Título y autor/a: | Fábulas de robots, de Stanislaw Lem. |
Clave de lectura: | Aventuras de los seres más inteligentes del universo. |
Valoración: | ✮✮✮✮✮ |
Comentario personal: | Stanislaw Lem me tiene desde hace mucho a sus pies. |
Música: | Robots (Overture), de John Powell ♪♪♪ |
A diferencia de títulos como El profesor A. Dónda o Memorias encontradas en una bañera, no entiendo muy bien el elegido por Stanislaw Lem en esta ocasión: Fábulas de robots. Sé distinguir entre robots y constructores con diploma de omnipotencia perpetua.
Seres de cuerpos metálicos como Clapaucio y Trurl, que viajan entre planetas ofreciendo ayuda y buenos consejos a civilizaciones menos agraciadas.
El primer relato incluye a tres electroguerreros, Cupricio, Ferricio y Cuarciano, que intentan conquistar a los habitantes del planeta de hielo Crionia. Y la sabiduría vence al militarismo.
También aparece el ingeniero cosmogónico que enciende las estrellas. ¿Qué consecuencias tendrá en Actinuria dejar a su poco ducho aprendiz a cargo de la nebulosa de Andrómeda, mientras él va de aquí para allá con la caja de herramientas?
Sabremos cómo Erg Autoexcitador «vence» a Paliducho, Homo antropos de la clase traqueante, proteínido, fangoso, víscido, la criatura más peligrosa y dañina que existe, ladrón de la llave del entendimiento con que cada noche se daba cuerda Electrina.
El Gran Cibernador de la Corona, el Gran Aridinámico y el Gran Abstraccionista intentan deshacerse, con ingenios de cobre, mercurio y antimateria, del monstruo aparecido en Argentio. A qué precio…
La leyenda de la calculadora que luchó contra el dragón. El amigo de Automateo. El rey Globaldo y los sabios… Guardémoslos en la memoria.
Así como a las máquinas ideadas por Trurl, alguna de ellas tan rebelde como para contestarle con cabezonería que dos por dos son siete. O tan literal que, al ordenarle Clapaucio que haga «nada», volatiliza grisacos, plucvas, filidrones, zamras, esas guadolizas que hasta entonces habían adornado el firmamento y de las que ya nadie se acuerda.
Sin duda, Fábulas de robots muestra a uno de mis autores favoritos en excelente forma: ¡Lem, Lem, Lem, Lem!
Al darse cuenta de que así no conseguía nada, el monstruo se aplastó, convirtiéndose en un espejo de antimateria: cualquiera que se encontrase frente a él se veía, pero no en simple imagen, sino en realidad; Testamercurio se vio en aquel espejo y arremetió contra sí mismo, pero naturalmente le era imposible autovencerse.
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