lunes, 3 de febrero de 2025

Que el bien os acompañe

Clave de lectura: Experiencias personales del autor en la Armenia de la época soviética.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Horzham, de Lusine Zakaryan ♪♪♪
Portada del libro Que el bien os acompañe, de Vasili Grossman.

Que el bien os acompañe: en un contexto de títulos señeros, este libro de Vasili Grossman (de los dos últimos que aún tuvo tiempo de terminar) podría considerarse de importancia relativa. Sin embargo…

¡Qué maravillosa evocación nos regala en él!

Qué vívidos se nos presentan los meses que el autor pasó en Armenia, relacionándose con sus gentes, comiendo de su pan, de su jash, bebiendo de su leche y su coñac.

Encargado de hacer una traducción de una lengua que no habla, con el ánimo alicaído tras arrebatarle la KGB el trabajo de su vida, incluyendo hasta las cintas de la máquina de escribir, Grossman se apea del tren de Moscú el 3 de noviembre de 1961.

Nadie le recibe en el andén. Ignora cuál debe ser su siguiente paso. Lo desconocido le envuelve.

Pero también le abraza.

La ciudad de Ereván, las isbas, las montañas. La piedra —la piedra omnipresente, que susurra eternidad—, la nieve, la vid. Los bosques, los lagos, las iglesias.

Habla con el catholicós, ilustrado patriarca de Echmiadzin. Habla con el ilustrado ateo amigo suyo que le facilita la entrevista. Habla con un campesino de Tsajkadzor, el padre de Iván el calderero, sobre la bondad necesaria al ser humano.

No trató de convencerme, hablaba con amargura de que las personas no querían seguir la principal ley de la vida: desearles lo que deseas para ti a todos sin excepción, desearlo al margen de la riqueza y la pobreza, de la nacionalidad, de que se profese una fe o no, de la afiliación política o de la no militancia. Si no deseas el mal para ti ni te lo haces a ti mismo, no desees el mal ni se lo hagas a los demás. Ya que quieres algo bueno para ti, deséaselo también a los otros. Hablaba de esto agitado, tartamudeando, buscando las palabras, ruborizado, la cara se le cubrió de sudor y, aunque se secó varias veces la frente con un pañuelo, el sudor volvía a brotar.

Asiste a bodas en las que la aridez del paisaje, la humildad de las ropas, los antiquísimos utensilios, se convierten en nobleza.

Y el talento literario de Grossman no deja de crear. Crea sobre el papel y sobre la retina del lector. Armenia se convierte en un personaje que «respira».

¿Un título de importancia relativa? Quizá, solo quizá.

Un título cuyo valor, eso seguro, no muchos sabrían igualar.


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