos?
Todo al mismo tiempo. Para qué privarse.
Le quito el forro, lo volteo, busco por todos los rincones el exlibris…
Y de verdad no recuerdo haberlo leído.
Así que, en este año de gloria de 2019, abro por primera vez El coronel no tiene quien le escriba.
Gloria, efectivamente, porque Gabriel García Márquez produce un efecto de plenitud en el espíritu.
No sé de qué maravillarme más. ¿La riqueza expansiva de un lenguaje que tantos compartimos y al que tantos solemos engrilletar en comparación?
¿La maestría con que dos personajes que ni siquiera tienen nombre, el coronel y la mujer –y el gallo– parecen tan presentes como si compartiésemos con ellos la existencia?
¿La emotividad al narrar unas vidas que hace cincuenta y seis años esperan un correo prometido, aunque la lancha jamás trae carta para ellos?
Todo al mismo tiempo. Para qué privarse.
viernes, 26 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLII)
Yo iba buscando algo muy concreto. Mi objetivo era el que era. Sabía lo que deseaba.
Eso cuando entré en la librería. Porque cuando volví a salir, lo que llevaba en la mano lucía un título diferente.
Telefónica.
Qué fibra ni qué móvil. La novela.
Ilsa Barea-Kulcsar terminó de escribirla en 1939. Y si encontrarla resultó inesperado, solo puedo decir que vivan las sorpresas.
Aunque estrictamente los personajes y la trama pertenezcan a la ficción, lo cierto es que Ilsa llegó a Madrid durante la Guerra Civil para trabajar como censora de la prensa extranjera. La oficina se ubicaba en la sede de Telefónica en Gran Vía.
De manera que sus experiencias influyeron mucho en el texto. Como ella, Anita, la protagonista, es una exiliada con conocimiento de idiomas a quien encargan de controlar las crónicas que envían los corresponsales.
Madrid es primera línea del frente, y el rascacielos un centro estratégico de comunicaciones, muy visible para los obuses y bombarderos que la asedian.
Allí conocerá a su superior, Agustín –trasunto de quien se convertiría en el marido de la autora, el afamado Arturo Barea–, y al resto de habitantes del edificio: milicianos, telefonistas, reporteros, familias refugiadas del horror bélico…
Así como otros con quienes hubiera sido mejor no cruzarse, como la policía política que persigue a potenciales disidentes. Son tiempos de "paseos" de los que nunca se vuelve.
Quizá sea la descripción de estos caracteres el punto más débil del libro. Cada persona, puesta a prueba, resulta casi un modelo de nobleza o mezquindad, según el rol que le toque. Se echa en falta la gama de grises que la mayoría llevamos dentro.
No obstante, brillan con fuerza otras virtudes. El sentido dramático, las sensaciones de peligro y ansiedad, están muy bien conseguidos. Sin duda sabe reflejar aquel ambiente en que tantas vidas se vieron golpeadas.
Y las luchas internas, la desconfianza e incluso el odio mutuo según la organización en que se milite –anarquismo, socialismo, comunismo stalinista o trotskista– también quedan recogidos con acierto.
Sin olvidar el menosprecio con que a menudo una sociedad machista recompensaba a las mujeres que querían participar en ella activamente.
Elogiable recuperación literaria.
Eso cuando entré en la librería. Porque cuando volví a salir, lo que llevaba en la mano lucía un título diferente.
Telefónica.
Qué fibra ni qué móvil. La novela.
Ilsa Barea-Kulcsar terminó de escribirla en 1939. Y si encontrarla resultó inesperado, solo puedo decir que vivan las sorpresas.
Aunque estrictamente los personajes y la trama pertenezcan a la ficción, lo cierto es que Ilsa llegó a Madrid durante la Guerra Civil para trabajar como censora de la prensa extranjera. La oficina se ubicaba en la sede de Telefónica en Gran Vía.
De manera que sus experiencias influyeron mucho en el texto. Como ella, Anita, la protagonista, es una exiliada con conocimiento de idiomas a quien encargan de controlar las crónicas que envían los corresponsales.
Madrid es primera línea del frente, y el rascacielos un centro estratégico de comunicaciones, muy visible para los obuses y bombarderos que la asedian.
Allí conocerá a su superior, Agustín –trasunto de quien se convertiría en el marido de la autora, el afamado Arturo Barea–, y al resto de habitantes del edificio: milicianos, telefonistas, reporteros, familias refugiadas del horror bélico…
Así como otros con quienes hubiera sido mejor no cruzarse, como la policía política que persigue a potenciales disidentes. Son tiempos de "paseos" de los que nunca se vuelve.
Quizá sea la descripción de estos caracteres el punto más débil del libro. Cada persona, puesta a prueba, resulta casi un modelo de nobleza o mezquindad, según el rol que le toque. Se echa en falta la gama de grises que la mayoría llevamos dentro.
No obstante, brillan con fuerza otras virtudes. El sentido dramático, las sensaciones de peligro y ansiedad, están muy bien conseguidos. Sin duda sabe reflejar aquel ambiente en que tantas vidas se vieron golpeadas.
Y las luchas internas, la desconfianza e incluso el odio mutuo según la organización en que se milite –anarquismo, socialismo, comunismo stalinista o trotskista– también quedan recogidos con acierto.
Sin olvidar el menosprecio con que a menudo una sociedad machista recompensaba a las mujeres que querían participar en ella activamente.
Elogiable recuperación literaria.
lunes, 22 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XLI)
Cuando un grupo de diputados británicos dieron la espalda mientras sonaba el himno, al inaugurarse el periodo de sesiones del Parlamento Europeo, tuve que sentirme ofendido.
O sea, panda de rucios, si no queréis estar ahí, no estéis. ¿Que os consideráis diferentes, más guapos, más listos, más cool que el resto? Pues hala…
Pero darse la vuelta con esa música simboliza un deseo no solo de apartarse, sino de atacar a la idea misma de la Unión. Hacer lo posible para que fracase. Y eso, como ciudadano a pie, es despreciarme a mí. A mis anhelos.
Así que empecé a leer a otro británico que, por portuna, tenía muchísimos más dedos de frente que esos compatriotas. Uno que ya nos ha abandonado: Tony Judt.
El libro en concreto se titula ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa. Lo escribió en 1995, y en el prólogo advierte de que habrá quien le tache de euroescéptico, pero se trata de un europeo entusiasta… que no cree en una Europa común. No cree que lo consigamos.
En el primer capítulo nos recuerda cómo nacimos. Cómo era el mundo de posguerra. Por qué hubo quienes pensaron que las heridas de la historia no debían impedir una mirada de futuro, aun a riesgo de sufrir una "amnesia colectiva".
A continuación analiza los "países del Este". ¿Pertenecen de verdad, no solo en términos geográficos, sino espiritualmente, a la europeidad? ¿Merecen integrarse? Su conclusión –recordemos la fecha− es pesimista.
La tercera parte está dedicada a los factores que hicieron a sus habitantes orgullosos de pertenecer al club y al resto del continente candidatos a franquear la puerta. Y de qué manera la reducción de la prosperidad ha sido preludio del descontento y el retorno a unos nacionalismos o incluso regionalismos que habían quedado superados.
Ya en el epílogo, pone Judt de manifiesto la falta de corazón que nos aqueja. Los europeos no nos sentimos por dentro como tales. No hemos desarrollado el sentimiento de identidad de las naciones-Estado clásicas. El burocratismo, el funcionamiento de los bloques de poder, alejan a la gente de los ideales. Y la cartera está dejando de ser suficiente como pegamento de lo heterogéneo.
Bien, se podrá estar o no de acuerdo con todos sus planteamientos −a mí me parece que profetizó con agudeza varios problemas de nuestro presente mientras iba desencaminado en otra serie de aspectos−. Pero desde luego, a este pensador hay que tenerlo en cuenta. Obtendremos valiosas lecciones.
O sea, panda de rucios, si no queréis estar ahí, no estéis. ¿Que os consideráis diferentes, más guapos, más listos, más cool que el resto? Pues hala…
Pero darse la vuelta con esa música simboliza un deseo no solo de apartarse, sino de atacar a la idea misma de la Unión. Hacer lo posible para que fracase. Y eso, como ciudadano a pie, es despreciarme a mí. A mis anhelos.
Así que empecé a leer a otro británico que, por portuna, tenía muchísimos más dedos de frente que esos compatriotas. Uno que ya nos ha abandonado: Tony Judt.
El libro en concreto se titula ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa. Lo escribió en 1995, y en el prólogo advierte de que habrá quien le tache de euroescéptico, pero se trata de un europeo entusiasta… que no cree en una Europa común. No cree que lo consigamos.
En el primer capítulo nos recuerda cómo nacimos. Cómo era el mundo de posguerra. Por qué hubo quienes pensaron que las heridas de la historia no debían impedir una mirada de futuro, aun a riesgo de sufrir una "amnesia colectiva".
A continuación analiza los "países del Este". ¿Pertenecen de verdad, no solo en términos geográficos, sino espiritualmente, a la europeidad? ¿Merecen integrarse? Su conclusión –recordemos la fecha− es pesimista.
La tercera parte está dedicada a los factores que hicieron a sus habitantes orgullosos de pertenecer al club y al resto del continente candidatos a franquear la puerta. Y de qué manera la reducción de la prosperidad ha sido preludio del descontento y el retorno a unos nacionalismos o incluso regionalismos que habían quedado superados.
Ya en el epílogo, pone Judt de manifiesto la falta de corazón que nos aqueja. Los europeos no nos sentimos por dentro como tales. No hemos desarrollado el sentimiento de identidad de las naciones-Estado clásicas. El burocratismo, el funcionamiento de los bloques de poder, alejan a la gente de los ideales. Y la cartera está dejando de ser suficiente como pegamento de lo heterogéneo.
Bien, se podrá estar o no de acuerdo con todos sus planteamientos −a mí me parece que profetizó con agudeza varios problemas de nuestro presente mientras iba desencaminado en otra serie de aspectos−. Pero desde luego, a este pensador hay que tenerlo en cuenta. Obtendremos valiosas lecciones.
martes, 16 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XL)
Me gustaría tener tanta imaginación como Rudolf Erich Raspe.
Y es que, por más que le doy vueltas, sigo sin una imagen clara de cómo llegó a mi biblioteca un ejemplar de Las aventuras del barón Münchausen… en holandés.
¿Qué olvidados trabajos me acontecerían para obtener ese volumen? ¿Sería botín de Marte, con pífanos y tambores en aquella tierra de molinos? ¿O quizá presente de Venus, a manera de kermesse heroica?
Nada, que no me acuerdo.
Bueno, el caso es que al lado apareció la hermosa edición española ilustrada por Javier Zabala, y esa es la que he leído.
Algo más tardío que el Gulliver de Swift, y con un siglo por medio con el Viaje a la Luna del ínclito Bergerac, sugiere no obstante ecos de ambos.
Ese recurso al absurdo, a la exageración suprema para satirizar tantos comportamientos humanos…
Pero es el propio barón quien, protestando de que pudiéramos poner en duda su honor, insiste en que todo es real: el lobo que arrastró su trineo por Rusia, las batallas al mando de un cuerpo de húsares, los estragos causados a los papistas que asediaban Gibraltar, las andanzas turcas, ceilanesas o más allá, en la isla del queso, en el estómago del monstruo marino, en los reinos selenitas…
Una amplia sonrisa al acabar, qué mínimo.
Y es que, por más que le doy vueltas, sigo sin una imagen clara de cómo llegó a mi biblioteca un ejemplar de Las aventuras del barón Münchausen… en holandés.
¿Qué olvidados trabajos me acontecerían para obtener ese volumen? ¿Sería botín de Marte, con pífanos y tambores en aquella tierra de molinos? ¿O quizá presente de Venus, a manera de kermesse heroica?
Nada, que no me acuerdo.
Bueno, el caso es que al lado apareció la hermosa edición española ilustrada por Javier Zabala, y esa es la que he leído.
Algo más tardío que el Gulliver de Swift, y con un siglo por medio con el Viaje a la Luna del ínclito Bergerac, sugiere no obstante ecos de ambos.
Ese recurso al absurdo, a la exageración suprema para satirizar tantos comportamientos humanos…
Pero es el propio barón quien, protestando de que pudiéramos poner en duda su honor, insiste en que todo es real: el lobo que arrastró su trineo por Rusia, las batallas al mando de un cuerpo de húsares, los estragos causados a los papistas que asediaban Gibraltar, las andanzas turcas, ceilanesas o más allá, en la isla del queso, en el estómago del monstruo marino, en los reinos selenitas…
Una amplia sonrisa al acabar, qué mínimo.
miércoles, 10 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXIX)
Si hubiera leído Tres periodistas en la revolución de Asturias hace más tiempo, habría aprovechado para preguntarle a los abuelos. ¿Cómo lo recordarían ellos?
Porque a nosotros, el año 1934 nos parece otra época. Pero a quienes lo vivieron, la imagen de un acorazado bombardeando Gijón, o el casco urbano de Oviedo destruido por los mineros, debió de resultarles algo inimaginable.
La narración corre a cargo de Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla, cada uno con un estilo, en unas circunstancias y con un punto de vista propio.
Díaz elige el "reportaje novelado". Básicamente, consiste en utilizar técnicas de relato "basado en hechos reales".
En él expresa su simpatía por personajes comprometidos con el intento de golpe revolucionario, que pese a no contar con apoyos, continúan la lucha hasta el final.
Pla, por su parte, a través de crónicas publicadas en La Veu de Catalunya, contextualiza los hechos dentro de la política de la República. Intenta aclarar los antecedentes que movieron a los protagonistas.
Chaves, en fin, es un reportero "al pie de la noticia". Se mueve por la zona aún humeante, buscando testimonios de primera mano que le permitan exponer lo ocurrido en las páginas del diario Ahora: qué, quién, cómo, por qué…
Lectura muy instructiva para el conocimiento de nuestra historia en el siglo pasado.
Porque a nosotros, el año 1934 nos parece otra época. Pero a quienes lo vivieron, la imagen de un acorazado bombardeando Gijón, o el casco urbano de Oviedo destruido por los mineros, debió de resultarles algo inimaginable.
La narración corre a cargo de Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla, cada uno con un estilo, en unas circunstancias y con un punto de vista propio.
Díaz elige el "reportaje novelado". Básicamente, consiste en utilizar técnicas de relato "basado en hechos reales".
En él expresa su simpatía por personajes comprometidos con el intento de golpe revolucionario, que pese a no contar con apoyos, continúan la lucha hasta el final.
Pla, por su parte, a través de crónicas publicadas en La Veu de Catalunya, contextualiza los hechos dentro de la política de la República. Intenta aclarar los antecedentes que movieron a los protagonistas.
Chaves, en fin, es un reportero "al pie de la noticia". Se mueve por la zona aún humeante, buscando testimonios de primera mano que le permitan exponer lo ocurrido en las páginas del diario Ahora: qué, quién, cómo, por qué…
Lectura muy instructiva para el conocimiento de nuestra historia en el siglo pasado.
martes, 2 de julio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXVIII)
Lo confieso: este ensayo me ha despertado un punto de envidia.
¿De dónde surgen mentes como la de László F. Földényi? ¿De qué manera nacen las ideas que plasma en Los espacios de la muerte viviente?
Pongámonos en situación: en el Museo de Berlín hay un cuadro, Vista arquitectónica, pintado por Francesco di Giorgio Martini alrededor de 1490.
Földényi se para y nos describe la escena. Edificios, materiales, distribución, algunos barcos al fondo…
Y de repente, en el primer piso del edificio de la derecha, nota una persiana abierta. No ocurre en ningún otro ventanal. Solo ese detalle escapa a la perfecta simetría de una ciudad que no parece viva.
Que no parece humana.
Partiendo de aquí, comienza a tejer la explicación de muchas cosas. Relatos de Kafka, imágenes de Chirico, el panóptico de Bentham, el significado detrás de las grandes construcciones nazis y soviéticas…
Solo puedo quedarme con la boca abierta hasta el final. Ya digo, con un punto de envidia. ¡Qué despliegue tan increíble de pensamiento asociativo!
¿De dónde surgen mentes como la de László F. Földényi? ¿De qué manera nacen las ideas que plasma en Los espacios de la muerte viviente?
Pongámonos en situación: en el Museo de Berlín hay un cuadro, Vista arquitectónica, pintado por Francesco di Giorgio Martini alrededor de 1490.
Földényi se para y nos describe la escena. Edificios, materiales, distribución, algunos barcos al fondo…
Y de repente, en el primer piso del edificio de la derecha, nota una persiana abierta. No ocurre en ningún otro ventanal. Solo ese detalle escapa a la perfecta simetría de una ciudad que no parece viva.
Que no parece humana.
Partiendo de aquí, comienza a tejer la explicación de muchas cosas. Relatos de Kafka, imágenes de Chirico, el panóptico de Bentham, el significado detrás de las grandes construcciones nazis y soviéticas…
Solo puedo quedarme con la boca abierta hasta el final. Ya digo, con un punto de envidia. ¡Qué despliegue tan increíble de pensamiento asociativo!
viernes, 28 de junio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXVII)
Lo primero que pensé, tras leer las primeras páginas de Miedo, fue que a lo mejor el argumento se había quedado desfasado.
Ambiente vienés fin de siècle, en el que una dama de buena posición se ve sorprendida por otra mujer que la acusa mientras visita a su amante... El temor al escándalo social si la aventura se hiciera pública...
Pues eso, quizá algo pegado a su época como para apreciarlo hoy en día.
Craso error por mi parte.
Porque la situación deriva hacia una angustia atemporal, que crece en el interior de la protagonista, agotándola, cambiándola física y mentalmente hasta cuartear el significado de todo su mundo.
¿De verdad es el joven pianista apasionado el hombre a quién desea, o apenas una excusa? ¿Merece o no la pena sacrificar esa pasión a cambio de una existencia acomodada junto a su amable marido y sus hijos? ¿Podrá el chantaje de su rival, que la persigue implacablemente, conducirla a... a...?
Por algo tiene Stefan Zweig ganado su renombre.
Ambiente vienés fin de siècle, en el que una dama de buena posición se ve sorprendida por otra mujer que la acusa mientras visita a su amante... El temor al escándalo social si la aventura se hiciera pública...
Pues eso, quizá algo pegado a su época como para apreciarlo hoy en día.
Craso error por mi parte.
Porque la situación deriva hacia una angustia atemporal, que crece en el interior de la protagonista, agotándola, cambiándola física y mentalmente hasta cuartear el significado de todo su mundo.
¿De verdad es el joven pianista apasionado el hombre a quién desea, o apenas una excusa? ¿Merece o no la pena sacrificar esa pasión a cambio de una existencia acomodada junto a su amable marido y sus hijos? ¿Podrá el chantaje de su rival, que la persigue implacablemente, conducirla a... a...?
Por algo tiene Stefan Zweig ganado su renombre.
miércoles, 26 de junio de 2019
A la escucha (XII)
A apenas unos metros de distancia de un tal Carlos Núñez, un tal Paddy Moloney, unos que se hacen llamar los Chieftains...
Disfrutando como solo se puede disfrutar cuando la música se entrelaza, se funde, se convierte en la vida misma...
Cuando la alegría es el sonido de una flauta, de un arpa, de un fiddle, un whistle, un bodhrán, una gaita...
Disfrutando como solo se puede disfrutar cuando la música se entrelaza, se funde, se convierte en la vida misma...
Cuando la alegría es el sonido de una flauta, de un arpa, de un fiddle, un whistle, un bodhrán, una gaita...
martes, 18 de junio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXVI)
Psicopolítica: con este título llevo un rato dudando. ¿Lo elogio o lo mando al cajón de perplejidades?
En un extremo de la balanza, las ideas que en él plasma Byung-Chul Han me despiertan un interés innegable. De hecho, trata uno de los temas que más me hacen pensar: la libertad.
¿Somos de verdad libres en la sociedad contemporánea? ¿Somos dueños de nuestras vidas, del modo de vivir que deseamos?
Se nos ha enseñado que sí, que en un sistema donde cada ciudadano tiene derecho a participar, las decisiones que se toman en común son una extensión de nosotros mismos.
Ahora bien, dice Han, ¿y si fuerzas en la sombra del sistema hicieran uso de la psicología para hacernos creer precisamente eso? Que nuestras decisiones son tomadas por propia voluntad, cuando no es así.
Según él, en el "capitalismo neoliberal" se ejerce poder sin necesidad de coerción ni violencia, sino a través de mecanismos de condicionamiento combinados con técnicas de big data.
Comienza con las huellas que deja cualquier actividad en las redes: compras, búsquedas, mensajes, comentarios, gustos y disgustos... En la era de la hiperconectividad, todo está relacionado.
La suma de interrelaciones va construyendo entonces un perfil que nos define, igual que una ventana a nuestro interior. Y con muchos interiores se crea un subconsciente colectivo.
El siguiente paso será encauzarnos para apoyar ideas que convengan en diversos ámbitos. Siempre invisibles. Siempre efectivas, porque estaremos seguros de que nos enraizamos en el libre pensamiento.
Causa escalofríos, ¿verdad? Yo no soy yo. Nosotros no somos cada uno de nosotros, sino quienes quieren que seamos. Además, ignorantes, nos sometemos de buen grado.
Pero, ¿por qué necesito ponderar el otro extremo? ¿De dónde surgen mis dudas para calificar la lectura?
Quiero pruebas. Pruebas, pruebas, pruebas. Mi lado racional pugna con el intuitivo.
Ahí radica el punto menos logrado del libro: cómo demostrarlo. El filósofo nos lanza la advertencia, pero la defiende solo de forma retórica, sin profundizar lo suficiente. Parecido, salvando las distancias cualitativas, a una teoría de la conspiración.
En fin, tras tomar esto en cuenta, hay que decidirse de una vez.
Escribo la entrada: Brevísima y elogiosa nota sobre…
En un extremo de la balanza, las ideas que en él plasma Byung-Chul Han me despiertan un interés innegable. De hecho, trata uno de los temas que más me hacen pensar: la libertad.
¿Somos de verdad libres en la sociedad contemporánea? ¿Somos dueños de nuestras vidas, del modo de vivir que deseamos?
Se nos ha enseñado que sí, que en un sistema donde cada ciudadano tiene derecho a participar, las decisiones que se toman en común son una extensión de nosotros mismos.
Ahora bien, dice Han, ¿y si fuerzas en la sombra del sistema hicieran uso de la psicología para hacernos creer precisamente eso? Que nuestras decisiones son tomadas por propia voluntad, cuando no es así.
Según él, en el "capitalismo neoliberal" se ejerce poder sin necesidad de coerción ni violencia, sino a través de mecanismos de condicionamiento combinados con técnicas de big data.
Comienza con las huellas que deja cualquier actividad en las redes: compras, búsquedas, mensajes, comentarios, gustos y disgustos... En la era de la hiperconectividad, todo está relacionado.
La suma de interrelaciones va construyendo entonces un perfil que nos define, igual que una ventana a nuestro interior. Y con muchos interiores se crea un subconsciente colectivo.
El siguiente paso será encauzarnos para apoyar ideas que convengan en diversos ámbitos. Siempre invisibles. Siempre efectivas, porque estaremos seguros de que nos enraizamos en el libre pensamiento.
Causa escalofríos, ¿verdad? Yo no soy yo. Nosotros no somos cada uno de nosotros, sino quienes quieren que seamos. Además, ignorantes, nos sometemos de buen grado.
Pero, ¿por qué necesito ponderar el otro extremo? ¿De dónde surgen mis dudas para calificar la lectura?
Quiero pruebas. Pruebas, pruebas, pruebas. Mi lado racional pugna con el intuitivo.
Ahí radica el punto menos logrado del libro: cómo demostrarlo. El filósofo nos lanza la advertencia, pero la defiende solo de forma retórica, sin profundizar lo suficiente. Parecido, salvando las distancias cualitativas, a una teoría de la conspiración.
En fin, tras tomar esto en cuenta, hay que decidirse de una vez.
Escribo la entrada: Brevísima y elogiosa nota sobre…
martes, 11 de junio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXV)
Vamos a ver…
No es que Feliz norte sea una mala novela, al contrario. Árpád Kun incluso ha ganado un premio con ella.
Mi queja, por llamarla de alguna manera, viene de que podría haber sido aún más singular. Tal como se desarrolla en la primera parte, crea unas expectativas mayores.
Porque resulta un hallazgo la descripción del mundo de Aimé Billion, el protagonista. Nacido en Benín, de madre africana y padre franco-vietnamita, se cruza por la calle con vivos y muertos por igual. También los dioses y espíritus del vudú ejercen su influencia sobre el destino de cada persona.
Al fin y al cabo, su abuelo es un hechicero sanador con el poder de Legba, la abuela resucita en otro cuerpo tras enfrentarse en el más allá a un morabito que amenaza a la tribu de los bnokimos, y su madre se acompaña siempre de serpientes para recordar que casi se convirtió en sacerdotisa de Dan, la pitón desganada pero benévola.
La segunda parte parece querer continuar en esa línea. Ya adulto, Aimé decide aprovechar la nacionalidad europea del padre y emigrar. Aterriza en Francia, donde se encuentra consigo mismo, un "yo alternativo" con la vida que habría tenido de haber tomado la decisión muchos años antes. Y continúa su periplo hasta Noruega, donde se asentará gracias a su genial facilidad para los idiomas.
¿Podrá ser feliz en un ambiente tan distinto, la granja de la Cascada Loca en el municipio del Cerro del Gallo, donde los habitantes leen las noticias del Cuerno Vikingo? Lo descubriremos en esta segunda y en la tercera parte.
Y justo es aquí donde se produce el punto de inflexión. La especie de "realismo mágico" se diluye, y aunque sigue salpicando ciertos aspectos del relato, se convierte en un "realismo realista", quizá no tan sugestivo. Hay que esperar a las últimas páginas para que el propio autor nos aclare el cambio.
En resumen: están locos estos noruegos…
No es que Feliz norte sea una mala novela, al contrario. Árpád Kun incluso ha ganado un premio con ella.
Mi queja, por llamarla de alguna manera, viene de que podría haber sido aún más singular. Tal como se desarrolla en la primera parte, crea unas expectativas mayores.
Porque resulta un hallazgo la descripción del mundo de Aimé Billion, el protagonista. Nacido en Benín, de madre africana y padre franco-vietnamita, se cruza por la calle con vivos y muertos por igual. También los dioses y espíritus del vudú ejercen su influencia sobre el destino de cada persona.
Al fin y al cabo, su abuelo es un hechicero sanador con el poder de Legba, la abuela resucita en otro cuerpo tras enfrentarse en el más allá a un morabito que amenaza a la tribu de los bnokimos, y su madre se acompaña siempre de serpientes para recordar que casi se convirtió en sacerdotisa de Dan, la pitón desganada pero benévola.
La segunda parte parece querer continuar en esa línea. Ya adulto, Aimé decide aprovechar la nacionalidad europea del padre y emigrar. Aterriza en Francia, donde se encuentra consigo mismo, un "yo alternativo" con la vida que habría tenido de haber tomado la decisión muchos años antes. Y continúa su periplo hasta Noruega, donde se asentará gracias a su genial facilidad para los idiomas.
¿Podrá ser feliz en un ambiente tan distinto, la granja de la Cascada Loca en el municipio del Cerro del Gallo, donde los habitantes leen las noticias del Cuerno Vikingo? Lo descubriremos en esta segunda y en la tercera parte.
Y justo es aquí donde se produce el punto de inflexión. La especie de "realismo mágico" se diluye, y aunque sigue salpicando ciertos aspectos del relato, se convierte en un "realismo realista", quizá no tan sugestivo. Hay que esperar a las últimas páginas para que el propio autor nos aclare el cambio.
En resumen: están locos estos noruegos…
miércoles, 5 de junio de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXIV)
Primer comentario: este es uno de los libros más difíciles que leeré en la vida. A pesar del esfuerzo de su autor, Lee Smolin, por adaptarse a un registro de comunicación "popular".
Segundo comentario: entender, lo que se dice entender..., no estoy seguro de hasta qué punto lo he conseguido. Probablemente la mitad, y eso siendo generoso. Ojalá me diera más de sí la cabeza.
Tercer comentario: no obstante lo anterior, en varias ocasiones me he sorprendido a mí mismo diciendo «fascinante» en voz alta. La verdad es que el tema lo merece.
Porque Las dudas de la física en el siglo XXI. ¿Es la teoría de cuerdas un callejón sin salida? quiere describirnos los misterios más profundos de la existencia.
Y de qué manera, por mucho que creamos haber avanzado en desvelarlos, ahí siguen, quitándonos el sueño. En realidad, según la tesis de Smolin, parece que llevamos un tiempo atascados.
Para llegar a tal conclusión, nos hace un recorrido previo por las ideas de personajes como Newton, Maxwell, Planck, Einstein, Schrödinger, Heisenberg, Feynman o Hawking, enseguida reconocibles por los profanos.
Y luego por el trabajo de nombres algo menos divulgados, pero cuyas mentes continúan la labor de aquellos clásicos: Connes, Susskind, Horowitz, Magueijo, Maldacena o él mismo.
A quienes actualmente se les presentan cinco grandes retos: 1) combinar la relatividad general con la teoría cuántica; 2) solucionar los propios problemas de base de la mecánica cuántica; 3) descubrir si las partículas e interacciones −electromagnética, gravitatoria, nuclear fuerte y nuclear débil− pueden explicarse de forma unificada; 4) comprender los valores de las constantes libres en el modelo estándar y 5) averiguar qué son la materia y la energía oscuras.
Unificación. Teoría M. Supersimetría. Pasado, presente y futuro de la teoría de cuerdas. Crítica demoledora y enfoques alternativos. Gravedad cuántica de bucles. Cuál es la naturaleza de la ciencia y por qué a veces los científicos, como cualquier otra persona, se dejan llevar por el grupo en vez de arriesgarse a ser visionarios...
«Fascinante», vuelvo a repetir mientras escribo estas líneas. «Fascinante».
Segundo comentario: entender, lo que se dice entender..., no estoy seguro de hasta qué punto lo he conseguido. Probablemente la mitad, y eso siendo generoso. Ojalá me diera más de sí la cabeza.
Tercer comentario: no obstante lo anterior, en varias ocasiones me he sorprendido a mí mismo diciendo «fascinante» en voz alta. La verdad es que el tema lo merece.
Porque Las dudas de la física en el siglo XXI. ¿Es la teoría de cuerdas un callejón sin salida? quiere describirnos los misterios más profundos de la existencia.
Y de qué manera, por mucho que creamos haber avanzado en desvelarlos, ahí siguen, quitándonos el sueño. En realidad, según la tesis de Smolin, parece que llevamos un tiempo atascados.
Para llegar a tal conclusión, nos hace un recorrido previo por las ideas de personajes como Newton, Maxwell, Planck, Einstein, Schrödinger, Heisenberg, Feynman o Hawking, enseguida reconocibles por los profanos.
Y luego por el trabajo de nombres algo menos divulgados, pero cuyas mentes continúan la labor de aquellos clásicos: Connes, Susskind, Horowitz, Magueijo, Maldacena o él mismo.
A quienes actualmente se les presentan cinco grandes retos: 1) combinar la relatividad general con la teoría cuántica; 2) solucionar los propios problemas de base de la mecánica cuántica; 3) descubrir si las partículas e interacciones −electromagnética, gravitatoria, nuclear fuerte y nuclear débil− pueden explicarse de forma unificada; 4) comprender los valores de las constantes libres en el modelo estándar y 5) averiguar qué son la materia y la energía oscuras.
Unificación. Teoría M. Supersimetría. Pasado, presente y futuro de la teoría de cuerdas. Crítica demoledora y enfoques alternativos. Gravedad cuántica de bucles. Cuál es la naturaleza de la ciencia y por qué a veces los científicos, como cualquier otra persona, se dejan llevar por el grupo en vez de arriesgarse a ser visionarios...
«Fascinante», vuelvo a repetir mientras escribo estas líneas. «Fascinante».
miércoles, 29 de mayo de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXIII)
Gente de la calle de los sueños se podría describir como novela costumbrista. Más o menos.
Y las costumbres que narra Teru Miyamoto se ambientan en Osaka. Incluso, según una nota del traductor, escribe en un dialecto de la zona.
¿Qué ocurre por aquellos pagos? ¿Quiénes se relacionan día a día en el barrio? ¿Cuáles son sus preocupaciones?
Tenemos a Haruta, poeta no publicado, hilo conductor del relato. Ama en silencio a la estudiante de peluquería Mitsuko.
Mitsuko anda muy preocupada por el joyero que encontró en la calle y no ha entregado a la policía. Piensa que Ryuichi podría ayudarla.
Ryuichi intenta ocultar los tatuajes que delatan su pasado. Junto a su hermano Ryuji, antiguos miembros de la yakuza, han vuelto para ayudar en la carnicería del padre.
Hay quien sospecha de ellos porque dos motoristas han destrozado el minúsculo local de la viuda Tomi.
Aunque las malas lenguas tampoco dejan de señalar a Gonyi, presidente de la asociación de comerciantes. Si consiguiera desahuciar a la anciana inquilina, ¿no obtendría los votos que controla el casero Furukawa en las elecciones a la asamblea de distrito?
Tetsutaro, el adolescente que roba en la relojería familiar, quizá haya dejado embarazada a su novia Rie, hija del dueño del pachinko.
Y muchos otros personajes pueblan estas páginas, un microcosmos donde todos los vecinos tejen sus vidas.
Un buen ejemplo de que, si existe un rasgo que defina a las personas de cualquier lugar, no importa lo remoto que se dibuje en el mapa, es la universalidad de los sentimientos.
Y las costumbres que narra Teru Miyamoto se ambientan en Osaka. Incluso, según una nota del traductor, escribe en un dialecto de la zona.
¿Qué ocurre por aquellos pagos? ¿Quiénes se relacionan día a día en el barrio? ¿Cuáles son sus preocupaciones?
Tenemos a Haruta, poeta no publicado, hilo conductor del relato. Ama en silencio a la estudiante de peluquería Mitsuko.
Mitsuko anda muy preocupada por el joyero que encontró en la calle y no ha entregado a la policía. Piensa que Ryuichi podría ayudarla.
Ryuichi intenta ocultar los tatuajes que delatan su pasado. Junto a su hermano Ryuji, antiguos miembros de la yakuza, han vuelto para ayudar en la carnicería del padre.
Hay quien sospecha de ellos porque dos motoristas han destrozado el minúsculo local de la viuda Tomi.
Aunque las malas lenguas tampoco dejan de señalar a Gonyi, presidente de la asociación de comerciantes. Si consiguiera desahuciar a la anciana inquilina, ¿no obtendría los votos que controla el casero Furukawa en las elecciones a la asamblea de distrito?
Tetsutaro, el adolescente que roba en la relojería familiar, quizá haya dejado embarazada a su novia Rie, hija del dueño del pachinko.
Y muchos otros personajes pueblan estas páginas, un microcosmos donde todos los vecinos tejen sus vidas.
Un buen ejemplo de que, si existe un rasgo que defina a las personas de cualquier lugar, no importa lo remoto que se dibuje en el mapa, es la universalidad de los sentimientos.
jueves, 23 de mayo de 2019
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XXXII)
Voy a confesar una cosa: este libro hoy "no tocaba".
Otros con méritos propios y acabados días antes debían ocupar su lugar en el orden cronológico del blog.
Y aún lo sostengo en la mano, literalmente recién leído, mientras pienso en qué podré anotar sobre él. Qué palabras, qué elogios, le harán justicia.
No necesito madurar mi opinión. Pese a su brevedad –o dentro de su brevedad−, hablamos de un texto que nos hace más conscientes de dónde pisamos en el camino de la vida.
Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo.
Ese es su título. Y Rob Riemen el nombre de su autor.
Se estructura en dos ensayos con fuertes vínculos de fondo: El eterno retorno del fascismo y El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas.
En el primero de ellos encontramos una combativa reflexión sobre lo que es el fascismo. Atención al matiz: lo que es por naturaleza, aparte de las mutables caretas bajo las que se presenta.
Un término tan degradado como insulto, que todos negarán la más mínima influencia. Populismo, nacionalismo, cualquier expresión suavizada despierta menos rechazo.
«¡No somos fascistas, somos un partido a favor de la libertad! ¡Somos defensores de valores humanistas y judeocristianos! ¡Muchos intelectuales nos apoyan! ¡Más y más jóvenes están votando por nosotros! ¡No somos violentos! ¡Somos antifascistas!». Así sonarán sus gritos.
¿Podemos de verdad entonces festejar su desaparición de nuestras sociedades? ¿No vemos las evidencias de lo contrario?
En cuanto a la segunda parte, Riemen quiere recordarnos el significado de conceptos que parece estuvieran ahí de decorado: democracia, libertad y civilización.
Lo hace de forma biográfica, narrando un viaje a paisajes alpinos como huésped de hoteles donde alguna vez se alojaron Mann, Hesse, Rilke, Einstein, Chagall, Klemperer, Menuhin…
Invitado a seminarios de reflexión sobre la idea de Europa, conoce a interlocutores que le dan motivos para irritarse y a otros cuya humilde profundidad le maravilla.
Y comparte lo que escucha con nosotros.
Más luz para una era de penumbra.
Otros con méritos propios y acabados días antes debían ocupar su lugar en el orden cronológico del blog.
Y aún lo sostengo en la mano, literalmente recién leído, mientras pienso en qué podré anotar sobre él. Qué palabras, qué elogios, le harán justicia.
No necesito madurar mi opinión. Pese a su brevedad –o dentro de su brevedad−, hablamos de un texto que nos hace más conscientes de dónde pisamos en el camino de la vida.
Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo.
Ese es su título. Y Rob Riemen el nombre de su autor.
Se estructura en dos ensayos con fuertes vínculos de fondo: El eterno retorno del fascismo y El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas.
En el primero de ellos encontramos una combativa reflexión sobre lo que es el fascismo. Atención al matiz: lo que es por naturaleza, aparte de las mutables caretas bajo las que se presenta.
Un término tan degradado como insulto, que todos negarán la más mínima influencia. Populismo, nacionalismo, cualquier expresión suavizada despierta menos rechazo.
«¡No somos fascistas, somos un partido a favor de la libertad! ¡Somos defensores de valores humanistas y judeocristianos! ¡Muchos intelectuales nos apoyan! ¡Más y más jóvenes están votando por nosotros! ¡No somos violentos! ¡Somos antifascistas!». Así sonarán sus gritos.
¿Podemos de verdad entonces festejar su desaparición de nuestras sociedades? ¿No vemos las evidencias de lo contrario?
En cuanto a la segunda parte, Riemen quiere recordarnos el significado de conceptos que parece estuvieran ahí de decorado: democracia, libertad y civilización.
Lo hace de forma biográfica, narrando un viaje a paisajes alpinos como huésped de hoteles donde alguna vez se alojaron Mann, Hesse, Rilke, Einstein, Chagall, Klemperer, Menuhin…
Invitado a seminarios de reflexión sobre la idea de Europa, conoce a interlocutores que le dan motivos para irritarse y a otros cuya humilde profundidad le maravilla.
Y comparte lo que escucha con nosotros.
Más luz para una era de penumbra.
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