miércoles, 6 de diciembre de 2023

La servidumbre voluntaria

Clave de lectura: ¿Por qué nos sometemos a nuestros mandatarios aunque no sean merecedores?
Valoración: Da mucho que pensar ✮✮✮✮✩
Música: Réquiem (I.Introitus), de Jean Gilles ♪♪♪
Portada del libro La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie.

Un nuevo 6 de diciembre: ¡viva la Constitución Española!

No puedo saber cuántos días como este aún nos quedarán, si en algún momento la fecha dejará de tener significado, si alguien recordará su existencia con orgullo o si se verá al fin sepultada bajo el peso de tanta vergüenza en contra de su espíritu como tuvo —tuvimos— que soportar.

Pero no voy a hacer proselitismo sobre lo mal que van las cosas. Estoy cansado. Llegados a este punto, me conformo con hablar de un libro.

La servidumbre voluntaria es el título que me gustaría elogiar con motivo de la efeméride.

Curiosamente, tras la primera y quizá apresurada lectura, confieso que no despertó en mí gran entusiasmo. Me pareció un poco «hijo de su tiempo», con tantas alusiones como hace a mitos y leyendas de la antigüedad. Y, por lo tanto, limitado a una época y condiciones políticas concretas: el absolutismo.

Olvidad lo que acabo de decir. Porque he vuelto a sus páginas con más reposo y ahora me doy plena cuenta de su valor, de que su vigencia continúa hoy tan evidente como en el siglo XVI, cuando Étienne de la Boétie lo redactó.

Nuestro autor, jovencísimo al plasmar en tinta los pensamientos por los que habría de pasar a la historia —gracias también a los desvelos de su amigo Montaigne—, se pregunta por qué personas, comunidades y naciones enteras nos ponemos bajo el cetro de quien no merece, por sus actos o bajeza moral, ejercer autoridad ninguna sobre nosotros.

¿Será posible que tantos hayamos de obedecer, y además lo hagamos sumisamente, a tan pocos? ¿Qué los ciudadanos, con todo lo que ambos términos significan, aceptemos por propia voluntad ser siervos?

¡Si el tirano solo tiene el poder que le dan quienes le sostienen! ¿Qué debemos amar más, la libertad o la pretendida seguridad que aquel nos promete?

¿Nos consolaremos con la idea de que siempre ha sido así, que la sociedad sigue un estado natural a partir de la desigualdad y que las órdenes «de arriba» hay que acatarlas, nos resulten o no aberrantes a la conciencia? ¿Sería lo contrario la ley de la selva?

Además nos aclara qué es un tirano. Lo más importante no descansa en el origen de su preeminencia, ya que lo mismo pueden ejercer por elección del pueblo, por la fuerza de las armas o por derecho de sucesión. El tema no es ese, sino que, envanecidos de sí mismos, miren apenas por la «gloria personal» en vez de considerar su propósito último, que es caminar «junto a», no «sobre» los gobernados.

Por ello prefieren debilitar, dividir, enfrentar, arrancar el valor de los corazones, apelar a los instintos de codicia y poder de unos cuantos que les ayuden en su labor de mina, a cambio de las migajas.

Sí, demos algo de comer a la gente, juegos que los entretengan y laberintos por donde encauzar su descontento, y ellos mismos forjarán la cadena que los ata.

Que aún nos ata.


jueves, 30 de noviembre de 2023

El universo in-formado

Clave de lectura: ¿Ciencia? heterodoxa para explicar la sustancia del universo.
Valoración: Pronóstico reservado ✮✮✮✩✩
Música: 2001, Odisea en el espacio, de Alex North ♪♪♪
Portada del libro El universo in-formado, de Ervin Laszlo.

No sé cómo calificar este libro. Me ha dejado perplejo.

El universo in-formado propone unas teorías existenciales… En fin, heterodoxas. Pero Ervin Laszlo insiste en que debemos seguir el método científico para comprender la realidad, a través de la mejora continua de nuestras técnicas de observación. Tampoco puedo acusarle al tuntún de charlatán.

La búsqueda de una «teoría del todo» que reconcilie los conocimientos sobre el macrocosmos con los fenómenos propios del mundo cuántico no es una tarea nueva; lleva ya años como asignatura de mentes privilegiadas.

Ahora bien, y aceptando lo que viene a recordarnos el autor, que una iniciativa que afloje lazos con la línea de pensamiento tradicional se enfrentará de partida a caras largas, su definición del «campo akásico» para unificar la astronomía, la cuántica, la biología, el misticismo, el más allá y el más acá, suena... Insisto, llama a una puerta escéptica.

Para empezar, el universo no solo formaría parte de un multiverso en sentido paralelo, sino secuencial. Es decir, habría nacido de la destrucción de otro anterior. El Big Bang supondría la reacción a un evento de impulso contrario, inmerso en un círculo eterno de vida y muerte, oscuridad y luz.

¿Y antes? ¿Qué había antes? ¿Y después? Es lo que tiene el círculo, o más bien lo que no tiene: ni principio ni fin. Cualquier cosa que sea ha sido siempre. Literalmente cualquier cosa, ya que una especie de fuerza bautizada a partir de la raíz sánscrita «akasha» une con hilos indisolubles tiempo y espacio, materia y energía, cuerpo y espíritu, hechos e ideas.

¿Eh? ¿Una «fuerza»? «Akasha»? ¿«Dios»?, enarcaremos muchos las cejas. No un ente antropomorfo, en cualquier caso, y tampoco con autoconciencia, poder omnímodo, premios ni castigos por medio. Una especie de cajón y contenido del que todo forma, formó, formará parte.

Raro, ya lo avisaba. Aunque, según escribo el comentario, me quedo con los dedos en el aire. Pienso de repente en el «eterno retorno» de Nietzsche. La imposibilidad del cambio, la repetición infinita… Yo ya he publicado esta entrada antes y volveré a hacerlo, y quienes la estéis leyendo, ¿no notáis cierta sensación de déjà vu?

Haciendo volver las manos al teclado y al título de Laszlo, su primera parte, dedicada a los enigmas de coherencia en la naturaleza, supone un interesante repaso de los carriles por los que transita la ciencia hoy en día: partículas, espines, funciones de onda, estados virtuales, cuantos, violación de carga y paridad, constante cosmológica…

Y se pone aún mejor al introducirnos en los conceptos de «vacío» e «in-formación» (adopta esta sintaxis para que no nos confundamos con «información», sinónimo de conocimiento). ¿Y si ese mal llamado «vacío» consistiera en un medio físico de transporte? ¿Y si la «in-formación» fuera, junto con la energía, la sustancia intrínseca del universo?

Un vínculo entre partículas, átomos, moléculas, organismos, sistemas ecológicos, solares, galaxias, conciencias, independiente de tiempos y distancias.

A partir de ahí, el «campo akásico» que, al igual que ocurre con el campo gravitatorio, el electromagnético o el de Higgs, no podemos tocar, escuchar o ver, produce también de forma similar efectos mensurables.

En su segunda parte, nuestro hombre se dedica con ahínco a la demostración. Comienza a añadir a la sopa tradiciones religiosas, «sabidurías ancestrales», brahmanismo, darwinismo, creacionismo, diseño inteligente…

Metafísica, probabilidad estadística de la vida (ecuación de Drake), funcionamiento neurológico, pansiquismo, reencarnación, inmortalidad, telepatía y un montón de ingredientes adicionales hasta cocinar un gran holograma que, con la «conjugación de fase» adecuada…

A estas alturas ya casi doy tumbos. Me topo con la «conciencia cósmica» y se me ralentizan las ruedecitas en mi cabezón.

La parte tercera va de apuntalar la tesis imbricándola en los trabajos de grandes físicos, biólogos, antropólogos y demás, lo cual valoraría con ánimo favorable de no sentirme acogotado.

Ídem, las páginas de cierre autobiográficas, dedicadas a relatarnos su extenso curriculum vitae y cómo se le ocurrió meterse en este berenjenal, las considero prescindibles.

Me planto, que cada uno saque sus conclusiones. A ver si encuentro yo las mías en algún rincón…


jueves, 23 de noviembre de 2023

Cómo perder un país

Clave de lectura: La democracia está en peligro y no queremos enterarnos.
Valoración: No me convence ✮✮✩✩✩
Música: Mevlana (tradicional), del Ensemble Oni Wytars ♪♪♪
Portada del libro Cómo perder un país, de Ece Temelcuran.

A mí, Ece Temelkuran no me termina de convencer, lo siento. Se queda cerca pero no llega.

Y mira que intento interiorizar sus inquietudes, que en más de un aspecto estimo bien fundadas. Seguramente, en el fondo compartimos malestar por el estado de nuestro mundo, al que parece importar más el oropel de la palabra «democracia» que su esencia desnuda.

Una democracia donde los ojos están puestos sobre los ropajes que la adornan, donde se cuentan papeletas «casi impuestas» en vez de aplicar de verdad la filosofía de convivencia y justicia que debería recorrer sus venas.

No obstante, Cómo perder un país empieza en algún momento de su desarrollo a perder también suelo firme y se convierte en un alegato personal de la autora, con acusadas filias y fobias, desdibujando una denuncia global a la que sumarse.

Con pleno derecho, claro, porque ella ve las cosas como las ve, a través del color de una lente política determinada. Pero quizá unos cuantos prefiramos unas gafas sin filtros que «nos protejan». Eso de que las «derechas» por definición sean malas y las «izquierdas» buenas, pues…

En todo caso, la escritora establece una «hoja de ruta» para la degradación, ejemplificada en su tierra natal, Turquía. Siete pasos entre la democracia y la dictadura de facto.

Crea un movimiento. Trastoca la lógica y atenta contra el lenguaje (este punto en particular me atrae mucho, creo que ya lo he mencionado en otras entradas del blog). Elimina la vergüenza: en el mundo de la posverdad la inmoralidad «mola» (a la vista está).

Desmantela los mecanismos judiciales y políticos (también suena, también). Diseña tu propio ciudadano. Deja que se rían ante el horror. Construye tu propio país.

Ya digo, leo con atención de qué manera a los habitantes de las naciones avanzadas o que aspiran a serlo se les introduce una pequeña semilla de rencor hacia el sistema. No hacia aquello que se hace dentro de él, sino hacia su esencia misma, su «debilidad»: la necesidad de tener en cuenta al «otro», lo que les impide fabricar el entorno particular que anhelan.

Y se encuentran con quienes contienen la misma semilla, y de dos, tres, mil, un millón de semillas juntas, germina un tronco. Aún débil para arrebatar la luz al resto de árboles, pero con el tiempo, un buen condicionamiento que los abone, con suerte un líder que los apuntale y los guíe en la dirección correcta...

Disfruto con el capítulo dedicado al lenguaje y las falacias que señorean hoy cualquier debate, impidiendo el triunfo de la lógica frente a los gritos: argumentos ad hominem, ad ignorantiam, ad populum, reductio ad absurdum, razonamientos ad hoc

Y me lo creo. Porque es la historia. Porque es el día a día. Porque ha ocurrido y está ocurriendo. Porque el simplismo ata nuestros pensamientos ante la incertidumbre.

Y me fastidia que Temelkuran presente el tema en bandeja y a continuación caiga en esa misma trampa simplista y se ponga a perorar contra la derecha, el neoliberalismo mafioso, Trump, Erdogan, todo en el mismo saco, y que la esperanza sean la izquierda y el autodenominado «progresismo» con comillas. Porque sí. Porque ellos lo valen.

Ay, no me crees expectativas, estimada, que luego…


jueves, 16 de noviembre de 2023

Futurama y la filosofía

Clave de lectura: Preocupaciones filosóficas «visualizadas» a través de una serie de dibujos animados.
Valoración: Un enfoque original ✮✮✮✮✩
Música: Futurama ♪♪♪
Portada del libro Futurama y la filosofía, de Courtland Lewis.

Solo con el título de Futurama y la filosofía, este libro tiene bastante a su favor de partida.

En primer lugar, siempre me gustó la serie de animación creada por Matt Groening. Incluso más que Los Simpson, su hermana mayor en cuanto a popularidad e influencia cultural.

Los personajes, el dibujo, los guiones con sus múltiples guiños… Todo se engarza de forma notable y muy divertida en ella.

Tenemos a Fry, el patoso repartidor de pizzas que queda atrapado en una cámara criogénica y despierta en la Nueva Nueva York de mil años en el futuro.

A Leela, la expeditiva cíclope que capitanea la nave de Planet Express, empresa de mensajería interestelar propiedad del tataratataratataratío de Fry, el excéntrico profesor Farnsworth.

A Bender, el robot amigo de las carteras ajenas, las robopilinguis y la ingesta continua de alcohol para no oxidarse.

A la pizpireta Amy, al burócrata Hermes, al extraterrestre doctor Zoidberg, Zapp Brannigan, la cabeza conservada de Nixon… Me vienen a la memoria estupendos episodios con todos.

Por otro lado, la palabra «filosofía» hace despertar cierto hormigueo de ansiedad bajo la piel. ¿Qúe es filosofía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul…

Coordinados por Courtland Lewis, la veintena larga de autores que aportan sus ensayos al volumen se marcan como objetivo explicar algún concepto filosófico a traves de situaciones vividas en la pequeña pantalla. Es decir, intentan que los «visualicemos». Y, algunos en mayor medida que otros, todos consiguen resultados positivos.

Así, nos hablan sobre la libertad a partir de la bandera de la Tierra que se zampa el doctor Zoidberg o la relación humano-cibernética planteada entre Amy y Bender en la temporada sexta. ¿Tiene derecho la comunidad a sentirse atacada? ¿Y a oponerse? ¿Pueden entrar libertad y democracia en conflicto? ¿Por qué se distingue entre libertad positiva y negativa?

También sobre eficiencia económica y medioambiental, simbolizadas en la gran bola de basura que, lanzada al espacio centurias antes para quitarse de encima los residuos originados por el hiperconsumo, amenaza con retornar. ¿Son de verdad la cadena de reciclaje y las tecnologías «verdes» una respuesta al problema de fondo?

La guerra, sus «causas justas» y los «medios legítimos» para ganarla. Ética y moral. Amor y sexo. La identidad, ligada o no al cuerpo físico de objetos y personas. La muerte (¿existe algún «sentido de la vida»?). Dios…

De qué manera interpretamos la realidad, incluso negando lo evidente, para que encaje en nuestras creencias preconcebidas («¡Prefiero creer lo que fui programado para creer!»)…

Aristóteles, Hume, Locke, Rousseau, Kant, Hegel, Mill, Bentham, Kierkegaard, Freud, Russell, Berlin, son unos cuantos nombres que se dejan caer en el texto.

Gracias a ellos, puede que los dibujos animados se nos muestren en lo sucesivo con otros ojos.


domingo, 5 de noviembre de 2023

Los números no mienten

Clave de lectura: El mundo se explica con números.
Valoración: Demasiados temas, demasiado breves ✮✮✮✩✩
Música: Canon para dos violines «Der Spiegel», de W.A. Mozart ♪♪♪
Portada del libro Los números no mienten, de Vaclav Smil.

Los números no mienten. Punto.

La premisa de Vaclav Smil con este título es que los números aportan fotografías fieles de la realidad. Se trata de un lenguaje que «hablan» todos los fenómenos del universo.

En tal sentido, el posible problema recaería en la capacidad comprensiva humana, la traducción de dicho lenguaje. Si tenemos un prejuicio o una idea instintiva sobre determinado asunto, quizá la «verdad» matemática choque contra ella e intentemos ignorarla. Incluso embestirla.

(Nótese que escribo «verdad» entre comillas, ya que incluso una suma o una resta son susceptibles de interpretar interesadamente. Con 100 euros que se repartieran entre dos personas, a razón de 99 para una y 1 para la otra, ¿no saldría que la renta per cápita es de 50 euros, por ejemplo?).

También debemos tener en cuenta el origen de las cifras. El autor avisa de que el grado de fiabilidad de muchas que circulan por la web y se repiten popularmente sin contrastar, ha de ponerse en cuarentena en tanto su fuente primaria se haya perdido por el camino.

Pero, con todas las salvedades y precisiones que se quieran, el fondo continúa siendo el mismo: es necesario que aprendamos a guiarnos a través de un océano de datos para comprender su significado último, de qué manera nos afectan y, en caso necesario, saber cómo actuar ante esa influencia.

¿Y qué datos son los que nos presenta nuestro científico? Una cantidad excesiva para un solo volumen, en mi opinión. 7 capítulos y 71 heterogéneos puntos de estudio cuya brevedad de tratamiento invididual supone un escollo a la hora de reflexionar acerca del conjunto.

Nos habla sobre personas: natalidad, esperanza y calidad de vida, estatura, pandemias y vacunación, cuántas se necesitaron para construir las pirámides, cómo sudar mejoró la capacidad de la especie para la caza…

Sobre países: aspectos de los Estados Unidos y Europa a los que no se les da la importancia que merecen, el futuro de Japón, las incógnitas de China, India, Rusia, Gran Bretaña…

Sobre máquinas e inventos que cambiaron el mundo moderno: motores eléctricos, diésel, transformadores, circuitos integrados, el fonógrafo, el streaming, la «maldición de Moore»…

Sobre combustibles. Sobre transporte. Alimentos. Medioambiente. Cada epígrafe con su respectiva cuerda de apéndices, una retahíla de medidas, cálculos y representaciones gráficas que, por interesante que pueda ser el tema, a la postre penaliza la retención lectora.


miércoles, 25 de octubre de 2023

La balada del café triste

Clave de lectura: Vida y tragedia en el viejo sur.
Valoración: Pequeña gran novela ✮✮✮✮✮
Música: La balada del café triste, de Richard Robbins ♪♪♪
Portada del libro La balada del café triste, de Carson McCullers.

Menos es más. Y mejor.

Siempre he tenido prevención hacia los escritores que, para decirte que sale el sol por la mañana, emplean media docena de páginas, cuarenta oraciones subordinadas y una cantidad de adjetivos de exorbitante generosidad.

De acuerdo, dominas el diccionario y quieres demostrárselo al mundo, pero… ¿sabes contar una historia?

Carson McCullers sí sabe. Ya lo creo que sabe. Y con una economía material que, lejos de convertirse en aridez, aporta una riqueza de contenido admirable.

La balada del café triste pone al lector en situación desde la primera frase: «El pueblo de por sí ya es melancólico».

Palabras que nos transportan al escenario del drama, un villorrio del viejo sur estadounidense, perdido, sin presente ni futuro, cuyos habitantes ven pasar la existencia a base de whisky casero destilado en los pantanos.

Un lugar donde, en las horas de calor más sofocante, se ve asomar un rostro tras la ventana de un edificio tapiado: Miss Amelia.

Edificio que alguna vez fue un local en el que los lugareños se reunían los sábados por la noche con manteles y servilletas de papel, y el «primo Lymon», un jorobado, los animaba con su locuacidad.

Todo parecía ir sobre ruedas de carreta hasta que alguien llegó a desencadenar los acontecimientos que terminaron en su ruina. Marvin Macy, recién salido del penal. El ex marido de Miss Amelia.

Así, gracias a una escritura tan sencilla como poderosa, la autora nos pone en el umbral de dónde, quién y qué. Y enseguida consigue atraparnos con garra en el porqué. En la espiral de rencores, ansias y decadencia que arrastra a los personajes hasta su propia inmolación.

Para predicar con el ejemplo y no resultar yo pesado en el comentario, lo expresaré sin más añadidos: ¡qué pequeña gran novela!


viernes, 20 de octubre de 2023

Deslices y Polvo de estrellas

Clave de lectura: Poesía de la vida, lazos irrompibles tras la muerte.
Valoración: Inspirador ✮✮✮✮✩
Música: Usa mis llaves, de Jorge Colsa y Gema Bravo ♪♪♪
Portada de los libros Deslices y Polvo de estrellas, de Gema Bravo.

Termina el concierto de Jorge Colsa y Gema Bravo y me aproximo al escenario para que ella me dedique su libro. En realidad, sus libros. Porque, al igual que un dúo musical, son dos las propuestas que caben en este volumen: Deslices y Polvo de Estrellas.

Deslices es un caleidoscopio de versos que describe el mundo de Gema «sin etiquetas», como titula uno de los poemas. En busca de todo lo que cada día nos trae y nos retira.

A veces son cosas grandes, otras diminutas y las dejamos atrás con equivocada dejadez. A veces las respuestas a las incógnitas parecen estar claras, pero solo es eso, apariencia, y hay que continuar un poco más allá. La búsqueda no debe abandonarse mientras quede un latido.

Recuerdos de viajes, de las personas con quienes se ha encontrado, del compañero con quien crea canciones, sueños o amaneceres, el tiempo, el deseo, el optimismo, las lágrimas, el significado de ser mujer…

A continuación —o antes, en el orden de lectura que se prefiera—, en Polvo de estrellas nos comparte un mensaje muy personal a alguien que ya no camina con pasos audibles, cogiéndola de la mano, pero que en modo alguno se encuentra lejos.

La muerte de una madre es un tabú, no estamos —¿no queremos estar?— preparados para ello.

Los sentimientos que experimenta la autora antes, durante y tras la partida de Güelita emocionan porque quizá nos gustaría expresarlos a nosotros mismos cuando aún estamos a tiempo, y no llegamos a hacerlo.

Mada, esa madre, la dio a luz y le dio luz. Al final, la enfermedad debilitó su cuerpo, pero no su sentido de cómo vivir. Y Gema, al igual que hace con sus propios hijos, nos cuenta aquí esa historia. Lo que pensaba, lo que decía, lo que creía… Lo que significaba.

Leo la dedicatoria: «Por los rincones donde encontrarnos entre utopías y razones».


martes, 10 de octubre de 2023

Ser estoico no basta

Clave de lectura: Epicuro reivindicado.
Valoración: Demasiado latín ✮✮✮✩✩
Música: Espartaco (Variación de Aegina y Bacanal), de Aram Khatchaturian ♪♪♪
Portada del libro Ser estoico no basta, de Charles Senard.

El estoicismo ha vuelto a salir a la palestra. Se escuchan recomendaciones aquí y allá en la línea de Epicteto o Marco Aurelio: cultivemos la serenidad, la calma interior, tomémonos las cosas «con filosofía» para que los reveses cotidianos no puedan con nuestro ánimo.

No debemos hundirnos cuando vienen mal dadas, aunque tampoco manifestarnos exultantes en los momentos de triunfo. Todo lo que nos ocurre tiene que ser así, dada la insignificancia del individuo en el gran plan del universo. Tranquilidad. Desapego. Respira…

Charles Senard quiere matizar este renacimiento del mundo antiguo. Según su tesis, Ser estoico no basta.

A cambio de los nudos del estoicismo puro y duro, él aboga por otra rama del tronco, a menudo incomprendida. Lo que nos recomienda es la sabiduría epicúrea para vivir el presente.

Adjetivo que nos hace imaginar, en términos socioculturales, un trasunto del bon vivant: ostras, champán, fiestas, entretenimiento sin fronteras. Alguien que busca los placeres de la vida, como reza el diccionario.

El autor argumenta que epicureísmo no significa hedonismo. Ni se trata de arrastrarse pasivo como un asceta ni de vivir deprisa y dejar un bonito cadáver.

De acuerdo, busquemos la felicidad en lo que haya a nuestro alcance, pero no nos metamos en bacanales, parece decir. Nada de dar rienda suelta a los instintos. Apetito sin excesos. Equilibrio.

La deriva entre el ponderado mensaje original y lo que hoy entendemos sería consecuencia de una campaña de descrédito emprendida por los padres del cristianismo —ahí anda san Agustín malmetiendo—, toda vez que, para ganar el favor del otro mundo, hay que purgarse primero en este.

Epicuro se habría convertido así en «persona non grata» de cara a la salvación. Incluso Dante lo ubica con sus seguidores en el sexto círculo del infierno, «más rojos que en la más candente forja».

Junto a los fragmentos conservados del fundador de esta escuela de pensamiento, Senard se apoya extensamente en Lucrecio, Filodemo, Virgilio u Horacio —acuñador del carpe diem— para convencernos de lo contrario. Y, por supuesto, de que lo asumamos como meta particular.

¡Ay, es en tal estrategia de comunicación donde reside mi problema de conciencia al calificar la lectura!

Es que su forma, por más que aprecie el fondo, se me hace pesada. Al tercer o cuarto poema en latín que ocupa toda la página, empiezo a aburrirme. El entusiasmo por Horacio y compañía, aun respetable, no se me pega. Quizá sea un poco estoico.

Y resulta que no son tres o cuatro esos poemas de muestra, sino una legión. Como mínimo, la mitad del contenido impreso consiste en odas, geórgicas y epístolas. Las opiniones de Senard se transforman en meros comentarios de texto.

En suma, que lo de Epicuro suena estupendo. Muy interesante, de verdad. Pero intenta desarrollar la idea un poco mejor con tus palabras, sin hacernos una edición bajo cubierta de los clásicos grecolatinos, Charles. Eso ya es otro libro.


miércoles, 4 de octubre de 2023

La mujer rota

Clave de lectura: Egoísmo, soledad, fracaso vital.
Valoración: Muy bueno ✮✮✮✮✮
Música: La vie en rose, de Edith Piaf ♪♪♪
Portada del libro La mujer rota, de Simone de Beauvoir.

Últimamente tengo suerte con los libros a los que me acerco. El número de impresiones positivas, en comparación con las neutrales y mucho más con las de rechazo, supone una estimable proporción de acierto.

La racha no solo no se rompe, sino que se refuerza significativamente al introducir en el recuento el título de hoy: La mujer rota, de Simone de Beauvoir.

A través de tres relatos, nuestra autora cede la palabra a espíritus quebrados que, al llegar a cierta edad, se dan cuenta de que aquello en lo que más creían, lo que consideraban un pilar sobre el que sostenerse para siempre, de repente ya no está ahí.

Quien nos habla en La edad de la discreción lo ha dado todo por su militancia política y su obra literaria. Su pareja comparte sus ideas, es el compañero perfecto. Pero el hijo... Él quiere ser un burgués, un traidor. Disfrutar de un puesto en un ministerio y un matrimonio con una chica de «buena familia».

Intenta intimidarlo, chantajearlo emocionalmente, que vuelva al ambiente donde creció. Sin éxito. Surge entonces la angustia por envejecer. La decepción por los deseos incumplidos de existir a través de él.

En Monólogo, una mujer «limpia, pura, intransigente» odia el mundo. Porque el mundo la odia. Porque ella lo odia. Porque… A sus ojos, el objetivo de sus vecinos, sus conocidos, de quienes caminan por la calle, es amargarla. El círculo de odio y desprecio no tiene fin.

Se ha separado del marido a cambio de la pensión y el apartamento, aunque haya tenido que ceder la custodia del niño. ¡Ah, seguro que lo educan en contra de ella! ¡Si viviera su otra hija, esa ingrata que tampoco se dejaba manejar a pesar de que todo lo hacía por su bien! ¡Qué malvados al dejarla sola! Sola. Sola…

La mujer rota, la tercera y más extensa historia que da nombre al conjunto, son las páginas de un diario. La voz interior que lo redacta hace planes una vez que las niñas se han independizado. Los proyectos que nunca pudo realizar por compromisos hacia los demás se abren luminosos en el futuro.

Aunque esa adolescente rebelde que le pide un cigarrillo, ansiosa de escapar de una institución pública de acogida, podría trastocarlos.

Y, sobre todo, la respuesta que obtiene de su marido a una sencilla pregunta: «Sí, Monique, hay una mujer en mi vida».

Una mujer. Otra mujer. A quien ella conoce: bonita, brillante, seductora. Con quien ha de compartirlo. ¿Por qué? ¿Cuándo aparecieron las grietas en la relación que no distinguió a tiempo? ¿Ha sido suya la culpa? Y ahora, ¿qué va a hacer?

Una intensa y emocionante obra para enseñarnos que hay quienes construyen de nuevo sobre las cenizas, obteniendo de ellas un mortero aún más fuerte. Pero también personas que «fracasan» y, ante la falta de certezas que las golpea, quedan inermes, perdidas en su propio yo.

Rotas.


lunes, 25 de septiembre de 2023

Los negocios del señor Julio César

Clave de lectura: Julio César antes de ser ¡Julio César!
Valoración: Muy actual ✮✮✮✮✩
Música: Giulio Cesare (Se in fiorito ameno prato), de G.F. Haendel ♪♪♪
Portada del libro Los negocios del señor Julio César, de Bertolt Brecht.

Para continuar con las lecturas estivales, le llega el turno hoy a una de las grandes plumas: Bertolt Brecht.

Los atractivos que rodean a Los negocios del señor Julio César son varios. Aunque me gustaría destacar uno en especial: su actualidad.

El dramaturgo recrea las andanzas de nuestro personaje antes de que su nombre pasara a la historia. Cuando apenas era un vividor y político del montón, entrampado, sujeto a los tejemanejes cotidianos de la República más que urdidor de sus hilos.

Y lo hace con un estilo que lo sitúa en nuestros propios tiempos, entre los ecos de sociedad, las noticias y los índices bursátiles de la city.

Con escándalos, especulaciones, compromisos clientelares y extravagancias para privilegiar su cursus honorum a costa de otros ilustres candidatos a dirigir el destino de Roma: Pompeyo, Catón, Craso, Cicerón, Catilina…

Dos décadas después de los idus de marzo que vieron relucir los puñales, un escritor deseoso de redactar la biografía del estadista visita al antiguo alguacil ejecutor de deudas y ahora banquero Mummio Spicer. Solicita consultar el diario de Rarus, secretario personal de César, que obra en su poder.

Y será en esas páginas, no destinadas al conocimiento público, donde mejor se imbuya de su personalidad real, así como de la cloaca en que poderosos y esclavos, senadores y libertos, patricios y plebeyos nadan con un único interés: medrar para mantener la cabeza a flote, evitando que las aguas los arrastren al Tártaro.

No, Cayo Julio no es héroe ni villano en el relato de Brecht, sino un oportunista cuya apuesta consigue quedar la más alta. Porque los héroes no existen, solo hombres y mujeres de rostro esculpido en mármol o hace mucho ya olvidados, pero todos inmersos en un vulgar mundo de miserias.

Muy buena… ¿novela?