Lo que más recuerdo es la luz, aquella luz brillante. El calor me hacía sudar.
Y recuerdo también a la plebe, agolpándose a ambos lados. Recuerdo sus facciones deformadas por el ansia. Ansia por ocupar un buen sitio, por acercarse a nosotros hasta casi tocarnos. Ansia por que saliéramos al fin a la arena.
Se hizo un breve silencio, teatral. El orador se adelantó y anunció al público lo que iban a presenciar. Para eso habían venido, ¿no es verdad? ¿Querían divertirse? Pues no se irían defraudados.
A continuación, con un gesto de cabeza, nos dio la señal. De dos en dos, tal como nos habían enseñado, comenzamos el desfile.
En este conjunto, la chaqueta azul de corte cruzado se realza con cordones en hilo de plata. El pantalón gris marengo y el jersey blanco de cuello vuelto aportan una nota marinera de gran frescura.
Qué vergüenza, por favor. Ah, pero las fotos que pueden comprometerme están bien guardadas. Nadie vendrá a acusarme, nadie será capaz de airear esos trapos sucios de mi pasado.
Aquella ominosa ocasión cuando me dijeron: mira al frente, cuida el paso y sobre todo, sonríe, sonríe, no dejes de sonreír. Y encendieron los focos.
Aún me pregunto por qué me eligieron a mí para desfilar por la pasarela. Puestos a buscar niños a quienes embutir en la última moda de trajes de primera comunión y exponerlos a los pulgares aprobatorios, supongo yo que debía de haberlos con aspecto mucho más mono, pero bueno...
2 comentarios:
Yo creo que nunca podría desfilar...Me dá pánico..pero a veces la vida no dá opción Un beso
Bueno lo malo no es el tener que desfilar ante un montón de mamás y papás listo para elegir el traje que su hijo portará en tan señalado día.
Lo peor, creo yo es hacerlo (desfilar) embutido en ese tipo de trajes que a nadie sienta bien por asomo.
De cualquier modo el señor te lo tendrá en cuenta y habrás ganado unas cuanta jaculatorias.
Saludos.
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