lunes, 28 de noviembre de 2022

Brevísima y viperina nota sobre… (VII)

¡Sí, sí, yo quiero leer a Théophile Gautier, quiero, quiero, oui! ¡Un classique dans ma vie, s'il vous plaît!

De manera que me agencio un ejemplar de Spirite y cumplo con la ilusión.

Al menos, hasta que de ilusión se transforma en… ¡Plof!

El problema de las expectativas estriba en que, si no se cumplen, la indigestión sienta peor que no haber tenido ninguna. Bajo el epígrafe de «novela fantástica», nuestro laureado autor plantea el siguiente argumento:

Hay un señor que vive en París, Guy de Malivert, cuya ocupación principal consiste en ajustarse el nudo de la corbata para asistir a los saraos de la buena sociedad. La ópera, el club, los restaurantes, las múltiples recepciones…

Las madres de hijas casaderas se desviven por echarle el lazo, ya que disfruta de 40.000 francos de rentas de fincas y un tío achacoso multimillonario al que debe heredar.

Pero tampoco tiene el hombre demasiada prisa por cambiar de estado civil. ¡Resulta tan cómodo estar soltero con posibles! Lo que exaspera especialmente a la señora de Ymbercourt, a quien todos consideran un modelo de belleza (sosa, de acuerdo, pero con otros 60.000 del ala para invertir en la relación).

De repente, una noche en que Malivert va a salir de casa para visitarla, le parece oír un suspiro etéreo que le deja preocupado.

El barón de Féroë, un sueco con quien conversa durante la velada, le anima a permanecer libre para el amor, ya que no solo la Ymbercourt, sino también algún otro ente tiene la mirada puesta en él. Cosas que notan los médiums…

Resumiendo, que una linda damisela, un ángel, una sílfide, se le aparece desde el más allá y le da un flechazo. Toma el control de su mano y comienza a escribirle (escribirse) cartas en un estado de ensoñación.

Espirita, habrá que llamarla de alguna manera, había estado locamente enamorada de Malivert desde la adolescencia, cuando por primera vez le vio pasar junto a ella. Qué buen mozo…

Años después, próxima ya a vestir de largo, atisbó su curtido y varonil rostro en un palco del Teatro Italiano (es que nuestro amigo acababa de pasar seis meses en España, y eso deja moreno a cualquiera). Y volvió a inflamarse de deseo por comer perdices juntos.

Por cierto, eso ocurrió en una representación de La sonámbula de Bellini, así que ya sé qué música poner más abajo en la entrada.

Pero como el atontado no se daba cuenta de su existencia, se metió a monja. Luego le dieron unos males y se murió. Lo cual tampoco es molestia, porque en su nueva «no forma» viene y va a voluntad para estar con él.

Volviendo a resumir (y a destripar) el final, Malivert se va de aventuras a Grecia, también la palma frente a unos bandidos y los dos espíritus se funden en una eternidad de gozo, encantados de haberse conocido.

Pero castos, ¿eh? Castos. Que corra el aire. Literalmente.

Todas las escenas aderezadas con descripciones que se hacen igual de eternas al lector, en las que Théophile no queda contento si no plasma el más mínimo detalle de la indumentaria de los personajes o el tapizado de cachemir blanco dividido por cordones de seda azul junto a la biblioteca de palo de rosa que denota el buen gusto imprescindible en la decoración del hogar.

Dicen que esta obra fue muy apreciada por los movimientos espiritistas decimonónicos. A mí, sin embargo, me resulta infumable. Soporífera. Un tostón. En su época, en la mía y dentro de otros doscientos años.

Je m’excuse…




lunes, 21 de noviembre de 2022

Brevísima y elogiosa nota sobre… (CV)

Calificaba el otro día de notable la obra recomendada, ¿verdad?

Entonces, con el mismo espíritu de generosidad y de justicia, solo me queda aplicar este rango a la de hoy: sobresaliente.

Porque, en La isla de los caballeros, Toni Morrison nos ofrece una narrativa de un nivel extraordinario.

Desde el mismo principio, el lector —yo, al menos— siente necesidad de saber. Las primeras páginas se recorren con una curiosidad rayana en la avidez.

¿Quién es el hombre que salta del barco fondeado cerca de Queen of France? ¿Por qué lo hace, con riesgo de quedar para siempre atrapado por las peligrosas mareas?

¿De quién son las voces de mujer a bordo de la embarcación a la que logra asirse en el último momento? ¿Por qué se esconde de ellas un náufrago? ¿Por qué se considera afortunado de que recalen en un embarcadero particular sin inspectores de aduanas?

Y más adelante, cuando se aventure en tierra, ¿qué extraña relación le unirá con los habitantes de la casa donde se refugia, cuando estos le descubran? ¿Por qué un intruso sucio y enigmático no es inmediatamente expulsado, lo cual desencadena acontecimientos de difícil sospecha?

Una huella indeleble que se posa sobre todos y cada uno de ellos.

Sobre Valerian, el adinerado propietario que disfruta de su jubilación en una isla del Caribe.

Sobre Margaret, su esposa, que una vez fue reina de la belleza en su localidad natal y desea más que nada pasar la Navidad con su hijo Michael.

Sobre Sydney y Ondine, los criados, indisimuladamente hostiles a la presencia de otro negro como ellos en la mansión.

Sobre Jadine, su sobrina, modelo culta y cosmopolita, cuyo rostro aparece en las revistas de moda más prestigiosas.

Sobre Gideon, que responde al nombre genérico de Marinero. Sobre Thérèse, apasionada por las manzanas, tan difíciles de conseguir en esa zona del mundo. Sobre...

¿Cuál es el secreto de Son, que viene a invadir sus vidas? ¿Qué quiere? ¿Matar, robar, violar? ¿Lo ha hecho quizás antes?

¿Y cuáles son los demás secretos, los suyos propios, que hasta entonces se ocultaban tras el cristal de una existencia ordenada, y que erupcionan como un volcán dormido pero no extinto?

Insisto, Morrison es capaz, con un lenguaje y una expresión ricos y profundos, dignos de su Premio Nobel, donde cada frase cumple un papel significativo en el conjunto, de liberar un río de lava en forma de emociones, amor, odio, prejuicios raciales —interraciales e intrarraciales—, de relaciones humanas tan intensas, que nos mantendrán fascinados hasta el final.

Un diez, ya lo creo que sí.



lunes, 14 de noviembre de 2022

Brevísima y elogiosa nota sobre… (CIV)

Qué gran novelista. Y qué poco reconocido hoy en día, en mi opinión.

Intento explicárselo así a la simpática librera, cuando me pregunta con confianza por qué se me ha iluminado la mirada al hallar este título en los anaqueles. Le digo que todo lo que he leído de su autor me parece tan notable que, al ver el nombre impreso en el lomo, me siento tocado por la fortuna.

Angel María de Lera gozó quizá de su cúspide de gloria al ganar el Premio Planeta de 1967 con Las últimas banderas (cuando este galardón tenía un significado literario de verdad). Pero su camino estuvo alejado de medallas y palmadas en la espalda.

Porque formó parte de la mitad de los españoles que perdieron la guerra.

Y la consecuencia más inmediata, además de la cárcel, fue el desprecio. Casi podría decirse el intento de deshumanización.

El argumento de La noche sin riberas es sin duda autobiográfico. Comienza con los personajes, junto a miles de rostros anónimos, semejantes al coro de una tragedia griega, formados en el patio de una prisión.

Escuchan las palabras en latín de la misa y las imprecaciones que el sacerdote les dirige en la homilía.

Tras ordenarles retornar a las celdas han de gritar ¡Arriba España! Y levantar el brazo con la palma de la mano extendida. Más les vale obedecer.

Todos han sido condenados en juicios sumarísimos: treinta años, perpetua, muerte…

Los guardianes (Goering, Portaviones, Mula Romera, Malastripas, La Marquesona) se encargan de recordarles cuál es su lugar en el nuevo orden.

Comienza otra guerra, esta vez en Europa.

El optimismo por que cambien las tornas se desploma según se desarrollan las acciones bélicas: cae Polonia, cae Dinamarca, caen Noruega, Bélgica, Paises Bajos, Francia…

Los presos van disminuyendo en número. Agotados, enfermos, hambrientos, ateridos. O contra un muro.

También la solidaridad inicial se cuartea. Los comunistas se creen moralmente superiores. ¡El gran camarada Stalin conseguirá su retorno al poder! Que nadie se oponga, porque a lo mejor se queda tras las rejas cuando llegue la hora.

A los demás, cenetistas, republicanos, campesinos reclutados, cualquiera que vistiera el uniforme, ya convertido en andrajos, por cualquier otra circunstancia, solo les queda agachar la cabeza.

Pero Hitler ataca la Unión Soviética y el Ejército Rojo se deshace. ¿Era esa su cacareada invencibilidad?

Al protagonista le descubren portando noticias del exterior. Se niega a confesar cómo las ha obtenido. Celda de castigo. Palizas. Prohibición de visitas. Prohibición de paquetes de comida. Amenaza de fusilamiento.

Descubre que puede hablar con las mujeres de la otra ala del penal a través de las tuberías. Voces que significan la vida.

¡Mujeres! La vida. La vida…

Diciembre: hay rumores de una batalla en una ciudad junto al Volga. Para él, en cambio, un vagón de transporte de ganado.

Le trasladan.

No pensemos que Lera se "recrea", por expresarlo de alguna manera, en el victimismo. Ni defiende exaltaciones políticas, odio, deseos de revancha o ideas de violencia o justicia basadas en el "ojo por ojo". Muy al contrario.

(Por ejemplo, su crítica a la ideología fascista no es óbice para que tampoco salga demasiado bien parada la comunista).

Los caracteres que describe no son ángeles ni demonios. Tienen la amplísima diversidad de pensamientos, reacciones y sueños que cristalizan en cada ser humano. Solo que a ellos les ha tocado la mala suerte.

El mensaje último es diáfano: la importancia de la dignidad.

Si se rompe el espíritu de una persona, más que su cuerpo, si se quiebra su voluntad de existencia, de elegir libremente sus pasos, si el miedo y el dolor amordazan, no ya su voz, sino su mismo pensamiento, entonces los torturadores han ganado.

Y eso no puede ocurrir de nuevo.

Jamás.