jueves, 24 de octubre de 2024

La corrupción del lenguaje

Clave de lectura: Cómo se retuerce el lenguaje para hacernos más vulnerables a la manipulación.
Valoración: Bueno, aunque no imprescindible ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Cuarteto nº 13, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro La corrupción del lenguaje, de George Orwell.

A George Orwell hay que hacerle caso y mucho, huelga excusarse. Aunque los siguientes articulos compilados bajo su firma representen un valor apenas secundario al contrastarlos con obras mayores:

La corrupción del lenguaje. Ensayos sobre propaganda, mentira y manipulación en la política.

Politics and the English Language, reza el título original, y quizá resulte más provechoso leerlos directamente en la lengua nativa del autor. Más «disfrutable», si se quiere. ¿La razón?

Trasladado al español, el texto pierde fluidez discursiva. Las continuas referencias al inglés exigen compromisos de traducción (o, por el contrario, mantener las expresiones originales) que no facilitan la claridad de la tesis.

El fondo sí es diáfano: una protesta de la deriva adoptada por la escritura moderna hacia la «imprecisión». Palabras hilvanadas con bombo y platillos, pero ninguna sustancia lógica ni semántica. Pomposas cáscaras vacías.

El fenómeno sirve a un objetivo: que el ruido aturda, haga creer en la presunta relevancia de los mensajes y, de esta manera, el emisor manipule las mentes.

La mitad de las páginas se dedican a comparar lo que sería una forma de expresarse «natural» y las nuevas reglas que obedecen, sobre todo, a consignas políticas.

En lo que a insultos se refiere, el vocabulario comunista (aplicado ora a fascistas, ora a socialistas, según cuál sea la «línea» marcada en ese momento) incluye términos como hiena, cadáver, lacayo, pirata, verdugo, vampiro, perro rabioso, criminal y asesino. Todos estos términos son fruto de traducciones directas o indirectas, pues ningún inglés los usa de manera natural para expresar su desaprobación. […]
Es solo cuestión de juntar una serie de piezas prefabricadas. Solamente hay que hablar de una hidra cuyas botas militares aplastan a hienas manchadas de sangre, y listo. Para confirmarlo, basta con echar un ojo a cualquier panfleto publicado por el Partido Comunista o, de hecho, por cualquier otro partido político.

Metáforas moribundas, artificios y retorcimientos verbales, dicción pretenciosa, palabras sin sentido...

En su lugar, Orwell aconseja el uso de seis reglas (bastante radicales, si se me permite un punto escéptico):

  1. Nunca emplees una metáfora, símil u otro elemento del discurso que suelas ver impreso.
  2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar en su lugar una corta.
  3. Si puedes suprimir una palabra, hazlo siempre.
  4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas emplear la activa.
  5. No uses jamás una expresión extranjera, un término científico o propio de otra jerga, si puedes encontrar un equivalente en el inglés cotidiano.
  6. Sáltate siempre cualquiera de estas reglas en lugar de decir algo disparatado.

La otra mitad imprime el anexo de la mítica 1984 acerca del origen y propósito de la neolengua. El culmen de la mentira, la propaganda y la manipulación.

En último término, repito el comentario, este libro no resta brillo a un inmenso legado (la citada 1984, Rebelión en la granja, Homenaje a Cataluña, Subir a por aire…), lo cual sería imposible, pero tampoco puedo decir que lo acreciente.


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