Valoración: Razonablemente bueno ✮✮✮✩✩
Música recomendada: Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy ♪♪♪
¿Quién es Juan Muñoz?
¿Cuáles son los méritos biográficos que podrían aconsejarnos leer sus libros? En concreto, el comentado hoy aquí: Ahora que lo pienso.
¿Un profesor jubilado que daba clases de filosofía en un instituto de bachillerato? ¿Así de «simple»?
A mí me parece suficiente.
La temática también puede ser descrita con sencillez: Muñoz escribe sobre cosas que le vienen a la cabeza. Ciento setenta artículos —muy «blogueros» en estilo, por cierto— acerca del mundo que nos rodea, nos abraza o nos deja estupefactos. Con especial énfasis en esta última sensación.
En el bloque titulado Con mucho susto aparece la pandemia que tanto nos azotó sin servirnos para aprender nada.
Ciencia y anticiencia. Desconfianza en las personas. Que papá Estado nos ordene en cualquier aspecto ante la imposibilidad de entendernos amistosamente.
O la otra cara de la moneda, el anarco-capitalismo, con un Estado limitado a la gendarmería donde casi todo se organiza por la única regla del más «listo». Y voraz.
En Algunos seres vivos nos habla sobre el tomate, el eucalipto, el petirrojo, el gato, la vaca, el pulpo…
En Cosas de la vida hace un recorrido desde los dentistas hasta los amigos de bar. Desde la pedantería hasta el maniqueísmo. Desde Fauré hasta Debussy.
Cosas de la muerte trae a la memoria a las personas —el padre, el abuelo a cuyo entierro nadie pudo acudir—, pero también a los objetos. Y a uno mismo.
Filosofía mundana: Tales, Aristóteles, Gracián, Hume, Kant, Arendt, Camus, Russell… Frases o notas que dejaron se transforman en asideros.
Personas y personajes son los antiguos maestros: el de física, el de matemáticas, el de historia, la de dibujo. Y, de su mano, Montaigne, Rousseau, Ortega, Newton, Zweig…
Ética y política se ocupa, por ejemplo, del muro berlinés entre gobernantes y gobernados, la búsqueda de poder, los sistemas electorales, el populismo, la democracia, el platónico mito de Giges…
Y, como postre, De todo un poco. Entre Ribadesella y Gijón, con parada en varios miradores durante el camino.
Si el resultado no es ninguna genialidad —porque no lo es—, que dicha valoración tampoco nos confunda: alcanzar la riqueza interior que denotan sus líneas debería ser parte importante de nuestro pacto con el tiempo, antes de que nos volatilice.
Como decía al principio, para mí más que suficiente.
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