Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: En esta edición, al menos, no me impresiona demasiado.
Música: Miss Liberty (Give Me Your Tired, Your Poor), de Irving Berlin ♪♪♪
Con todos mis respetos, Isaiah Berlin no me impresiona demasiado en estos ensayos, titulados Sobre la libertad y la igualdad. Los encuentro razonablemente interesantes, pero…
El autor los concibió como conferencias universitarias, y plasma en ellos reflexiones que lo convirtieron en un abanderado del liberalismo moderno. Según el prefacio, se trata de «lo que dijo realmente».
Un resumen encaminado a facilitar la comprensión del auditorio, que en ediciones posteriores reelaboraría.
La frontera entre libertad positiva y negativa supone la piedra angular de la primera parte: la posibilidad intrínseca de hacer y las barreras externas para no hacer.
La libertad política y su desarrollo dentro de las democracias sería el tema de la breve segunda charla.
Mientras la igualdad, tratada como concepto teórico a la par que práctico (las interpretaciones interesadas que de él se han derivado), ocupa el último tercio del libro.
La igualdad es un valor entre muchos: el grado en que es compatible con otros fines depende de la situación concreta, y no puede deducirse de ningún tipo de leyes generales, no es ni más ni menos racional que cualquier otro principio último; de hecho, resulta difícil entender qué significa considerarla racional o no racional.
Adelantaba que su lectura no me ha dejado con ojos henchidos de emoción. ¡Burro de mí! ¡Capirote! Tendré que explicarme.
Como todo el mundo, deseo que los grandes pensadores me ayuden con vigas de cimientos sólidos, no tanto instintivos, por seductores que pudieran sonar.
Berlin opina que se puede disfrutar de libertad o de igualdad, no de ambas a la vez en la misma proporción. Por ejemplo, a mayor libertad económica habría menor igualdad y viceversa. El punto de equilibrio constituye un debate en el que estamos inmersos como sociedad.
También considera que determinados «valores» existen solo como constructo humano, la naturaleza no entiende de tales cosas. Han salido de nuestro interior, donde aún luchan por dominar cada acto, y ese «pluralismo» —con un sentido de la palabra diferente al estándar— desemboca en el conflicto moral permanente. Ninguna razón prevalece como «lo mejor».
Pues bien, para manifestar mi acuerdo o desacuerdo con la propuesta, o incluso mis dudas razonadas, los argumentos que expone se me quedan cortos. Quizá lo que «dijo realmente» necesitaba de mayor desarrollo al fin y al cabo, y convendría leer la versión reelaborada.
Hasta que ello ocurra, ni sí ni no. Permanezco en punto muerto.
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