Del latín sol, del protoindoeuropeo sauel.
Una estrella enana amarilla (aunque en realidad sea blanca). Núcleo, corona, viento… Hidrógeno y helio.
Cuatro mil seiscientos millones de años en un rinconcito espiral sin importancia.
Nacido de estrellas más antiguas, de su gas y su polvo, volverá alguna vez a ese gas y a ese polvo.
Mientras tanto, hoy, ahora, tras una eternidad bajo cielos inconsolables...
No hay guerras. No hay males. No hay kits de supervivencia. No hay advertencias que acechen al otro lado de los párpados.
Sencillamente, sol.
2 comentarios:
Pensar en esa inmensidad es el mejor remedio para aprender a relativizar y ponerlo todo en cuarentena.
Salud.
qué pequeños somos y el ruido que hacemos, ¿verdad?
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