jueves, 16 de mayo de 2024

Antigua (II)

Calle de Antigua, Guatemala.

Una mujer camina detrás, con sus fardos a cuestas. Me afano en encontrar el encuadre adecuado, el enfoque perfecto, antes de que llegue a mi altura.

La luz de la mañana, las líneas de perspectiva, el arco sobre el espejo de lluvia… Quiero hacer una foto de los edificios en una calle de Antigua.

Y, como ocurrió la primera vez que compartí el resultado en el blog, me equivoco.

¿Qué son los edificios sino casas?

Casas o templos o torres o palacios o…

Casas.

¿Y qué son las casas sino el hogar de personas? ¿Qué «historia fotográfica» nos cuentan si apenas capturamos su fábrica exterior con la cámara?

¿Sillares, piedras, ladrillos…, sin manos, ojos…, corazón?

Disparo una serie. En la última, la mujer ha entrado ya de espaldas en el objetivo.

Y es la única que no borro. Buena o mala, me da lo mismo.

lunes, 13 de mayo de 2024

El profesor A. Dońda

Clave de lectura: Anexo al corpus de aventuras del astronauta Ijon Tichy.
Valoración: Suficientemente bueno. ✮✮✮✩✩
Música: Mad Max 3, de Maurice Jarre ♪♪♪
Portada del libro El profesor A. Dońda, de Stanislaw Lem.

Stanislaw Lem es Stanislaw Lem.

¿Una introducción tautológica? Pues sí. Lo que quiero transmitir es mi fe inconmovible en uno de los mayores escritores que ha tenido nuestro tiempo.

Aunque no el cien por cien de sus obras se enmarquen en la genialidad, no dejan de ser hijas suyas. No dejan de haber nacido de un genio. Y ello les aporta un toque distintivo.

Tenemos un ejemplo en El profesor A. Dońda, libro bastante menor del astronauta Ijon Tichy —Diarios de las estrellas o Congreso de futurología—. Sus apenas noventa páginas en la última edición española se recorren casi a la velocidad de la luz.

Affidavid Dońda, catedrático de svarnética (verificación estocástica de las reglas automatizadas del mal de ojo), proyecta introducir en un ordenador «todos los conjuros, intervenciones mágicas, embrujos, encantamientos y fórmulas chamánicas creados por la humanidad». Le subvenciona Hauwari, gobernante de Gurunduvayu y Hermano Mayor de la Eternidad entre otros títulos y condecoraciones.

Tras dos años de programar no parece que ocurra nada, aparte del descrédito y las burlas por parte de la comunidad científica. Sin embargo, se da cuenta de algo trascendental: descubre que la información, al igual que la materia o la energía, tiene masa.

Ergo, si esta aumenta y aumenta hasta un punto crítico, se iniciará una reacción en cadena que… Las computadoras de todo el mundo se encuentran ya tan abarrotadas que se van a autodestruir. La explosión creará un «cosmosete, un universito requetechiquitín», con sus galaxias, nebulosas y tal.

Como corolario, «cuanto más sepa una civilización, más cerca estará de la ignorancia».

Efectivamente, con los bancos de datos, sistemas económicos, militares, políticos y cualquier asomo de modernidad sumidos en el colapso, Tichy se esfuerza en cincelar la historia sobre tablas de arcilla. ¿De qué manera lo conseguían los babilonios? A él se le da fatal…

Mientras tanto, un gorila que le ha «invitado» a desalojar el búnker donde antes vivía tan bien, rodeado de latas de sopa de cangrejo, se entretiene jugando con granadas, lo que aumenta el nerviosismo de nuestro antihéroe.

El espíritu tragicómico modela el conjunto, como era de esperar. Ese aspecto surrealista presente en la escritura del polaco.

También, salvando las distancias, se percibe algún eco de Memorias encontradas en una bañera, modificando la desaparición del papyr a un soporte digital más contemporáneo.

Y, desde luego, la ironía de que nos demos autobombo como especie racional (Homo Sapiens en lugar de Monstrotratum Furiosum, como nos denominaba la Organización de Planetas Unidos en Diarios de las estrellas). Estamos tan pagados de nuestro papel central en el orden de las cosas…

Qué dura será la caída.


jueves, 9 de mayo de 2024

Manifiesto cívico (XIII)

Placa conmemorativa del Holocausto en Auschwitz.

¿Antisemitismo? ¡Jamás!

No le deseo ningún daño a Israel, a la nación, a las gentes que la habitan, a su derecho a existir en paz. Recién conmemorado el Día del recuerdo, shalom.

Pero lo que está mal está mal. El mismo derecho lo tiene cada uno de los inocentes en la diáspora de Palestina.

No se trata del dominio del «relato», la expresión tan en boga. No se trata de presentar unos hechos con los subtítulos o los tiros de cámara adecuados para interpretarlos según convenga.

Israel se encuentra, como otros países democráticos del mundo, preso de grupos de fanáticos que se han aliado para formar gobierno.

Un fanatismo, salvo en la kipá con que se disfraza, indistinguible del islamista, el hindú, el del votante trumpista, el de la sagrada madre Rusia, el de quienes aborrecen un color de piel más oscuro, el que querrían los secesionistas en nuestra propia casa…

«Somos diferentes y mejores que el resto del mundo», piensan. «Dios mismo prometió darnos esto y aquello».

Gott mit uns: Dios está con nosotros. ¿No rezaba así el lema de las tropas nazis cuando arrasaron el gueto de Varsovia, por ejemplo?

Y esos grupos han encontrado su instrumento en un primer ministro cuya memoria para futuras generaciones consistirá en haber ordenado crímenes, se le condene o no ante un tribunal.

Crímenes, sin necesidad de adjetivos. No pensemos en la «guerra justa», ius ad bellum, según la definen los juristas.

Ni en la manera de comportarse una vez dado el primer paso: ius in bellum, que exige determinadas normas para limitar el sufrimiento. La guerra sigue su propia «lógica» por naturaleza, ajena a la consensuada en un entorno civil.

Desde el amanecer de las civilizaciones hasta la era atómica. Acciones protagonizadas por personas que seguramente no se reprocharon a sí mismas apilar manos cortadas, apretar el gatillo de un lanzallamas o abrir la portilla de un bombardero.

O la espita de una cámara de gas. «Solo hacían su trabajo».

Por ello, quienes en esa tierra bendecida y maldita saben que una victoria no será una victoria, que la ansiada liberación de los secuestrados no justifica la hecatombe de un pueblo y ningún ser supremo ni nadie con galones puede ordenarles participar en ella…

Continuad manifestándoos. Oponeos. No es de «Israel» la mano ensangrentada, sino de aquellos de sus hijos, nacidos de mujer y de hombre, que alguna vez también estuvieron indefensos y lo han olvidado.

Ayudad a detener lo que ya resulta irreparable, por lo que sea que consideréis sagrado.

Aquel que salva una vida, es como si salvara un universo entero.

lunes, 6 de mayo de 2024

Un año y tres meses

Clave de lectura: Presencia y ausencia para entender el significado último del amor.
Valoración: Neutral ✮✮✩✩✩
Música: Danzas y cantos de la muerte (II.Serenata), de Modest Mussorgsky ♪♪♪
Portada del libro Un año y tres meses, de Luis García Montero.

Poemario de prestigio y sensación de que se aleja por las vías mientras yo arrastro los pies en el andén. Resulta confuso.

A pesar de mi mejor voluntad y respeto ante la génesis del libro —la muerte de su esposa, Almudena Grandes—, Un año y tres meses de Luis García Montero termina pasando de largo.

¿No me gusta? Tampoco me atrevería a expresarlo así. No por miedo a ser tildado de ignorante o «políticamente incorrecto» frente al aplauso general, sino porque…

Quizá de forma incomparable a ningún otro género, la poesía permite alcanzar una comunión especial con su creador. Como si este nos dijera: «a través de mis palabras yo soy tú y tú eres yo».

Y la lucidez con que García Montero describe el proceso hacia la pérdida, la pérdida en sí y la revelación de lo que su compañera significó durante el tiempo que estuvieron juntos, lo convierte en versos de amor.

Todo parece confluir entonces para que las emociones que habrán debido de compartir miles de personas al recorrer sus páginas sean experimentadas también por mí.

¡Pero no ocurre! Y aunque intente repetir la lectura, convenciéndome de que podría estar cansado, o sufrir un eclipse momentáneo por cualquier causa, o que no es el día, sin más, y me exhorte a alabar el título…

Sería insincero. Otros podrán hacerlo con mejor justicia.

El alma del poeta continúa su propio viaje.