La penúltima entrada en esta sección de manifiestos cívicos la cerré con unas palabras a modo de promesa:
Nunca vencerán.
Y me gustaría repetirlas todas las veces que sean necesarias, sin descanso.
Porque es obvio que, cualquiera que sea el color predominante de gobiernos y escaños parlamentarios, la legitimidad de sus acciones descansa en la soberanía del pueblo.
De TODO el pueblo, no de una fracción.
No puede llegar un representante exigiendo deshacerse de quienes no le hayan votado, de los pelirrojos, los que tengan nariz aguileña o los que no sepan hablar latín saltando a la comba. Aquellos, en fin, que en sus particulares delirios nazionalistas no le caigan bien o no los considere suficientemente "arios".
No tiene ese derecho.
Sabemos a quién describo, ¿verdad?
Y sabemos también lo que nos harían si bajásemos la cabeza, desesperanzados, llenos de hastío por sus planes y provocaciones.
Así que…
Nunca vencerán.
Música, libros, fotos, cosas que me pasan, que recuerdo, que se me ocurren, ficciones, viajes y qué sé yo cuántas cosas más...
viernes, 29 de junio de 2018
lunes, 25 de junio de 2018
De curso (II)
El profe dice: Ahora vais a hacer esto, esto y esto, y el resultado tiene que ser aquello. Empezad.
A los cinco minutos: ¿Cómo vamos?
A los diez minutos: Ya tendría que estar, ¿quiénes han terminado?
Y mis compañeros de curso levantan la mano: ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!
¿Y tú? El profe me mira, compasivo.
Eso me hace volver. Es que llevaba flipando diez minutos, la mirada perdida en algún punto de las estrellas lleno de colorines.
Había oído no sé qué de series de Fibonazzi, objetos booleanos, triángulos de Pascal, matrices cofenéticas, arrays multidimensionales y tal, y empecé a tener un viaje psicodélico, uuuuuuh...
A los cinco minutos: ¿Cómo vamos?
A los diez minutos: Ya tendría que estar, ¿quiénes han terminado?
Y mis compañeros de curso levantan la mano: ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!
¿Y tú? El profe me mira, compasivo.
Eso me hace volver. Es que llevaba flipando diez minutos, la mirada perdida en algún punto de las estrellas lleno de colorines.
Había oído no sé qué de series de Fibonazzi, objetos booleanos, triángulos de Pascal, matrices cofenéticas, arrays multidimensionales y tal, y empecé a tener un viaje psicodélico, uuuuuuh...
jueves, 21 de junio de 2018
De curso
Estaba perdido. No entendía lo que me preguntaban.
Ni tampoco ahora comprendo lo que respondí.
Marqué una casilla en contra de mis deseos.
Avergonzado, renegando de todos mis principios.
Porque, vamos a ver, que alguien me argumente...
¿Cuál es el problema de que los centroides de los clusters estén juntos? Si se gustan, oye, ¿a quién le va a molestar?
Pero me dio el pálpito de que había gato encerrado.
Ni tampoco ahora comprendo lo que respondí.
Marqué una casilla en contra de mis deseos.
Avergonzado, renegando de todos mis principios.
Porque, vamos a ver, que alguien me argumente...
¿Cuál es el problema de que los centroides de los clusters estén juntos? Si se gustan, oye, ¿a quién le va a molestar?
Pero me dio el pálpito de que había gato encerrado.

martes, 19 de junio de 2018
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XVIII)
Tengo que reconocerlo, aunque parezca paradójico: si algo tiene útil la ponzoña nazionalista, es haberme hecho descubrir últimamente unos cuantos libros de altura intelectual.
Por ejemplo, en mi imaginario yo tenía a Albert Boadella como un irreverente. Un autor que se vale de la sátira en sus obras, para desnudar miserias.
Pero aún me faltaba por agradecerle su nivel de compromiso con la verdad.
Por eso, su último libro casi ha hecho que me conmoviera. Estoy por promover una campaña de firmas para que se lea en todos los colegios, en cualquier asignatura que tenga algo que ver con la ética.
(Si es que todavía se siguen estudiando tales cosas en el colegio).
La cuestión, como decía, es que Boadella cuenta verdades. De esas bien gordas, de las que exclamas: ¡pero si la Tierra es redonda! Y sin embargo, hay quienes se inventan un mundo teocrático paralelo.
Una de las virtudes del texto consiste en que se trata de un testimonio de primera línea. El de alguien que ha tenido que exiliarse como adversario de los delirios supremacistas de una mitad de la sociedad catalana, que han desembocado en el intento de asalto a la soberanía democrática.
Otra, igual de importante, es su sello, el sentido del humor. La constatación de que podemos reírnos de todo ese absurdo sin dejar de combatirlo.
Y el tercer elogio es su convencimiento de que no es demasiado tarde, de que, aunque muchos habían permanecido en silencio por miedo a significarse contra la degradación, eso se ha acabado. Está claro lo que nos jugamos: su analogía con la toma del poder por los totalitarismos en la Europa del pasado siglo no puede ser más acertada.
En suma, un ensayo impecable, cuyo contenido llama a la puerta de la conciencia y del que no cambiaría su lectura por ninguna otra. Solo me queda una cosa más por expresar.
¡Viva Tabarnia!
Por ejemplo, en mi imaginario yo tenía a Albert Boadella como un irreverente. Un autor que se vale de la sátira en sus obras, para desnudar miserias.
Pero aún me faltaba por agradecerle su nivel de compromiso con la verdad.
Por eso, su último libro casi ha hecho que me conmoviera. Estoy por promover una campaña de firmas para que se lea en todos los colegios, en cualquier asignatura que tenga algo que ver con la ética.
(Si es que todavía se siguen estudiando tales cosas en el colegio).
La cuestión, como decía, es que Boadella cuenta verdades. De esas bien gordas, de las que exclamas: ¡pero si la Tierra es redonda! Y sin embargo, hay quienes se inventan un mundo teocrático paralelo.
Una de las virtudes del texto consiste en que se trata de un testimonio de primera línea. El de alguien que ha tenido que exiliarse como adversario de los delirios supremacistas de una mitad de la sociedad catalana, que han desembocado en el intento de asalto a la soberanía democrática.
Otra, igual de importante, es su sello, el sentido del humor. La constatación de que podemos reírnos de todo ese absurdo sin dejar de combatirlo.
Y el tercer elogio es su convencimiento de que no es demasiado tarde, de que, aunque muchos habían permanecido en silencio por miedo a significarse contra la degradación, eso se ha acabado. Está claro lo que nos jugamos: su analogía con la toma del poder por los totalitarismos en la Europa del pasado siglo no puede ser más acertada.
En suma, un ensayo impecable, cuyo contenido llama a la puerta de la conciencia y del que no cambiaría su lectura por ninguna otra. Solo me queda una cosa más por expresar.
¡Viva Tabarnia!
miércoles, 13 de junio de 2018
Resumen del día en la oficina (II)
Por la mañana, la oficina anduvo alborotada: grupos, conciliábulos, asambleas, reuniones de emergencia...
¿Pero tú crees...? ¿Entonces ya...? ¿Y ahora...?
Por la tarde, la oficina anduvo inquieta: cotilleos, sanedrines, discusiones, agitar de cabezas...
¿Pero tú crees...? ¿Entonces ya...? ¿Y ahora...?
Dejo a la perspicacia del lector adivinar cuándo hablaban de entrenadores y cuándo de ministros.
¿Pero tú crees...? ¿Entonces ya...? ¿Y ahora...?
Por la tarde, la oficina anduvo inquieta: cotilleos, sanedrines, discusiones, agitar de cabezas...
¿Pero tú crees...? ¿Entonces ya...? ¿Y ahora...?
Dejo a la perspicacia del lector adivinar cuándo hablaban de entrenadores y cuándo de ministros.
domingo, 10 de junio de 2018
Nuestro mundo (XII)
Hay por lo menos un par de cosas en nuestro mundo, que dices: bueno, son inmutables.
Tienen que pasar sí o sí.
Es de día, es de noche. Es de día, es de noche. Es de día, es de noche. De ese estilo.
Hasta que de repente… Lo inmutable se trunca. Una de las dos cosas deja de ocurrir.
No vas el último domingo a la Feria del Libro.
¡Toma ya! ¿Una señal? ¿Estará el universo en un tris de abocarse al caos?
Ah, pero afortunadamente, la existencia continúa. Todo parece en su sitio. Seguro que entonces la otra ha vuelto a escucharse por los altavoces.
«Les informamos de que Rafael Nadal ha ganado el trofeo de Roland Garros».
Tienen que pasar sí o sí.
Es de día, es de noche. Es de día, es de noche. Es de día, es de noche. De ese estilo.
Hasta que de repente… Lo inmutable se trunca. Una de las dos cosas deja de ocurrir.
No vas el último domingo a la Feria del Libro.
¡Toma ya! ¿Una señal? ¿Estará el universo en un tris de abocarse al caos?
Ah, pero afortunadamente, la existencia continúa. Todo parece en su sitio. Seguro que entonces la otra ha vuelto a escucharse por los altavoces.
«Les informamos de que Rafael Nadal ha ganado el trofeo de Roland Garros».
martes, 5 de junio de 2018
Brevísima y elogiosa nota sobre… (XVII)
Casi siempre nos marcan los caminos. Casi siempre consiguen llevarnos de la mano.
La información se moldea, adaptándola a nuestras filias y fobias, y haciéndonos más fácil en qué creer.
Por ejemplo, las guerras de Yugoslavia.
Aún recuerdo las terribles violaciones de los derechos humanos, las fosas comunes, las impactantes imágenes televisivas de bombardeos y francotiradores.
Motivos que parecían bastante convincentes para una intervención que parase los pies a los serbios.
Años después, leo La fábrica de las fronteras: guerras de secesión yugoslavas, del profesor Francisco Veiga.
Y me quedo asombrado: ¿cómo pudo abrirse paso una historia de buenos y malos tan simplista, cuando la complejidad de lo que estaba ocurriendo era infinita?
Tampoco nos equivoquemos: los crímenes ocurrieron. El dolor ocurrió. Los inocentes de Srebenica ya no van a resucitar.
Pero por qué pasó todo eso, qué manos manejaron los hilos, y muchas otras cosas que no se publicitaron porque desmontaban el tópico de quiénes eran los agresores y quiénes los agredidos, es lo que nos enseña esta obra.
Muy bien escrita y alejada de maniqueísmos, gracias a la labor de investigación que la sustenta, no puedo dejar de recomendarla.
La información se moldea, adaptándola a nuestras filias y fobias, y haciéndonos más fácil en qué creer.
Por ejemplo, las guerras de Yugoslavia.
Aún recuerdo las terribles violaciones de los derechos humanos, las fosas comunes, las impactantes imágenes televisivas de bombardeos y francotiradores.
Motivos que parecían bastante convincentes para una intervención que parase los pies a los serbios.
Años después, leo La fábrica de las fronteras: guerras de secesión yugoslavas, del profesor Francisco Veiga.
Y me quedo asombrado: ¿cómo pudo abrirse paso una historia de buenos y malos tan simplista, cuando la complejidad de lo que estaba ocurriendo era infinita?
Tampoco nos equivoquemos: los crímenes ocurrieron. El dolor ocurrió. Los inocentes de Srebenica ya no van a resucitar.
Pero por qué pasó todo eso, qué manos manejaron los hilos, y muchas otras cosas que no se publicitaron porque desmontaban el tópico de quiénes eran los agresores y quiénes los agredidos, es lo que nos enseña esta obra.
Muy bien escrita y alejada de maniqueísmos, gracias a la labor de investigación que la sustenta, no puedo dejar de recomendarla.
viernes, 1 de junio de 2018
Die Soldaten
Confieso que hasta ahora ignoraba la existencia de Bernd Alois Zimmermann. Al igual que de su obra cumbre, Die Soldaten. En mi descargo, cinco décadas después de haber sido compuesta aún no se había estrenado en España.
Pues bien, salí de esta ópera con la espalda como una tabla. Con cada músculo agarrotado.
Lo que acababa de ver y escuchar me causó una tensión literalmente física.
Hay gente a quienes la música más vanguardista del siglo XX se les hace bola, y puedo llegar a comprenderlos. Porque se trata de un sonido complejo, que exige un esfuerzo de "procesamiento" mental y no siempre se traduce en placer. No les gusta y ya está, sin necesidad de ponerse dogmáticos.
Pero si vas con el oído libre de prejuicios, abierto a la diversidad, si pones ese ánimo descubridor por tu parte, a menudo tiene recompensa.
Así ocurre en Die Soldaten. Con masas orquestales inmensas y una continua superposición de elementos, de acuerdo con la técnica narrativa que se desarrolla sobre el escenario −varias escenas tienen lugar al mismo tiempo−, esa música va guiando las emociones de forma inexorable.
Su argumento resulta de lo más oscuro: la degradación de Marie, iniciada por el oficial Desportes y llevada a sus últimas consecuencias tras ser violada por su montero, a quien "se la cede" tras aburrirse de ella. Los soldados del título se transforman en seres que pierden su moralidad humana como individuos, adquiriendo a cambio un instinto "de manada".
Acerca del trabajo de los artistas, tanto instrumentales como vocales, me pareció de gran mérito. Debe de ser algo dificilísimo de interpretar. Y aunque hubo algunas deserciones de público durante el descanso, los aplausos de quienes nos quedamos se situaron en lo más alto de la escala de entusiasmo.
En suma, no sé si esta obra será clave para la evolución del género, tal como la califican los expertos, pero sí recomiendo al menos conocerla. Descubrimiento muy bienvenido.
Pues bien, salí de esta ópera con la espalda como una tabla. Con cada músculo agarrotado.
Lo que acababa de ver y escuchar me causó una tensión literalmente física.
Hay gente a quienes la música más vanguardista del siglo XX se les hace bola, y puedo llegar a comprenderlos. Porque se trata de un sonido complejo, que exige un esfuerzo de "procesamiento" mental y no siempre se traduce en placer. No les gusta y ya está, sin necesidad de ponerse dogmáticos.
Pero si vas con el oído libre de prejuicios, abierto a la diversidad, si pones ese ánimo descubridor por tu parte, a menudo tiene recompensa.
Así ocurre en Die Soldaten. Con masas orquestales inmensas y una continua superposición de elementos, de acuerdo con la técnica narrativa que se desarrolla sobre el escenario −varias escenas tienen lugar al mismo tiempo−, esa música va guiando las emociones de forma inexorable.
Su argumento resulta de lo más oscuro: la degradación de Marie, iniciada por el oficial Desportes y llevada a sus últimas consecuencias tras ser violada por su montero, a quien "se la cede" tras aburrirse de ella. Los soldados del título se transforman en seres que pierden su moralidad humana como individuos, adquiriendo a cambio un instinto "de manada".
Acerca del trabajo de los artistas, tanto instrumentales como vocales, me pareció de gran mérito. Debe de ser algo dificilísimo de interpretar. Y aunque hubo algunas deserciones de público durante el descanso, los aplausos de quienes nos quedamos se situaron en lo más alto de la escala de entusiasmo.
En suma, no sé si esta obra será clave para la evolución del género, tal como la califican los expertos, pero sí recomiendo al menos conocerla. Descubrimiento muy bienvenido.
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