−¿Tú has oído hablar de algo que se llama... eh... La flauta mágica?
Respingo.
−¿Te suena?
−¡Que si me…! ¡Mozart! Mira, empieza así, tantan tantantan tararara tantan tantantan, y luego sale Tamino corriendo porque le persigue una serpiente gigante, zu Hilfe, zu Hilfe, y se desmaya, y las tres damas le salvan, y le ven ahí tendido todo largo y piensan que qué buen mozo, y aparece Papageno...
−¿Pa qué?
−Papageno, que es un pajarero, y cuando Tamino se despierta llega la Reina de la noche, porque Sarastro se ha llevado a su hija y necesita a un héroe que la salve, y Tamino y Papageno para allá que se van y...
−Para, para, para allá, ¿adónde?
−Pues al sitio donde está prisionera Pamina. Pamina es la hija y la vigila Monostatos, que quiere beneficiársela, pero entonces...
−¿Qué me estás contando, tío?
−Escucha, que Papageno deja grogy al Monostatos ese con el sonido de una flauta. Una flauta mágica, ¿capice? Y casi se escapan todos. Pero como te decía, resulta que Sarastro es el bueno de la historia y la Reina de la noche la mala, y le sale una rabia, así, muy de dentro, zu hölle Rache, que no veas. Así que Tamino acepta pasar la prueba de iniciación en la logia, porque al fin y al cabo todo esto tiene una simbología masónica, y...
−Ay...
−Sí, eso, ay, que Tamino no puede hablar con Pamina como parte de la prueba, y ella se cree que es porque no la quiere, ay, ay, ay. Y mientras tanto, Papageno también tiene que quedarse mudo para que le presenten a su chica. Porque Papageno lo que más desea en la vida es una Papagena, como todo hijo de vecino.
−Ay...
−Bueno, es verdad que se mosquea cuando se cree que la Papagena va a ser un vejestorio, pero je, que te crees tú eso, es un pichón disfrazado, empeñada en tener Papaguenitos y Papaguenitas a tutiplén. Así que al final cada oveja con su pareja, cada mochuelo a su olivo y colorín colorado...