jueves, 24 de marzo de 2011

Un recuerdo de la casa pública

Páginas de un libro abierto.

Frisaba yo los dieciséis y claro, esa es una edad complicada. Quería saberlo todo de las cosas de la vida. Por eso frecuentaba ese lugar. En sus discretos salones, a salvo de escándalos, de mohines reprobatorios, cualquiera podía dar rienda suelta a sus fantasías adolescentes.

Sólo había que dirigirse a la amable encargada y escribirle una nota. Tras breve espera, en apenas unos minutos, ella volvía con sonrisa cómplice y el instrumento de placer solicitado. Y todo pagado por el ayuntamiento, aquello era jauja.

Definitivamente, tengo muy buenos recuerdos de la biblioteca pública.

Pues bien, hallábame un día refocilándome cuando un tipo vino a pararse a mi lado. Parecía uno más de nosotros, los habituales: gafas con el grosor reglamentario, hombros caídos, cierto desapego a las tendencias de la moda en el vestir... Sin embargo, lo que hizo a continuación fue tan sorprendente que nos dejó petrificados.

Hubo cabezas que se irguieron, hubo mandíbulas desencajadas, lecturae interruptae, en el culmen puede que incluso alguien ahogase un grito. Él, él... ¡habló en voz alta!

Sí, creedlo. Nadie se había atrevido a tanto desde que se levantaron los muros de aquella casa. ¿Alguien sabe quién fue Solón?, fueron sus insólitas palabras.

Parecía que el tiempo hubiese quedado en suspenso, ninguno de los presentes daba razón de vida. Hasta que, sobreponiéndome al shock, me enfrenté tímidamente al hereje: ¿Un legislador ateniense?

Un legislador ateniense... repitieron sus labios. De todas maneras —me apresuré a añadir—, mejor lo buscas en la enciclopedia. Y tracé un arco con la mano, mostrándole los tomos de la Británica que combaban los anaqueles a mi espalda. Edición de 1912, un tesoro.

Los tropecientos volúmenes, tan incitantes, tan seductores, estaban allí esperándole. ¿Qué ser humano con sangre en las venas habría podido resistirse a acariciar la suave piel de sus cubiertas? Y sin embargo...

Aún guardo memoria de sus lentes empañadas y su tez enrojecida. Consumido por la vergüenza, dio media vuelta y desapareció tras la puerta. No volvimos a saber de él.

Pobre muchacho, no se atrevió a dar el paso definitivo. Debía de ser su primera vez.

4 comentarios:

luis dijo...

Muy bueno Mannelig. Has logrado engañarme en el principio y me has llevado al huerto. Luego recompuse la figura y me asombre de como de nuevo al final vuelves a hilar fino y enganchas a la perfección con el planteamiento inicial.
Eres un artista tío.

Coral dijo...

Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado. Leer los post que publicas, con la acertada música de fondo me ha maravillado.
Te felicito.

Un saludo!

Edurne dijo...

Jajaja, me ha pasado como a Luis, así que me adhiero a sus apreciaciones: "Eres un artista, tío".

Un abrazo!
;)

Geminis dijo...

Realmente un hereje...jaja.
Me encantó tu introducción, cómo describiste la boblioteca.