Acércate un momento a La Librería de Pimiango, solo un momento. Saludas, pides un refrigerio y ya. Total, ¿qué podría suceder?
Puede que cruces a través de un espejo, desde luego. O que te lleve el rocío flotando a la luna si te descuidas, pero eso tampoco es nada del otro mundo.
Quizá alguien afine una guitarra y se ponga a tocar, y otra persona con hermosa voz le acompañe, y acaso a una armónica le dé por unirse.
A lo mejor ha salido el nuevo número de Chicoria, el periódico del lugar, y te demoras otro rato con sus historias y versos.
Shhhhhhh… Que nadie se entere de que a mí también me dejan escribir en él cuatro palabras, aunque sean mal compuestas…
Si aparece una cesta con panes recién sacados del horno y te trae a la memoria una tabla de quesos y una ensalada de tomate marinado, entonces… ¡No, no, ni se te ocurra, que hay prisa!
Aunque antes haya que cambiar el barril de cerveza. Qué suerte tienes, menuda excusa para retrasar la partida, no le vayas a hacer un feo a la penúltima.
Bajo el dintel de la puerta distingues al rey, la princesa y un bombero que entran. Vienen ensayando una obra que... Sí, claro que son marionetas, igual que todo el mundo. La bailarina creo que llega más tarde.
Los cuadros de la nueva exposición oscilan con suavidad. Aquí, allá, aquí, allá, aquí… Parecen escuchar el debate surgido sobre… ¿He dicho debate? Buenooooo, ya está liada, tú no te metas, ¿eh? ¡Acuérdate de aquel que empezó un día y terminó al siguiente!
Si es que terminó, que todavía no estoy seguro.
Ah, que ahora hablan de cine. De acuerdo, cinco minutos más. Diez máximo.
Y decídete si quieres subir rapidito a la primera planta, vete a saber lo que te encuentras.
Vale, vale, no me mires así. No piensas largarte hasta que cierren, ¿verdad? O hasta que te echen.
Era de esperar. Ay…
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