Valoración: Muy actual ✮✮✮✮✩
Música: Giulio Cesare (Se in fiorito ameno prato), de G.F. Haendel ♪♪♪
Para continuar con las lecturas estivales, le llega el turno hoy a una de las grandes plumas: Bertolt Brecht.
Los atractivos que rodean a Los negocios del señor Julio César son varios. Aunque me gustaría destacar uno en especial: su actualidad.
El dramaturgo recrea las andanzas de nuestro personaje antes de que su nombre pasara a la historia. Cuando apenas era un vividor y político del montón, entrampado, sujeto a los tejemanejes cotidianos de la República más que urdidor de sus hilos.
Y lo hace con un estilo que lo sitúa en nuestros propios tiempos, entre los ecos de sociedad, las noticias y los índices bursátiles de la city.
Con escándalos, especulaciones, compromisos clientelares y extravagancias para privilegiar su cursus honorum a costa de otros ilustres candidatos a dirigir el destino de Roma: Pompeyo, Catón, Craso, Cicerón, Catilina…
Dos décadas después de los idus de marzo que vieron relucir los puñales, un escritor deseoso de redactar la biografía del estadista visita al antiguo alguacil ejecutor de deudas y ahora banquero Mummio Spicer. Solicita consultar el diario de Rarus, secretario personal de César, que obra en su poder.
Y será en esas páginas, no destinadas al conocimiento público, donde mejor se imbuya de su personalidad real, así como de la cloaca en que poderosos y esclavos, senadores y libertos, patricios y plebeyos nadan con un único interés: medrar para mantener la cabeza a flote, evitando que las aguas los arrastren al Tártaro.
Es evidente que vamos rumbo a una catástrofe. No bien dejan de entrar las grandes sumas destinadas a fines políticos de cualquier especie —como ha sucedido ahora—, en la casa no hay un centavo. Todo está edificado sobre arena. Los 20.000 sestercios de anteayer ya han desaparecido. Mientras los acueductos son reparados por los peones de la caballeriza, pues el hojalatero no quiere trabajar sin pago adelantado (¡en casa de un gran pontífice!), el dueño de casa trata de ahuyentar a los corredores de inmuebles que exigen medio millón para las doce del mediodía.
No, Cayo Julio no es héroe ni villano en el relato de Brecht, sino un oportunista cuya apuesta consigue quedar la más alta. Porque los héroes no existen, solo hombres y mujeres de rostro esculpido en mármol o hace mucho ya olvidados, pero todos inmersos en un vulgar mundo de miserias.
Muy buena… ¿novela?
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