Oigo como si rascaran detrás de la puerta, qué raro.
Y aunque docenas de películas advierten a mi sentido común de que no vaya a ver, que mejor me quede sentadito donde estoy…
Porque puede ser un tipo con una motosierra, un alien, una asesina oriental, un vampiro, cuarenta zombis queriendo merendarse mis sesos, yo qué sé…
Me puede la curiosidad. Echo un vistazo por la mirilla.
Un señor enmascarado, con traje de guerra biológica de pies a cabeza, está fumigando el descansillo.
Tengo que autoconvencerme de que es bueno, de que está de mi lado en el asedio, de que ha venido para liquidar bichos.
Pero, por si acaso, le doy otra vuelta a la llave por dentro.
Es que eso de la máscara, uf…
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