lunes, 24 de febrero de 2025

Los grandes procesos en los sistemas comunistas

Clave de lectura: ¿Qué semillas en los fundamentos del comunismo conducen a la destrucción personal de sus defensores?
Valoración: Muy interesante ✮✮✮✮✩
Música recomendada: Sinfonía nº 5 (IV.Allegro non troppo), de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro Los grandes procesos en los sistemas comunistas, de Annie Kriegel.

Podemos optar por varios enfoques para aproximarnos al fenómeno del comunismo (fenómeno, movimiento, filosofía, maldición…, que cada uno escoja o añada su sustantivo a voluntad).

Personalmente preferiría el jocoso, recurriendo a clásicos del cine como Ninotchka, Uno, dos, tres, ¡Que vienen los rusos! o la más moderna, pero igual de divertida —aparte su trasfondo negrísimo—, La muerte de Stalin.

En literatura, Mijaíl Zóschenko o Serguey Dovlátov han transitado por un camino similar: el de la ironía.

Aunque, ciertamente, no siempre es fácil refugiarse en ellos. La carga de la prueba la cedo a nombres con conocimiento de causa: Yevgueni Zamiatin, George Orwell, Arthur Koestler, Alexandr Solzhenitsyn… O Annie Kriegel.

Durante un tiempo, esta historiadora ejerció responsabilidades de alto nivel en el Partido Comunista Francés.

Después apostató, aunque sin abandonar su estudio desde una óptica independiente.

Con tal bagaje, su libro Los grandes procesos en los sistemas comunistas tiene mucho que enseñarnos.

El punto de partida lo constituyen las purgas llevadas a cabo en el seno apparatchik: el terror que en la década de 1930 finiquitó a la vieja guardia revolucionaria (Zinóviev, Kámenev, Bujarin…).

El alambre de espino continuó extendiéndose durante la posguerra (por si acaso alguien excusara que la amenaza del fascismo generó paranoia en el hermoso jardín comunista, o que tras Stalin las flores volvieron a brotar).

Como piedra de toque, presenta el arresto de dirigentes checos como Rudolf Slánský o Artur London (miembro de las Brigadas Internacionales en España, la Resistencia a los nazis en Francia y preso en el campo de exterminio de Mauthausen, cuyas memorias sobre su juicio fueron llevadas al cine por Costa-Gavras bajo el título La confesión).

También húngaros (Rajk). O búlgaros (Kostov). Todos habían contribuido a edificar el aparato marxista en sus países.

En occidente tampoco faltaron víctimas (como la propia autora), aunque las condenas hubieran de limitarse al ostracismo reputacional promovido por los antiguos camaradas.

Una vez que el propio partido —o sus representantes, en este caso los instructores— ha dispensado al acusado de la solidaridad a la que un comunista está obligado para con los suyos, suben a la superficie los antagonismos, las antipatías, las incompatibilidades de carácter y las rivalidades profesionales o personales, tanto más virulentas cuanto que se han desarrollado en una sociedad más cerrada y han sido reprimidas durante mucho tiempo. Esta pulverización de los lazos de solidaridad con sus compañeros de infortunio es, por lo demás, una etapa del camino que conduce al detenido hacia la soledad absoluta.

¿Qué acusaciones se volcaron sobre el tapete? Una panoplia de deslealtad, desviacionismo, pensamiento antirrevolucionario, colaboración con el enemigo, titismo, trotskismo… Apoyada en pruebas «irrefutables». No querrían que el partido se equivocara, ¿verdad? ¡¿Verdad?!

Aclaro que el volumen no trata de los procesos en sí, ni siquiera sirve de crónica exhaustiva. Intenta más bien explicar su «lógica».

¿Coacción? ¿Tortura? ¿Lavado de cerebro? ¿Creencia sincera de haber cometido «un error»?

Kriegel concluye que dicha «lógica» existe, aun en un contexto que los ajenos al círculo encontramos difícil de racionalizar. El poder sobrevive devorando al poder.

El comunismo exige anular a la persona, al individuo, a su conciencia impredecible, desde fuera y desde dentro.

Solo existes por y para la ideología. Obedece a la ideología. Difunde la ideología, da ejemplo. Te hacemos esto a ti, uno de nosotros, para demostrar que podemos hacérselo a todos (de ahí la «teatralidad» que rodeó a los casos).

Modelo pedagógico exitoso, a ojos vista. No solo varios de los encausados «se autoinculparon» en una especie de guion melodramático, sino que hubo quienes pudieron contarlo (London fue excarcelado tras unos años) y siguieron manifestando su apoyo al sistema hasta el fin.

Jamás abandonarían su fe.

Una fe que aún persiste.


No hay comentarios: