lunes, 26 de diciembre de 2011

Roma y los bárbaros

Clave de lectura: Están locos estos romanos....
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Vídeo: Escena de La vida de Brian ♪♪♪
Portada del libro Roma y los bárbaros, de Terry Jones y Alan Ereira.

Vamos a ver: aparte del vino, los acueductos, el alcantarillado o el orden público, ¿qué más nos han traído los romanos?

Si queremos reconstruir la historia de la toga y el faldellín desde una perspectiva amplia, sin limitarnos al relato chulesco del veni, vidi, vici, deberíamos dar voz también a sus adversarios. Saber quiénes eran, cómo vivían, cuáles fueron las consecuencias del choque…

¿Qué mejor para ello que seguir a la calabaza? O, lo que es lo mismo, preguntarle a una figura versada en el tema como la señora Cohen. ¡La mismísima madre de Brian!

En su vida civil, nacida como Terry Jones.

Miembro fundador de los Monty Python, Jones estudió en Cambridge (en el grupo había tres de Cambridge, dos de Oxford y uno que iba por libre: ¡disidente!). Credenciales de peso que lo ayudaron a convertirse en un respetado historiador.

Lo demuestra en este libro, escrito en colaboración con Alan Ereira: Roma y los bárbaros.

Ofrece en él noticia de los celtas, por ejemplo: navegantes, mercaderes, orfebres, campesinos... Construyeron una red de calzadas. Comerciaron entre Iberia e Irlanda. Sus escudos y carros fueron plagiados descaradamente por las legiones.

Entre los britanos, otro grupo con capítulo propio, la mujer tenía los mismos derechos que el hombre. Y eran más feroces en batalla, recordemos sin más a Boudica.

Ah, las tribus germánicas: gente campechana, con una idea de la guerra basada en la pura competición deportiva. Partidarios de la igualdad social, repartían las tierras rotatoriamente cada año.

No olvidemos a los dacios, reino próspero donde los haya a nivel técnico, artístico y filosófico. La columna de Trajano ilustra un triunfo más que trabajado sobre ellos.

Muchos más aparecen en estas páginas: sofisticados helenos, tolerantes persas, hábiles partos, incomprendidos vándalos, godos compasivos, alegres pastorcillos hunos, etc. Todos descritos con gran provecho para obtener esa imagen multifacética del mundo antiguo que señalaba hace unas líneas.

Así que os dejo, espero que entretenidos. Yo me voy a tomar algo con mi amigo Pijus Magnificus y su esposa. Ay, ¿cómo se llamaba? Era algo así como…


martes, 20 de diciembre de 2011

Dos versiones de la misma escena

Proyector de cine antiguo.

Nada más entrar en el local, nuestras miradas se cruzaron. Yo llevaba un esmoquin blanco y ella un vestido de noche, acariciado por la brisa.

Se acercó con pasos lentos, felinos, la melena negra cayendo como una cascada sobre su espalda.

Cuando llegó hasta mi mesa, el mundo quedó en suspenso. Las notas del piano y el bajo comenzaron a sonar.

Ella cantó. Sus labios cantaron sólo para mí.

¡Corten!

Pero, ¿pero cómo que corten? Si ya me había metido en el papel…

Que no, que no. Esto no está quedando realista. ¿Qué te crees, que es una de James Bond? Vamos a rodar otra vez la escena, a ver si ahora la cuentas mejor.

¡Acción!

Nada más empezar a cenar, se acercó taconeando con unas botarras que no pegaban ni con cola al clima tropical.

Ni tampoco la falda de cuero, ni los leggings, ni nada de lo que vestía con escaso gusto, francamente.

Cuando llegó hasta mi mesa, el tipo de los teclados y el del bajo, que por desgracia no andaban lejos, se pudieron a desafinar a más no poder.

A continuación, ella cantó, con voz de tiza puntiaguda arañando una pizarra y repitiendo unos estribillos inaguantables como cuarenta veces.

Que cantó, digo...

Vaya cenita me dio la tía.

martes, 13 de diciembre de 2011

Operación Noche y niebla

Clave de lectura: La lucha de Raoul Wallenberg en la Budapest ocupada por los nazis.
Valoración: Razonablemente bueno ✮✮✮✩✩
Música: Kaddish, de Sonia Wieder Atherton ♪♪♪
Portada del libro Operación Noche y niebla, de Elisabeth Szel.

Fue en la última Feria del Libro, mientras mis ojos escrutaban los títulos alineados dentro de la caseta húngara, cuando se detuvieron en Operación Noche y niebla, de Elisabeth Szel.

Por su envejecido aspecto, no debía de ser una edición reciente. Abrí un ejemplar y lo corroboré: medio siglo desde que salió de imprenta. Me dijeron que había sido la propia autora quien los trajo.

En su interior aparecía el subtítulo: El caso Wallenberg.

El caso Wallenberg... ¡Claro, ya me acuerdo! Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que desapareció a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Destinado en Budapest durante 1944, Wallenberg consiguió salvar a miles de personas perseguidas por los nazis y sus aliados locales del partido de los flechas.

Para ello utilizó todo tipo de métodos, desde concederles salvoconductos como ciudadanos de Suecia y refugiarlos en edificios «anejos» a la embajada, hasta sacarlos literalmente en su automóvil de las columnas de deportados hacia los campos de exterminio.

El misterio surgió cuando entraron las tropas soviéticas. La versión más extendida cuenta que nuestro hombre fue encerrado en la cárcel moscovita de Lubyanka. Pese a las posteriores indagaciones y presiones internacionales, nunca se volvió a saber de él.

Elisabeth Szel construye esta novela alrededor de su figura, en la que le muestra como «un héroe, generoso, romántico, audaz, increíble». Su oponente es el siniestro Adolph Eichmann, responsable de ejecutar la solución final en el país centroeuropeo.

Junto a ellos, muchos personajes reales, alemanes, suecos, húngaros, hoy anónimos o que figuran en los libros de historia.

La confrontación pasa por salones palaciegos, despachos de la Gestapo, cabarés regentados por agentes dobles, centros de detención de los flechas y las calles e incluso tejados de una ciudad cercana al paroxismo.

Ambos enemigos se conocen perfectamente e intentan adelantarse al próximo paso del otro, tal como demuestran en sus encuentros oficiales, cada vez más amenazantes.

Tensión que se mantiene hasta el 17 de enero de 1945, aquel último día.

Bien, aunque la escritura peque de candidez, sacrificando la profundidad psicológica en aras de la agilidad narrativa, el conjunto resulta interesante sobre todo por su valor testimonial. Personalmente recomiendo su lectura.

La de relatos así perdidos que habrá por el mundo, aguardando una pequeña resurrección en nuestras manos...