Título y autor/a: | La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie. |
Clave de lectura: | ¿Por qué nos sometemos a nuestros mandatarios? |
Valoración: | ✮✮✮✩✩ |
Comentario personal: | Aclara qué es un tirano, sin importar cómo llegue al poder. |
Música: | Réquiem (I.Introitus), de Jean Gilles ♪♪♪ |
Un nuevo 6 de diciembre: ¡viva la Constitución Española!
No puedo saber cuántos días como este podremos seguir disfrutando, si en algún momento la fecha dejará de tener significado, si alguien recordará su existencia con orgullo o si acabará sepultada por tanto empuje contra su espíritu.
Como celebración de la efeméride, me conformo con recomendar un libro cuya vigencia continúa hoy tan evidente como en el siglo XVI, cuando Étienne de la Boétie lo redactó: La servidumbre voluntaria.
El autor se pregunta por qué personas, comunidades y naciones nos ponemos bajo el cetro de quien no merece, por sus actos o bajeza moral, ejercer autoridad sobre nosotros.
¿Será posible que tantos hayamos de obedecer, y además lo hagamos sumisamente, a tan pocos? ¿Que los ciudadanos aceptemos por propia voluntad ser siervos?
¿Qué debemos amar más, la libertad o la pretendida seguridad que el tirano nos promete?
¿Nos consolaremos con la idea de que siempre ha sido así, que la sociedad sigue un estado natural a partir de la desigualdad y que las órdenes «de arriba» hay que acatarlas, nos resulten o no aberrantes a la conciencia? ¿Sería lo contrario la ley de la selva?
Además nos aclara qué es un tirano. Lo más importante no descansa en el origen de su preeminencia, ya que lo mismo pueden ejercer por elección del pueblo, por la fuerza de las armas o por derecho de sucesión. El tema no es ese, sino que, envanecidos de sí mismos, miren apenas por la «gloria personal» en vez de considerar su propósito último, que es caminar «junto a», no «sobre» los gobernados.
Por ello prefieren debilitar, dividir, enfrentar, arrancar el valor de los corazones, apelar a los instintos de codicia y poder de unos cuantos que les ayuden en su labor de mina, a cambio de las migajas.
Sí, demos algo de comer a la gente, juegos que los entretengan y laberintos por donde encauzar su descontento de forma inocua, y ellos mismos forjarán la cadena que los ata.
Que aún nos ata.
Ciertamente es gran cosa, y sin embargo algo tan común que debería causarnos más dolor y menos sorpresa, ver a un millón de hombres servir miserablemente, con el cuello bajo el yugo, no obligados por una fuerza mayor, sino de algún modo (eso parece) encantados y fascinados por el solo nombre de uno, del cual no deben temer su poder, puesto que está solo, ni amar sus cualidades, ya que es para con ellos inhumano y salvaje.
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