lunes, 26 de diciembre de 2011

Roma y los bárbaros

Portada del libro Roma y los bárbaros, de Terry Jones.

Título y autor/a:Roma y los bárbaros, de Terry Jones y Alan Ereira.
Clave de lectura:Están locos estos romanos. ¿Y sus adversarios?
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Excelente imagen multifacética del mundo antiguo.
Música:La vida de Brian (Always Look on the Bright Side of Life), de Monty Python ♪♪♪

Vamos a ver: aparte del vino, los acueductos, el alcantarillado o el orden público, ¿qué más nos han traído los romanos?

Si queremos reconstruir la historia de la toga y el faldellín desde una perspectiva amplia, sin limitarnos al relato chulesco del veni, vidi, vici, deberíamos dar voz también a sus adversarios. Saber quiénes eran, cómo vivían, cuáles fueron las consecuencias del choque…

¿Qué mejor para ello que seguir a la calabaza? O, lo que es lo mismo, preguntarle a una figura versada en el tema como la señora Cohen. ¡La mismísima madre de Brian!

En su vida civil, nacida como Terry Jones.

Miembro fundador de los Monty Python, Jones estudió en Cambridge (en el grupo había tres de Cambridge, dos de Oxford y uno que iba por libre: ¡disidente!). Credenciales de peso que lo ayudaron a convertirse en un respetado historiador.

Lo demuestra en este libro, escrito en colaboración con Alan Ereira: Roma y los bárbaros.

Ofrece en él noticia de los celtas, por ejemplo: navegantes, mercaderes, orfebres, campesinos... Construyeron una red de calzadas. Comerciaron entre Iberia e Irlanda. Sus escudos y carros fueron plagiados descaradamente por las legiones.

Entre los britanos, otro grupo con capítulo propio, la mujer tenía los mismos derechos que el hombre. Y eran más feroces en batalla, recordemos sin más a Boudica.

Ah, las tribus germánicas: gente campechana, con una idea de la guerra basada en la pura competición deportiva. Partidarios de la igualdad social, repartían las tierras rotatoriamente cada año.

No olvidemos a los dacios, reino próspero donde los haya a nivel técnico, artístico y filosófico. La columna de Trajano ilustra un triunfo más que trabajado sobre ellos.

Muchos más aparecen en estas páginas: sofisticados helenos, tolerantes persas, hábiles partos, incomprendidos vándalos, godos compasivos, alegres pastorcillos hunos, etc. Todos descritos con gran provecho para obtener esa imagen multifacética del mundo antiguo que señalaba hace unas líneas.

Así que os dejo, espero que entretenidos. Yo me voy a tomar algo con mi amigo Pijus Magnificus y su esposa. Ay, ¿cómo se llamaba? Era algo así como…


El ejército de Boudica tuvo entera libertad para reducir el lugar a cenizas, y en la actualidad la única prueba material que queda de aquel primitivo centro comercial romano llamado Londinium es una capa de arcilla roja quemada de veinte centímetros.

martes, 20 de diciembre de 2011

Dos versiones de la misma escena

Proyector de cine antiguo.

Nada más entrar en el local, nuestras miradas se cruzaron. Yo llevaba un esmoquin blanco y ella un vestido de noche, acariciado por la brisa.

Se acercó con pasos lentos, felinos, la melena como una cascada sobre su espalda.

Cuando llegó hasta mi mesa, el mundo quedó en suspenso. Las notas del piano y el bajo comenzaron a sonar.

Ella cantó. Sus labios cantaron sólo para mí.

¡Corten!

Pero, ¿pero cómo que corten? Si ya me había metido en el papel…

Que no, que no. Esto no está quedando realista. ¿Qué te crees, que es una de James Bond? Vamos a rodar otra vez la escena, a ver si ahora la cuentas mejor.

¡Acción!

Nada más empezar a cenar, se acercó taconeando con unas botarras que no pegaban ni con cola al clima tropical.

Ni tampoco la falda de cuero, ni los leggings, ni nada de lo que vestía con escaso gusto, francamente.

Cuando llegó hasta mi mesa, el tipo de los teclados y el del bajo, que por desgracia no andaban lejos, se pusieron a desafinar.

A continuación, ella cantó, con voz de tiza puntiaguda arañando una pizarra y repitiendo unos estribillos inaguantables como cuarenta veces.

Que cantó, digo...

Vaya cenita me dio la tía.


martes, 13 de diciembre de 2011

Operación Noche y niebla

Portada del libro Operación noche y niebla, de Elisabeth Szel

Título y autor/a:Operación Noche y niebla, de Elisabeth Szel.
Clave de lectura:La lucha de Wallenberg en la Budapest ocupada por los nazis.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Prefiere la agilidad narrativa a la profundidad psicológica.
Música:Kaddish, de Sonia Wieder Atherton ♪♪♪

Fue en la última Feria del Libro de Madrid, mientras mis ojos escrutaban los títulos alineados dentro de la caseta húngara, cuando se detuvieron en Operación Noche y niebla, de Elisabeth Szel.

Por su envejecido aspecto, no debía de ser una edición reciente. Abrí un ejemplar y lo corroboré: medio siglo desde que salió de imprenta. Me dijeron que había sido la propia autora quien los trajo.

En su interior aparecía el subtítulo: El caso Wallenberg.

El caso Wallenberg... ¡Claro, ya me acuerdo! Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que desapareció a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Destinado en Budapest durante 1944, Wallenberg consiguió salvar a miles de personas perseguidas por los nazis y sus aliados locales del partido de los flechas.

Para ello utilizó todo tipo de métodos, desde concederles salvoconductos como ciudadanos de Suecia y refugiarlos en edificios «anejos» a la embajada, hasta sacarlos literalmente en su automóvil de las columnas de deportados hacia los campos de exterminio.

El misterio surgió cuando entraron las tropas soviéticas. La versión más extendida cuenta que nuestro hombre fue encerrado en la cárcel moscovita de Lubyanka. Pese a las posteriores indagaciones y presiones internacionales, nunca se volvió a saber de él.

Szel construye esta novela alrededor de su figura, en la que le muestra como «un héroe, generoso, romántico, audaz, increíble». Su oponente es el siniestro Adolph Eichmann, responsable de ejecutar la solución final en el país centroeuropeo.

Junto a ellos, muchos personajes reales, alemanes, suecos, húngaros, hoy anónimos o que figuran en los libros de historia.

La confrontación pasa por salones palaciegos, despachos de la Gestapo, cabarés regentados por agentes dobles, centros de detención de los flechas y las calles e incluso tejados de una ciudad cercana al paroxismo.

Ambos enemigos se conocen perfectamente e intentan adelantarse al próximo paso del otro, tal como demuestran en sus encuentros oficiales, cada vez más amenazantes.

Tensión que se mantiene hasta el 17 de enero de 1945, aquel último día.

Bien, aunque la escritura peque de candidez, sacrificando la profundidad psicológica en aras de la agilidad narrativa, el conjunto resulta interesante sobre todo por su valor testimonial. Personalmente recomiendo su lectura.

La de relatos así perdidos que habrá por el mundo, aguardando una pequeña resurrección en nuestras manos...


Con dolorosa decisión se metió rápidamente dentro del coche y arrancó con gran estrépito, partiendo velozmente. El corazón de Kati palpitaba mirando perderse en la lejanía el automóvil, que desapareció en pocos momentos. «Volveré»…

sábado, 26 de noviembre de 2011

Intimidad

Portada del libro Intimidad, de Hanif Kureishi

Título y autor/a:Intimidad, de Hanif Kureishi.
Clave de lectura:¿La quiero? ¿No la quiero? ¿Me quedo? ¿Me voy?
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Me parece que se atasca un poco.
Música:The Winner Takes It All, de ABBA ♪♪♪

En su novela Intimidad, Hanif Kureishi viene a darle el milésimo repaso a ese tema tan sencillo y tan complicado de las relaciones de pareja.

Todo comienza, en palabras de Jay, el protagonista, «la noche más triste». Dentro de unas horas, cuando su esposa Susan vaya a trabajar, piensa abandonarla a ella y a los niños.

¿Se atreverá a hacerlo? ¿De qué manera siente él un matrimonio que para nadie más presenta síntomas de crisis? ¿Es que ya no se aman?

Las preguntas van sucediéndose. Recuerda, duda, razona, intenta justificarse a sí mismo, porque no está seguro de si las causas en realidad existen o es que simplemente todo en la vida ha de tener un comienzo y un final.

Con estos mimbres ya se anticipa cierta densidad en la trama, a riesgo de que a veces se convierta en un pequeño lío, con excesivos giros sobre las mismas ideas.

O quizá sea Kureishi quien busca ese efecto de forma premeditada, para trasladarnos la confusión que atormenta al personaje.

En cualquier caso, a mí me costó un poco zambullirme, aunque reconozco que la obra tiene sus virtudes. De hecho, el librero me felicitó por haberla elegido cuando la compré.


¿Ve ella algo diferente en mi cara hoy? ¿Ya me he puesto en evidencia? Debo de parecer hundido. Normalmente, antes de verla me preparo dos o tres posibles temas, como si nuestras conversaciones fuesen exámenes. El caso es que me acusa de que cuando estoy con ella no abro la boca. Si supiera cómo tartamudeo interiormente.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cómo me quedé calvo

Portada del libro Cómo me quedé calvo, de Arnon Grunberg

Título y autor/a:Cómo me quedé calvo, de Arnon Grunberg.
Clave de lectura:Otro que quiere enamorarse locamente.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Aprobadillo justo.
Música:Tritsch Tratsch Polka, de Johann Strauss hijo ♪♪♪

Presentemos a Marek, el personaje principal de Arnon Grunberg en su novela Cómo me quedé calvo.

Marek es un poeta y estudiante de filosofía que anhela experimentar un amour fou, loco, total, desatado, en el que su fuego vital roce el infinito.

Como todo el mundo, claro.

Pero, aparte de la timidez, va a tener ciertos problemillas. El primero es de imagen: la progresiva alopecia. Y el segundo, bastante peor. Su... su... eso... no está en proporción con el resto de su cuerpo. Una cuestión de centímetros.

Así comienza un relato de desventuras con continuos saltos en el tiempo, entre el presente y los años en que las ondas castañas aún adornaban la cabeza del protagonista.

Los demás miembros de la familia, padre, hermanos y madrastra, tampoco le ayudan mucho, inmersos en sus propias rarezas. Y el ambivalente recuerdo de su madre, desaparecida al resbalar durante una excursión alpina, le acompaña como una sombra.

¿Conseguirá conocer a la chica de sus afanes?

Sin que me parezca malo, tampoco creo que funcione al cien por cien. Va desinflándose cuando aún quedan un montón de páginas por delante y ni siquiera el misterio sobre la muerte de la madre trae de nuevo expectación.

Un aprobadillo para premiar el original planteamiento de inicio.


En el primer encuentro ya me tortura la idea de decepcionar a la otra persona. La tortura es de tal calibre que la cosa suele quedarse en un primer encuentro. Si deseo a la otra persona, lo sufro en silencio. Y preferiblemente a mil kilómetros de distancia o veinticinco años después. O mejor aún, con la muerte de por medio.

martes, 11 de octubre de 2011

Elogio del amor

Portada del libro Elogio del amor, de Alain Badiou

Título y autor/a:Elogio del amor, de Alain Badiou.
Clave de lectura:Análisis de la naturaleza y consecuencias del amor.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Salvo tramos confusos, es un texto de calidad.
Música:Diez melodías vascas (VI.Amorosa), de Jesús Guridi ♪♪♪

Hoy comentaremos Elogio del amor, del filósofo Alain Badiou. Un ensayo estructurado en forma de diálogo con el periodista Nicolas Truong.

En El amor amenazado, Badiou analiza los eslóganes publicitarios de cierta agencia para encontrar pareja por Internet: «Tenga amor sin azar», «Se puede estar enamorado sin caer enamorado» o «Puede usted perfectamente estar enamorado sin sufrir por ello».

De ahí advierte que no es posible evitar a toda costa las equivocaciones. Medir, calcular, encerrarnos tras las rejas de una presunta compatibilidad matemática elimina toda poesía existencial. Para alcanzar el premio del éxito, tenemos que arriesgarnos al fracaso.

A continuación, en Los filósofos y el amor, reflexiona sobre la presencia de esta idea en la historia del pensamiento. No excesivamente destacada, a su entender, pese a tratarse del centro de los anhelos del ser humano.

Diferencia entre tres corrientes: la romántica, que considera el éxtasis del encuentro como principio y fin en sí mismos; la comercial, por la que «individuos libres declaran que se aman», prestando atención a las ventajas que pueden obtener a cambio; y la escéptica, que hace del amor una simple ilusión, un maquillaje del deseo físico.

El tercer capítulo, La construcción amorosa, defiende que el amor no se realiza plenamente en la inmediatez, sino a largo plazo. Se trata de una «aventura obstinada» para vencer los obstáculos.

Más adelante, en La realidad del amor, aclara que el Dos no supone eliminar la diferencia, que no nos fusionamos en un solo ente, y es ahí donde radica el gran misterio: contemplamos la vida de manera única pero a través de una mirada doble.

Amor y política: reconozco que aquí no me resulta tan sencillo resumir el contenido. Se embrolla.

Como puente entre ambos conceptos, en política se estudia «de qué son capaces los individuos cuando se reúnen, se organizan, piensan y deciden».

Y llegamos a Amor y arte, otro apartado de difícil ilación dentro del discurso. Para ilustrarnos, recurre a muestras de Rimbaud, Breton, Marivaux, Pessoa, Vitez o Beckett. Una especie de análisis sobre ética y estética.

La conclusión sigue incidiendo en esta curiosa deriva, mediante un repaso a la actualidad política francesa: Sarkozy, con los precedentes de Pétain o la restauración de 1815, se enfrentaría al periodo revolucionario, la comuna y mayo del 68, al igual que el amor obediente a la «lógica y la seguridad» se opone al «transgresor y heterogéneo».

Salvo estos tramos confusos, Elogio del amor es un texto de calidad. Intenta dejar atrás tanto el idealismo como el realismo extremos y, no obstante, se nutre de esperanza, optimismo, de alegría incluso.

Si tenéis la oportunidad de leerlo, no lo dudéis.


El amor no consiste sólo en el encuentro y las relaciones cerradas entre dos individuos; es también una construcción, una vida que se hace, no desde el punto de vista del Uno, sino desde el punto de vista del Dos.

lunes, 3 de octubre de 2011

Cada siete olas

Portada del libro Cada siete olas, de Daniel Glattauer

Título y autor/a:Cada siete olas, de Daniel Glattauer.
Clave de lectura:Continúan los desvelos de Contra el viento del norte.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Mantiene el tipo.
Música:El piano (Big my Secret), de Michael Nyman ♪♪♪

Si recordáis, al final de Contra el viento del norte nos habíamos quedado en una disyuntiva. Daniel Glattauer dejaba a Leo expatriándose a Boston y a Emmi en la vieja Europa.

Todo por no haberse atrevido a acudir a aquella cita para conocerse en persona.

Pues bien, la continuación, Cada siete olas, nos ofrece algunas respuestas: Leo ha vuelto, y cuando Emmi consigue ponerse en contacto con él sin que el servidor de correo le devuelva el mensaje, retoman su relación epistolar.

Ninguno ha olvidado lo que sentían o creían sentir, sólo que... él no ha vuelto solo. Y ella sigue casada.

Nuevamente el intercambio de ideas, comentarios, opiniones, dudas, hasta que por fin se deciden al encuentro real, con el resultado inmediato que cabía esperar, pero que tampoco resuelve nada de nada.

Y así transcurre el libro, a base de desnudar metafóricamente a los protagonistas y hacer que se enfrenten a sí mismos.

¿Cómo acabará la historia? ¿Cómo explicarles a sus respectivas parejas, que al fin y al cabo también tienen sentimientos, cuánto se necesitan? ¿Lo entenderán?

Quizás el único punto «dudoso» para la verosimilitud sería el lenguaje, desde luego bastante más elaborado que el habitual en el correo electrónico, pero tampoco es algo de lo que quejarse.

Por lo demás, mantiene el tipo. Incluso diría que Glattauer enriquece la trama mejor que en la primera parte, gracias a la permanente presencia de terceros en la sombra. A leer.


Bien, poco a poco el Leo virtual vuelve a imponerse. Si alguna vez llegas a ventilar tu armario emocional, piensa en Emmi, la que ironiza con seguridad sobre su inseguridad.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Vienen a decirme…

Velas para el recuerdo.

Vinieron a decirme que estabas muy enferma, que desde tu cama, tras años de lucha, tus ojos miraban ya apagados.

Y yo sólo veía imágenes de vida. Sonrisas ante la cámara. Alegría rodeándote. Un ramo de flores blancas. También tú vestida de blanco.

Ahora, vienen a decirme que...


jueves, 15 de septiembre de 2011

El fútbol a sol y sombra

Portada del libro El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano

Título y autor/a:El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano.
Clave de lectura:¡Fútbol!
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Nos transporta a cada momento que describe.
Música:Himno del Centenario del Real Madrid ♪♪♪

No sé si habrá mucha polémica, pero esta es mi decisión inapelable: penalti a favor de El fútbol a sol y sombra. Chuta Eduardo Galeano.

Tenemos aquí un conjunto de artículos que glosan múltiples aspectos del balompié, desde la más simple anécdota que ocurrió en tal o cual partido hasta la mística cuando millones de personas alcanzan una comunión de fervor al final de los noventa minutos.

Si bien cada uno presenta un grado de interés variable, la verdad es que la mayoría consigue transportarnos al momento que describen: un remate de Pelé, una parada de Zamora, una jugada gloriosa de algún jugador olvidado de los tiempos del blanco y negro... Gran mérito de la prosa apasionada del autor.

Pero lo más curioso es que ni siquiera hay que ser practicante activo de la religión pelotera para disfrutar de estas historias. Porque son como parábolas extrapolables a cualquier aspecto de la vida: la gloria efímera, el valor del esfuerzo, el triunfo de lo inesperado...

Todas las pasiones humanas acaban viéndose reflejadas en la cancha, listas para jugar el partido.

¡Goooooooool!


Entonces Nolo se detuvo. Y allí, parado, se puso a pasear la pelota de un pie a otro, de uno a otro empeine, sin que ella tocara el suelo. Y los adversarios balanceaban la cabeza de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, todos a la vez, hipnotizados, clavada la vista en el péndulo de la pelota. Duró siglos aquel vaivén, hasta que Nolo encontró el hueco y de pronto disparó: la pelota atravesó la muralla y sacudió la red.

martes, 6 de septiembre de 2011

El libro de las maravillas

Portada de El libro de las maravillas, de Lord Dunsany

Título y autor/a:El libro de las maravillas, de Lord Dunsany.
Clave de lectura:Fantasías de un pionero fundamental.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Susurra arcanos de significado y antigüedad inconcebibles.
Música:Legend, de Jerry Goldsmith ♪♪♪

Un barco pirata navega, tensas las jarcias, por las arenas del desierto africano. ¿De qué huye? Un mago, harto de los insufribles ruidos de Londres, encarga a su acólito que le procure el ingrediente necesario para hacerlo desaparecer.

Los nómadas que intentan robar la Caja Dorada se miran entre sí aterrados, porque saben «quién» acaba de encender la luz en la cámara superior. El señor Thomas Shap, rutinario comerciante de la city, ve cómo su vida sufre drásticos cambios tras coronarse en sueños rey de Larkar.

En cierta tienda de cierto callejón, los clientes acuden a intercambiar sus males, aunque quizá no deberían alegrarse demasiado con el resultado del trueque. Un ídolo milenario, acostumbrado a que todos se postren a sus pies, comienza a sufrir celos de la nueva imagen que los sacerdotes han colocado a su lado en el templo.

Escuchemos la profecía, entre sones de arpa, sobre la eterna búsqueda de la ciudad de Carcasona. El viento nos trae nombres como Bethmoora o Poltarnees, la que mira al mar, de donde ningún hombre que haya viajado desde las tierras interiores ha vuelto jamás.

Estas son algunas de las historias ocultas tras las tapas de El libro de las maravillas, de Edward John Moreton Drax Plunkett, más conocido para el lector por su título de nobleza: el decimoctavo barón Lord Dunsany.

Cuentos breves, oníricos, subyugantes, salidos de una imaginación que comenzó a llenar los odres de lo que hoy se conoce como literatura fantástica.

Admirado por Tolkien, reconocido por el mismísimo Lovecraft como una de sus más fuertes influencias, la voz de Dunsany nos susurra arcanos de significado y antigüedad inconcebibles.

Relatos que desearemos leer con los ojos entrecerrados junto al vivificador fuego de una posada, mientras fuera… quizá algo con lo que no conviene encontrarse merodea en la oscuridad.

Esta añeja historia tenía muchos años honorables cuando los lecheros llevaban sombreros de piel de castor, su origen era todavía un misterio cuando las batas blancas estaban de moda, los hombres se preguntaban unos a otros cuando los Estuardo estaban en el trono (y sólo la Antigua Sociedad sabía la respuesta) por qué el lechero se estremece cuando divisa la aurora.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Via dell'...

Via dell'Amore en Pienza.

Es una calle que muchos buscan. A veces, deambulando por callejones que vagamente se le parecen.

Otros no. Llegan a ella de forma inesperada y simplemente entran.

Aunque hay quienes la evitan. Tienen miedo a caminar por ella.

Puede ser arriesgado, es cierto, porque nunca se divisa adónde conduce. Y la respuesta no figura en ningún mapa.

Incluso con la luz del día más transparente, cuando nada puede ocultarse detrás de las esquinas, en alguno de sus recovecos, hay quienes se asoman a ella con recelo, a través de ventanas con vidrios emplomados.

En el familiar silencio de sus casas, se saben seguros.

No abren las cerraduras. No cruzan los umbrales. No muestran la llave a nadie.

Y la vida pasa silbando como el viento. Y no vuelve atrás, jamás vuelve atrás, en Via dell'...


lunes, 1 de agosto de 2011

Uno, dos, tres

C.R. MacNamara, el gerente de Coca-Cola en Berlín Oeste, tiene algún que otro problemilla.

Su mujer suspira por que le destinen a Atlanta, la sede central de la compañía, después de haber vivido como trotamundos durante años.

Cada vez que se cruzan con él, sus empleados hacen un irritante honor a la fama de cabezas cuadradas prusianos. Taconazo al canto.

La misión comercial rusa intenta birlarle a fräulein Ingeborg, su secretaria.

Y para colmo, Scarlett, la casquivana hija del director general, a quien han dejado a su cargo, se aventura constantemente al otro lado de la Puerta de Brandemburgo para encontrarse con Otto, comunista convencido con quien se ha casado en secreto y que pretende llevársela a Moscú.

Ahí es donde se demuestran las dotes de mando, en las situaciones críticas.

Uno, conseguir el ascenso y que le trasladen a Londres, Atlanta es sólo para fracasados.

Dos, atender debidamente a su secretaria, añadiendo «gabelas» a su sueldo, como ese modelito de alta costura que la tiene encandilada.

Tres, convertir al fiel seguidor de las consignas del partido a las mieles del capitalismo. Quizá, si le hiciera pasar por un refinado aristócrata, calmaría el disgusto de sus suegros.

En Uno, dos, tres, Billy Wilder nos regala una obra maestra. A base de humor inteligente, se mofa de todo y de todos: la guerra fría, la incorruptibilidad de «los ideales», los tópicos alemanes, rusos, norteamericanos...

Tiene frases geniales, como cuando Scarlett, que está embarazada, discute con Otto sobre el porvenir de su vástago:

Cuando cumpla dieciocho años dejaremos que decida qué quiere ser, si un capitalista o un comunista rico.

Y, por supuesto, no podemos pasar por alto la celebérrima secuencia sobre técnicas de negociación empresarial, al animado ritmo de la Danza del sable de Khatchaturian. Simplemente, disfrutemos...


lunes, 25 de julio de 2011

En la Armada

Buque de guerra y pescador.

Venga, a ver quién de los dos pesca primero un submarino...


lunes, 18 de julio de 2011

Una mente maravillosa

La crítica más recurrente que le hacen a James Horner es su «autoinspiración». Aparte de inspiraciones ajenas, como la familiaridad entre uno de los temas principales de Willow y la Sinfonía Renana de Schumann.

Resulta indiscutible reconocer varios leitmotiv en más de una banda sonora del premiado compositor. Por ejemplo, esa secuencia de cuatro notas que indica «peligro cerca» y que nos pone a todos automáticamente en alerta.

Sus defensores aducen que lo hace aposta. Sería imposible no notarlo, así que debe de ser un efecto buscado. El porqué ya pertenece al reino de la especulación psicológica (o quizá al de la comodidad de cobrar el cheque).

La polémica se repite entre las músicas de El hombre bicentenario y Una mente maravillosa.

Aun así, yo al menos no puedo decir otra cosa: a mí me gusta. Con los juegos de la voz, esas figuraciones de las maderas, la entrada del piano, de las cuerdas…


lunes, 11 de julio de 2011

El corazón de las tinieblas

Portada del libro El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad

Título y autor/a:El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
Clave de lectura:El horror, el horror...
Valoración:✮✮✮✮✮
Comentario personal:Inolvidable.
Música:The End, de The Doors ♪♪♪

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, es una lectura inolvidable.

Charlie Marlow relata lo que ocurrió años atrás a bordo de un bote de vapor. Su misión era remontar el río Congo para encontrar al señor Kurtz, tratante de marfil.

Las imágenes acuden vívidas a su mente, como si de nuevo se encontrara allí.

Kurtz... Personaje misterioso y admirado. Nadie había conseguido antes unos resultados comerciales tan espectaculares. Y tampoco nadie pregunta de qué manera lo hace.

Una selva brutal y profunda se abre a proa y se cierra de nuevo nada más pasar.

Van quedando atrás las factorías en las riberas, habitadas por colonos que deben enseñar a las hordas de nativos a abolir sus bárbaras costumbres.

Colonos que, según avanzan hacia el interior, muestran cada vez más signos de agotamiento. Físico y sobre todo... moral.

Y el nombre de Kurtz continúa creciendo, inmenso, como el de un dios esperándolos en su destino.

Hasta que, una vez alcanzado, lo que encuentran allí es...


No había consejos prácticos que interrumpieran aquella mágica corriente de frases, a no ser que una especie de nota al pie de la última página, garabateada evidentemente mucho más tarde, con mano temblorosa, pueda considerarse como la exposición de un método. Era muy simple y, tras toda aquella emocionada apelación a todo tipo de sentimientos altruistas, te dejaba atónito, te cegaba, y era aterradora, como un rayo en un día despejado: «¡Exterminar a todos los salvajes!».

jueves, 30 de junio de 2011

Jesús me quiere

Portada del libro Jesús me quiere, de David Safier

Título y autor/a:Jesús me quiere, de David Safier.
Clave de lectura:El amor se aproxima. Y el fin del mundo.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Un relato simpático.
Música:Too Much Heaven, de Bee Gees ♪♪♪

Demos paso sin más a Jesús me quiere, de David Safier.

Marie, la figura femenina de la novela, está hecha un lío en el tema afectivo. Aún se acuerda (con pensamientos enfocados en la castración) de Marc, su penúltimo novio, que la engañó con una azafata de la talla treinta y cuatro.

Y acaba de dejar plantado a Sven justo cuando le estaban preguntando eso de «¿quieres a este hombre como esposo?».

Pero bueno, la vida te da sorpresas, debe de pensar cuando al día siguiente del fiasco conoce a alguien especial: amable, sensible, una persona que piensa sinceramente en los demás... De pinta un poco hippy. Carpintero de profesión.

En la primera cita se entera de quién se trata en realidad. Carpintero, sí, pero de filiación divina.

Lo peor no es haberse enamorado de él, sino el poco tiempo que quizá dure esta nueva relación. Porque, si no consigue persuadirle de que nos merecemos otra oportunidad, el próximo martes está previsto que llegue el fin del mundo.

Ya en Maldito Karma Safier nos ofrecía un relato simpático. Pues bien, Jesús me quiere presenta una fórmula similar, con personajes que se mueven entre nosotros sin que lo advirtamos.

El propio Creador, por ejemplo, transmutado en Emma Thompson, o Gabriel, que por amor a una mortal ha renunciado a su elevado rango dentro de la jerarquía celeste.

Y ese que recluta alternativamente con los rasgos de George Clooney o Alicia Keys a los mejores candidatos a jinetes del Apocalipsis, ¿no huele algo a azufre?


Sin embargo, Joshua no era el único que debía arrinconar el hecho de que era el Hijo de Dios, yo también tenía que hacerlo. Claro que, tratándose de hombres, yo era capaz de pasar por alto algunas cosas: ante los continuos flirteos de Marc con otras mujeres o con la desagradable costumbre de Sven de cortarse las uñas de los pies en la sala de estar, siempre había hecho la vista gorda.

lunes, 13 de junio de 2011

Breve historia de un amor eterno

Portada del libro Breve historia de un amor eterno, de Szilárd Rubin

Título y autor/a:Breve historia de un amor eterno, de Szilárd Rubin.
Clave de lectura:Nacimiento y muerte del amor en la Hungría de posguerra.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:El final algo flojo, el resto bien.
Música:Árny és fény, de Nox ♪♪♪

Hoy tenemos por aquí a Szilárd Rubin y su Breve historia de un amor eterno.

Attila y Orsolya disfrutan de una pasión juvenil tras la Segunda Guerra Mundial, aunque las circunstancias parezcan darles la espalda.

Porque la familia de ella pertenece a la antigua nobleza, mientras él saluda con ardor proletario a los rusos que vienen a imponer un nuevo orden.

Pero, ¿qué pueden importar las normas sociales, antiguas o modernas, a una pareja que sólo sabe de juegos? En compañía de sus amigos, todos estudiantes que desean recuperar la alegría bohemia, ambos aprenden a conocerse.

Y va pasando el tiempo. En cada capítulo surgen cuadros de una obsesión mutua cada vez más profunda.

Noviazgo, separación, matrimonio, divorcio... Attila lo confiesa: no puede vivir sin Orsolya. Y ella, por su parte... Ella le ama. Y le odia.

Para condensarla en una sola frase, calificaría a esta novela como una crónica de la destrucción del amor, de la inocencia en las relaciones, hasta que los protagonistas se convierten en verdugos a la par que víctimas.

Me ha gustado, aunque quizá el final quede demasiado impreciso. Ya sabéis: una vez más, a leer.


Algo había muerto en ella, eso era seguro. Aunque estuviera completamente muerta no la soltaría de mis brazos, no dejaría que la enterraran. Sabía lo que tenía que hacer para que siguiera siendo mía aun con el corazón parado. ¡Mi talento pasará la prueba que Orsolya no ha conseguido pasar! Cometa contra ella el pecado que cometa, me será fiel; aunque la ensucie, se purificará.

jueves, 9 de junio de 2011

En la arena

El Coliseo de Roma.

Lo que más recuerdo es la luz, aquella luz brillante. El calor me hacía sudar.

Y recuerdo también a la plebe, agolpándose a ambos lados. Recuerdo sus facciones deformadas por el ansia. Ansia por ocupar un buen sitio, por acercarse a nosotros hasta casi tocarnos. Ansia por que saliéramos al fin a la arena.

Se hizo un breve silencio, teatral. El orador se adelantó y anunció al público lo que iban a presenciar. Para eso habían venido, ¿no es verdad? ¿Querían divertirse? Pues no se irían defraudados.

A continuación, con un gesto de cabeza, nos dio la señal. De dos en dos, tal como nos habían enseñado, comenzamos el desfile.

En este conjunto, la chaqueta azul de corte cruzado se realza con cordones en hilo de plata. El pantalón gris marengo y el jersey blanco de cuello vuelto aportan una nota marinera de gran frescura.

Qué vergüenza, por favor. Ah, pero las fotos que pueden comprometerme están bien guardadas. Nadie vendrá a acusarme, nadie será capaz de airear esos trapos sucios de mi pasado.

Aquella ominosa ocasión cuando me dijeron: mira al frente, cuida el paso y sobre todo, sonríe, sonríe, no dejes de sonreír. Y encendieron los focos.

Aún me pregunto por qué me eligieron a mí para desfilar por la pasarela. Puestos a buscar niños a quienes embutir en la última moda de trajes de primera comunión y exponerlos a los pulgares aprobatorios, supongo que debía de haberlos con aspecto mucho más mono...


lunes, 9 de mayo de 2011

El germen

Portada del libro El germen, de Mike Resnick

Título y autor/a:El germen, de Mike Resnick.
Clave de lectura:El mundo del futuro se encuentra con las profecías del pasado.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Imaginativo... y mesiánico.
Música:Metallic Rain, de Vangelis ♪♪♪

Año 2047: preparémonos ante el panorama que imagina Mike Resnick en El germen.

Gracias a la tecnología, la población mundial tiene sus necesidades básicas cubiertas. Ni siquiera hay que trabajar demasiadas horas.

Por lo tanto, la industria del ocio se ha convertido en la más próspera, a cambio de ofrecer novedades continuas al consumidor. Y Salomon Moody Moore muestra gran perspicacia para llenar el mercado de emociones. Especialmente, las ilegales.

Cabeza del mayor imperio mafioso de Chicago, no se toma a bien que un circo recién llegado a la ciudad refunfuñe a la hora de contratar sus «servicios». Cuando sufre un atentado, su humor empeora aún más.

Las indagaciones para descubrir al culpable apuntan a Jeremías el G., un tipejo de poca monta. Se ordena su busca y captura.

Sin embargo, este parece disfrutar de una suerte que sobrepasa lo verosímil. Después de muchas vueltas y revueltas, Salomon llega a entenderlo. Las pruebas están ahí, aunque se resista a creerlas: su oponente es... el Mesías.

Amoral, bebedor, estafador, polígamo... ¿Conseguirá Jeremías ser reconocido como señor teocrático del orbe? ¿Será capaz Salomon de impedir que se cumplan las antiquísimas profecías o quizás él mismo ha de cumplir un papel fundamental en ellas?

¿Volverá a aparecer la zarza ardiente para dar explicaciones?

Qué bueno...


Pero al cabo de pocos meses sus principales negocios sufrieron pérdidas del treinta por ciento o más, y Sueños Hechos Realidad, que había florecido hasta convertirse en saludable fuente de ingresos con sucursales en once estados, se hallaba prácticamente en bancarrota, puesto que el populacho prefería comprar sueños a un Mesías antes que a un rey del crimen.

viernes, 29 de abril de 2011

Lux aeterna...

Columpios vacíos.

Tenía muy pocos años.
Muy pocos.
Le faltó vivir miles de días nuevos.
La última vez que la vi, corría con otros niños.
Y algo era diferente a los demás.
En su cabecita, los cabellos estaban hechos de luz.
De luz transparente.
Invisible.
Una cabecita de sueños. De risas.
De coraje ilimitado.
No había, no podía haber rendición.
Y ahora...

Nuestros ojos ya no son nuestros ojos.
Son lagos de sal.
Una gota de sal por cada día hurtado.
Y ahora...
¿Qué nos queda, ahora?
Ese velo roto...
Y todo lo que somos, ¿se derrama?
¿Desaparece?
¿Así, de repente?
¿Dónde estás?
Pequeña...
¿Dónde estás?


martes, 26 de abril de 2011

Triple

Portada del libro Triple, de Ken Follett

Título y autor/a:Triple, de Ken Follett.
Clave de lectura:Intriga, tiros, carreras, micrófonos, traiciones...
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Nos mantiene pegados a sus páginas.
Música:Munich (Hatikvah), de John Williams ♪♪♪

Nat Dickstein es un agente israelí encargado de una difícil misión: conseguir uranio para fabricar la bomba atómica.

Nadie debe averiguar sus intenciones. Porque estamos en el año 68 y Oriente Medio es un polvorín que puede volver a estallar en cualquier momento: egipcios, sirios, palestinos...

Y los rusos haciendo de las suyas para que la zona caiga definitivamente bajo su influencia.

Es la trama que propone Triple, de Ken Follett.

Dickstein tiene un pasado oscuro, incluso para sus jefes. Algo le ocurrió cuando estuvo prisionero durante la Segunda Guerra Mundial, que le ha marcado para siempre.

Sus adversarios son antiguos compañeros de estudios en Oxford: Hassan, resentido por la ruina de su familia desde que existe el Estado hebreo, y el coronel de la inteligencia soviética Rostov, con quien solía jugar al ajedrez.

En su bando figura Al Cortone, un mafioso que le debe la vida. Y la figura clave es... Suza.

Cuando la conoce, todo se tambalea. ¿Será ella capaz de penetrar en los abismos de su alma? ¿Será la única persona que puede salvarle, al mismo tiempo que el principal peligro que se cierne sobre la operación?

Intriga, tiros, carreras, micrófonos, traiciones, barcos asaltados en alta mar... Se trata de otro tablero, el del gran juego, cuyas piezas de carne y hueso son peones a sacrificar si el premio es la victoria.

De forma «no oficial», se rumorea que la historia de fondo ocurrió realmente. Al menos, material fisible desapareció nadie sabe cómo. El talento narrativo del autor rellena los huecos, compone muy buenos personajes y nos mantiene pegaditos a las páginas del libro desde el comienzo hasta el desenlace.


Siempre que una muchacha hermosa se enamora de un espía, el espía está obligado a preguntarse para qué servicio de inteligencia enemigo podría estar trabajando ella.

lunes, 11 de abril de 2011

Ging heut Morgen übers Feld

Es cierto, puede achacárseme que yo estaba de más en la escena. Eso de que tres son multitud...

En el sofá de la residencia de estudiantes, en Viena, la otra española contemplaba al sueco con ganas de darse un festín. Objetivamente, tampoco es que el muchacho pareciera nada del otro mundo, pero con las cosas de comer es lo que ocurre, que cada cual tiene su plato favorito.

Centímetro a centímetro fue acercándose a él. El brillo de su mirada, su sonrisa relamiéndose con anticipación, sus gestos de huy, tienes una arruguita en la camisa, deja que te la alise, resultaban signos evidentes. Incluso podía notar su comunicación telepática conmigo: piérdete, cretino.

Y lo hubiera hecho. En circunstancias normales, el espíritu solidario habría prevalecido. Ah, pero es que justo en ese momento el sueco y yo estábamos hablando de música, y cuando empezó a cantar un lied de Mahler, me sentí incapaz de retirarme.

Ging heut Morgen übers Feld... Reconocí la melodía enseguida. No me sabía de memoria la letra, pero eso carecía de importancia. De forma inevitable, tarareando, comencé a seguir su canto. Mi voz de tenor se unió a la suya de barítono igual que se encuentran dos amigos bajo la luz de una farola en una noche de niebla.

Él era feliz. Yo era feliz. Ella me odiaba.

Algún tiempo después, ya de regreso en Madrid, coincidimos de nuevo: cruzaba la plaza de Felipe II y nuestros pasos nos llevaron frente a frente.

Alcé la mano, quise saludarla, pero sus ojos atravesaron mi cuerpo como si fuese de cristal, sin detener un segundo su camino.

Hay cosas que una mujer no perdona nunca en la vida. Ni siquiera por Mahler.


jueves, 7 de abril de 2011

La muchacha de los cabellos de lino

Final del invierno. Saludo de un nuevo sol dorado.

Suena el piano de Debussy.

Suena La muchacha de los cabellos de lino.


jueves, 31 de marzo de 2011

La batalla de Jaipur

Estatua de guerrero a caballo.

Unas horas antes había llovido, el suelo destinado a convertirse en campo de batalla estaba aún perlado de humedad. Los primeros rayos del alba se reflejaban en él con el color de desvaídas amapolas, como una premonición.

Revestido en ropajes de ónice, mi contrincante pasó revista a sus tropas. Al frente se situaba la apretada línea de piqueros. Detrás de ellos, domeñados a duras penas, los caballos piafaban impacientes por entrar en combate.

Él había sido el retador. Ya hacía mucho tiempo que la molicie se había adueñado de mí, que los cantos y danzas de las bayaderas me habían hecho olvidar el espíritu guerrero. Sin embargo, era tal la osadía, la insolencia, la jactancia de sus bravatas, que mandé tocar atabales e izar en mis argénteas torres los pendones del honor.

Ante los preparativos, algunos viajeros de lejanas tierras se detuvieron a observarnos. Me avergoncé un poco, pero en fin... Siempre resulta conveniente para la fama de un adalid que sean compuestos cantares de gesta más allá del Indo.

Ceñí el turbante. Requerí la espada. Musité una plegaria a Shiva. Y, a una señal de mi brazo, todo comenzó.

Al principio avancé con furia incontenible. Los barbados rostros de mis arqueros parecieron infundir pavor, y mis veloces jinetes, sorteando los obstáculos, arrollaron el centro de la falange enemiga. Cierto que sufrí algunas pérdidas en la conquista, pero todo parecía desarrollarse en buen orden.

Quizá fue eso lo que hizo que me confiara. Tomé la mano de mi amada reina y la aproximé a lo más enconado de la contienda. Por dos veces hubo de escuchar el otro maharajá advertencias de victoria surgidas de mis labios orgullosos. Ja, me reí, no te librarás de la tercera. Ordené a mi alfil tomar posiciones en el flanco derecho.

Ooooooh... Un gemido se elevó de los espectadores. Intuí que había cometido un error, un terrible error. Lo que vi a continuación me heló la sangre: la consorte adversaria, agazapada, había atravesado a mi dama de un certero lanzazo. ¡Ah!

Transido por la pena, incrédulo, sacudí la cabeza una y otra vez. Los de una bestia que arremete sin pensar en las consecuencias, así fueron mis siguientes movimientos. Uno a uno, aquellos fieles compañeros de armas fueron sacrificados en el altar de mi ceguera. El final llegó rápidamente, tan abrupto como cesan las lágrimas del monzón.

Desde entonces me lo digo y me lo repito: tengo que aprender a jugar mejor a esto del ajedrez. Pero claro, luego vuelven a sonar las musicales voces de las bayaderas y...


jueves, 24 de marzo de 2011

Un recuerdo de la casa pública

Páginas de un libro abierto.

Frisaba yo los dieciséis y claro, esa es una edad complicada. Quería saberlo todo de las cosas de la vida. Por eso frecuentaba ese lugar: en sus discretos salones, a salvo de escándalos, de mohines reprobatorios, cualquiera podía dar rienda suelta a sus fantasías adolescentes.

Sólo había que dirigirse a la amable encargada y escribirle una nota. Tras breve espera, en apenas unos minutos, ella volvía con sonrisa cómplice y el instrumento de placer solicitado. Y todo pagado por el ayuntamiento, aquello era jauja.

Definitivamente, tengo muy buenos recuerdos de la biblioteca pública.

Pues bien, hallábame un día refocilándome cuando un tipo vino a pararse a mi lado. Parecía uno más de nosotros, los habituales: gafas con el grosor reglamentario, hombros caídos, cierto desapego a las tendencias de la moda en el vestir...

Sin embargo, lo que hizo a continuación fue tan sorprendente que nos dejó petrificados.

Hubo cabezas que se irguieron, hubo mandíbulas desencajadas, lecturae interruptae, en el culmen puede que alguien incluso ahogase un grito. Él, él... ¡habló en voz alta!

¿Alguien sabe quién fue Solón?, fueron sus insólitas palabras.

Parecía que el tiempo hubiese quedado en suspenso, ninguno de los presentes daba razón de vida. Hasta que, sobreponiéndome al shock, me enfrenté tímidamente al hereje: ¿Un legislador ateniense?

Un legislador ateniense... repitieron sus labios. De todas maneras —me apresuré a añadir—, mejor lo buscas en la enciclopedia. Y tracé un arco con la mano, mostrándole los tomos de la Británica que combaban los anaqueles a mi espalda. Edición de 1912, un tesoro.

Los tropecientos volúmenes, tan incitantes, tan seductores, estaban allí esperándole. ¿Qué ser humano con sangre en las venas habría podido resistirse a acariciar la suave piel de sus cubiertas? Y, sin embargo...

Aún guardo memoria de sus lentes empañadas y su tez enrojecida. Consumido por la vergüenza, dio media vuelta y desapareció tras la puerta. No volvimos a saber de él.

Pobre muchacho, no se atrevió a dar el paso definitivo. Debía de ser su primera vez.


jueves, 17 de marzo de 2011

Los hermanos Corazón de León

Portada del libro Los hermanos Corazón de León, de Astrid Lindgren

Título y autor/a:Los hermanos Corazón de León, de Astrid Lindgren.
Clave de lectura:Aventuras en un mundo más allá de este mundo.
Valoración:✮✮✮✮✩
Comentario personal:Un trasfondo poco común para una gran novela juvenil.
Música:Lionheart, de Jerry Goldsmith ♪♪♪

Karl Lejon tiene diez años y no va a cumplir más. La enfermedad le mantiene recluido en casa, donde le cuidan su madre y su hermano de trece, Jonatan. Echa de menos ir a la escuela.

El miedo se apodera de él cuando escucha una conversación en la que el médico anuncia su próximo fin. Pero Jonatan le tranquiliza: sólo va a alcanzar otra vida, en el lejano mundo de Nangijala, donde las limitaciones físicas no existen y reina la fantasía.

Karl abandona el temor. Su pena es ahora que pasará mucho tiempo antes de que Jonatan vaya a reunirse con él, ya de viejo. Ninguna aventura valdrá la pena si no pueden compartirla.

Aunque quizá el reloj allí se mueva tan rápido que noventa años normales se conviertan en dos días...

De repente, un incendio destruye su hogar. El bravo hermano mayor salta por la ventana con él en brazos. Karl se salva. Será Jonatan quien primero vaya a Nangijala.

¿Y si ese lugar no fuera cierto? ¿Y si le hubieran mentido? La duda es muy fuerte, hasta que una paloma mensajera le trae palabras de calma: el otro lado es tal como Jonatan le había dicho. Al poco, ambos están juntos de nuevo.

Nangijala, tierra de magia, tierra para recorrerla cabalgando, para disfrutar de sus praderas, ríos, montes y valles. Tierra que Tengil, señor de las fuerzas del mal, desea sojuzgar con su ejército y su dragón Katla.

Pero algunos de sus habitantes, como Sofia, están dispuestos a luchar por la libertad y esperan a alguien que les ayude a enfrentarse al peligro.

Necesitan héroes. Necesitan a Los hermanos Corazón de León.

Que esta novela de Astrid Lindgren esté catalogada como literatura juvenil resulta algo discutible. Tener tan presente el tema de la muerte, incluso mostrándola en primer plano como parte natural de nuestro ciclo, no parece común en este género.

Por otro lado, como relato de aventuras es totalmente recomendable para cualquier edad. Encontramos algún eco de Tolkien o de Lewis, por supuesto, pero también sería posible identificar antiguas eddas y sagas escandinavas. Incluso la idea metafísica de la continua reencarnación.

Lealtad, solidaridad y esperanza se quedan así en nuestra retina como valores por los que guiarnos, al igual que sus protagonistas. Y, si algo malo nos sucediera, si llegado el momento tuviéramos que cerrar para siempre los ojos también en Nangijala...

Más allá nos espera Nangilima.


Los hombres de Tengil, con sus yelmos negros, espadas y lanzas, hacían guardia a lo largo del muro, a todo lo largo que abarcaba mi vista. Y la puerta estaba igualmente bien vigilada. Sí, había una puerta en el muro, justo donde terminaba el sendero que venía desde el Valle de los Cerezos.

jueves, 10 de marzo de 2011

Monina

Primera hora de la mañana: Monina, rasgos finísimos, palmito privilegiado, andares de alfombra roja, entra en el ascensor. Toda una reina.

El ascensor es un territorio donde se imponen las distancias cortas, la audacia, la osadía, donde toda decisión ha de tomarse en escasos segundos, entre que se abren y se cierran las puertas. Monina pulsa el botón del piso nueve.

Su regio brillo refulge en las metalizadas paredes mientras nos elevamos. ¿He dicho nos? Sí, hay un tercer jugador en escena: otro individuo ha entrado detrás de nosotros y su entusiasmo monárquico queda enseguida de manifiesto. Monina se dirige a él con una sonrisa:

—Ay, ayer no fui a la compra y hoy no me queda más remedio que comer cualquier sándwich de la máquina —y sus pestañas tintinean: clinc, clinc, clinc.

—¿Qué? Si yo he traído una cazuela entera de espaguetis. Para ti —le tiende una bolsa.

—¿Sí? ¿De verdaaaaad? Qué encanto… Clinc, clinc, clinc.

Pienso en las setas a la plancha que llevo en la tartera. ¿Seré capaz de cubrir el envite, de ver la apuesta? La duda nubla mis sentidos, que se lanzan a una competencia feroz entre ellos: estómago, corazón, cerebro..., estómago, corazón, cerebro... ¿Cuál será el vencedor?

—Y como vivimos en el mismo barrio, puedes venir a mi casa cuando quieras y llevarte lo que necesites.

Vaya, eso es un órdago de verdad; si cuela, sería una jugada maestra por su parte. Desconozco si yo también soy vecino de Monina, quizá podría ofrecerle ese tarro de garbanzos que guardo como reserva de emergencia en el congelador.

En esas, el ascensor decelera: alguien ha llegado a su destino. Anda, ¿soy yo? Qué mala suerte, no he tenido tiempo para nada. ¿Por qué habré pulsado el botón de la planta tres?

Bueno, da igual. Aquí, entre vosotros y yo, Monina no es mi tipo.


lunes, 7 de marzo de 2011

La página en blanco

El compositor intenta crear. Quiere escribir una ópera. Miles de notas, miles de texturas, miles de líneas, armonías, instrumentos, mundos inabarcables de posibilidades sonoras entrecruzándose en su mente.

Su mujer aparece en la habitación, seguida de dos operarios de mudanzas. De entre los pájaros disecados que cubren la pared, va seleccionando aquellos que quiere llevarse. Le reprocha al compositor que sólo le importe su trabajo y le recuerda que, en tanto no se firme el acuerdo de divorcio, todo lo que él haga le pertenece también a ella.

Y cuando muera, se encargará de destruirlo. El mundo perderá la memoria de quién ha sido.

En el ordenador suena el aviso de un correo electrónico. Alguien desconocido envía al compositor una imagen de la misma partitura que acaba de anotar. Pero... ¿cómo es posible? A continuación de la misma, una página nueva. Una página en blanco.

Ni siquiera su mejor amigo, un experto informático, puede ofrecerle una explicación. Pero tiene que tranquilizarse, porque enseguida va a conocer a la protagonista de su ópera, una joven soprano que le ha sido impuesta por el director del teatro.

Ensayan. Ella lee, canta y no comprende. ¿Cuál es el problema?, pregunta él. ¿Qué simbolos son los que no entiende? No sé dónde está el alma de esta música, responde ella.

Él quiere volver a verla. Ella le promete que se encontrarán siempre que lo necesite.

Ha pasado un tiempo. En una especie de sótano, el director del teatro acude a su cita con la cantante: ¿por qué esa llamada tan urgente? Ella duda de poder continuar con su misión, el compositor se muestra cada vez más atraído.

¡Perfecto entonces! Todo transcurre como esperaban. Ella protesta, no quiere herirle así. Pero no es momento para dudas, necesitan que termine la ópera. El amigo del compositor se une a ambos. Y también su mujer. Trae a un periodista, muy interesado en formar parte de sus planes.

Imágenes sacadas de un cuadro de El Bosco se ponen en movimiento. Pequeñas formas de pesadilla. Las palabras latinas del Apocalipsis resuenan, pronunciadas por múltiples voces. Primero desde arriba, más tarde desde la profundidad.

El compositor sigue recibiendo los correos anónimos. Nadie ha estado en su casa durante semanas y, sin embargo, le envían exactamente aquello que acaba de escribir. Siempre, acompañándolo, una página en blanco. Quizá haya dispositivos ocultos que le vigilan.

Su amigo le insta a utilizar un autómata, un robot. ¿Qué es lo que sabe hacer? No sólo las mismas cosas que podría hacer él mismo, sino... todo aquello que apenas puede soñar. Es un ser avanzado. Es perfecto. Es superior.

Avanza, avanza, avanza. La inspiración le desborda. Siente como nunca antes había sentido. La cantante, somnolienta, le pide que vuelva a la cama.

Se ha enamorado de ella.

Cuando la ópera está finalizada, todas las energías de su vida han confluido en ese punto. La ópera y ella son una misma cosa. Cuánta esperanza, cuánto futuro dentro de su habitación blanca.

En otro sótano, el compositor aparece sujeto a una extraña silla, con la cabeza vendada. El amigo, el director del teatro, su mujer, el periodista, se congratulan del resultado. Tienen la partitura en su poder. Es algo histórico.

En adelante tendrán acceso a la creatividad de los grandes genios... aunque su conciencia los haya abandonado.

Desde que el compositor sufrió el accidente y quedó en coma irreversible, ya no había esperanza. Pero con los neurotransmisores conectados a su cerebro, con el mundo de realidad virtual creado especialmente para él, y sobre todo con la motivación adecuada...

Porque es sabido que la fuerza más poderosa, la que es capaz de activar el pensamiento de una persona hasta sus niveles máximos, es el amor.

Todos felicitan a la joven y eminente doctora que ha sido la pieza clave en el proceso. Lástima que el cuerpo del compositor ya no sea útil; pasará a la sección de investigación.

Aunque ella no parece contenta. Desata las correas. La doctora. La cantante. La amada.

Los atados son ahora los demás, protagonistas de la ópera imaginada por el compositor. Vuelven a moverse las extrañas figuras de El Bosco. Vuelve a sonar el coro de voces del Apocalipsis.

No todos los días puede uno asistir al estreno de una ópera. En mi caso, ha sido La página en blanco, de la polifacética artista Pilar Jurado. Compositora, escritora del libreto, soprano... Una historia sorprendente. Una música de gran fuerza expresiva. Un privilegio haber estado allí.


jueves, 3 de marzo de 2011

El pesquero

Portada del libro El pesquero, de Takiji Kobayashi

Título y autor/a:El pesquero, de Takiji Kobayashi.
Clave de lectura:Lucha obrera en el Japón de los años 30.
Valoración:✮✮✮✩✩
Comentario personal:Un título cuyo retorno a la luz merece la pena.
Música:Labyrinth, de Hans Werner Henze ♪♪♪

Takiji Kobayashi fue un comunista convencido que murió a manos de la policía secreta japonesa en 1933.

Y lo que hizo fue poner su talento narrativo al servicio de la causa. Para ello, escribió El pesquero.

Un barco dedicado a la captura y envasado de carne de cangrejo ha de navegar hacia el norte, donde la dureza de las condiciones laborales se cobra su tributo en la salud e incluso la vida de los marineros.

Un destructor de la Marina Imperial vigila para que nada se salga de sus cauces.

Pero los hombres que aún no han caído, hombres sencillos que habían aceptado los riesgos por llevar el sustento a sus familias, empiezan a conspirar. Quizá no deberían pagar ese precio tan alto.

El posicionamiento del autor a la hora de transmitir simpatías y antipatías está claro. En esta novela hay trabajadores que desean abrazar su misma causa política y sólo necesitan guías que les muestren el camino. Otros temen arriesgar lo poco que tienen, de lo que se aprovechan patrones sin escrúpulos.

Y un poco más allá, figuras en la sombra mueven los hilos, convirtiendo el sudor y la sangre en su oro.

Sin embargo, no se trata de un panfleto. Nada de maniqueísmo. Buenos y malos son como los personajes de cualquier relato, y el conjunto es perfectamente creíble.

Un título cuyo retorno a la luz merece la pena.


Les obligaban a mantenerse en pie en el frío aterrador de la oscura factoría, cuidando de no resbalar en el gélido suelo, hasta que sus piernas tenían menos sensibilidad que un apéndice ortopédico; si se relajaban, las articulaciones de las rodillas cedían como bisagras rotas y, si caían, corrían el riesgo de no poder levantarse del suelo.