domingo, 12 de abril de 2020

Ciudad de ladrones

Portada del libro Ciudad de ladrones, de David Benioff

Título y autor/a:Ciudad de ladrones, de David Benioff.
Clave de lectura:Cómo sobrevivir a una guerra cuando todos te persiguen.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Trama sólida y ambientación conseguida.
Música:Baba-Yaga, de Anatoli Liádov ♪♪♪

En Ciudad de ladrones aparecen rusos y alemanes. No en vano, los protagonistas se encuentran en medio del asedio de Leningrado, a principios de 1942.

David Benioff relata que su abuelo mató a dos hombres antes de cumplir los dieciocho años, pero desconoce los detalles de la historia. De manera que va a visitarle, a él y a su abuela, a su retiro de Florida, y les pregunta sobre sus experiencias en la guerra.

Y así comienza una aventura con el adolescente Lev viendo descender el paracaídas de un fritz derribado desde la azotea del edificio de apartamentos Kirov. El NKVD le captura tras saquear las pertenencias del aviador enemigo, por lo que solo le cabe esperar el fusilamiento.

Aunque no ocurre así, para su sorpresa. Al menos, no inmediatamente. Ni tampoco ejecutan al soldado con quien comparte su destino, el singularísimo Kolya, a pesar de que es la pena sumaria para los acusados de desertar.

El trato es este: si encuentran una docena de huevos en la ciudad sitiada, destinados a preparar un pastel para la boda de la hija de un coronel, olvidarán sus actos de «traición».

El coronel cree que ambos, como buenos ladrones, serán capaces de llevarle lo que sus propios hombres no han podido hallar.

La búsqueda los conduce al Mercado del Heno, lleno de peligros. A una casa tras las líneas, frecuentada por oficiales nazis. A sufrir la desconfianza de un grupo de partisanos, incluída la joven francotiradora Vika (la abuela). A enfrentarse al implacable y cruel Abendroth, de los einsatzgruppen que peinan el bosque…

De trama sólida y ambientación conseguida, me ha gustado esta novela.

Apenas tuve un segundo para ver mi celda antes de que los guardias me hubieran arrojado dentro, sus linternas brillando sobre las ásperas paredes de piedra, una celda de dos metros por cuatro, con literas para cuatro personas, y todas ellas vacías.

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