viernes, 14 de febrero de 2025

A propósito de Eugenio Oneguin

Interior del Teatro Real de Madrid.

Las grandes óperas sobre tema amoroso (que alcanzarán, no sé, el noventa por ciento del repertorio) lo presentan en forma de drama.

¿Están entonces unidos amor y tragedia? ¿Por qué, de entre todas las posibles facetas, es esa la que más atrae?

Veamos el ejemplo de Eugenio Oneguin, salido de la pluma de Pushkin y musicado por Chaikovski.

En el acto primero, Tatiana le pregunta al aya si se enamoró de joven y qué sintió, y la respuesta es clara: en aquellos tiempos nadie pensaba en tal cosa. Sus padres la casaron a los trece años con su marido, aún más joven, y amor solucionado.

Ah, pero a la soprano le da un flash nada más conocer al apuesto (y sobrado de sí mismo) barítono, de un calibre que la convence de que los cielos se lo han enviado, envuelto con lazo, para toda la vida. ¡Este, este, me lo quedo!

(Oneguin, con toda su chulería, por lo menos es sincero: la advierte de que ha leído demasiadas novelas).

La atracción de Lenski por Olga parece más «razonable». Son amigos desde niños, compañeros de juegos, y el roce…

Ya tenemos el amor conformista del aya, la ilusión de buenas a primeras de Tatiana, el pasotismo de Oneguin y el tranquilo «nos conocemos de toda la vida» de Lenski y Olga.

Esperad: cuando su amigo flirtea con Olga en el acto segundo para hacerle rabiar, el buen Lenski, Lenski el poeta, se convierte en un manojo de celos. ¿Otro hombre bailando con su chica? ¿Aquella a quien su alma dedica cada pensamiento? ¡Faltaría más! ¿Dónde están las pistolas de duelo?

O sea, el amor tóxico. ¡Mía, mía, mía y de nadie más!

En el acto tercero, el príncipe Gremin declara que no hay un límite para el amor, que en cualquier momento puede abrazarnos la felicidad. Incluso a él, que lleva unas cuantas batallas en el cuerpo y disfruta a su lado de una maravillosa… ¡Tatiana!

Amor igual a felicidad, entonces. Pero… ¿amor correspondido? ¿Basta con amar o es necesario que nos amen?

Porque la heroína, que se supone ha dejado atrás los desvaríos románticos aunque la presencia de Oneguin la turbe (jamás recuperado él a su vez de la muerte de Lenski ni de la soledad), vuelve a confesarle: «Te amo». Y en el antiguo descreído nace la esperanza de la redención.

«Te amo» y se acabó. Permanece con su feliz marido el príncipe. Abandona a Oneguin en su propio infierno.

Seguimos preguntándonos: ¿qué será el amor, qué será?


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