Título y autor/a: | El bien común, de Riccardo Petrella. |
Clave de lectura: | Propuesta para la justicia y el equilibrio social en el mundo. |
Valoración: | ✮✮✮✩✩ |
Comentario personal: | Es bonito, pero… Bueno, es bonito, dejémoslo ahí. |
Música: | We Are The World ♪♪♪ |
En El bien común, Riccardo Petrella analiza si cualquier aspecto de la relación social ha de concederse al acuerdo de voluntades individuales —típicamente expresadas en «el mercado»—, si conviene un cierto control —y quién y en qué medida ejercería tal labor—, o si «lo común» ocupa por derecho la prevalencia.
Doctor honoris causa en numerosas instituciones académicas, el autor parte de los «valores» impuestos por la sociedad contemporánea, que se resumen en ganar en todo y a toda costa. A continuación, los critica sin piedad.
Aboga por que abandonemos la economía globalizada, de intereses corporativos, donde la competitividad que, como un mantra, se supone conduce a los mejores resultados posibles, en realidad nos aliena.
Defiende un «contrato mundial» cuyos firmantes trascenderían el juego de suma cero de ganar y perder. Sueña con darle contenido tangible a las aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad.
Bonito, desde luego. Aunque, ay…
Ahí surge la cuestión, en los fundamentos del discurso. En la bonhomía de las intenciones, el abrazo universalista, la historia en que la felicidad llega a la Tierra Media.
¿Lo creemos factible? ¿De verdad, en términos empíricos, ha habido algún momento en que el ser humano no haya ejercido de lobo hacia el ser humano, pudiendo elegir hacerlo?
El lector tiene el déjà vu de que ya ha escuchado el mensaje antes, y cada intento de poner dicho contrato en práctica se ha visto infiltrado por la capacidad para retorcer las ideas, cambiar unas cadenas por otras y presumir de los nuevos grilletes.
¿Debemos entonces perseverar? ¿Mantener la convicción de que, si no median coacciones espurias de juez y parte, el bien común sigue siendo una meta alcanzable?
Petrella insiste en que sí. Yo, la verdad, no tengo ni idea.
A ocho mil millones de conciencias dejo la respuesta. A ver si os ponéis de acuerdo y me contáis…
Cuanto más evolucione la noción de productividad hacia el concepto según el cual la productividad debe medirse en relación con la contribución que una empresa, una región y un país aportan al aumento de la riqueza común mundial, más se buscará y se desarrollará la existencia del otro y la coexistencia.
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