martes, 18 de junio de 2019

Psicopolítica

Clave de lectura: ¿Vivimos en un gran engaño acerca de nuestra libertad individual?
Valoración: Bueno, aunque algo especulativo ✮✮✮✮✩
Música: Las vidas de los otros, de Gabriel Yared ♪♪♪
Portada del libro Psicopolítica, de Byung-Chul Han.

Psicopolítica: con este título llevo un rato dudando. ¿Lo elogio o no? En caso positivo, ¿mucho o poco?

En un extremo de la balanza, las ideas que en él plasma Byung-Chul Han me despiertan un interés innegable. De hecho, trata uno de los temas que más me hacen pensar: la libertad.

¿Somos de verdad libres en la sociedad contemporánea? ¿Somos dueños de nuestras vidas, del modo de vivir que deseamos?

Se nos ha enseñado que sí, que en un sistema donde cada ciudadano tiene derecho a participar, las decisiones que se toman en común son una extensión de nosotros mismos.

Ahora bien, dice Han, ¿y si fuerzas en la sombra hicieran uso de la psicología para hacernos creer precisamente eso? Que nuestras decisiones son tomadas por propia voluntad, cuando no es así.

Según él, en el «capitalismo neoliberal» se ejerce poder sin necesidad de coerción ni violencia, sino a través de mecanismos de condicionamiento combinados con técnicas de big data.

Comienza con las huellas que deja cualquier actividad en las redes: compras, búsquedas, mensajes, comentarios, gustos y disgustos... En la era de la hiperconectividad, todo está relacionado.

La suma de interrelaciones va construyendo entonces un perfil que nos define, igual que una ventana a nuestro interior. Y con muchos interiores se crea un subconsciente colectivo.

El siguiente paso será encauzarnos para apoyar ideas que convengan en diversos ámbitos. Siempre invisibles. Siempre efectivas, porque estaremos seguros de que nos enraizamos en el libre pensamiento.

Yo no soy yo. Nosotros no somos cada uno de nosotros, sino quienes quieren que seamos. Además, ignorantes, nos sometemos de buen grado.

Pero, ¿por qué necesito ponderar el otro extremo? ¿De dónde surgen mis dudas para calificar la lectura?

Quiero pruebas. Pruebas, pruebas, pruebas. Mi lado más racional pugna con el intuitivo.

Ahí radica el punto menos logrado del libro: cómo demostrarlo. El filósofo nos lanza la advertencia, pero la defiende solo de forma retórica, sin profundizar lo suficiente. Parecido, salvando las distancias cualitativas, a una teoría de la conspiración.

En fin, tras tomar todo en cuenta, le doy el visto bueno.


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