Valoración: Bastante aburrido ✮✮✩✩✩
Música: Oblivion (Astor Piazzolla), de Isabel Pfefferkorn ♪♪♪
Hay un consenso indiscutido sobre la calidad de gran autor de Juan Carlos Onetti. Su Premio Cervantes, sin ir más lejos.
Y hay una opinión particular que solo representa a quien la expone, según la cual una de sus novelas más celebradas, El astillero, es un gran ladrillo.
Ya lo he dicho.
Por supuesto tengo intención de explorar otros títulos con su firma. El problema va a ser quitarme de la cabeza la fatiga que me ha producido este.
Tercera parte, en orden cronológico de la acción, del conjunto formado por La vida breve y Juntacadáveres, la trama gira alrededor de este último personaje, sobrenombre de Larsen, que retorna a la ciudad de Santa María tiempo después de haber sido expulsado.
Allí se aloja en una pensión, patea las calles con suficiencia, observa, calcula, actúa… De vez en cuando acaricia el revólver bajo la chaqueta.
Y las vueltas del destino, desde que se cruza con Angélica Inés, lo convierten en su prometido y gerente de la empresa marítima de su padre.
Un astillero que se cae a pedazos, del que solo queda ir vendiendo herrumbrosas piezas de maquinaria para sacar unos pesos que mantengan el espejismo de los negocios por venir. En cuanto el señor Petrus convenza a accionistas, acreedores, jueces, al mundo...
El gran teatro, por todos aceptado, se completa con actores como Kunz, el ingeniero, Gálvez, el contable, y una enigmática «mujer» que lleva en sus entrañas al hijo de este último.
Decadencia, ruina, locura, fatalismo, entrelazados sin solución de continuidad. Bien, de acuerdo, pero…
Con unas elipsis brutales. ¿A santo de qué, por ejemplo, de una línea a la que sigue, Larsen es aceptado en la mansión de Petrus y en el despacho principal de la factoría? ¿Qué ha podido ocurrir entre medias?
Quizá los agujeros se aclararían si se conociera previamente Juntacadáveres; a falta de este requisito, no queda más remedio que rellenarlos —insisto, son extensos— con suposiciones propias del lector.
Por otro lado, la sordidez parece invadir también la forma literaria, y abundan las frases, los párrafos, las páginas enteras que se enrollan como una soga hacia la nada, en términos de aporte a la comprensión de la historia. Una cosa es la escritura densa y otra distinta el engrudo, a mi parecer.
Aburrimiento sin remedio, lo peor que podía ocurrir…
P. D.: Como en otras ocasiones, compenso la crítica negativa con una música que me parece… En fin, todo lo contrario.