Valoración: Un poco pesado ✮✮✮✩✩
Música: Capriccio (Mondschein-Musik), de Richard Strauss ♪♪♪
No escuches ninguna voz interior. No te preguntes si algo está bien o mal. Actúa como los demás esperan de ti.
Was sein muss, muss sein. Así es como debe ser.
Tal actitud es la que anima a los protagonistas de esta novela de Theodor Fontane.
Gert von Innstetten, alto funcionario provincial en la Alemania del Segundo Imperio, pide la mano de una jovencísima Effi Briest, la cual no puede negarse a la deferencia (anteriormente había pretendido a su propia madre). Actúa como los demás esperan de ella y añade a su apellido el título de baronesa.
Como Emma Bovary en Yonville o Ana Ozores en Vetusta, Effi comienza a sentir ahogo en Kessin, la pequeña localidad a orillas del Báltico donde se instalan tras la luna de miel. Un caserón y un ambiente desangelados, diferentes a la amable vida familiar de Hohen-Cremmen.
Ni siquiera el nacimiento de una niña consigue que desaparezca esa angustia. El círculo de personas en el que se mueve es tan cerrado y previsible como el color del cielo.
Y se presenta Crampas. El apasionado Crampas, compañero de regimiento de su marido. Ella manifiesta que no le ama, que desea ser fiel, pero…
Pasión. Emoción. Una vía de escape.
Tras un tiempo, el matrimonio se muda a Berlín, sede de los ministerios. ¿Una nueva vida en la metrópoli? ¿Una nueva libertad?
En absoluto: Innstetten, ahora bajo la mirada del káiser, encuentra en la mesilla de noche de Effie un paquete de antiguas cartas firmadas por Crampas. La «traición» queda al descubierto. El honor, en riesgo.
El estruendo de los disparos despierta un eco sordo entre las dunas de Kessin. Un cuerpo ha de desangrarse tras el desafío, así es como debe ser. Y la esposa a quien iban dirigidas las indecentes palabras, esa adúltera, ¿cuál será su castigo?
No es esta una cosa que se preste a bromas. Ya le viste anteayer y creo que también te gustó. Está claro que es mayor que tú, lo cual, a fin de cuentas, no deja de ser algo bueno. Se trata además de un hombre de carácter, de buena posición y de buenas costumbres, y si tú no te niegas, cosa que difícilmente podría esperar de alguien tan inteligente como tú, con veinte años te encontrarás en una situación que otras no consiguen hasta los cuarenta. Habrás llegado mucho más lejos que tu mamá.
Apunto lo que me ha parecido: una historia decimonónica, en sentido tanto literal como figurado. Se la considera obra de importancia dentro de la corriente realista, al nivel de Flaubert, Clarín o Tolstoi; sin embargo, me atrevo a calificarla de daguerrotipo. Demasiada inmovilidad narrativa.
Entiendo el lento transcurrir de las jornadas en el seno de la pequeña nobleza guillermina como marco para la tragedia, de acuerdo. Pero preferiría no caer, en mi papel de lector, víctima de esa misma lentitud.
Ni los personajes ni sus problemas me generan empatía. Todo se desarrolla de forma… ajena, remota.
En esto, mi sensibilidad «moderna» difiere de quienes disfrutaron de las primeras ediciones. Fontane recibió numerosas cartas, la mayoría femeninas, «quejándose» del barón. No se había ocupado de Effi y luego se consideraba ofendido.
Nada menos que Thomas Mann, para finalizar, declara que este es uno de sus libros favoritos. Desvelaría que las hipocresías sociales no se imponen de manera tiránica (nadie «obliga» a nada), sino que forman parte de un convencimiento personal: el mencionado «así es como debe ser».
Bien, a cada uno lo suyo en materia de opiniones. Así es como debe ser.
2 comentarios:
La verdad es que me dan un poco de pereza esos libros tan, qué bien lo has descrito, daguerrotípicos . Entiendo su importancia, el peso que tuvieron en su momento, pero cuando los leo me dan ganas de sacarlos a la terraza para que tomen un poco de aire :)
Ja, ja, gracias por el comentario. En realidad, cuando se me ocurrió la analogía dudé si sería acertada, porque los daguerrotipos tienen fama de nitidez para su época. Pero exigían un tiempo de exposición tan largo sin que nada se moviera, que al final la escribí.
Un saludo.
Publicar un comentario