sábado, 28 de diciembre de 2024

Reunión y otros relatos

Clave de lectura: Introducción a los relatos de un grande de verdad.
Valoración: Grande de verdad ✮✮✮✮✮
Música: Parker’s Mood, de Charlie Parker ♪♪♪
Portada del libro Reunión y otros relatos, de Julio Cortázar.

Cuando agito la mano para despedirme de Julio Cortázar, la alegría galopa por mis venas.

Sé que miles, o millones antes que yo, habrán sentido lo mismo. No me extraña, aun avisado es difícil reaccionar con indiferencia.

¡Qué nivel! ¡Cuánta calidad atesorada en Reunión y otros relatos!

Aunque, curiosamente, el cuento que abre el conjunto no llega a tocarme el alma: Las puertas del cielo, acerca de un abogado y su antiguo cliente y ahora amigo, recién enviudado, que rememoran a la esposa en un baile.

Y el segundo, Cartas de mamá, una relación familiar a distancia entre el Sena y el Río de la Plata, no lo entiendo del todo. Mea culpa.

Ah, pero, a partir de El Perseguidor pego un brinco. La historia del jazzman trasunto de Charlie Parker debe de ser de lo mejorcito que me he encontrado jamás sobre papel. Aprovecho el brinco para levantarme a poner un disco. Las notas del saxo comienzan a llenar la habitación…

Final del juego, el vínculo entre tres hermanas y el chico que las ve cada día desde el tren, permanece en las alturas. Prodigioso.

¿Y qué decir de La autopista del sur, colapsada por un atasco que dura días, donde los personajes crean un mundo propio, regido por nuevas normas de convivencia? No le apeo el mismo tratamiento: prodigioso.

Reunión, sobre guerrilleros que intentan alcanzar la sierra bajo el acoso de los soldados gubernamentales. Lugar llamado Kindberg, en el que un conductor recoge a una autostopista. Ya podéis imaginar: prodigiosos.

No hablaron mucho, fue un desayuno breve y había sol, a muchos kilómetros de Kindberg se pararon a tomar otro café, Lina cuatro terrones y la cara como lavada, ausente, una especie de felicidad abstracta, y entonces tú sabes, no te enojes, dime que no te vas a enojar, pero claro que no, decime lo que sea, si necesitás algo, deteniéndose justo al borde del lugar común porque la palabra había estado ahí como los billetes en su cartera, esperando que los usaran y ya a punto de decirla cuando la mano de Lina tímida en la suya, el flequillo tapándole los ojos y por fin preguntarle si podía seguir otro poco con él aunque ya no fuera la misma ruta, qué importaba, seguir un poco más con él porque se sentía tan bien, que durara un poquito más con este sol, dormiremos en un bosque, te mostraré el disco y los dibujos, solamente hasta la noche si quieres, y sentir que sí, que quería, que no había ninguna razón para que no quisiera, y apartar lentamente la mano y decirle que no, mejor no […].

Texto en una libreta, cuyo autor investiga a unos «ellos» que parecen no abandonar jamás los túneles y andenes del metro, pone el colofón.

Quizá os resulte una entrada demasiado entusiasta, o demasiado poco desarrollada en sus argumentos. ¿Prodigioso? ¿No me da vergüenza agarrarme a un solo adjetivo que se cae de tópico? ¿De verdad?

No es mi intención pontificar: hacedme caso o no me lo hagáis, o llevadme incluso la contraria, si lo habéis leído.

Lo aquí escrito, escrito queda.


martes, 24 de diciembre de 2024

Feliz Navidad

Luces de Navidad en Madrid.

Desear «feliz Navidad» sugiere ciertamente connotaciones religiosas. Aunque solo en el fondo, dada la mercantilización de cualquier aspecto espiritual que aún pudiera subsistir entre nosotros.

Espiritual y religioso tampoco significan lo mismo, por cierto, a despecho de quienes consideran que una «verdad» revelada (¡toma ya!) anula el raciocinio.

En esta frase que apunté alguna vez, pronunciada por uno de los protagonistas de El vuelo del Fénix (la segunda versión, no la película original con James Stewart), se aclara mejor el matiz:

La espiritualidad no es religión. La religión divide a la gente. El creer en algo les une.

(Luego construyen todos unidos un avión y salen del desierto por alas).

¿Debemos entonces suprimir el «feliz Navidad» cuando saludamos o nos despedimos de alguien estos días? ¿Resulta ofensivo expresarse así a los oídos de ateos que reniegan de su (falta de) sentido?

¿O hipócrita para unos creyentes que rara vez se comportan de acuerdo con las normas dictadas por su salvador? Ama a tus semejantes, reparte las riquezas, pon la otra mejilla…

¿Se trata de un mero comodín semántico, igual que decir «adiós», otra alusión a la divinidad?

Espero que, al leer esto, me perdonéis si os sentís ofendidos de una o de otra manera.

Apenas se trata de un deseo. Algo que suene a paz, a comprensión, a «vamos a pararnos un momento para darnos cuenta de dónde venimos, dónde estamos y dónde (y cómo) queremos seguir viviendo».

Un futuro que siempre comienza ahora.

A todos, feliz Navidad.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Ética y globalización

Clave de lectura: Reflexiones sobre lo que la globalización nos hace ganar y perder, en un mundo con valores humanos amenazados.
Valoración: Interesante. Exigente ✮✮✮✮✩
Música: Himno de las naciones, de Giuseppe Verdi ♪♪♪
Portada del libro Ética y globalización, de Vicente Serrano (coordinador).

No significa que un Hyde interior acogote a Jekyll cuando nos ponemos a soltar palabras en según qué circunstancias (la barra del bar cubierta con más tercios que en Flandes, por ejemplo, o el enésimo partido para la náusea que vemos esta temporada de nuestro equipo favorito).

Simplemente, adaptamos el registro. El discurso de entrada en la Academia requiere de una manera de expresarse distinta a ocasiones menos formales y estas a su vez se ahorman a la medida de numerosos factores: la familiaridad con el interlocutor, el tema, el entorno…

La misma regla es válida al hacer uso del medio escrito. Tampoco quiere decir que maltratemos la lengua en ausencia de frac, que gramática, sintaxis y vocabulario deambulen a lo loco como hace nuestro equipo favorito en la cancha, me ca… Es que su riqueza nos sugiere (casi nos exige) esa ductilidad.

«Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» versus «lo que pasa en la calle», según la célebre expresión machadiana.

Este prólogo me sirve para ilustrar que Ética y globalización, el libro de hoy, quizá se dirija más a miembros de la «nobleza filosófica» que al gran público.

Los autores disertan sobre cosmopolitismo, responsabilidad y diferencia en un mundo global de forma académica, en lugar de acogerse a un registro divulgativo. Se trata de ponencias para inaugurar el Instituto de Ética de la UEM, cuyos asistentes imagino que tendrían conocimientos avanzados.

Y menudos nombres escoge Vicente Serrano, el coordinador de la edición: Manuel Cruz, Jesús de Garay, Javier Muguerza, Fernando Vallespín y ¡Adela Cortina!

Esta ilustre pensadora titula su trabajo Una ética transnacional de la corresponsabilidad.

En él nos plantea un deseo: que la ética se introduzca en el mundo para construir un entorno basado en principios por encima del interés particular a corto plazo. Y que sean participativos.

Al reducir las distancias no hemos de buscar beneficios egoístas, un mero intercambio de contenedores de mercancías entre continentes a costa de hacerlos inhabitables para millones de personas.

[…] la noción de reconocimiento recíproco nos remite al descubrimiento que dos seres humanos hacen de que existe entre ellos una ligatio, que genera una ob-ligatio, una Bindung, que genera Ver-bindlichkeit. Y esta ligatio puede entenderse al menos en un doble sentido: 1) como vínculo entre los virtuales participantes de un diálogo, que es a lo que nos conduce la Pragmática Trascendental; 2) como vínculo entre seres humanos, que se reconocen como «carne de la misma carne» y «hueso del mismo hueso».

Por su parte, a través de Responsabilidad en tiempos de globalización, el catedrático y antiguo senador Manuel Cruz reflexiona sobre el papel que nos toca a cada uno en la preservación del barco planetario. Con citas a la obra de Hans Jonas, quien usó ese término, «responsabilidad», como llamada a la supervivencia de las generaciones presentes y futuras.

Ética de las diferencias. La afirmación de las diferencias en un mundo global. Bajo este epígrafe, Jesús de Garay explora si las reglas del mercado han conseguido homogeneizarse a costa de perder valores en todos los demás ámbitos. La diversidad habría pagado entonces un alto precio, en aras de una «libertad» impostora.

El ya fallecido Javier Muguerza profundiza en el nexo entre Cosmopolitismo y derechos humanos. ¿Es deseable una ética no universal (dado que su implantación ignoraría el recorrido histórico de las comunidades), pero sí cosmopolita, donde el acuerdo de mínimos se alcanzaría en el respeto a tales derechos?

Para finalizar, Fernando Vallespín firma El problema de la fundamentación de una Ética Global. En sus líneas describe características transversales a aspirar del concepto, habida cuenta de que las interpretaciones de lo bueno y lo malo pueden no coincidir en cada cultura.

Señalaba antes, y lo reitero, que el esfuerzo para aprovechar lo que estos señores y señora desean transmitirnos no es baladí. Al menos, por parte de quienes solo presumimos de formación filosófica básica. Si alguien se fía de mi criterio, practicará una lectura pausada, meditativa, que alargue un poco las casi ciento cincuenta páginas por delante.

En caso contrario, la impaciencia desdibujaría ensayos de mérito. Y no es plan.


lunes, 16 de diciembre de 2024

La noria

Clave de lectura: Un día en la cadena vital que une a treinta y siete personas en la Barcelona del blanco y negro.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Si tú me dices ven, de Los Panchos ♪♪♪
Portada del libro La noria, de Luis Romero.

Te despiertas un día y piensas: ¡en fin…!

Crees que no vas a vivir nada especial (como si abrir los ojos fuese a resultar eterno). Ducha, desayuno, una camisa del armario, cepillar el polvo de los zapatos, quizá un rápido vistazo al cielo por si el paraguas…

Te paras frente a los estantes del salón, porque ayer terminaste un libro y toca elegir el siguiente.

Casi al azar (recuerda que algunos libros nos eligen a nosotros y no al revés), extraes ese en cuyo lomo figura La noria. No lo has leído aún.

Y, según vas recorriendo sus líneas, satisfecha la primera curiosidad, llegas a la conclusión de que te gusta. Caray, te gusta tanto que empiezas a pensar en cuántas estrellas le vas a conceder en ese blog de andar por casa que tienes.

Un momento: ¿por qué hablo en segunda persona? ¡Qué tontería! Según voy recorriendo sus líneas, llego a la conclusión de que…

Luis Romero escribió una novela más que buena. Hasta la nota autobiográfica resulta en gran medida emocionante:

Hay que tomar una determinación. En mi profesión se me presenta un porvenir excelente y a corto plazo; puedo compaginar seguros y literatura, vivir con desahogo, enriquecerme y cada dos años, por ejemplo, hacer un viaje a España. También puedo elegir el camino difícil: abandonarlo todo y regresar a España a dedicarme exclusivamente a escribir. El importe del Premio Nadal eran 35.000 pesetas, cifra modesta incluso para entonces. Quien recuerde lo que significaba en los años cincuenta vivir de los ingresos que producía la literatura comprenderá que el riesgo era mucho, muchísimo. Mi mujer estuvo de acuerdo. Regresamos.

La noria es un relato que contiene muchos relatos. Treinta y siete, por contarlos de forma exhaustiva. Treinta y siete cortometrajes en la vida de treinta y siete habitantes de Barcelona que giran, giran, giran…

A diferencia de historias corales del estilo de La colmena (inevitablemente asoma este título icónico en la memoria), en la obra de Romero los personajes solo coinciden de dos en dos: el protagonista de cada capítulo se relaciona con el del capítulo siguiente y le pasa el testigo de la acción, tras lo cual desaparece.

De la acción y del punto de vista porque, aunque exista un narrador externo, las treinta y siete figuras se mueven en circunstancias diferentes, con maneras de pensar y reaccionar del todo propias. Como en el mundo real.

Exacto, el mundo real. «Realismo» sería una denominación bajo la que clasificar el texto, en caso necesario. Esa corriente que tantas alegrías-tristezas nos transmitió en la literatura de posguerra (Cela, Aldecoa, Laforet, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio…).

El tono se establece desde el principio, cuando Dorita y su acompañante recorren la calle de Pelayo en un taxi, aún de madrugada.

Diez horas antes no se conocían, pero Dorita es una profesional y quiere demostrarle cariño.

Además, parece un caballero. Fuerte, de Bilbao, un poco ingenuo. ¿Cuánto habrá en los billetes que deposita en su mano, junto a las flores con gotas de rocío del Prat? ¿Quinientas? No mires aún, no seas impaciente.

¿En qué se gastará el dinero? Mañana le toca salir con el tío gordo ese, estúpido pero rico. A él le saca mil, por menos que ni se le ocurra.

El taxista, Manuel, ha pasado la noche al volante. Tras dejar a la pasajera, antes de irse a casa, se detiene para tomar una barreja con anís del Mono. Entre otros motivos para el malhumor, el Barça va fatal.

Su hija Lola, dependienta en una librería. Don Álvaro, que entra para preguntarle por la nueva edición del Valbuena (¿qué será eso?). Francisco, el estudiante que contesta a las preguntas de este catedrático en el examen de bachiller…

Como nexo, una ciudad que puede haber hoy desaparecido, haberse visto transformada en infinitos aspectos, pero cuya esencia quizás alguien aún reconozca. El tiempo transcurre en sus calles, barrios altos y bajos (muy altos y muy bajos), hasta la siguiente madrugada.

La rueda de cangilones jamás se detiene. ¡En fin…!

Te despiertas un día, te paras frente a los estantes del salón y te llevas una estupenda sorpresa.


jueves, 12 de diciembre de 2024

Alétheia

Estación de metro de Sol en Madrid.

¿La verdad? ¿Qué es la verdad? Alétheia

No es que me haya despertado hoy resacoso (in vino veritas), en trance filosófico o que escuchar el interrogatorio cantado por Pilatos en Jesucristo Superstar («¿es mi verdad la misma que la tuya?») me aboque al misticismo musical.

A lo mejor hay una verdad intrínseca distinta a la percibida por los sentidos. En física, ¿no afecta la mera observación de un fenómeno a los resultados que de ella se extraen?

También una verdad inducida, por supuesto. ¿No defendemos los mayores absurdos como verdades, por presión social o cultural? Hasta morimos por ellas.

¿Aumenta la verdad ante un espejo? ¿Se divide su valor por la mitad?

Seudoverdad, posverdad… A la mejor caben muchas verdades, opuestas y complementarias, en el multiverso. El yin y el yang… O ninguna, como opinaba Nietzsche. ¿Quién nos dará luz?

Si planteo una pregunta tan abstracta es debido a ese señor que se cuela en el metro delante de mis mal rasuradas barbas, una vigilante viene a llamarle la atención de palabra y él se arroja al suelo mientras pide socorro porque «le están agrediendo».

Acuden buenas personas en su defensa y, tras disolverse el follón, aún persisten en el aire indignadas denuncias a la brutalidad del uniforme. «¡Qué vergüenza, esto hay que denunciarlo!», etc.

Un viaje suburbano gratis, una «segurata» en retirada por si las moscas y una verdad triunfante a los ojos de varios testigos, convencidos de saber quién es la mala y quién el bueno.

Y este que suscribe mudo de pasmo, por expresarlo de forma autoindulgente. Ponte tú a discursear: ¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención!

En fin, respuestas a la duda bienvenidas. No es necesario, pero puntuará un trasfondo socrático, tomista o kantiano.

Tengo verdadera curiosidad.

viernes, 6 de diciembre de 2024

Secesionismo y democracia

Clave de lectura: Argumentos y respuestas de la democracia ante tribalismos independentistas.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Concierto para una fiesta (III. Allegro moderato), de Joaquín Rodrigo ♪♪♪
Portada del libro Secesionismo y democracia, de Félix Ovejero.

Día grande de nuevo, este de la Constitución Española. Como parte de la fiesta, traigo un libro del profesor Félix Ovejero: Secesionismo y democracia.

La emocionalidad que tanto influye a la hora de formarse criterios de cualquier cosa olvida demasiado a menudo la componente racional del binomio pensamiento-acción. En un mundo líquido, según la famosa metáfora de Bauman, parece que no hay tiempo para nada que no sea dejarse llevar por la corriente del instinto.

Aguas convenientemente dirigidas, añado yo. Sin cauces libres.

Por el contrario, este ensayo se estructura a la manera clasica: hipótesis, prueba y refutación. Es decir, recoge los planteamientos de quienes desean fragmentar España, clasifica sus razones en algún conjunto argumental reconocido y las examina. No se salvan.

La introducción aclara el marco de referencia. Por ejemplo, nos enseña a diferenciar entre democracia deliberativa y democracia de negociación o de mercado.

Continúa exponiendo la teoría plebiscitario-libertaria, basada en el principio de autonomía para decidir (suele hacerse una equivalencia con el derecho al divorcio).

La teoría adscriptiva alude a una voluntad mayoritaria dentro a su vez de una comunidad autoidentificada como «nacional» (las naciones sin Estado tendrían derecho al mismo).

También se lista la teoría de la minoría permanente, esgrimida cuando un grupo ve restringidos sus derechos al no contar con un elevado número de miembros (con posible explotación económica o desprecio cultural por parte de la mayoría abusadora).

Y no dejamos atrás a la teoría de la reparación, también denominada «de la causa justa» (ausencia de condiciones democráticas, un territorio soberano ocupado o violaciones persistentes de derechos).

Lo importante aquí es la existencia de injusticias probadas y sistemáticas. Es más, sin injusticias, la apelación al número, a la identidad o a la condición minoritaria estaría en el origen de la defensa de privilegios o de limitaciones de derechos. En el caso español, tenemos las conocidas invocaciones de las comunidades más ricas a unos supuestos «derechos históricos» o a singularidades culturales para justificar un trato fiscal distinto. La secesión, sin injusticia, supondría una violación de elementales compromisos con la igualdad de los ciudadanos; de hecho, unos decidirían los derechos políticos de otros en su propio país; es más, se arrogarían la potestad de convertirlos en extranjeros. Desde esta perspectiva, no habría diferencia relevante entre la secesión y el racismo o el sexismo.

Bajo la lupa, en ningún caso pueden justificarse las reclamaciones independentistas. Ninguno. La política española adolece sin duda de defectos, inherentes por otra parte a toda la sociedad contemporánea, pero los derechos cimentan el ordenamiento jurídico. Ningún grupo, ni siquiera un gobierno —y mira que lo intentan—, puede romper el esquema básico de convivencia: que yo exista no significa que no existan los demás y viceversa.

¡Y viceversa! Lo voy a poner entre signos de exclamación. Si el respeto, el reconocimiento del «otro» como un igual y un interlocutor solo funciona en un sentido, se trata de una carretera que nos lleva directos al abismo.

En consecuencia, si estimamos la trayectoria recorrida desde que nació la noción de república (como concepto social, no necesariamente sistema de Estado), levantar una frontera interior entre «el que habla como yo quiera que hable» o «el que piensa como yo quiera que piense» a un lado, y el «extranjero usurpador» al otro, supone una amenaza ante cuyo calibre no podemos ceder ni un milímetro.

Si la democracia es nuestra virtud, por supuesto. Si acaso preferimos una fantasía solipsista…

Título muy recomendado. De celebración o de indiferencia, espero que sea lo primero, ojalá paséis un buena jornada.


miércoles, 4 de diciembre de 2024

Cultura sidrera asturiana

Violinista con iluminación verde.

Me vais a perdonar pero, ya que están apareciendo por todas partes iluminaciones verdes…

Fachadas verdes, carteles verdes, portadas de prensa verdes…

Y botellas verdes, claro.

Pues en algo tendré que colaborar, modestamente: una foto alegre con fondo verde.

La cultura sidrera asturiana, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

P. D.: Los entendidos dirán que la imagen sale desenfocada porque el tiempo de exposición es más largo que la velocidad de manos del violinista. ¡Qué va!

Es que la sidra, en determinados volúmenes… En fin, ya sabéis. Rica, rica.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Filosofía felina

Clave de lectura: ¿Cómo enfocan la vida nuestros amigos los gatos? ¿Podemos copiarlos para ser felices?
Valoración: Se deja leer, pero va de más a menos interés. ✮✮✮✩✩
Música: La Bohème (Che gelida manina), de Giacomo Puccini ♪♪♪
Portada del libro Filosofía felina, de John Gray.

A lo largo de su Filosofía felina, subtitulada en la edición española Los gatos y el sentido de la vida, John Gray propone un tema digno de juguetear con la zarpa. ¡Miau!

Parte de una pregunta genérica: ¿por qué los humanos le damos tantas vueltas a cosas abstractas, sin respuesta clara, en busca de o huyendo de… (escríbase aquí la cuita metafísica favorita de cada uno)? ¿Por qué nos calentamos las neuronas?

Si de esa manera intentamos dar alcance a la felicidad, es obvio que jamás la disfrutaremos. Porque la autoconciencia deriva en la comprensión de una única cosa cierta: vamos a morir. Un punto que nos obsesiona más allá del instinto evolutivo de supervivencia.

Tal nube nos cubre los ojos e impide dar su verdadero valor a lo que mientras tanto tenemos: el aquí y el ahora. Desperdiciamos nuestros años obedeciendo a excesivos afectos y defectos.

Los gatos, por el contrario, no parecen sufrir. No se preocupan. Como mucho, están satisfechos en nuestra compañía de proveedores de alimento. Pero cuando faltamos se las arreglan con igual fortuna, como si nunca hubiéramos existido.

Exploran, se aparean, van a su bola cada segundo, haciendo caso omiso de tiempos venideros. «Siguen su naturaleza». ¿Y si los copiáramos?

¿Algo así como una apología de la bohemia?

Para cualquier criatura viva, una vida buena estará en función de aquello que necesite para hacer efectiva su naturaleza. La vida buena guarda relación, pues, con esa naturaleza suya, y no con ninguna opinión ni convención. Como ya señaló Pascal, los seres humanos son una excepción, pues poseen una segunda naturaleza formada por la costumbre, añadida a la naturaleza que ya tienen al nacer. Para ellos es natural también confundir la segunda por la primera, y muchos que han vivido conforme a las costumbres de sus sociedades han tenido una mala vida por ello. La de equivocar su propia naturaleza, sin embargo, no es una costumbre gatuna.

Me entran dudas, síntoma de que la complejidad humana relega a mi filia por el ronroneo y el miagar.

El texto va deslizándose de más a menos. Cierto que menciona a Aristóteles, Montaigne, Pascal, Spinoza y otros pensadores de fuste, además de referirse a conceptos como la moral. También describe la relación entre ambas especies durante siglos, y todo eso está bien. Pero...

Pierde fuelle. La tesis queda expuesta repetidas veces y Gray insiste sin profundizar, a base de historias de mininos que no pasan de lo anecdótico, con lo que la capacidad de convicción de su ovillo se deshilacha. Lo malo es que la deriva se hace patente ya a mitad del volumen.

En fin, aprobado, John. Aprobado como una raspa de sardina. Se deja leer, pero seguro que puedes conseguir más.

Que alguien me rasque ahora un poco el lomo. ¡Miau!


jueves, 28 de noviembre de 2024

Theodora

Theodora no es una ópera. Oratorio dramático, dice el programa de mano.

Entro, subo las escaleras, paseo mientras suenan las conocidas fanfarrias de inicio de la función.

Ya desde la obertura noto «algo», sensaciones como las que describen a Harry Haller en El lobo estepario: «apareció tan dichosamente abstraído y entregado a ensueños tan venturosos…».

El programa advierte de que «esta producción muestra escenas violentas y contiene temas de terrorismo, acoso y explotación sexual».

En una época donde también se advierte de que Bogart y Bacall fuman, Lo que el viento se llevó es racista y prefiero no pensar en los avisos previos para Blancanieves y los siete enanitos, pues sí, los contiene. Supongo.

Cuando escucho a Joyce diDonato cantar As with rosy steps the morn, me olvido de todo.

Cuando Julia Bullock e Iestyn Davies pronuncian To thee, thou glorious son of worth, más que un dúo, lo que mis oídos sienten es… es…

¿Por qué buscar tan tanto ahínco palabras? Las palabras son importantes, pero a veces…

Han pasado más de tres horas y desciendo de nuevo a la calle. Me espera mi pinta dorada ritual.

Según el reloj, va a comenzar un nuevo día.

Porque, en una época y un mundo donde casi todo resulta absurdo, casi invivible…

Haendel da fuerzas para continuar.


domingo, 24 de noviembre de 2024

Para amantes y ladrones

Clave de lectura: La escritura como cristal, transparente y oscuro, de la vida.
Valoración: Me gusta mucho ✮✮✮✮✩
Música: La Creación (Von deiner Güt', o Herr und Gott), de Joseph Haydn ♪♪♪
Portada del libro Para amantes y ladrones, de Pedro Zarraluki.

Me preguntaba, hace un par de entradas, si cierto título merecía la calificación de destacable. Algo mohíno, hacía alusión al predominio del interesante fondo sobre la recargada forma.

Pues bien, el de hoy, Para amantes y ladrones, sirve de contraste para ilustrar lo que a mí me gusta como «forma».

Y es que Pedro Zarraluki acaricia el lenguaje, le da fuerza, hace que el significante se eleve gozoso a los ojos. Evita, sobre todo, distractores fuegos de artificio. En cuatro palabras: escribe que da gusto.

El protagonista homónimo, Pedro, está inmerso en la mayor confusión que se puede tener a los diecisiete años: las chicas.

¿Cómo son? ¿De qué manera granjearse su favor? Ojalá, al igual que han conseguido otros del pueblo, bastante más cazurros, se echara novia.

Pero ni siquiera tiene moto, apenas una triste bicicleta. Con ella hace los repartos del colmado de su madre, al tiempo que aprende con su padre los secretos de la cocina.

Paco, editor envejecido y epicúreo, propietario de una masía, requiere su ayuda. Van a acudir invitados a pasar el fin de semana y la señora que le lleva la casa ha sufrido un accidente. No se va a ocupar el jardinero marroquí de preparar comida, cena y desayuno, ¿verdad? O de servir las bebidas.

Además, Pedro se codeará con personas de cuya creatividad puede esperar grandes descubrimientos: los invitados son escritores.

Una tempestad de época arrasa los caminos. Todos llegan empapados al refugio.

Antón Arriaga se especializa en relatos policiacos; las andanzas del detective Palomares venden mucho y bien.

Su mujer, Dolores Malnom, acaba de ganar un importante premio con una obra «nihilista y bella».

Humberto Ardenio Rosales, el más antiguo de los representados por Paco, se hace acompañar de la joven secretaria Polín.

Llevaba puesto un albornoz de color rosa. Cruzó el salón caminando muy lentamente, abrazada a sí misma, complaciéndose en los últimos goces del sueño con el impudor con que lo hacen los niños. Al verla fui víctima de un renovado ataque de veneración que me llevaría de inmediato a una situación grotesca. Polín se sentó a la mesa y y bostezó ostentosamente. Obnubilado, pensando sólo en servirla, en que me viera, en verla más de cerca, me apresuré a llevarle una taza. Cuando la puse frente a ella descubrí que llevaba en la otra mano un langostino. Solté un hipido de horror, como si lo que estuviera mostrando fuera en realidad una carta de amor a la secretaria. Todos en la mesa se inclinaron un poco hacia delante para observarlo.

Isabel Togores y Fabio Comalada aparecen discutiendo sobre la inmerecida fama de Nabokov, capaz de aburrir describiendo el revoloteo de una mosca. ¡Ah, pero Balzac es diferente!

Paco les propone entonces que cada uno imagine una historia y él imprimirá el conjunto como regalo a sus amistades. El tema será «el malentendido».

Folios vacíos. La nada. El supuesto poder de la creación y ellos en ese lugar, en ese preciso momento, entrelazados, enfrentados, abrazados por cielos e infiernos que aúllan tanto por dentro como por fuera.

Secretos. Flaquezas. Poses ensayadas para atraer al público ahora inservibles.

Y Pedro, relator y participante al tiempo, testigo y cómplice, aprende que la vida consiste en eso: una página en blanco. Donde escribimos, bien para nosotros mismos, bien para satisfacer lo que esperan de nosotros los demás.

O apenas aventuramos esbozos. O permanecemos sentados ante ella sin ser capaces de hacerlo.

¿En qué me baso para recomendar estas páginas con cierto fervor, parecido al de Antón hacia la botella de whisky? Aparte de la arquitectura formal que alababa al principio, el estilo tan fluido de Zarraluki.

Es una novela que atrae. La construcción —«o deconstrucción»— del entorno, las circunstancias y las figuras reunidas para celebrar el misterio del cordón umbilical entre los autores y sus obras no deja indiferente. Sus conclusiones, totalmente integradas en la trama, ahondan en la complejidad de personas, actos y pensamientos.

Ojalá la próxima alcance niveles parecidos. Ya os contaré.


viernes, 15 de noviembre de 2024

El camino

Perro sobre la carretera al atardecer.

Los días se hacen cada vez más cortos.

Los caminos son cada vez más largos.

Caminos veteados de penumbras.

Y de cansancio.

lunes, 11 de noviembre de 2024

La última batalla de Fernando de Abertura

Clave de lectura: Destino de unos personajes ajenos a su propia voluntad, entre 1931 y 1939.
Valoración: El fondo bien, la forma menos ✮✮✮✩✩
Música: Por quién doblan las campanas, de Victor Young ♪♪♪
Portada del libro La última batalla de Fernando de Abertura, de Emilio Durán.

¿Es La última batalla de Fernando de Abertura una obra destacable? ¿De esas que frunces los labios, elevas las cejas y sacudes de arriba abajo la cabeza en gesto de aprobación?

Premio Provincia de Guadalajara «Camilo José Cela», ostenta bajo el título. ¿Se merece una medalla literaria?

A lo primero respondería que no, aunque conviene matizar. A lo segundo, que ignoro el nivel de los demás trabajos presentados en 1994. Quizá fuera el mejor, al fin y al cabo.

Emilio Durán sabe escribir, si por tal arte entendemos colocar cada palabra en su sitio y dar al conjunto un sentido orgánico. Hasta ahí, de acuerdo. ¡Pero su expresión llega a resultar tan barroca!

Adjetivos sin medida, ornamentaciones gongorinas, manierismos tan recargados como una columna de Churriguera…

Fue de allí de donde salió el acre olor, la negra humareda que, prolongando sus ramificaciones por encaladas pilastras, anchísimas escaleras, altas ventanas, se escapó en aquella distante y fría noche de noviembre del 49 por los cristales rotos del balcón de la Plana Mayor hasta cruzar la calle solitaria, apenas iluminada por el farol agonizante de la esquina, fanal de popa del navío náufrago de la tienda de ultramarinos de Benigno Liébana. Resonaron, entonces, recios los golpes en la puerta claveteada del cuartel, repetidos y nerviosos.

Quien se aventure más allá de la portada corre el riesgo de dudar ante frases por el estilo. Debe convencerse de que, a despecho de la falta de naturalidad (para mi gusto), el argumento presenta interés.

El día en que se proclama la República, el capitán Mario de Abertura, veterano de la guerra de Marruecos, cumple servicio de guardia. Una multitud se aproxima al cuartel en demanda de armas para hacer la revolución y él, en cumplimiento del deber y a riesgo de linchamiento cuando traspasa el portón para hablarles, se las niega.

El deber: valor inculcado por su padre, don Fernando, que ha alcanzado las estrellas de coronel a pesar del origen humilde. Un militar ha de apartarse de patrioterías y actuar con patriotismo, sirviendo al orden civil y legal.

Al frente de los ansiosos por que el nuevo sistema no tenga rasgos burgueses se encuentra Benito, mozo de hotel y líder de una célula comunista, con quien Fernando suele conversar. Las profundas diferencias que los separan no impiden el respeto e incluso el mutuo aprecio.

Regla, la esposa del militar, abomina de que los vean juntos. Podrían creer que está de acuerdo con sus ideas. Los demás oficiales, apartados de la carrera si no prometen fidelidad, tampoco saben a qué carta quedarse con él. ¿Se uniría o no a una rebelión?

Desde el momento en que se cruzan, Soledad podría convertirse en su amante. Soledad, a quien Benito ama.

En un diario escrito por don Fernando se describe el pasado y el presente del mundo en que se mueve la familia. El narrador se dirige a alguien desconocido (¿un soliloquio?) que va recorriendo sus páginas.

En otra crónica escrita por alguien del pueblo, temerosamente escondida durante años, se rellenan huecos: Los noventa días. La guerra civil en las Navas de Ebora. Todos se encuentran allí aquel julio de 1936.

Porque la República está herida de muerte por todos y todos han de participar en la fiesta del horror. El bando… El bando no necesariamente se elige. ¿Amor? ¿Amistad? Odios acechantes, pelotones de fusilamiento al amanecer, toman por sí mismos la decisión.

No, el interés no es algo de que carezca esta novela. Existe detrás una historia. Ay, si a Durán le hubieran gustado más las líneas rectas que las curvas al componerla…


viernes, 8 de noviembre de 2024

Nuestro mundo (XX)

Casa inundada

Nuestro mundo jamás ha sido un lugar amable. Tan maravilloso y tan hostil…

Gaia, de vez en cuando, se encarga de devolvernos las pesadillas que arrojamos sobre ella. Cicatriz por cicatriz.

Terremotos, volcanes, inundaciones, miasmas…

Entre nosotros mismos solemos morder, sajar, blasfemar contra vecinos, contra semejantes, contra la razón.

Ese hombre junto a mí en el metro, jactándose casi a gritos por el teléfono de que ha dado una paliza a su hermana, le ha destrozado la cara, a ver si aprende, y le acaban de soltar de un calabozo donde le permitían fumar y todo…

Mejor amigos que adversarios, mejor juntos que divididos, mejor el respeto que el odio, mejor una taza de barro en la mano que un arma de tecnología punta… Todo eso despreciamos.

Ah, antes de morir dame tu voto, me sirve para no sé qué cosa que alguien inventó. Después puedes ahogarte o, si lo prefieres, arrojarte a tu propio fuego mesiánico.

Triunfos. Derrotas. Voces que se alzan y se hunden, voces. Todo inútil.

Nuestro mundo. Vanidad de vanidades.

martes, 5 de noviembre de 2024

El amor en Suecia (II)

Clave de lectura: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los de (y las de) allá arriba.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✮✩
Música: Kom till mig kvinna, de Rolf Wikström ♪♪♪
Portada del libro El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

Tras aguantar con estoicismo la entrada del otro día (daneses, noruegos, lapones…), espero que no abandonéis el empeño sin conocer antes a los suecos, según la mirada de Sandro Sciara.

Había dicho que el autor reserva el meollo de su obra El amor en Suecia a estos muchachos y muchachas de apabullante fulgor. Están más buenos que el arenque en salsa de mostaza.

Bromas aparte, el humor espontáneo no es algo que los distinga. Y la mayoría luce pelo castaño o negro en vez de rubio.

Como resultado de la Unión de Kalmar en 1397, el territorio se hizo uno y trino con el de los vecinos, aunque la torpeza de sucesivos monarcas (Erico el Pomeranio y Cristóbal el Bárbaro) lo echó a perder. Gustavo Vasa lideró una victoriosa rebelión contra Cristian II de Dinamarca, el Nerón del Norte de acuerdo con la propaganda.

Su nieto Gustavo Adolfo fue el terror de los ejércitos católicos en la Guerra de los Treinta Años, llegando a ocupar Munich o Praga, donde rapiñó unos cuadros de Adán y Eva pintados por Durero. Su bisnieta, la famosa reina Cristina, se los regaló de vuelta a Felipe IV de España, y así los apreciamos hoy en el Museo del Prado.

Fair-play en el deporte, honradez, civismo, funcionariado eficiente, mujeres iguales a los hombres en derechos y actividades, nadie cruza las calzadas de Estocolmo con el semáforo en rojo...

La vida es fácil, libre de zozobras, porque su gobierno ha estructurado un Estado magnífico, amorosamente planeado y perfectamente previsor».

Sin embargo, el paraiso proyecta sombras.

Suicidios, embriaguez, gamberrismo generacional (bandas de raggare a quienes los sensibles policías no saben cómo frenar), drogas psicodélicas, pornografía, estadísticas de robos y hurtos en crecimiento…

¿Es el Estado excesivamente paternalista un adocenador de mentes, que no aprenden a enfrentar las dificultades de la vida cuando estas surgen sin remedio y encuentran la espita de desahogo en la violencia contestataria?

¿Se adivinan la introversión, la frialdad, la flema de este pueblo, inquietantes preludios a la neurosis depresiva? ¿A la extrema soledad?

En cuanto al tema amoroso, que se recorre en cada una de sus vertientes sentimentales y físicas, la libertad que les da fama ha de relativizarse: según una encuesta, el 87% de los hombres y el 91% de las mujeres responden que ser fieles dentro del matrimonio resulta indispensable.

En realidad, la decisión de contraerlo no difiere de un cálculo utilitarista. ¿Me convienes? ¿Te convengo? ¿Juntos ganamos tanto? ¿Te gustan también las albóndigas de Ikea? No le demos más vueltas: firmamos. Al menos, hasta que la tinta se seque.

Porque los divorcios son tan rápidos y omnipresentes como los emparejamientos.

Sciara plantea dudas acerca de la excesiva «feminización» del elemento masculino. ¿Cuál será el resultado en nuestra época?

Dejo por comentar otros capítulos de interés (las carreras sobre esquíes, los trenes, las orquídeas, la azarosa biografía de Nobel, ¡el problema de la vivienda!...). En todo caso, como colofón, si el desfase de quinquenios desde que fue editado impide experimentar el mismo choque cultural que un lector ibérico de entonces, no por ello declaro impresiones menos positivas.

Como guía anecdótica, El amor en Suecia me ha entretenido un montón.


jueves, 31 de octubre de 2024

El amor en Suecia (I)

Clave de lectura: Todo lo que usted siempre quiso saber sobre los de (y las de) allá arriba.
Valoración: Entretenido ✮✮✮✮✩
Música: Suite de los tiempos de Holberg (I.Preludio), de Edvard Grieg ♪♪♪
Portada del libro El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

Resulta poco habitual, pero al dar forma a esta entrada me he dado cuenta de que sale larguísima para los estándares del blog. Como no deseo aburrir —el título de hoy me parece hasta gracioso—, quizá sea mejor dividirla en dos partes. Comencemos, pues:

Allá por el XIX, diligencias en los caminos y vapores de palas en los mares, a un editor alemán se le ocurrió publicar guías de viaje con el reclamo de su apellido. Y tan exitosa idea sigue figurando como entrada en el diccionario de la Real Academia: baedeker.

Las guías baedeker aconsejaban a los curiosos qué visitar, el tiempo a detenerse ante tal o cual monumento, cantinas y hoteles para comer y dormir, e incluían además una descripción de los aborígenes con los que iban a cruzarse al descender del estribo: usos, carácter, historia…

Bajo lentes estereotipadas, claro. El exotismo se imponía con largueza, y hacer hincapié en lo «rarita» que es la peña de rincones diferentes al propio cautivaba los ojos y la imaginación de los turistas pioneros.

Lo menciono porque la obra a comentar me recuerda en bastantes rasgos a una de aquellas estampas costumbristas, adaptada a «raritos» un siglo posteriores, de los años 70 concretamente: los escandinavos.

Se trata de El amor en Suecia, de Sandro Sciara.

A los lectores surpirenaicos de 1974, más que imaginación cautiva, se les debía de hacer la boca agua. ¿Suecia no es ese lugar lleno de rubias potentes (o guaperas con melenita a lo Björn Borg, dependiendo de los gustos) donde se liga tanto? ¿Donde todo el mundo se enrolla con todo el mundo? Uuuuuuuuh, Perpiñán a lo grande…

La verdad es que Sciara (seudónimo de José Repollés) hace algo de trampa. Si bien dedica al reino de los svear la mitad del volumen, escribe también sobre Dinamarca, Noruega y Finlandia (incluso Laponia), y el análisis de cómo anda el tema de la liberación sexual en su meca y centro comparte espacio con detalles de provecho para jugar al Trivial: geografía, instituciones políticas, nivel de electrificación, balanza comercial, personajes célebres… Un baedeker hasta la médula.

Los cuentos de Andersen ilustran la llegada al puerto de Copenhague igual que la tragedia hamletiana el castillo de Kronborg. Aunque lo trágico no sea el denominador común de «un país encantador». Publican quince veces más libros por habitante que los Estados Unidos y en las escuelas se dan de lado esos generadores de estrés llamados exámenes.

Los daneses disfrutan de la playa, donde las jóvenes se cambian el bikini mojado como si tal cosa, sin miradas libidinosas alrededor.

Las bicicletas circulan por doquier y por quince coronas sirven caldo, filete de lenguado a la Walewska, pollo asado en olla con compota de ruibarbo y ensalada de pepino, medallón de queso con apio blanco y rabanitos y, de postre, helado mantecoso con fresones.

La idiosincrasia noruega hunde sus raíces en eddas y sagas. Odín y las valquirias contemplan su montañoso relieve y profundos fiordos desde las quinientas cuarenta puertas del valhalla (como curiosidad, la palabra española fiordo deriva en línea recta de fjord).

El historiador romano Tácito señala que la tribu de los sitones estaba gobernada por una mujer. Luego se desarrolla la cultura normanda, se funda Oslo, se destila snaps, se asiste a las obras teatrales de Ibsen y Holberg, se desayuna con las aventuras de Amundsen…

No olvidemos, por supuesto, el vínculo entre las familias de Håkon IV y Alfonso X el Sabio: la princesa Kristina, hija del primero, casó con el infante Felipe de Castilla en 1258, aunque la palmó pronto, en 1262, agobiada por el solecito de Sevilla.

En Finlandia, al gusto por los sones musicales de Sibelius se le une el sisu, un concepto que adorna a cada uno de sus habitantes. En la lengua local significa «integridad, resistencia, decisión, valor, independencia, hondo sentido de la naturaleza y del arte».

Árboles, árboles, árboles… Lagos, lagos, lagos… Mosquitos, mosquitos, mosquitos…

No existen distinciones sociales ni barreras de clase que saltar en la cuesta que lleva al éxito. Gran parte de los estadistas finlandeses proceden de familias pobres y laboriosas.

Si te pillan conduciendo con una copa de más, seas albañil o ministro, se te caen los calzoncillos largos. No te libra de la cárcel (o tres meses picando piedra para construir aeropuertos) ni saber recitar de memoria el Kalevala.

En otros países se invita al extranjero a un aperitivo o una comida en familia. Aquí, la primera pregunta es si te apetece compartir una sauna, y rehusar no es la opción educada. Aunque por desgracia ya no sean tan habituales como antes las cabinas mixtas.

Los lapones constituyen un enigma desde el momento en que eligen como hábitat la tundra boreal, en compañía de sus queridos renos.

No han desaparecido entre ellos los brujos y chamanes, que baten panderos en pos del trance (para acompañar la entrada tengo tantas posibilidades de recomendación musical, que la cabeza me retumba en similar medida).

En el Festival del Sol de Medianoche peregrinan a Krysoten, el monasterio más septentrional del orbe. Se arrodillan ante antiquísimos iconos de plata y despluman divertidos a los alemanes y estadounidenses que acuden a comprar sus puñales con mango de hueso.

Toman el café depositando antes azúcar en la lengua. ¿Se extinguirán por culpa de los adelantos modernos?

(Continuará).


jueves, 24 de octubre de 2024

La corrupción del lenguaje

Clave de lectura: Cómo se retuerce el lenguaje para hacernos más vulnerables a la manipulación.
Valoración: Bueno, aunque no imprescindible ✮✮✮✩✩
Música: Cuarteto nº 13, de Dimitri Shostakovich ♪♪♪
Portada del libro La corrupción del lenguaje, de George Orwell.

A George Orwell hay que hacerle caso y mucho, huelga excusarse. Aunque los siguientes articulos compilados bajo su firma representen un valor apenas secundario al contrastarlos con obras mayores:

La corrupción del lenguaje. Ensayos sobre propaganda, mentira y manipulación en la política.

Politics and the English Language, reza el título original, y quizá resulte más provechoso leerlos directamente en la lengua nativa del autor. Más «amigable», si se quiere. ¿La razón?

Trasladado al español, el texto pierde fluidez discursiva. Las continuas referencias al inglés exigen compromisos de traducción (o, por el contrario, mantener las expresiones originales) que no facilitan la claridad de la tesis.

El fondo sí es diáfano: una protesta de la deriva adoptada por la escritura moderna hacia la «imprecisión». Palabras hilvanadas con bombo y platillos, pero ninguna sustancia lógica ni semántica. Pomposas cáscaras vacías.

El fenómeno sirve a un objetivo: que el ruido aturda, haga creer en la presunta relevancia de los mensajes y, de esta manera, el emisor manipule las mentes.

La mitad de las páginas se dedican a comparar lo que sería una forma de expresarse «natural» y las nuevas reglas que obedecen, sobre todo, a consignas políticas.

Es solo cuestión de juntar una serie de piezas prefabricadas. Solamente hay que hablar de una hidra cuyas botas militares aplastan a hienas manchadas de sangre, y listo. Para confirmarlo, basta con echar un ojo a cualquier panfleto publicado por el Partido Comunista o, de hecho, por cualquier otro partido político.

Metáforas moribundas, artificios y retorcimientos verbales, dicción pretenciosa, palabras sin sentido...

La otra mitad imprime el anexo de la mítica 1984 acerca del origen y propósito de la neolengua. El culmen de la mentira, la propaganda y la manipulación.

En último término, repito el comentario, este libro no resta brillo a un inmenso legado (la citada 1984, Rebelión en la granja, Homenaje a Cataluña, Subir a por aire…), lo cual sería imposible, pero tampoco puedo decir que lo acreciente.


lunes, 14 de octubre de 2024

Eres una bestia, Viskovitz

Clave de lectura: Viskovitz no da abasto para resolver sus problemas multiespecie.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: La poule, de Jean-Philippe Rameau ♪♪♪
Portada del libro Eres una bestia, Viskovitz, de Alessandro Boffa.

¿Un libro ingenioso? ¿Agudo? ¿Divertido? ¿Con enseñanzas que golpean el cristal esmerilado tras el humor? Efectivamente, creo que lo puedo calificar así.

Eres una bestia, Viskovitz, de Alessandro Boffa, se une a la lista de valoraciones elevadas que han aparecido en el blog.

Viskovitz es un pinzón, alerta frente a los cucos. Y un cerdo. Y un loro caribeño. Y un escualo. Y una mantis religiosa.

Su amor apasionado, platónico, cercano, imposible (depende del momento), se llama Ljuba.

Otros amores más corrientes incluyen a Lara o a Jana. O a sí mismo: ¿no tienen los caracoles ambos sexos por naturaleza?

Incluso, en el caso de las esponjas marinas, el tema se complica. Unas veces sueltan semilla, otras veces la reciben… Y además las corrientes… Quién sabe si uno acabará convertido en suegra a la par que padre.

Zucotic, Petrovic y López suelen acompañarle en sus aventuras. Lombriz, hormiga, microbio…

Porque, en cada cuento de la veintena que componen el volumen, aunque la voz del narrador sea la misma, el animal que nos habla es de lo más variado. Cada cual con problemones existenciales propios.

Cuando nos fueron asignadas las compañeras genéticamente más cualificadas para aparearse con nosotros, enseguida estuvo claro que, en las ratas, ingenio y belleza no estaban codificados en los mismos genes. Mi pareja, Jana, era una especie de talpa desmañada y de cháchara abstrusa; en cambio, la de Zucotic, Ljuba, era, desde la superficie roedora de los molares superiores hasta las últimas escamitas de la cola, la forma más perfecta que la mente más caprichosa y singular, es decir, la mía, pudiese concebir. Así, mientras yo tenía que escuchar las pedantes disquisiciones de Jana sobre ratología, topología y otros tediosos tópicos ratoniles, en la jaula de al lado la beldad era pasto de la idiotez.

Los trabajos exigibles a un macho alfa alce para reinar sobre su harén, sin ir más lejos, agotarían al mismo Hércules.

O disfrutar del aguijón más rápido del desierto de Sonora podría alejarlo de cualquier disfrute. Es lo que dicta el instinto de los escorpiones.

También, haber nacido el zángano más hermoso de la colmena, con rasgos físicos que harían perder el sentido desde a una reina hasta la última de las obreras, ¿supondrá una ventaja o todo lo contrario?

Aunque Boffa ofrece un nivel que raya a buena altura en todos los casos, mis episodios favoritos incluyen la encarnación en escarabajo pelotero que construye un imperio de m…, el antiguo perro detective que intenta pasarse a una vida espiritual a base de mantras, el león vegetariano que suspira por la gacela de andar incitante...

Y uno muy original, el del lirón que sueña con una Ljuba imaginaria que sueña con un Viskovitz que la sueña.

Me reafirmo en la escala: ingenioso, agudo, divertido...


sábado, 12 de octubre de 2024

Un día de octubre (II)

La Patrulla Águila sobrevuela Madrid el 12 de octubre.

Hace cuatro años, para recordar la fecha puse en el blog una canción «con mensaje»: Imagine (Imagine all the people living life in peace…). Y una simbólica imagen de flores en rojo y gualdo.

Hace tres años se me ocurrió subir una foto de picas, arcabuces y alguna que otra alabarda. Con buenas intenciones, evidentemente, la acompañaba un texto lejos de alharacas militaristas.

Volví a recordar la importancia de la paz como cimiento de la vida.

Este aniversario… Hum…

Este aniversario he leído, en cierta publicación que suele resultarme interesante pese a discordar también a menudo con sus conclusiones, que el 12 de octubre es lo peor de lo peor.

¿Argumentos? Falta de significado compartido, desfile de la anacrónica Legión y su cabra, excusa para que energúmenos insulten a presidentes del gobierno «progresistas» (el entrecomillado es mío)…

Supuesto premio a un genocidio de nativos americanos, incomparable con el día grande de, por ejemplo, Francia y su toma de la Bastilla en pos de la libertad, igualdad y fraternidad universales (también mi lema favorito)…

Bien, la autocrítica en materia de opinión, es decir, encarar las visiones que cada uno tenemos del mundo ante un reflejo especular, las hace más sólidas o justo al revés, corrige su inflexibilidad. ¡Qué desastroso resulta el pensamiento único!

En este caso, el espejo me reafirma en mi aprecio por la celebración.

Que podría haber sido el 12 de octubre, con un almirante y unos marineros faltos de sueño, como cualquier otra fecha del calendario. Seguro que encontramos algo digno en cada una de las trescientas sesenta y cinco jornadas, bisiestos aparte, a lo largo de miles de años de historia.

Igual que hallaremos violencia, sumisión, injusticia, muerte cada minuto de ellas, en cada esquina de los pedazos de tierra que hoy llamamos naciones.

El recorrido de la humanidad es el que es. Quizá carguemos con una vergüenza genérica como especie, dado nuestro ánimo destructivo, pero ese sentimiento no cambia nada. No se me ocurre ningún territorio relevante —quizá un experto en San Marino o en las tribus del Amazonas me deje en mal lugar— que pueda lanzar fuegos artificiales para conmemorar su existencia sin mácula.

Francia… La Bastilla… El terror… Goya dibujando los efectos de esas pretendidas libertad, igualdad y fraternidad que flamean en banderas tricolores…

¿Debemos por tanto alejarnos de la idea de fiesta nacional? ¿Rasgar nuestros vestidos? ¿Cubrir nuestras cabezas de ceniza?

¿Excusarnos ante alguien?

No lo creo así. Conciencia de un pasado, afirmación de un presente, esperanza en un futuro que no repita los incontables errores, individuales y colectivos, que acumulamos en nuestra herencia. Eso es lo que significa para mí el 12 de octubre.

Ojalá no me equivoque.

Paz. De nuevo, paz.

lunes, 7 de octubre de 2024

La libertad de los antiguos frente a la de los modernos

Clave de lectura: Exposición de razones para la defensa del primer liberalismo.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Los duelistas, de Howard Blake ♪♪♪
Portada del libro La libertad de los antiguos frente a la de los modernos, de Benjamin Constant.

¿Es Benjamin Constant un nombre importante para conocer las ideas del liberalismo clásico? ¿Está La libertad de los antiguos frente a la de los modernos a la altura de un Tocqueville, un Ricardo o un Stuart Mill? ¿Lo está La libertad de pensamiento?

Unas breves pinceladas biográficas: parece que, al instaurarse la República Francesa, su mérito principal consistió en dar esquinazo a numerosos deudores, pistolas de duelo incluidas (por eso se me ha ocurrido poner la música de Howard Blake para la película Los duelistas como banda sonora recomendada).

Tras un cruce de miradas con Napoleón, entre el anhelo y el malhumor, prefirió el exilio en los años del Imperio, para volver a abrazar al corso a lo largo de los Cien Días.

Miembro del Consejo con Luis XVIII, escaño del partido opositor bajo Carlos X, simpático a Luis Felipe I, el «rey burgués» (del que se rumorea que por fin pagó sus deudas)…

Vamos ahora al meollo, los dos discursos del título editados por Página Indómita en un único volumen. Acerca del primero, ¿se puede comparar a los ciudadanos «modernos» —en 1819, por supuesto— y sus modelos «antiguos» de Esparta, Atenas o Roma?

Refresquemos la memoria: aquellos hallaban ocasión para debatir en el ágora gracias a una legión silenciosa de esclavos encargada de sostenerlos. Democracia sui géneris de unos, yugo de otros.

El concepto de libertad se aplicaba además con un significado colectivo: cualquier esfera de la vida apartada de la fiscalización de la polis hubiera sido inconcebible. La autoridad del conjunto empequeñecía los pretendidos derechos del individuo.

Por ejemplo, se cuenta que Terpandro, músico inventor de la actual escala diatónica, fue juzgado ante los espartanos por añadir a su lira las cuerdas que producían los nuevos sonidos. Romper con el pentatonismo condujo a una discusión entre pena de cárcel o multa.

Tal figura, el individuo, levanta por el contrario la antorcha que guía a los «modernos». Constant defiende que cada uno opine de lo que quiera, disponga de su propiedad según le venga en gana y, en lo tocante al gobierno, influya en su composición y sus actos, no al revés.

Siempre que se asegure un marco normativo e instituciones transparentes, de lo demás ya nos ocuparemos nosotros para ser felices. Ni el Estado ni nuestros vecinos deben coartarnos.

Existe otra diferencia de orden práctico: dado que las ágoras se componen ahora de millones de voces, en vez de deliberar cara a cara adoptamos un sistema representativo. Pues bien, por muy electos que sean, los gobernantes se siguen enfrentando a tentaciones seculares (corrupción, deseo de permanencia en la poltrona, intereses espurios…).

Conviene entonces no desentenderse de las responsabilidades delegadas en sus manos. Ojo avizor frente a promesas vanas de quienes ocupan un cargo. Dar valor a los negocios privados no significa que debilitemos el compromiso cívico con los públicos.

El segundo opúsculo abunda en similar principio: el libre albedrío intelectual.

Como quedó expuesto hace unos párrafos, los «antiguos» sujetaban ideas y actitudes íntimas al escrutinio comunitario. En especial, las de carácter religioso.

Asoma enseguida la sentencia mortal a Sócrates, bajo la acusación de «introducir nuevos dioses y corromper a la juventud», pronunciada por una muy democrática asamblea ateniense.

En resumen, Constant, nacido en Lausana, descendiente de emigrados franceses protestantes, declara que los tiempos exigen un cambio. Fuera los tricornios y los sombreros de teja negros. Fuera la censura. Viva Montesquieu. Autonomía de relación y comercio, sí, pero también de palabra, prensa y, sobre todo, pensamiento, piedra angular para alcanzar la virtud política.

Hace cuatrocientos años, España era más poderosa y estaba más poblada que Francia. Ese imperio, antes de la abolición de las Cortes, tenía treinta millones de habitantes; hoy tiene nueve. Sus naves cubrían todos los mares y dominaban todas las colonias. Su armada es hoy inferior a la de Inglaterra, a la de Francia y a la de Holanda. Sin embargo, el carácter español es enérgico, valiente, emprendedor. ¿A qué se debe entonces esa sorprendente diferencia entre el destino de España y el de Francia? A que en el momento en que la libertad política desapareció de España, nada ofreció ya un nuevo medio de desarrollo a la actividad intelectual y moral de sus habitantes.

¿Me ha convencido? ¿Intrigado? ¿Le daré la calificación de obra maestra? ¿Buena? ¿Aceptable? ¿Comme ci comme ça?

Despierta interés, no cabe duda. Y además, en varias vertientes. Desde las tres estrellas como punto de partida equidistante, veamos si baja o sube.

En el momento en que se redactó, las fuerzas de la monarquía absoluta querían recuperar a cualquier precio su peso (el Trienio español de 1820 a 1823 estaba a punto de inaugurarse, solo para ser sustituido por la Década Ominosa, apoyada, oh casualidad, por mosquetones galos). Sí, respondo afirmativamente a la importancia pionera de Constant.

Por otro lado, los estudiosos del ramo destacan la influencia que ejerció sobre Isaiah Berlin. En especial, para establecer los fundamentos de las libertades positiva (equivalente a la participación activa de los «antiguos») y negativa (la no injerencia en lo personal de los «modernos»).

Si recordáis al respecto, la lectura de Berlin que comenté en el blog hace unos meses me había dejado impresiones tibias. Necesitaba más.

De manera que el franco-suizo me permite desempañar un poco el vaho de las gafas ante el libro de su sucesor. Otra estrella en su haber.

Aunque, claro, si quiero ser justo, tengo que ampliar la visión de esas gafas a los prismáticos: ¿ha sido el liberalismo una doctrina intachable para el «bien» de las personas y las sociedades en el par de siglos posteriores a su nacimiento? (si la ortografía me lo permitiera, escribiría las comillas de «bien» con grafía triple o cuádruple). ¿No ha generado numerosos abusos?

La mirada fulminante de Marx me persigue solo por plantear el dilema, pero tampoco es que sus seguidores me hayan demostrado que la bondad histórica reside en la orilla izquierda del río.

A mi entender, Constant plantea un enfoque bastante equilibrado entre el yo y el nosotros, sin la escora de otros pensadores de su cuerda (ay, el utilitarismo…). No le encuentro grietas humanísticas como puños de grandes, aunque, no dejaré de repetirlo, se manifieste en relación con su propio tiempo. Las recetas «de época» no pueden aplicarse al pie de la letra, como base quizá, en contextos más complejos.

Finalizo: con el mismo espíritu de equilibrio, le pongo un notable y lo añado a la lista verde de provecho. El siguiente…


jueves, 3 de octubre de 2024

De nuevo, Marisa López Diz

En dos ocasiones, aquí y aquí, he escrito elogios sobre poemarios de Marisa López Diz. Quizá no tan extensos como hubiera debido.

De hecho, podría parecer que mi aprecio por su labor, tanto literaria como musical, se debe a que tengo la suerte de conocerla personalmente. Incluso compartimos espacio en Chicoria, la publicación de La Librería de Pimiango.

¿Es ese el motivo? ¿Me engaño a mí mismo o exagero el valor de sus versos, sus historias, sus canciones, en el altar de la simpatía? ¿Dejo de ser, digamos, «imparcial»?

Bueno, creo que la nota publicada hoy por la Fundación Fomento Hispania, acerca de la ganadora de su VIII Premio de Relato, disipa dudas. No es que suela fiarme de galardones, más bien al contrario, pero el prestigio de los nombres del jurado da que pensar, ¿verdad?

A lo mejor no es solo cosa mía. Van ya tantos reconocimientos…

Enhorabuena, Marisa.

P. D.: El 9 de octubre a las 19:00 horas, en la biblioteca pública Iván de Vargas (calle de San Justo, 5 de Madrid), entrega de diplomas. Para quienes os encontréis en la capital ese día.


lunes, 30 de septiembre de 2024

La escritura contra el tiempo

Clave de lectura: Leer es la clave para escribir.
Valoración: Bueno ✮✮✮✮✩
Música: Moby Dick (There She Blows), de Philip Sainton ♪♪♪
Portada del libro La escritura contra el tiempo, de Miguel Munárriz.

Tras cerrar el libro, lo primero que me viene a la cabeza es una pregunta indiscreta sobre su autor: pero este hombre, ¿cuándo vive?

Quiero decir que cuándo lleva a cabo acciones que para los demás mortales revisten cierta importancia, como beber, comer o dormir. O la más placentera a veces: no hacer nada. Dejar que el tiempo pase.

Porque, a tenor del despliegue de conocimientos en La escritura contra el tiempo, Miguel Munárriz ocupa veinticinco horas al día leyendo. En casa, en el trabajo, en la piscina o en el café. Hasta con ojos estereoscópicos. O eso, o no me lo explico.

No creo exagerar, aunque plasme mi verdosa envidia en tono de broma, ya que en su caso la lectura sobrepasa el ámbito puramente lúdico para convertirse en parte de la profesión. Parece enarbolar una bandera: si quieres convertirte en escritor, antes lee.

Ayer fue miércoles toda la mañana: este verso del poeta Ángel González ocupa también el encabezado. Le sirve a Munárriz para reunir diversos artículos donde comparte impresiones sobre un mundo poco menos que fascinante, el de la creación y los creadores de historias.

Historias que a veces se nos meten tan adentro que casi formamos parte de ellas —y ellas de nosotros—, en las que un personaje, una simple frase, cualquier detalle que se asemeje tan común como inhalar y expeler el aire es en realidad aquello que nos sustenta.

Conviene, aviso, disponer de papel y bolígrafo para ir apuntando todas las referencias que aún no conozcáis y el ardor por hacerlo os devore. A mí, sin ir más lejos, la tinta del bic me ha bajado bastante.

Ardor porque presenta nombres y obras de forma natural, fluida, como el que habla sobre los amigos (¡y en varios casos es así!), pero también apasionada.

Sobre un pequeño escenario, con un micrófono que se alimentaba de la corriente de un bar cercano, un cartel anunciaba la presencia de Manuel Rivas como maestro de ceremonias y de unos músicos callejeros dispuestos a compartir con el público una muestra de su saber hacer…, y al anochecer del 28 de septiembre de 2000 comenzamos la fiesta. Surgió la palabra y la música y en un momento la plaza se llenó de poesía.

Goethe, Gil de Biedma, Poe, Arreola, Maupassant, Stevenson, Chéjov, Kafka, Kipling, Hemingway, Borges, Monterroso, Carver, Onetti, Salinger, Capote, Parker, Cortázar, Rulfo, Lispector, Quiroga…

Kavafis, Coetzee, Buzatti, Zapico, Del Paso, Vázquez Montalbán, Moix, Gimferrer, Mayle, Hornby, Durrell (el hermano más joven), Simmons, Marco Aurelio, Valle-Inclán, Berger, Ángel Gutiérrez…

Szymborska, Zweig, Pamuk, Atxaga, Moyano, Guimaraes Rosa, Melville, Salinas, Galsworthy, Bioy Casares, Blyton, Cardenal, Brainard, Saroyan, el maravilloso Ángel González, por supuesto, Cueto…

E hila un relato orgánico en el que todos se relacionan con todos y todo tiene que ver con todo. Nos abre los ojos a puentes que jamás se nos habrían ocurrido.

En suma, haceos con un ejemplar. Ya veréis qué compendio de alegrías.

P. D.: También podéis largar las velas hacia su nuevo título, Empeñados en ser felices, que, según tengo entendido, ahonda en los mismos mares. Yo ya estoy tardando.


viernes, 27 de septiembre de 2024

Everything changes

En su momento supe de la existencia del musical Waitress gracias a una representación estudiantil en la Politécnica de Madrid.

Chicos y chicas de teleco siguiendo a Aristóteles, curiosamente, cuando escribe en su Política que aprender el arte de los sonidos ha de ser parte fundamental de la educación.

Tiempo después, hace como cien años (es lo que parece que ha transcurrido desde la pandemia de covid), puse en el blog un tema donde cantan que cada jornada se parece a la anterior como una copia en papel carbón.

The day starts like the rest I've seen,
another carbon copy of where I've already been.
Days keep coming, one out, one in, they keep coming.

Pero claro, el espectáculo firmado por Sara Bareilles tiene unos cuantos números más. Concedámosle, si queréis, unos minutos de viernes.

Aquí va esta otra opción porque, en realidad…

De un día a otro cualquier cosa puede cambiar.

Everything changes,
what I thought was so permanent fades,
in the blink of an eye, there's a new life in front of my face.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Antes del diluvio

Clave de lectura: El Berlín de entreguerras, espejo del mundo.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: Pierrot Lunaire (VIII.Die Nacht), de Arnold Schönberg ♪♪♪
Portada del libro Antes del diluvio, de Otto Friedrich.

Cuando intento averiguar algo más sobre el libro que traigo hoy al blog, Antes del diluvio, de Otto Friedrich, encuentro escasas referencias. Lo cual me asombra.

Porque está tan bien escrito, captura tanto el deseo de continuidad lectora al combinar técnicas narrativas propias de la novela, la investigación histórica y el reportaje periodístico, que debo concederle un reconocimiento.

Pongámonos en contexto: Berlín, Alemania, Europa. 1918 a 1939.

Quizá la intención original fuera hacer «una semblanza del Berlín de los años veinte», de acuerdo con el subtítulo: la ciudad que una vez simbolizó el orden prusiano, convertida en la nueva Babilonia. Pero lo que consigue es trasladarnos a un escenario más amplio, a una época como pocas para entender que de la mayor crisis puede levantarse la mayor esperanza… o la mayor disolución del espíritu humano.

O ambas a la vez.

Editor del Saturday Evening Post, así como articulista de la revista Time, Friedrich fue un estadounidense de raíces germanas, como su nombre sugiere (su padre, Carl Joachim, nacido en Leipzig, se convirtió en un influyente estudioso de las amenazas totalitarias a la democracia).

El volumen comienza con un káiser que abdica, un frente roto, columnas de soldados que regresan a casa, oficiales sin escrúpulos, conspiradores que desean mantener sus privilegios y masas populares que, acostumbradas a la obediencia al sistema que han vivido desde los tiempos de Bismarck, se debaten entre la revolución y la angustia.

Todos van a confluir en una capital que pronto verá sus adoquines teñidos de un color terroso. Socialistas, conservadores, espartaquistas, el Freikorps

Hay nombres que enseguida conocemos, destacados en cualquier ámbito de la política, el arte, la literatura, la música, la ciencia…

Rosa Luxemburgo camina por estas páginas. Ebert y Rathenau. Ludendorff y Hindenburg. Y también Planck y Einstein. Y Gropius, Mies van der Rohe, Lubitsch, Dietrich, Brecht, Zweig… Muchos, muchos más.

Piatigorsky arrastra su violonchelo, huyendo de la Rusia bolchevique. Toca el Pierrot Lunaire de Schönberg en un café, donde le descubre Furtwängler. Serkin quiere estudiar piano con Busoni, ya muy enfermo. Schnabel prepara la primera grabación integral de las sonatas de Beethoven. Menuhin da un concierto con la Filarmónica a sus doce años. Apogeo del cabaré.

Los firmantes de la Constitución de Weimar lo intentan, pero sus manos están sujetas con grilletes. El Tratado de Versalles es duro, la hambruna golpea a orgullosos y débiles.

En su frenesí, la gente pagaba millones e incluso miles de millones de marcos por relojes de cuco o zapatos inservibles, es decir, cualquier artículo que se prestara al trueque. El famoso director Bruno Walter tenía que suspender sus ensayos a mitad de una sinfonía para participar en la cotidiana estampida del mediodía.

Un antiguo cabo aglutina almas bajo la maldad de su bandera roja, negra y blanca. Envía a su mano derecha, un hombre que años más tarde preguntará a gritos en el Reichstag si los alemanes quieren la guerra total, a dirigir su movimiento y verter invectivas en el Berliner Arbeiter Zeitung.

Lo amoral se convierte en lo cotidiano.

Y nuestros ojos se adentran en un mundo de donde no pueden despegarse, mesmérico, atrapados por los sombríos resplandores de su fuego fatuo.

Buscad, buscad, hacedme caso. Tras esas llamas, Antes del diluvio merece resurgir de las cenizas.


jueves, 19 de septiembre de 2024

Pimiango (XXIII)

Muro representativo de Pimiango

Abro el correo y voy leyéndolo, al principio apenas con un punto de curiosidad.

Hasta que esa emoción muda su hábito, convirtiéndose en un ansia irrefrenable. ¡Sí! ¡Tengo que acudir a la llamada!

Billetes de tren, de autobús, instancias legales para escapar de la oficina, calcetines arrojados aprisa a la maleta…

Una palabra resuena por dentro como campanas de iglesia. Abandono aperos y arado, ciño Tizona en dientes, en paladar, en lengua.

Una sola palabra: cóctel.

Y, quinientos kilómetros más allá, canapés de chistorra, volovanes rellenos de pimiento con atún, triángulos de gamonéu del valle o del puerto comienzan a temblar. Intuyen su fatal destino.

¿Encuentro de escritores y críticos de las letras españolas en Verines? ¿Cuarenta años de creación y diálogo? ¿En busca de la diversidad?

¿Bernardo Atxaga, Ricardo Menéndez Salmón, Jordi Sierra i Fabra, Ana Merino, Ángela Segovia, Antonio Orejudo…?

Vale, vale, ya que vienen a hacer la presentación a Pimiango, no pierdo la ocasión de colarme. A ver con quién puedo charlar luego un rato.

Hay filas de botellas bordelesas con néctar rojo, hay pan de pasas recién horneado, hay milhojas de postre…