sábado, 15 de marzo de 2025

Sofia Gubaidulina

Hago una búsqueda en el blog y su música aparece apenas una vez.

Que sean dos, tras una partida que quizá no vaya a provocar duelos ni reuniones urgentes de poderosos por la reconciliación.

Ni ansia sin excusas por construir un mundo que no responda a los viejos nombres de amargura o de dolor.

Pero el sonido de esos pasos sirve para que los nuestros se sientan un poco más iluminados.

«Los músicos tienen que intentar dar fuerza y luz a las almas de las personas».

Solo por ello, gracias.

(En recuerdo de Sofia Gubaidulina).


1 comentario:

Francesc Cornadó dijo...

Muchas gracias por tu referencia sobre Gubaidulina, te lo agradezco muy de veras
.
He escuchado con mucha atención el Offertorium y la Pasión según San Juan de Sofía Gubaidulina. He disfrutado con las dos obras. Me ha gustado mucho más la Pasión. Entre las dos obras he notado esa diferencia que se manifiesta entre aquello que se componía hace treinta años y las últimas obras de los músicos contemporáneos, esto es el retorno a la melodía, que en el caso de la Pasión está muy depurada, y que se encuentra influenciada por la atonalidad del siglo XX.
Valoro el esfuerzo de compositores como Gubaidulina, que, sin renunciar a la atonalidad, componen una música limpia, clarísima y que se presenta con una corrección madura y llena de contenidos.
Los experimentos atonales que se produjeron en la segunda mitad del siglo pasado los asocio a un racionalismo creativo que pretendía cambiar el mundo.

¿Era ideológico? Pues sí.

Parecía que a algunos autores sólo les interesaba la ruptura de las leyes de la armonía, sin detenerse en la reflexión estética o ética.
En mayo del 68 y con el pensamiento de Marcuse se cuestionaron las ideologías, entonces surgió el debate artístico. Se cuestionaron los lenguajes artísticos, también la atonalidad. ¿Hacia dónde debían encaminar sus composiciones los buenos músicos? Y aún, cuando cae el muro de Berlín y se deshace la URSS, ¿qué sentido tiene mantener un racionalismo atonal?
Aplaudo a Sofía Gubaidulina por su esfuerzo de salir adelante después de la atonalidad. Escuchando la Pasión de Gubaidulina he confiado en la visión amplia y premonitoria de los artistas, en su creatividad.
No sé cuando se compuso el Offertorium, seguramente es un poco anterior a 1980. Veo que tiene la tensión de una obra que está en la frontera de lo tonal, quiero decir que la ruptura de la melodía se consigue asumiendo la gran potencia la atonalidad. Como aquel que habla un lenguaje anacrónico, en el mejor sentido de la palabra, y que sufre porque cree que el discurso formal no se corresponde con la realidad ideológica, pero que sin embargo, se configura como una plenitud estética total.
Saludos.