Valoración: Interesante y, sobre todo, polémico ✮✮✮✩✩
Música: Pompa y circunstancia (Marcha nº 1), de Edward Elgar ♪♪♪
Vamos a recordar un poco a Oppenheimer.
Je, seguro que os he pillado. Ni el tema va de cine ni de física. Más bien de historia, filosofía política, sociología...
Franz Oppenheimer fue catedrático y uno de los padres fundadores de esta última disciplina allá por los inicios del siglo XX.
Médico de formación, los movimientos que habían ganado fuerza alrededor del cambio de centuria como contrapunto al capitalismo burgués (socialismo, comunismo, anarquismo…) agitaron tanto su intelecto que se dedicó a estudiar las bases sobre las que descansa la convivencia de los grupos humanos.
El Estado, en concreto: ¿qué es el Estado?
¿Un gargantúa? ¿Un tirano? ¿Un «algo amorfo» por encima, ciego y sordo a las necesidades individuales? ¿Un «contrato» de personas libres para organizarse mejor? Mejor, ¿en qué sentido?
En el libro del mismo título lo define así:
El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.
Platón, Tomás de Aquino, Maquiavelo…
Rousseau, Hobbes, Locke…
Montesquieu, Hegel, Weber...
Nuestro autor quiere oponerse a todos, en especial a los defensores del mencionado «contrato».
Aunque el Estado adquiere para él plena carta de naturaleza a partir del absolutismo (el «Estado moderno»), su trayectoria es larga. Desde los albores de las civilizaciones conocidas, cuando algunos de nuestros antepasados se dedicaron a cultivar y otros a la caza y el pastoreo.
El trabajo para la obtención de bienes dio paso al robo como camino más inmediato, y la contratación de guerreros por parte de los sencillos agricultores para evitarlo derivó en que aquellos esclavizaran a quienes debían proteger.
El monopolio de la violencia en un amplio sentido coercitivo, como medio para evitar la violencia anárquica de los individuos, impregna el alma del Estado.
Las tendencias que discuten entre sí por establecer el contenido y los límites de su capacidad están influidas por el lugar donde hayan nacido sus proselitistas.
No es igual el pensamiento anglosajón, por ejemplo, que el latino, el centroeuropeo, el oriental… Porque sus experiencias seculares, las costumbres que definen la forma de ver el mundo de sus habitantes, tampoco lo son.
Y no hay que confundir Estado con Nación, Gobierno ni Sociedad, por cierto. Debía de ser un aspecto candente al redactar la obra, se pone énfasis en ello desde el prólogo.
Así, Oppenheimer desgrana el desarrollo y posible futuro del concepto, siempre sobre la base de que las personas industriosas y pacíficas son explotadas a través de él por élites parasitarias. A su entender, estos postulados se sostienen sobre variados ejemplos: de los hicsos a los incas, de los fenicios a los vikingos, de los feudos europeos o africanos a los sistemas constitucionales.
Con un enfoque acusadamente académico que lastra en ocasiones la fluidez de la lectura, hay que advertir, pero jamás hasta el punto de hacer que nos perdamos entre sus tecnicismos.
Conclusión: un texto que invita a debatir. Del tipo «el saber no ocupa lugar».