martes, 11 de febrero de 2025

Effi Briest

Clave de lectura: ¿Es Effi Briest culpable de algo? ¿Merece realmente castigo?
Valoración: Un poco pesado ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Capriccio (Mondschein-Musik), de Richard Strauss ♪♪♪
Portada del libro Effi Briest, de Theodor Fontane.

No escuches ninguna voz interior. No te preguntes si algo está bien o mal. Actúa como los demás esperan de ti.

Was sein muss, muss sein. Así es como debe ser.

Tal actitud es la que anima a los protagonistas de esta novela de Theodor Fontane.

Gert von Innstetten, alto funcionario provincial en la Alemania del Segundo Imperio, pide la mano de una jovencísima Effi Briest, la cual no puede negarse a la deferencia (anteriormente había pretendido a su propia madre). Actúa como los demás esperan de ella y añade a su apellido el título de baronesa.

Como Emma Bovary en Yonville o Ana Ozores en Vetusta, Effi comienza a sentir ahogo en Kessin, la pequeña localidad a orillas del Báltico donde se instalan tras la luna de miel. Un caserón y un ambiente desangelados, diferentes a la amable vida familiar de Hohen-Cremmen.

Ni siquiera el nacimiento de una niña consigue que desaparezca esa angustia. El círculo de personas en el que se mueve es tan cerrado y previsible como el color del cielo.

Y se presenta Crampas. El apasionado Crampas, compañero de regimiento de su marido. Ella manifiesta que no le ama, que desea ser fiel, pero…

Pasión. Emoción. Una vía de escape.

Tras un tiempo, el matrimonio se muda a Berlín, sede de los ministerios. ¿Una nueva vida en la metrópoli? ¿Una nueva libertad?

Pero algo ocurre: Innstetten, ahora bajo la óptica del mismo káiser, encuentra en la mesilla de noche de Effie un paquete de antiguas cartas firmadas por Crampas. La «traición» queda al descubierto. El honor, en riesgo.

El estruendo de los disparos despierta un eco sordo entre las dunas de Kessin. Un cuerpo ha de desangrarse tras el desafío, así es como debe ser. Y la esposa a quien iban dirigidas las indecentes palabras, esa adúltera, ¿cuál será su castigo?

No es esta una cosa que se preste a bromas. Ya le viste anteayer y creo que también te gustó. Está claro que es mayor que tú, lo cual, a fin de cuentas, no deja de ser algo bueno. Se trata además de un hombre de carácter, de buena posición y de buenas costumbres, y si tú no te niegas, cosa que difícilmente podría esperar de alguien tan inteligente como tú, con veinte años te encontrarás en una situación que otras no consiguen hasta los cuarenta. Habrás llegado mucho más lejos que tu mamá.

Mi opinión: la historia de Effi me resulta decimonónica, en sentido tanto literal como figurado. Se la considera obra de importancia dentro del realismo, al nivel de Flaubert, Clarín o Tolstoi; no obstante, me atrevo a calificarla de daguerrotipo narrativo. Demasiada inmovilidad.

Entiendo el lento transcurrir de las jornadas en el seno de la pequeña nobleza guillermina como marco para la tragedia (que se basaría en un episodio de la época), pero preferiría no ser yo también, como lector, víctima de esa lentitud.

La consecuencia es que de la comprensión no se deriva empatía, ni hacia los personajes ni hacia sus problemas. Todo se desarrolla de forma… lejana.

En esto, mi sensibilidad «moderna» difiere de quienes disfrutaron de las primeras ediciones de la obra. Fontane relata que recibió numerosas cartas, la mayoría femeninas, «quejándose» del barón. No se había ocupado de su esposa y luego se consideraba el ofendido.

Nada menos que Thomas Mann, finalmente, declara que este es uno de sus libros favoritos. Vendría a desvelar cómo las hipocresías sociales no se imponen de manera tiránica (nadie «obliga» a nada), sino que forman parte de un convencimiento personal: el mencionado «así es como debe ser».

De acuerdo, a cada uno lo suyo en materia de opinión. Así es como debe ser.


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