Desear «feliz Navidad» sugiere ciertamente connotaciones religiosas. Aunque solo en el fondo, dada la mercantilización de cualquier aspecto espiritual que aún pudiera subsistir entre nosotros.
Espiritual y religioso tampoco significan lo mismo, por cierto, a despecho de quienes consideran que una «verdad» revelada (¡toma ya!) anula el raciocinio.
En esta frase que apunté alguna vez, pronunciada por uno de los protagonistas de El vuelo del Fénix (la segunda versión, no la película original con James Stewart), se aclara mejor el matiz:
La espiritualidad no es religión. La religión divide a la gente. El creer en algo les une.
(Luego construyen todos unidos un avión y salen del desierto por alas).
¿Debemos entonces suprimir el «feliz Navidad» cuando saludamos o nos despedimos de alguien estos días? ¿Resulta ofensivo expresarse así a los oídos de ateos que reniegan de su (falta de) sentido?
¿O hipócrita para unos creyentes que rara vez se comportan de acuerdo con las normas dictadas por su salvador? Ama a tus semejantes, reparte las riquezas, pon la otra mejilla…
¿Se trata de un mero comodín semántico, igual que decir «adiós», otra alusión a la divinidad?
Espero que, al leer esto, me perdonéis si os sentís ofendidos de una o de otra manera.
Apenas se trata de un deseo. Algo que suene a paz, a comprensión, a «vamos a pararnos un momento para darnos cuenta de dónde venimos, dónde estamos y dónde (y cómo) queremos seguir viviendo».
Un futuro que siempre comienza ahora.
A todos, feliz Navidad.
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