jueves, 24 de febrero de 2022

Nuestro mundo (XVI)


No sé lo que podría decir hoy. No sé lo que podría escribir. Es tanta de nuevo la decepción…

Otra puñalada del ser humano sobre el ser humano.

Esta noche, solo busco el sonido de la voz.

Una voz, diez voces, cien…

Juntas.

El instrumento más antiguo y poderoso, frente a la más poderosa bomba.

Mil voces, millones de voces…

lunes, 21 de febrero de 2022

La Tierra plana y el nacionalismo

Clave de lectura: El nacionalismo como perfecto ejemplo terraplanista.
Valoración: No lo recomiendo, mucho mejor algo de Savater o de Boadella ✮✮✩✩✩
Música: La vuelta al mundo en 80 días, de Victor Young ♪♪♪
Portada del libro La Tierra plana y el nacionalismo, de Paco Álvarez.

A mi entender, este es un libro parcialmente acertado. O, lo que es lo mismo, parcialmente fallido.

En La Tierra plana y el nacionalismo encuentro algunos argumentos irreprochables sobre la aberración, tanto en origen como en consecuencias, que suponen los nacionalismos secesionistas.

Como bien plantea Paco Álvarez, las pruebas no tienen efecto en un «mundo paralelo» de acólitos donde la lógica brilla por su ausencia.

Intentar razonar con ellos supone que el sistema de «valores» en el que se basan, que les permiten ser miembros aceptados de su grupo, quede desarticulado.

Si lo intentas, eres el enemigo. Y al enemigo hay que odiarlo.

¿Por qué, entonces, si las intenciones morales del autor me resultan más o menos adecuadas, considero su esfuerzo fallido? Me temo que debido a las formas.

Es una opinión muy personal, evidentemente, pero si hay algo que aprecio en un ensayo es la inteligencia. La finura, el savoir dire, el estilo de un Boadella en ¡Viva Tabarnia! o de un Savater en Contra el separatismo.

Esa virtud no alumbra aquí a Álvarez, que escribe con bronca, en un sentido populista, de discusión de bar.

Por tal motivo, con la mano en el corazón, no puedo recomendarlo. Lo siento.


lunes, 14 de febrero de 2022

San Manuel Bueno, mártir y Cómo se hace una novela

Clave de lectura: Clásicos de uno de los más prestigiosos autores de nuestras letras.
Valoración: Estos títulos, al menos, no me transmiten nada ✮✮✮✩✩
Música: Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar ♪♪♪
Portada de los libros San Manuel Bueno, mártir y Cómo se hace una novela, de Miguel de Unamuno.

Mi problema con esta edición doble de San Manuel Bueno, mártir y Cómo se hace una novela, de Miguel de Unamuno, es que ninguno de los títulos me provoca emoción.

En el primero aprecio la fábrica, la manera en que su hábil pluma nos planta en el mundo de los personajes: don Manuel, el cura; Lázaro, el indiano refractario a cualquier manifestación religiosa; Ángela, su hermana y narradora…

Para la comunidad, don Manuel es un santo. Incluso Lázaro experimenta una profunda transformación con su trato. Y Ángela, que ha estudiado en la ciudad, prefiere enterrarse en el pueblo para vivir cerca de él.

Solo que don Manuel oculta algo. No puede revelar a sus paisanos, para no hacerles daño, la duda que se ha instalado en su espíritu, que afecta como un dardo a su misma fe.

En cuanto al segundo, nos traslada al otro lado de la frontera pirenaica, donde Unamuno, que sufre exilio, piensa en escribir una novela protagonizada por U. Jugo de la Raza. Y relata cómo la desarrollaría, qué obsesiones atormentarían a tan singular figura, quien prevé una muerte cercana.

Obsesiones, reflexiones, que no por casualidad son las mismas de su creador. Porque «toda novela, toda obra de ficción, todo poema, cuanto es vivo, es autobiográfico».

De nuevo, un constructo cuya complejidad debería atraerme y, mísero de mí, no lo hace. Me confieso respetuoso pero ajeno a lo que nos cuenta.

Qué le vamos a hacer.


lunes, 7 de febrero de 2022

Danza de tinieblas

Clave de lectura: Steampunk en un Imperio Español alternativo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✩✩
Música: La Liga de los Hombres Extraordinarios, de Trevor Jones ♪♪♪
Portada del libro Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo.

Se denomina steampunk a una variante de la ucronía donde la acción histórica alternativa cuenta con la presencia de invenciones «retrofuturistas», normalmente basadas en la máquina de vapor.

En Danza de tinieblas, de Eduardo Vaquerizo, dicha acción tiene lugar en Madrid, un año indeterminado del primer tercio del siglo XX.

Tiempo atrás, Felipe II murió de una herida de caza, y su hermanastro Juan de Austria, el mismo día en que se alzaba vencedor en Lepanto, proclamó su derecho a ocupar el trono. Las consecuencias fueron inmensas.

Madrid, capital de un imperio, ciudad ruidosa y sucia, donde se come un cocido de padre y muy señor mío y donde coexisten, mal que bien, millones de personas de todas las razas y credos.

Aunque el oficial siga siendo el protestante, desde luego. Profesantes de la fe reformada llegan con esperanza desde países acosados por los malditos papistas o los anglíticos, para iniciar una nueva vida.

El cabo de alguaciles Joannes Salamanca, hijo de refugiados flamencos, está de guardia en el cuartel tras uno de esos pantagruélicos cocidos, cuando le avisan para un servicio: escoltar de incógnito al duque de Mier, favorito de la corte, que acude a solazarse al teatrón.

Lo que debería suponer una tarea rutinaria, sin necesidad de desenfundar el Villegas reglamentario del calibre 32, se complica sin embargo terriblemente.

Un asesinato en Lavapiés, corazón de la judería —tampoco los judíos fueron expulsados por Isabel y Fernando— desencadena una cadena de acontecimientos que llega a afectar a la estabilidad de la corona.

El perspicaz inquisidor fray Faustino, asignado a la investigación junto con Joannes, nota que ya son cinco los fallecidos en similares circunstancias. Parecen «aplastados» por alguna fuerza sobrehumana.

Casi todos relacionados con el cabalismo y con las Haciendas Imperiales.

Altos cargos del Estado, influyentes banqueros —granatas—, ladrones, confidentes, marginados, anarcolistas que promueven disturbios sin tregua…

El mismo duque de Mier…

La fascinante Rebeca, hermana del último asesinado…

Personajes que confluyen en una trama en la que nuestro cabo pasa de perseguidor a perseguido. Quizá le encomendaran a él el caso porque es «prescindible».

Un mundo de automóviles movidos con hulla, de máquinas de cálculo similares a computadoras, de armas de repetición, sin que sobre por otra parte la espada al costado, el sombrero de ala ancha ni, como en cualquier realidad, una bolsa llena para salir del paso.

Novela muy, muy curiosa.