domingo, 3 de septiembre de 2023

Los corredores del tiempo

Portada del libro Los corredores del tiempo, de Poul Anderson

Título y autor/a:Los corredores del tiempo, de Poul Anderson.
Clave de lectura:Viaje por el tiempo hasta el misterioso Neolítico.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:¡Aventuras, aventuras! ¡Más!
Música:Interstellar, de Hans Zimmer ♪♪♪

El protagonista de Los corredores del tiempo se introduce en un antiguo túmulo a mediados del siglo XX y vuelve a salir en el mismo lugar pero a la altura del Neolítico. Tomará parte en el conflicto más prolongado de la historia.

Poul Anderson inicia su novela con Malcolm Lockridge, veterano de los marines, recorriendo una carretera danesa en compañía de la «hermosa y enigmática» Storm Darroway. Le ha contratado para recuperar un tesoro o algo parecido.

A la vista de los dólmenes que motean el paisaje, ella le explica que en la Edad de Piedra se adoraba allí a una diosa.

Justo la denominación que Malcolm le daría a su jefa, fascinado por su melena negra, «cejas arqueadas sobre largos y oblicuos ojos verdes, marcados pómulos, nariz recta, con las ventanas ligeramente acampanadas, boca y mentón imperiosos, piel morena…».

Y más fascinado se queda cuando abre una puerta oculta al pie de uno de los dólmenes mediante un tubo de energía.

A partir de ahí, se verá inmerso en las luchas entre los Guardianes y los Batidores, dos bandos con filosofías opuestas de cómo conviene evolucionar a las sociedades humanas.

Storm lidera uno, basado en una especie de misticismo, y un tal Brann el otro, que representa la estricta racionalidad científica.

Reconozco que, en la tradición de los viajes temporales, los corredores a los que hace mención el título, túneles que permiten desplazarse entre siglos a bordo de vehículos antigravitatorios, no están demasiado explicados por el autor.

Conviene también hacer la vista gorda, o los oídos en este caso, a las «diaglosas», unos aparatos que sirven para hablar las lenguas de los grupos que se van encontrando por el camino: jutlandeses como la simpática y fiel Auri, invasores indoeuropeos con carros de guerra, marinos iberos que dirigen sus galeras a las tierras del norte…

Y no es menos cierto que hay ciertas paradojas en la acción que…

Hala, ya está, dudas fuera. ¡Aventuras, aventuras! ¡Más!


Abruptamente se elevó un montículo de tierra. Se elevó... directamente hacia arriba. Una compuerta de un diámetro de tres metros y un espesor de seis. Un tapón de césped y tierra que colgaba, sin ningún soporte, ante los ojos de Lockridge, que saltó con un grito.

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