lunes, 15 de julio de 2024

Fábulas de robots

Clave de lectura: Aventuras de los seres más inteligentes del universo.
Valoración: Stanislaw Lem me tiene desde hace mucho a sus pies ✮✮✮✮✮
Música recomendada: Robots (Overture), de John Powell ♪♪♪
Portada del libro Fábulas de robots, de Stanislaw Lem.

No entiendo muy bien el título elegido por Stanislaw Lem para este libro: Bajki Robotów. Fábulas de robots.

Desde que leí la inefable Ciberíada, tanto tiempo atrás, sé distinguir perfectamente entre robots y constructores con diploma de omnipotencia perpetua.

Seres de cuerpos metálicos como Clapaucio y Trurl, que viajan entre planetas ofreciendo ayuda y buenos consejos a civilizaciones menos agraciadas. Incluso a esos, brrrrrr, paliduchos.

¡Qué blandos, por favor! ¡Vaya obscenidad! ¿Qué tornillo se le habrá aflojado a la princesa Cristalia, cuya bellísima presencia hace saltar chispas eléctricas hasta del hierro común, para desear unirse a uno de ellos?

Aparte del detalle en la denominación, Fábulas de robots muestra a uno de mis autores favoritos en excelente forma creativa.

Se trata de relatos relacionados con el anterior título que mencionaba. No solo a través de sus personajes, sino del espíritu general que los anima.

En efecto, si en aquel los protagonistas descendían sobre el mundo dividido entre los reyes Monstrogrito y Monstropito y aplicaban la receta de Garganciano tras serles exigidas armas para aniquilar al enemigo, el comienzo de esta ocasión incluye a tres electroguerreros, Cupricio, Ferricio y Cuarciano, que intentan conquistar a los habitantes del planeta de hielo Crionia. Y otra vez la sabiduría vence al militarismo.

El universo literario de Lem se nutre de una imaginación muy perceptiva, que invita a la complicidad. Podemos adivinar las motivaciones de sus palabras tras las brillantes carcasas: son realmente profundas.

En cuanto a la forma, despliega una ironía tan elegante que las mayores tragedias existenciales se transforman en divertidas epopeyas galácticas.

Disfrutamos de esas cualidades junto al ingeniero cosmogónico que enciende las estrellas, por ejemplo. ¿Qué consecuencias tendrá en Actinuria dejar a su poco ducho aprendiz a cargo de la nebulosa de Andrómeda, mientras él va de aquí para allá con la caja de herramientas?

Conocemos cómo Erg Autoexcitador «venció» a Paliducho, Homo antropos de la clase traqueante, proteínido, fangoso, víscido, la criatura más peligrosa y dañina que existe, ladrón de la llave del entendimiento con que cada noche se daba cuerda Electrina.

Asistimos a los esfuerzos del Gran Cibernador de la Corona, el Gran Aridinámico y el Gran Abstraccionista para deshacerse con sus ingenios de cobre, mercurio y antimateria del monstruo aparecido en Argentio, hogar de los plateados. A qué precio…

La leyenda de la calculadora que luchó contra el dragón. El amigo de Automateo. El rey Globaldo y los sabios… Guardémoslos en la memoria.

Así como a las máquinas ideadas por Trurl, alguna de ellas tan rebelde como para contestarle con cabezonería que dos por dos son siete o tan literal que, al ordenarle Clapaucio que haga «nada», volatiliza grisacos, plucvas, filidrones, zamras, esas guadolizas que hasta entonces habían adornado el firmamento y de las que ya nadie se acuerda.

¡Lem, Lem, Lem, Lem!


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