Esta ópera lo tiene todo para triunfar. Una historia con fuerza dramática, una música que entra enseguida...
En cuanto al libreto, Dead Man Walking trata del castigo capital que le espera a un asesino. Está planteado para que el espectador reflexione.
Terrence McNally adapta un texto de Helen Prejean basado en hechos reales y no cuenta algo que empiece y termine en el escenario. Quiere que interiorices el punto de vista de cada personaje y llegues (si puedes) a tus propias conclusiones.
Contemplamos así el abolicionismo de la hermana Helen, la protagonista femenina, que lucha por evitar la ejecución desde la raíz de sus convicciones religiosas.
La ira de Joseph de Rocher tras los barrotes, para quien la justicia no es equitativa al condenarlo a él y no a su hermano, cuando el crimen lo cometieron ambos.
La ciega ingenuidad de la madre de Joseph, que culpa a su difícil infancia, que cree hasta el final en su inocencia.
La actitud acomodaticia del padre Grenville, el capellán de la prisión. La pena de muerte no es que sea lo mejor, pero como el preso tampoco quiere arrepentirse...
El orgullo del alcaide Benton, que considera la sentencia perfectamente proporcional al delito.
Y el corazón en la boca de los padres de la joven pareja asesinada. ¿Quién podrá consolarlos a ellos? —se quejan a la hermana Helen—. ¿Merece ese monstruo acaso más compasión que sus hijos?
La música, por su parte, suena muy «norteamericana». El compositor Jake Heggie consigue una gran fluidez al tiempo que refleja la gama de emociones puestas sobre las tablas, tanto íntimas como violentas. Como decía al principio, entra enseguida.
Sí, creo que quedará en el repertorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario