Valoración: ✮✮✮✩✩
Comentario personal: Imaginativo. Y raro.
Música: Titanic, de James Horner ♪♪♪
Una opción para leer un 14 de febrero, cuando l'amour llama a tu puerta y tú estás en casa. Y para colmo abres, que ya te vale.
Lobster, de Guillaume Lecasble.
Anjelina y Lobster se conocen en el Titanic. Él es un hermoso bogavante que, por esas cosas del destino, se encuentra a bordo del transatlántico. No puede decirse que el acuario sea de su gusto, aunque pronto llegará el momento de abandonarlo, tras un breve viaje a la cocina.
Justo cuando van a introducirlo en la olla, se produce una terrible sacudida que le hace perder el conocimiento.
Al despertar, se encuentra con Anjelina, pasajera de primera, atrapada entre las gélidas aguas que a él le hacen precisamente revivir.
Para conseguir que ella también se recupere, nada mejor que un trabajillo cuidadoso con frotamiento de pinzas, que le caliente la sangre.
La señorita, feliz del resultado, se lo lleva en el bolsillo del abrigo cuando sube al bote salvavidas, pensando en repetir a la primera oportunidad.
Por desgracia, las circunstancias del naufragio los separan, y a partir de ahí todo el relato gira en torno a su mutua búsqueda, aunque la incomprensión parezca reinar en el mundo. Qué le van a hacer...
En la cocina, Lobster extiende las antenas. Capta su olor. «¡Es ella! ¡Es ella!», exclama en su interior. Se agita. Da unos coletazos. Salpica el agua del acuario: las gotas se evaporan al caer sobre la estufa. Lobster sabía muy bien que él y Anjelina estaban hechos el uno para el otro.
¡Vaya argumento tan surrealista! Habrá que tomarlo como una metáfora, supongo. Aun así, imaginación no le falta al autor, sólo para conseguir mantenernos con la curiosidad activada hasta el final.