viernes, 8 de enero de 2021

Democracia

Charlando en cierta ocasión con alguien de planteamientos políticos muy alejados de los míos, me hizo una curiosa pregunta.

«¿Qué entiendes por democracia?».

Me quedé chocado. ¿Acaso podía ser democracia una palabra polisémica, como cubo, hoja o pico?

¿Podíamos defender ambos lo mismo y tratarse sin embargo de algo totalmente distinto?

En aquel momento contesté con una retahíla de características: reglas de participación, derechos, instituciones, responsabilidades… Todo lo que tendría cabida en un manual de teoría del Estado.

Pero creo que no di en el clavo.

Porque una cosa son las cualidades y otra la esencia.

La democracia es, ante todo, una convicción espiritual.

Una fe.

Un "algo" que surge de dentro, casi tan inclasificable como la amistad o el amor.

Un deseo por el bien común, con sacrificio voluntario de parte del bien personal.

Diferente a la dictadura de la mayoría, dicho sea de paso.

De manera que, cuando el bien común se convierte en una frase de boquilla, un eslogan, cuando nos aprovechamos del sistema para favorecer intereses espurios, cuando hacemos aspavientos en nombre del progreso, la libertad, la patria o cualquier otro valor para camuflar un simple y llano "ahora mando yo"…

Un "trágala"…

Se acaba asaltando el Capitolio y lo que haga falta.

Y no hay mayor peligro que ese "lo que haga falta".




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