lunes, 3 de junio de 2024

Raíces amargas

Clave de lectura: Autobiografía de un hombre devastado por la violencia. La que recibe y la que aplica.
Valoración: Difícil de calificar en términos literarios. Desde luego, impresiona ✮✮✮✮✩
Música: Al alba, de Luis Eduardo Aute ♪♪♪
Portada del libro Raíces amargas ,de José Vicente Ortuño.

Existió cierta corriente en la literatura española de posguerra denominada «tremendismo».

Se caracterizaba por presentar la vida de una forma violenta, crudísima, con personajes y tramas tallados a martillo, lenguaje de aristas no menos cortantes y sufrimiento generalizado.

Pues bien, el título de hoy, si bien publicado décadas más tarde, pulveriza cualquier ejemplo de tremendismo que yo recuerde.

Raíces amargas es, técnicamente hablando, la primera parte de una autobiografía: la de José Vicente Ortuño.

Nacido en 1933 del atípico matrimonio entre un padre boxeador y una madre de la «buena sociedad» albaceteña, la traición y los ajustes de cuentas comenzaron pronto a marcar su destino.

Al estallar la guerra, Charles Vicente, el padre, se convirtió en uno de los más sanguinarios líderes de milicias de la ciudad. La propia familia de su mujer fue criminalmente diezmada en las checas y prisiones de retaguardia. En 1939, como figura destacada del partido comunista, se exilió a Francia. Hizo caso omiso de sus lazos y allí volvió a casarse.

La sed de venganza de los vencedores no quedó atrás. Alcanzó a la misma María, la abandonada madre, de personalidad arrolladora contra la injusticia, adorada por protectores como El Maestro Barba, Jesús, Vargas el gitano, el Lobo, el Rata…

Un escuadrón de la muerte falangista, visto que no podían acabar por los medios habituales con ella debido a su apellido, se encargó de que el veneno hiciera su labor.

El niño fue creciendo convencido de que, salvo raras excepciones, los seres humanos somos la hez de la Tierra. Todos aquellos que hubieran podido tener relación con el asesinato de María —Basilio, su propio hermano, el más señalado— sufrirían las consecuencias.

Capturado a los diecinueve años y condenado por lo que parecía un intento de asalto al domicilio de uno de esos culpables, la cárcel endureció aún más, si cabe, su determinación.

Y las condiciones de esclavitud en las que ayudó a construir una de tantas presas orgullo del régimen para «redimirse» —un día de trabajos forzados contaba como día y medio de celda—, completaron la metamorfosis. Si quería sobrevivir debía ser aún más inicuo que el más inicuo, más duro que el más duro, más despiadado que…

Tras fugarse al otro lado de la frontera, reclamado por el padre para ocupar también un puesto en el organigrama del partido, sus avatares políticos se entrelazaron con los personales. La bajeza de los comunistas solo se entendía al compararla con la de los fascistas.

Y cuando esos «camaradas» ávidos de poder comprendieron que no podían ponerle grilletes, organizaron su perdición y previsible muerte a manos de la policía. Siempre viene bien un mártir para la causa revolucionaria.

El volumen finaliza con una persecución a gran velocidad por las calles de Marsella. Si le hubieran atrapado los sicarios... Pero consiguió llegar a un lugar donde refugiarse. Puso su firma en un documento de enganche a la Legión Extranjera.

Más tarde plasmó sus experiencias como paracaidista y «boina verde» en ese cuerpo, donde no dejó de nadar en sangre a cambio de una americana que brillaba por el número de medallas. Pero ese es ya otro volumen, Muertos por una causa muerta.

La verdad, tras la lectura se me ha quedado la boca seca. Destila un nivel tal de agresividad, de ganas de acabar con todo y con todos, que el autor explica a partir de los traumas sufridos en la infancia, como es difícil encontrar por escrito. Navaja y pistola le acompañan.

Aparte de la obsesión hacia su madre —llega a desenterrar el ataud, para espanto de Vargas el gitano, en su deseo de arrancar un mechón de pelo—, y excepto por la presencia de tres o cuatro «hombres justos» que se cuelan en el relato —son más frecuentes las «mujeres justas»—, el mundo de Ortuño parece construido sobre una pesadilla.

E insiste en que no se calla nada, aunque le perjudique, y nos desafía a demostrar lo contrario.

En fin, si alguien más quiere sentir frío sobre los huesos, no podría elegir mejor libro.


jueves, 30 de mayo de 2024

Honra a los «maestros alemanes»…

Estatua del emperador Guillermo I en Lübeck.

Después de varias horas, todo ha transcurrido como esperaba. Incluso mejor, la verdad. Buena representación wagneriana.

En la cresta de las águilas —o gallinero— me ajusto las gafas. Veo cómo Hans Sachs concede a Walther von Stolzing el título que llevaba ansiando desde el primer acto para obtener la mano de Eva. Los maestros cantores de Núremberg se aproximan a la escena final.

De repente, Walther rechaza la ceremonia y el zapatero le reconviene: «no desprecies a los maestros».

Unas estrofas más tarde, añade un gentilicio: honra a los «maestros alemanes».

Y amplía la idea: «¡Estad prevenidos! ¡El peligro nos amenaza! Si alguna vez el pueblo y el imperio alemán cayeran bajo un falso dominio extranjero…».

Literalmente, deutsches Volk und Reich, eso es lo que canta el protagonista de la jornada. Luego nos aclara que se refiere al Sacro Imperio Romano Germánico, pero vamos, Volk und Reich… No me extraña que esta ópera, una comedia, la programaran con alegría ya nos imaginamos quiénes.

Mientras aplaudo complacido, como el resto de asistentes al Real, me viene a la cabeza la típica memez del día. De la semana, de la vida:

¿Por qué alguien puede creer que haber nacido a un lado u otro de un río, en las laderas de un monte o en el valle, en tal o cual continente, bajo el cielo donde alguna vez surgió un heroico general conquistador o un millón de heroicos conquistados le hace, no ya diferente, sino mejor que otros sin su «suerte»?

¿Por qué hay símbolos del todo accidentales en la historia que se clavan en nuestra cultura como armas arrojadizas?

¿El arte alemán porque fue el hogar de Beethoven, por ejemplo? ¿Ese nieto de inmigrantes? ¿España porque Pelayo salvó a la cristiandad? ¿Era acaso Averroes una amenaza? ¿Cataluña porque el bando borbónico fabricó más pólvora que el austracista? ¿América first? ¿El peligro amarillo? La lista es inacabable.

¿Para cuándo una convicción cosmopolita, que aparte de sí el ombligocentrismo, los dioses que exigen sacrificios exclusivos a sus siervos, las lenguas-muro, el odio a la diversidad como cimiento del orgullo nacional…?

¿Que abrace la comprensión, el respeto, la existencia en armonía, la idea de que lo importante en la vida es cómo la vivimos, las sonrisas en los rostros que dejamos de recuerdo?

Y no si nuestra «sangre» viene de un Volk ni de un Reich. De un fritz, un tommy, un gringo, un gabacho, un sudaca, un negro, un japo, un moro, un charnego…

¿Para cuándo?

lunes, 27 de mayo de 2024

El Estado

Clave de lectura: Origen, desarrollo y futuro del Estado. Una visión a principios del siglo XX.
Valoración: Interesante y, sobre todo, polémico ✮✮✮✩✩
Música: Pompa y circunstancia (Marcha nº 1), de Edward Elgar ♪♪♪
Portada del libro El Estado, de Franz Oppenheimer.

Vamos a recordar un poco a Oppenheimer.

Je, seguro que os he pillado. Ni el tema va de cine ni de física. Más bien de historia, filosofía política, sociología...

Franz Oppenheimer fue catedrático y uno de los padres fundadores de esta última disciplina allá por los inicios del siglo XX.

Médico de formación, los movimientos que habían ganado fuerza alrededor del cambio de centuria como contrapunto al capitalismo burgués (socialismo, comunismo, anarquismo…) agitaron tanto su intelecto que se dedicó a estudiar las bases sobre las que descansa la convivencia de los grupos humanos.

El Estado, en concreto: ¿qué es el Estado?

¿Un gargantúa? ¿Un tirano? ¿Un «algo amorfo» por encima, ciego y sordo a las necesidades individuales? ¿Un «contrato» de personas libres para organizarse mejor? Mejor, ¿en qué sentido?

En el libro del mismo título lo define así:

El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.

Platón, Tomás de Aquino, Maquiavelo…

Rousseau, Hobbes, Locke…

Montesquieu, Hegel, Weber...

Nuestro autor quiere oponerse a todos, en especial a los defensores del mencionado «contrato».

Aunque el Estado adquiere para él plena carta de naturaleza a partir del absolutismo (el «Estado moderno»), su trayectoria es larga. Desde los albores de las civilizaciones conocidas, cuando algunos de nuestros antepasados se dedicaron a cultivar y otros a la caza y el pastoreo.

El trabajo para la obtención de bienes dio paso al robo como camino más inmediato, y la contratación de guerreros por parte de los sencillos agricultores para evitarlo derivó en que aquellos esclavizaran a quienes debían proteger.

El monopolio de la violencia en un amplio sentido coercitivo, como medio para evitar la violencia anárquica de los individuos, impregna el alma del Estado.

Las tendencias que discuten entre sí por establecer el contenido y los límites de su capacidad están influidas por el lugar donde hayan nacido sus proselitistas.

No es igual el pensamiento anglosajón, por ejemplo, que el latino, el centroeuropeo, el oriental… Porque sus experiencias seculares, las costumbres que definen la forma de ver el mundo de sus habitantes, tampoco lo son.

Y no hay que confundir Estado con Nación, Gobierno ni Sociedad, por cierto. Debía de ser un aspecto candente al redactar la obra, se pone énfasis en ello desde el prólogo.

Así, Oppenheimer desgrana el desarrollo y posible futuro del concepto, siempre sobre la base de que las personas industriosas y pacíficas son explotadas a través de él por élites parasitarias. A su entender, estos postulados se sostienen sobre variados ejemplos: de los hicsos a los incas, de los fenicios a los vikingos, de los feudos europeos o africanos a los sistemas constitucionales.

Con un enfoque acusadamente académico que lastra en ocasiones la fluidez de la lectura, hay que advertir, pero jamás hasta el punto de hacer que nos perdamos entre sus tecnicismos.

Conclusión: un texto que invita a debatir. Del tipo «el saber no ocupa lugar».


jueves, 23 de mayo de 2024

Varjele, Jumala, soasta (Protégenos, Señor, de la guerra)

Estatua del memorial al levantamiento de Varsovia.

¡Líbranos, Dios todopoderoso, / protégenos, Dios justo / de los cascos del potro feudal, / de las pezuñas hendidas del corcel de guerra, / del acero que saja, / del extremo embotado de la espada, / de la boca de una pistola, / de los largos fusiles, / de amplios campos de batalla, / de tierras de masacres, / líbranos de los caminos de dolor, / protégenos de toda maldad! / ¡Líbranos, Dios todopoderoso, / protégenos, Dios justo!

Veljo Tormis, basado en el Kanteletar (mi traducción).

lunes, 20 de mayo de 2024

Gabinete de curiosidades

Clave de lectura: Artículos periodísticos inéditos de un autor imprescindible.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: Die Dreigroschenoper (Mackie Messer), de Kurt Weill ♪♪♪
Portada del libro Gabinete de curiosidades, de Joseph Roth.

¿Lo he dicho ya? ¿Lo he dicho?

Sí, puede ser, pero aun así lo repito: me apasiona Joseph Roth.

Somos afortunados de que su obra se haya reeditado con tanto interés. La generación de escritores centroeuropeos que describieron el auge y hundimiento de un mundo, y la llegada de quienes deseaban convertir los restos en un infierno, no podía desaparecer entre aquellas cenizas.

Zweig, Hesse, Mann, Remarque, Milosz… Todos con voz propia. Y, junto a ellas, esta otra inconfundible.

Entre las reediciones que mencionaba hace un momento, la más próxima a la fecha debe de ser Gabinete de curiosidades, un conjunto de textos periodísticos seleccionados y traducidos por Berta Vías Mahou (cuánto me gustó su labor en los poemas de Gertrud Kolmar, por cierto).

No busquemos aquí al novelista o al autor de relatos cortos, aunque comparta inventiva y sentido del ritmo con dichos géneros. Se trata de una visión del «día a día» durante los años 20 y 30 del pasado siglo, ofrecida a los lectores del Frankfurter Zeitung, el Münchner Neueste Nachrichten, el Vorwärts

Ácida, tierna, inmisericorde, bondadosa, desesperada, plena de humor.

La visión de un hombre que es a la vez acusado, juez, público, verdugo, y no juzga ni se deja juzgar, no acusa ni tiene asomo de indiferencia, no utiliza la soga porque sus palabras, por sí solas, ponen a cada uno en su sitio.

¿De qué nos habla? De cabarés y espectáculos de variedades, y las figuras deformes, estrafalarias, impuras, que los frecuentan tanto en el escenario como en la sala de butacas. De las casas con exquisita reputación —¡un von en el apellido!— donde puede acudir una mujer en apuros.

De las calles, los parques, los cafés de ciudades que tuvieron orgullo imperial y ahora «acogen» a mutilados en el frente, masas sin empleo, hombres de negocios bajo lustrosos sombreros, faquires, bailarinas «del desnudo»…

Y él está ahí, no «ante ellos», observando, sino «entre ellos», participante activo en la gran tragicomedia.

Solo me queda expresar un reconocimiento adicional a las notas de traducción a pie de página, por sí mismas excelentes instantáneas sociales y culturales, que aclaran el contexto en el que Roth sacaba del bolsillo la pluma y comenzaba sus artículos desde cualquier elegante sala, cualquier habitación de hotel o cualquier taberna a donde le hubiera llevado el viento.

Der heilige Trinker. El santo bebedor…


jueves, 16 de mayo de 2024

Antigua (II)

Calle de Antigua, Guatemala.

Una mujer camina detrás, con sus fardos a cuestas. Me afano en encontrar el encuadre adecuado, el enfoque perfecto, antes de que llegue a mi altura.

La luz de la mañana, las líneas de perspectiva, el arco sobre el espejo de lluvia… Quiero hacer una foto de los edificios en una calle de Antigua.

Y, como ocurrió la primera vez que compartí el resultado en el blog, me equivoco.

¿Qué son los edificios sino casas?

Casas o templos o torres o palacios o…

Casas.

¿Y qué son las casas sino el hogar de personas? ¿Qué «historia fotográfica» nos cuentan si apenas capturamos su fábrica exterior con la cámara?

¿Sillares, piedras, ladrillos…, sin manos, ojos…, corazón?

Disparo una serie. En la última, la mujer ha entrado ya de espaldas en el objetivo.

Y es la única que no borro. Buena o mala, me da lo mismo.

lunes, 13 de mayo de 2024

El profesor A. Dońda

Clave de lectura: Anexo al corpus de aventuras del astronauta Ijon Tichy.
Valoración: Suficientemente bueno. ✮✮✮✩✩
Música: Mad Max 3, de Maurice Jarre ♪♪♪
Portada del libro El profesor A. Dońda, de Stanislaw Lem.

Stanislaw Lem es Stanislaw Lem.

¿Una introducción tautológica? Pues sí. Lo que quiero transmitir es mi fe inconmovible en uno de los mayores escritores que ha tenido nuestro tiempo.

Aunque no el cien por cien de sus obras se enmarquen en la genialidad, no dejan de ser hijas suyas. No dejan de haber nacido de un genio. Y ello les aporta un toque distintivo.

Tenemos un ejemplo en El profesor A. Dońda, libro bastante menor del astronauta Ijon Tichy —Diarios de las estrellas o Congreso de futurología—. Sus apenas noventa páginas en la última edición española se recorren casi a la velocidad de la luz.

Affidavid Dońda, catedrático de svarnética (verificación estocástica de las reglas automatizadas del mal de ojo), proyecta introducir en un ordenador «todos los conjuros, intervenciones mágicas, embrujos, encantamientos y fórmulas chamánicas creados por la humanidad». Le subvenciona Hauwari, gobernante de Gurunduvayu y Hermano Mayor de la Eternidad entre otros títulos y condecoraciones.

Tras dos años de programar no parece que ocurra nada, aparte del descrédito y las burlas por parte de la comunidad científica. Sin embargo, se da cuenta de algo trascendental: descubre que la información, al igual que la materia o la energía, tiene masa.

Ergo, si esta aumenta y aumenta hasta un punto crítico, se iniciará una reacción en cadena que… Las computadoras de todo el mundo se encuentran ya tan abarrotadas que se van a autodestruir. La explosión creará un «cosmosete, un universito requetechiquitín», con sus galaxias, nebulosas y tal.

Como corolario, «cuanto más sepa una civilización, más cerca estará de la ignorancia».

Efectivamente, con los bancos de datos, sistemas económicos, militares, políticos y cualquier asomo de modernidad sumidos en el colapso, Tichy se esfuerza en cincelar la historia sobre tablas de arcilla. ¿De qué manera lo conseguían los babilonios? A él se le da fatal…

Mientras tanto, un gorila que le ha «invitado» a desalojar el búnker donde antes vivía tan bien, rodeado de latas de sopa de cangrejo, se entretiene jugando con granadas, lo que aumenta el nerviosismo de nuestro antihéroe.

El espíritu tragicómico modela el conjunto, como era de esperar. Ese aspecto surrealista presente en la escritura del polaco.

También, salvando las distancias, se percibe algún eco de Memorias encontradas en una bañera, modificando la desaparición del papyr a un soporte digital más contemporáneo.

Y, desde luego, la ironía de que nos demos autobombo como especie racional (Homo Sapiens en lugar de Monstrotratum Furiosum, como nos denominaba la Organización de Planetas Unidos en Diarios de las estrellas). Estamos tan pagados de nuestro papel central en el orden de las cosas…

Qué dura será la caída.


jueves, 9 de mayo de 2024

Manifiesto cívico (XIII)

Placa conmemorativa del Holocausto en Auschwitz.

¿Antisemitismo? ¡Jamás!

No le deseo ningún daño a Israel, a la nación, a las gentes que la habitan, a su derecho a existir en paz. Recién conmemorado el Día del recuerdo, shalom.

Pero lo que está mal está mal. El mismo derecho lo tiene cada uno de los inocentes en la diáspora de Palestina.

No se trata del dominio del «relato», la expresión tan en boga. No se trata de presentar unos hechos con los subtítulos o los tiros de cámara adecuados para interpretarlos según convenga.

Israel se encuentra, como otros países democráticos del mundo, preso de grupos de fanáticos que se han aliado para formar gobierno.

Un fanatismo, salvo en la kipá con que se disfraza, indistinguible del islamista, el hindú, el del votante trumpista, el de la sagrada madre Rusia, el de quienes aborrecen un color de piel más oscuro, el que querrían los secesionistas en nuestra propia casa…

«Somos diferentes y mejores que el resto del mundo», piensan. «Dios mismo prometió darnos esto y aquello».

Gott mit uns: Dios está con nosotros. ¿No rezaba así el lema de las tropas nazis cuando arrasaron el gueto de Varsovia, por ejemplo?

Y esos grupos han encontrado su instrumento en un primer ministro cuya memoria para futuras generaciones consistirá en haber ordenado crímenes, se le condene o no ante un tribunal.

Crímenes, sin necesidad de adjetivos. No pensemos en la «guerra justa», ius ad bellum, según la definen los juristas.

Ni en la manera de comportarse una vez dado el primer paso: ius in bellum, que exige determinadas normas para limitar el sufrimiento. La guerra sigue su propia «lógica» por naturaleza, ajena a la consensuada en un entorno civil.

Desde el amanecer de las civilizaciones hasta la era atómica. Acciones protagonizadas por personas que seguramente no se reprocharon a sí mismas apilar manos cortadas, apretar el gatillo de un lanzallamas o abrir la portilla de un bombardero.

O la espita de una cámara de gas. «Solo hacían su trabajo».

Por ello, quienes en esa tierra bendecida y maldita saben que una victoria no será una victoria, que la ansiada liberación de los secuestrados no justifica la hecatombe de un pueblo y ningún ser supremo ni nadie con galones puede ordenarles participar en ella…

Continuad manifestándoos. Oponeos. No es de «Israel» la mano ensangrentada, sino de aquellos de sus hijos, nacidos de mujer y de hombre, que alguna vez también estuvieron indefensos y lo han olvidado.

Ayudad a detener lo que ya resulta irreparable, por lo que sea que consideréis sagrado.

Aquel que salva una vida, es como si salvara un universo entero.

lunes, 6 de mayo de 2024

Un año y tres meses

Clave de lectura: Presencia y ausencia para entender el significado último del amor.
Valoración: Neutral ✮✮✩✩✩
Música: Danzas y cantos de la muerte (II.Serenata), de Modest Mussorgsky ♪♪♪
Portada del libro Un año y tres meses, de Luis García Montero.

Poemario de prestigio y sensación de que se aleja por las vías mientras yo arrastro los pies en el andén. Resulta confuso.

A pesar de mi mejor voluntad y respeto ante la génesis del libro —la muerte de su esposa, Almudena Grandes—, Un año y tres meses de Luis García Montero termina pasando de largo.

¿No me gusta? Tampoco me atrevería a expresarlo así. No por miedo a ser tildado de ignorante o «políticamente incorrecto» frente al aplauso general, sino porque…

Quizá de forma incomparable a ningún otro género, la poesía permite alcanzar una comunión especial con su creador. Como si este nos dijera: «a través de mis palabras yo soy tú y tú eres yo».

Y la lucidez con que García Montero describe el proceso hacia la pérdida, la pérdida en sí y la revelación de lo que su compañera significó durante el tiempo que estuvieron juntos, lo convierte en versos de amor.

Todo parece confluir entonces para que las emociones que habrán debido de compartir miles de personas al recorrer sus páginas sean experimentadas también por mí.

¡Pero no ocurre! Y aunque intente repetir la lectura, convenciéndome de que podría estar cansado, o sufrir un eclipse momentáneo por cualquier causa, o que no es el día, sin más, y me exhorte a alabar el título…

Sería insincero. Otros podrán hacerlo con mejor justicia.

El alma del poeta continúa su propio viaje.


lunes, 29 de abril de 2024

Filosofía ante el desánimo

Clave de lectura: Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✩
Música: La vie en rose, de Madeleine Peyroux ♪♪♪
Portada del libro Filosofía ante el desánimo, de José Carlos Ruiz.

Por un par de minutos dudo si redactar alguna entrada para el pajar de los manifiestos cívicos del blog. Es tanta la indignidad que señorea nuestra vida democrática, personalizada —no solo, pero sí con especial ignominia— en las acciones del presidente del Gobierno de España…

Al final decido que no vale la pena. Prefiero leer lo que aquí y allá, en contra y a favor de tal personaje y su corte, manifiesten personas con mayor calado intelectual. Necesito equilibrio interior. Necesito algo ya imposible a estas alturas —perdón, bajuras—: no desanimarme.

Filosofía ante el desánimo, qué casualidad. Con el título de hoy se me enciende un pequeño semáforo tras los ojos. Aunque, más que un muñequito verde, haga brillar un carrusel multicolor.

Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida. Sí, José Carlos Ruiz ha escrito una obra estupenda bajo cualquier prisma de consideración que se me ocurra.

Si invierto el orden de factores más habitual, contenido y forma, y empiezo por cómo dice lo que quiere decir, sería difícil discutir la habilidad de este profesor de la Universidad de Córdoba para comunicar ideas.

No es el típico señor que perora en una tarima sobre las mónadas leibnizianas, por hacer la broma.

El tema es la descripción de la sociedad contemporánea —la del «primer mundo», observo—. ¿A qué nos dedicamos, así, en general? ¿Qué fuerzas nos mueven? ¿Vivimos sanos y contentos, asumiendo que tengamos un techo, un plato a la hora de comer y nadie nos bombardee?

Sanos quizá, y también contentos, pero a costa de carecer de conciencia o iniciativa propias. Nos dejamos llevar por la corriente. Imitamos.

Deseamos satisfacción inmediata de lo que sea. Un resultado que implique espera, paciencia, comprensión del valor intrínseco del tiempo en vez de tener que rellenarlo, desaparece bajo la «turbotemporalidad».

¡Acción y reacción —más bien, compra y consumo— ya!

Además, el pensamiento unidireccional implica que, si alguna vez levantamos un dedo para cuestionar, o nos ponemos de puntillas a ver qué se esconde tras el escaparate, nos transformemos con la misma rapidez en alguien «denunciable» socialmente.

Esto ocurre en cualquier ámbito, incluso la búsqueda de alguien a quien podamos llamar «amor» a la vieja usanza. O «amigo» o «amiga». Las relaciones personales se asimilan a las mercantiles: hago algo por ti porque espero que tú hagas algo por mí.

Ruiz se esfuerza en que abramos los ojos, los oídos, la piel que nos recubre, el olfato, el gusto, la cabecita que la evolución nos ha dado, y nos atrevamos a salir del aborregamiento. No da respuestas, sino que anima a buscarlas.

Insta, en resumen, a expresar una identidad propia, no agresiva u opuesta a las demás, sino diferente. A dejar de lado la ansiedad y construir un camino a recorrer, en vez de una meta a alcanzar.

Si a alguien no le convencen sus intenciones… Bueno, no pasa nada, este no es su libro.

El mío, desde luego, sí.